:D Bueno, al fin publico algo nuevo, ya extrañaba la página y a ustedes mis queridos lectores. Pues bien, aquí vengo con otra historia, un poco distinta a las demás, y lejos de tramas de amor y desengaños y peleas de gatas salvajes, etc.

Espero que les guste, es algo que me venía recorriendo la mente desde hace días y no sabía como plasmarlo en líneas, y aunque todo es tal vez muy metafórico al principio, al final verán que todo tiene un por qué bien justificado, y por supuesto, tiene mi toque sentimental y medio filosófico (?) XD


Disclaimer: Bleach no es mío, todo es obra de nuestro amado Kubo :)


Sueños del Pasado

¿Cuántas veces imaginó cómo sería? La verdad, nunca se había puesto a pensar en ello, y le perturbaba un poco darse cuenta de que no se comportaba como los demás, al menos en ese aspecto. Es decir, ¿qué persona no atesoraría o añoraría una memoria tan valiosa? Bueno, él no era como los demás, eso lo tenía bien claro. Pero ese día, de la nada, extraños sentimientos le hicieron reconsiderar sobre el recuerdo olvidado y casi inexistente de la persona que él suponía, no significaba nada en su vida.

Se vio de nuevo como muchas veces, sentado en la mesa comiendo junto a su padre, en silencio, como siempre. La misma rutina fastidiosa todos los días. Suspiró un poco antes de llevar el tenedor a su boca, en un intento por tratar de decir lo que tenía agolpado en la garganta desde que despertó esa mañana, agitado y con un sinfín de dudas provenientes de un lago mental que apareció de la nada. Ridículo, dijo en voz alta, captando la atención de Ryuken. Este lo miró extrañado y bajó los cubiertos.

—¿Qué sucede?

—Nada— respondió tajante, ignorándolo como de costumbre.

El Quincy mayor enarcó una ceja y siguió desayunando sin prestarle mayor atención al asunto, bajó la vista y tomó el periódico que yacía a un lado para continuar con la lectura. Muertes, desastres, guerras… lo mismo de siempre en los encabezados.

Uryu, por otro lado, suspiró por centésima vez al recordar lo que había soñado la noche anterior, algo muy extraño y entretenido. ¿Entretenido? Sí, tal vez porque se hallaba contemplando un parque de diversiones; ¿Extraño? También, ya que por primera vez soñó con una persona que jamás pensó le haría falta. Pero todo con el tiempo llega a pesar y, ese tipo de personas, aunque no se hayan visto nunca, tienen un impacto intenso en la vida de cada ser humano.

—Oye, Ryuken – llamó, un poco indeciso.

—Te he dicho que no me llames así, soy tu padre— refunfuñó con cierta indignación, bajando el diario y dejándolo de nuevo sobre la mesa—. Te noto algo distraído ¿tuviste una mala noche?

—Ese es tu nombre y… digamos que sí. Tuve un sueño muy extraño— explicó, posando la mirada en el plato de comida.

Y tal cual niño tímido, tomó el tenedor y empezó a jugar con los huevos revueltos, como cuando se quiere pedir algo y de antemano se sabe, le será negado. Pero tenía que hacerlo, tenía que preguntar, estaba en su derecho de todas formas y aunque antes no hubiera tenido la iniciativa de hacerlo, consideraba que no era tarde para saber un poco más sobre su pasado.

—Quiero saber un poco acerca de mi madre. Cuentame de ella — pidió, sin tapujos; esperando todo y a la vez nada de Ryuken.

—¿Para qué quieres saber de ella? Ni siquiera la recuerdas— dijo, un poco asombrado ante la inusual pregunta—. Ah, con que eso fue lo que soñaste— dedujo.

—Técnicamente, no— volvió a subir la mirada, para cruzarla con la severa de su progenitor.

—Pues bien, ¿Qué fue lo que soñaste?— quiso saber un poco más y quizá satisfacer la sed de curiosidad de su hijo, aunque eso sí, no hablaría más de la cuenta.

