Nota de la autora:
¡Bienvenidos/as a mi primer fanfic! Espero que os guste.
Gracias a Alfax por su ayuda y por revisar y corregir la historia.
La saga The Legend of Zelda y sus personajes no me pertenecen, son propiedad de Nintendo.
Prólogo
Zelda permaneció mirando la enorme roca negra que se alzaba frente a ella durante varios segundos, la misma roca por la que instantes antes Midna había desaparecido para volver al Crepúsculo. Miró a su izquierda, donde se hallaba el soporte del Espejo del Crepúsculo, lo único que había permanecido de éste después de que Midna lo rompiera. Miró a su derecha, donde se hallaba él.
Link, el héroe elegido por las diosas, miraba también la enorme roca. Su mirada permanecía perdida, Zelda supuso que asimilando que jamás volvería a ver a aquella que le había acompañado y ayudado durante aquella aventura.
Lo miró unos instantes, por fin pudiendo observarlo en detalle. Las dos primeras veces que lo había visto, él había aparecido en su forma de bestia, pero ya por aquel entonces sus ojos la habían impresionado, aquellos fieros pero hermosos ojos azules. La tercera vez que lo vio, ella había acabado de recuperar la consciencia después de que su alma volviera a su cuerpo, pero entonces tampoco tuvo tiempo de apreciarlo, pues estaban en plena batalla contra Ganondorf. Ahora lo tenía frente a ella, sin ningún impedimento ni prisa que no le permitieran observarlo.
No había duda de que el joven héroe era apuesto, no iba a negarlo, y dejar de observarlo era una tarea harto difícil. Él no era muy alto, aproximadamente de la misma estatura que ella, pero sus hombros eran anchos y sus brazos fuertes. Su pelo rubio caía sobre su ojo izquierdo mientras que algunos mechones asomaban rebeldemente del gorro verde que portaba. Su rostro era de una belleza diferente a la que ella estaba acostumbrada; había conocido a muchos hombres apuestos antes, principalmente príncipes y nobles, pero ninguno de ellos poseía esa belleza salvaje como la del héroe que tanto la atraía. Sí, lo reconocía, aunque prácticamente no lo conocía se sentía atraída por él. Aunque no era exacto decir que no lo conocía. Mientras su alma había estado unida a la de Midna había podido percibir los rasgos más importantes del joven. Ella sabía que Link, por encima de todo, era valiente pero también era amable y siempre estaba dispuesto a hacer cualquier cosa por ayudar a alguien en apuros.
Lentamente, y sin apartar la mirada de sus ojos, Zelda se acercó y puso suavemente su mano en el brazo de él, intentado llamar su atención. Al notar el contacto, Link se giró hacia ella, aún con la mirada un poco confusa.
— Link —dijo ella al ver que tenía su atención—, ¿qué pensáis hacer ahora? ¿Volveréis a vuestra casa?
— Realmente no lo sé —contestó tras unos instantes de meditación—. Supongo que sí, echo de menos Ordon, pero no sé si después de todo lo que he vivido estas últimas semanas aquello sea suficiente para mí.
— ¿A qué os referís?
— Mi vida en Ordon era muy tranquila, no había mucho que hacer a parte de vigilar las cabras y jugar con los niños —su mirada pensativa se desvió hacia el horizonte—. Para mí esa vida siempre había sido satisfactoria, pero después de estar de un lado para otro, luchando, conociendo gente, descubriendo lugares, creo que esa vida ahora será para mí aburrida y monótona.
Permanecieron varios minutos en silencio, mirando hacia la distancia, hasta que la princesa cogió la mano izquierda de él, la que ella sabía que bajo esos guantes se hallaba la marca de los elegidos, y le habló.
— Link, si lo deseáis podéis venir a mi castillo, me gustaría nombraros miembro de la guardia del castillo, os daría un buen puesto dentro de ella.
— ¿Yo soldado? —preguntó él mirándola.
— Así es. Sois un hombre valiente, fuerte y con gran destreza en el manejo de la espada. Seríais una gran incorporación a mi guardia.
— No lo sé…
— Pensároslo. Volved a Ordon y si realmente ya no os gusta esa vida venid a mi castillo y probad la que os ofrezco. Si tampoco os satisface siempre podréis marcharos.
Link permaneció un momento en silencio, meditando.
— Tenéis todo el tiempo que queráis, Link, Una semana, un mes, un año,… Las puertas de mi castillo siempre estarán abiertas para vos.
— De acuerdo —contestó él por fin con una ligera sonrisa en su cara, una sonrisa que hizo que el corazón de la princesa latiera un poco más deprisa.