—Soñé que estaba frente a un gran parque de diversiones, era de noche y sólo se divisaban las siluetas de los juegos, ya que no estaba encendido ninguno de ellos. Delante de mí, había una cámara fotográfica de esas viejas. De repente, todo el parque se encendió y justo en frente, una familia: el padre, la madre y un bebé, posaban sonrientes, como esperando a que yo les tomara la foto— describió en detalle aquel sueño que le asedio por la noche.

Uryu observó a su padre, atento ante su relato tonto e irreal.

—¿Qué esperas? Prosigue— invitó, casi en una orden.

—Luego, la mujer que se encontraba en esa familia feliz se acercó a mí, me tomó del brazo y dijo: "Ven con nosotros"

Un silencio pesado e incómodo los envolvió por unos torturantes segundos. El joven subió los codos a la mesa y esperó ansioso y paciente la respuesta de su padre, pero éste ni se inmutó. Se preguntó por qué Ryuken era tan desinteresado, pero luego, dejó de darle la importancia que nunca le daba a ese detalle, aunque en ese sórdido instante deseó tener una familia como la de su sueño y, que por primera vez, su padre le prestara la atención que él se merecía.

—¿Y bien?

—Vas a llegar tarde a clase, date prisa en terminar de comer— tomó su taza de café y dio un sorbo corto y gratificante, ignorando por completo a su hijo.

—¿No me vas a decir nada más? — su desidia para con él le molestaba, pero sabía que no podía esperar mucho de ese hombre.

—Soy médico, no adivino ni intérprete de sueños— expuso altanero, en un intento por dejar claro al otro que no indagara más, porque no quería hablar.

—No te pedí que interpretaras el sueño; no tergiverses mis palabras, papá. Solo quiero que me hables de mi madre— volvió a pedir, esta vez en un tono más autoritario.

—No lo haré. Además, ¿Qué tiene que ver ese sueño con tu madre? — lo encaró, bajando de golpe la taza sobre la mesa.

—Yo… bueno, la verdad no lo sé.

Era la verdad. No sabía la relación de ese sueño con su madre, ni siquiera alcanzó a observar el rostro de la mujer, sólo una pequeña sonrisa que esbozó se le hizo familiar, únicamente eso. El resto del sueño solo parecía sacado de la imaginación de un niño muy creativo.

La realidad de su día consistía en que cuando despertó por la mañana, sintió el enorme deseo de saber más acerca de ella; de la persona que para bien o para mal, lo trajo al mundo. Pero en el transcurso de su vida decidió que esa mujer no le hacía falta, ya que su abuelo había cumplido ambos roles, tanto el de madre, como el de padre, y eso fue suficiente para él en ese entonces. No necesito de nadie, puedo valerme por mí mismo, se repetía constantemente, tratando de esquivar aquel ataque sutil que constituía la soledad de su corazón.

A pesar de eso, comprendió que no se pueden tener renegados sentimientos tan abrumadores y, no podía negar, que siempre anheló recibir un abrazo y un beso de su madre antes de irse a la cama, o una sonrisa sincera, o un regaño por haberse portado mal... la calidez y el amor que sólo una madre puede ofrecer.

—No hagas caso a esas cosas, Uryu, o pensaré que estás delirando— advirtió serio. Ciertamente, no quería remover viejos recuerdos. ¿Para qué hacerlo? El pasado debe quedarse exactamente allí, enterrado y olvidado.

—Yo solo…

—¡Basta! – espetó molesto— Ya es tarde, debo ir al hospital.

Y sin despedirse, azotó la puerta de entrada de un solo golpe, dejando a su hijo con las palabras en la boca.

Uruy se quedó allí, pasmado y molesto ante la actitud tan esquiva de Ryuken. ¿Por qué no le quiso contar nada acerca de su madre? Nunca le pedía nada y ahora que lo hacía, se lo negaba. Además, estaba en su derecho de hacerlo. ¡Qué frustración! Pero cuando llegara por la tarde, lo escucharía; ya estaba cansado de tanta negligencia de su parte y sólo buscaba saber un poco más sobre esa persona. No le costaba nada hacerlo.

Si bien era cierto que nunca antes quiso indagar en el asunto, extrañamente ahora sentía que debía hacerlo. Por eso mismo, no podía evitar preguntarse por qué después de tanto tiempo se mostró interesado y, más extraño aún, por qué tan de repente. Y ese sueño; en teoría, era sólo un sueño, y los sueños solo son imágenes que están asociadas a distintas sensaciones y sentimientos ¿Cierto?

Quizá solo fue uno más como los que siempre tenía, o tal vez fue la representación de aquel recuerdo que él creía, había olvidado… Pero bien sabía que en su vida nada se regía por casualidades. Lo que llamaba su atención era la nitidez con lo que recordaba todo. Fue tan vívido y real, que la nostalgia que lo invadió luego le generó un sentimiento tan intenso, que en verdad, sintió que estuvo allí.

Miró el reloj casi por instinto, para darse cuenta de que se le hacía tarde y debía apresurarse si quería llegar a tiempo a clases. Tomó sus útiles y rápidamente salió de casa, afligido y con una extraña opresión en el pecho.

Pensó.

No quería hacerlo, pero era inevitable no dedicarle una pequeña cavilación a esa dama. ¿La recordaba? No mucho. Muy en el fondo, un pequeño resto de calor maternal quedó esparcido en su corazón, pero ya no lo sentía, quizá por eso su pecho siempre dolía. Recordó de nuevo aquella sonrisa; una sonrisa que le hizo sentir melancólico, como si siempre tuviera presente ese gesto que por unos efímeros y miserables instantes, le recordaba lo que en verdad era una familia.

Miró hacia al otro lado de la calle mientras seguía con premura su camino y divisó un pequeño parque en dónde habían columpios y otros juegos. Allí, se encontraban muchos niños jugando, disfrutando y corriendo por todo el lugar, al lado de sus padres quienes no les quitaban la vista de encima. Igualitos a Ryuken, pensó soltando al aire un risilla divertida e irónica. Pero tuvo que acallarla cuando divisó cerca, a una pequeña niña que corría despavorida hacia él; y cuando alejó un poco más la mirada, un Hollow la seguía de cerca. La pequeña se apresuró y antes de que él se diera cuenta se había refugiado tras sus piernas. Ella temblaba y se aferraba con fuerza a las piernas del Quincy, quien sin esperar más tiempo, lanzó una de sus flechas en pos de la destrucción de la dañina entidad.

Uryu volteó a mirar hacia el parque, tanto alboroto seguro había llamado la atención de las familias que se encontraban allí. Pero no, todos estaban como si nada hubiera pasado. Ni siquiera saben que estoy aquí, pensó, mirando de nuevo con pesar a aquella gente.

—Disculpa— habló la pequeña, con una voz suave y dulce.

¡La niña! Por unos momentos olvidó que se encontraba resguardada tras suyo.

—¿Estás bien, pequeña? — Ishida se agachó y puso a su altura, para observarla mejor y asegurarse de que el Hollow no le había hecho daño.

—Sí, estoy bien. Gracias por salvarme – agradeció, ofreciéndole una sonrisa que le hizo recordar de nuevo al Quincy por qué combatía a esos monstruos.

Uryu reparó en el detalle de que la chica no podía ser normal, si podía ver tales cosas, tenía que ser "especial". Miró su vestimenta pero no era una Shinigami. Era obvio que tampoco era un espíritu ya que no tenía en su pecho la cadena del destino, además, que podía tocarla perfectamente. Recordó entonces que muchas personas tienen esa cualidad, tal como el tarado de Kurosaki.

Observó su rostro, inocente y lleno de vida. Muy linda y adorable en verdad. Le llamó la atención la expresión tan serena que tenía, no parecía asustada y mucho menos perturbada por lo acontecido. Le calculó unos 9 años, de cabello castaño y ojos muy parecidos a los suyos.

—¿Dónde vives? — quiso llevarla él mismo a su casa para evitar que de nuevo algún Hollow la persiguiera.

—Vamos a jugar al parque— dijo ella, evadiendo por completo la pregunta del chico.

—No tengo tiempo para juegos, debo llegar a la escuela.

Miró el reloj por inercia de nuevo, para darse cuenta de que la hora de entrada había pasado hace mucho. ¿En qué momento el tiempo voló? Quizá la pequeña batalla duró más de lo que había imaginado. La pequeña, al ver la expresión decaída del Quincy, sonrió y tomó su mano, llevándolo de golpe hacia el parque que estaba cerca.

—¡Oye, espera! ¿Qué haces? – le desconcertaba la actitud de la niña, tan despreocupada. Después de todo, un Hollow la estuvo persiguiendo, debería estar asustada y desorientada. Pero no, sólo quería jugar.

Quiso soltarse e irse de allí, a fin de cuentas, ya había cumplido con su deber. Pero algo le decía que no se soltara, que apretara muy fuerte esa mano diminuta y delicada, porque podía perderse. Y no precisamente ella. Se dejó llevar y, antes de que pudiera refutar, ya estaba en ese parque que, cuando lo vio, le hizo sentir un nudo en la garganta: amargo y dulce a la vez. Miró de nuevo los alrededores y se dio cuenta del cariño que recibían los niños por parte de sus padres.

¿Padres? De seguro esa niña tenía familia.

—Necesito llevarte con tus padres, pequeña ¿Dónde vives? – volvió a preguntar, interesado en el bienestar de ella y en el propio, no quería convertirse en el niñero de una mocosa.

—Ven, vamos a jugar— invitó, tranquila y emocionada, como si nunca hubiera estado en un parque de juegos.

Por alguna desconocida razón no podía dejar de sentirse bien al observar su sonrisa tierna e infantil. Pero debía ser firme y llevarla con algún familiar que se hiciera cargo de ella. No tenía tiempo para ocuparse de tonterías.

—¡Ven! — volvió a tomarlo de la mano y lo llevó hacia unos columpios. Y como la vez anterior, no hizo nada por evitarlo. ¿Por qué? Es curioso, quizá era él quien quería subirse allí y ser balanceado por alguien. Ahora que lo pensaba, no recordaba haberse subido nunca a uno de esos.

Ya no iba a ir a la escuela de todas formas, podía jugar un rato con la niña. De seguro su madre la estaba buscando y aparecería por ese lugar en cualquier momento; así que la montó en el balancín y empezó a mecerla con suavidad, pensando en lo extraña que se había tornado esa mañana.

—¡Más rápido!— pedía ella, riendo a carcajadas y disfrutando de cada empujón que el joven le daba en su espalda para impulsarla más y más alto, y más y más lejos.

En ese momento vio lo diferentes que son los niños de los adultos, tan despreocupados y entregados a la vida, sin aferrarse a cosas que no tienen sentido. Sólo se dejan llevar y, aceptan las cosas tal cual son. Tal vez por eso no le dio a importancia al monstruo y prefirió seguir y jugar, sin darle más vueltas al asunto.

Uryu vio lo feliz que era la niña y fue imposible no reír con ella, disfrutar con ella, e incluso, identificarse con ella. Era ilógico, puesto que no la conocía; además, ¿Cómo pasaron de pelear con un Hollow a estar jugando en los columpios? Más ilógico aún. Pero su vida era así, ilógica. Era un Quincy y nada en su vida era normal. Por ello, quizá, decidió no complicarse más de lo debido y simplemente dejarse llevar por ese momento algo extraño —dadas las condiciones en que se dieron—, pero normal.

Pasó un rato, efímero y eterno, en donde ninguno de los dos quería parar. Como si por unos instantes desearan jugar por el resto de sus vidas; escuchando las quejas del viento sabio y cansado, sintiendo sobre sus pieles aquellos rayos cálidos y reconfortantes del sol y, sobre todo, disfrutando de la compañía que se hacían mutuamente.

El chico compró dos helados, una vez terminaron de jugar, y le dio uno al infante. Se dirigieron a un banco bajo un árbol que ofreciera una buena sombra y entre los gritos y bullicio de los otros niños, quiso saber un poco más de ella antes de llevarla a su casa.

—¿Cómo te llamas? — fue una pregunta retardada, pero no había tenido oportunidad de hacerla.

—Yokubo, ¿Y tú? — dijo ella, saboreando el helado, feliz, tranquila y muy sonriente.

—Me llamo Uryu Ishida, Yokubo. Sabes, es un nombre extraño, ¿Qué significa?

—No lo sé, sólo recuerdo eso— ella lo miró con aquellos ojos azules profundos y enternecedores, dejando al otro fuera de lugar.

—¿Quieres decir que no recuerdas a tus padres? — inquirió él, confundido y esperando que le dijera que sí, que los recordaba. No quería envolverse en algo tan complicado como un niño perdido.

—No. Lo último que recuerdo es que el monstruo me venía persiguiendo y, luego, tú me salvaste, Uryu.

Yokubo volvió a sonreír, como si todo ese contexto fuera de lo más normal. Pero no así el Quincy.

La situación definitivamente no era para nada reconfortante y debía hacer algo inmediatamente. Tal vez ir a la policía y reportarla como perdida sería la mejor opción que podía tomar en esos momentos. Seguro su familia estaría buscándola desesperadamente y él jugando con ella como si fuera un niño…

—Vamos Yokubo, tenemos que buscar a tu familia— la había pasado bien, pero era hora de ponerse serio y actuar como siempre.

—Ven, vamos a jugar – volvió a decir ella, ignorando por completo la petición de Ishida.

—Pero qué dices, ¿Acaso no quieres saber de dónde eres? — no entendía por qué la niña actuaba de esa forma, pero debía llevarla con su familia fuera como fuera.

El joven la tomó de la mano y decidido, la empezó llevar fuera del parque. Pero percibió algo extraño, o mejor dicho, no percibió nada. ¿Dónde estaban los niños, y los padres? No había nadie por los alrededores. El lugar estaba completamente desolado. Uryu, desconcertado, volvió la vista hacia la pequeña y la miró desconfiado, mientras que ésta, seguía sonriéndole como si todo estuviera bien.

—¿Quién eres? ¿dónde están todos? — con esto le quedaba claro que la pequeña no era normal. Quizá era otro Hollow disfrazado o alguna entidad que quería robar su poder espiritual.

—Vamos a jugar— lo que más le de desorientaba era el hecho de que emanaba una especie de aura muy diferente al Reiatsu, reconfortante y familiar. Muy… cálido.

—¡Ya deja de decir eso! — el chico ya estaba perdiendo la paciencia, sólo quería saber qué estaba pasando.

—Dime, ¿Qué deseas?

—Quiero que me digas quién eres y qué quieres de mí – expuso él, molesto y confundido ante esas palabras. ¿Por qué preguntaba algo así?

La pequeña emitió una leve risilla y todo se puso oscuro para el joven. Ya no veía nada, ni siquiera podía verse a sí mismo. Gritó, pero tampoco escuchaba sus gritos. Intentó tocarse, pero no sentía nada. Solo percibía su existencia miserable y llena de huecos. Huecos que ansiaba llenar con algo, pero no sabía con qué.

—Ven— escuchó a lo lejos, como si alguien muy querido lo estuviera llamando, esperando por él, para protegerlo. Porque a pesar de que él quería proteger, también necesitaba sentirse protegido.

—…pierta, Uryu, ¡Despierta!

—¡Oye! No hagas eso. —despertó al sentir en su boca algo áspero ¿Arena? — ¿Qué esto? ¿Dónde estamos, Yokubo?— preguntó, al despertar y observar un gran y resplandeciente océano, rodeado de arena y un cielo de un azul brillante.

Era obvio que se hallaba en un playa.

—En tu mente, Uryu.


Bueno, la verdad quería que fuera un one shot - últimamente quiero que todo sea un one shot -.- -, pero, como otras veces, me salió larguísimo XD Aunque creo que ahora está un poco, más ligero para leer. Creo que tendrá tres capítulos, o a lo mejor dos, no lo sé aún.

Otra cosita, hoy me dejaron un review en otra de mis historias, no diré cuál, en donde me decían que lo único en lo que podía darme puntos, era en la ortografía, y eso que estaba más o menos. Que mi narración estaba descuadrada, que la trama muy cliché, y que el final fue aburrido, triste y que le dejó un mal sabor de boca, etc, etc, etc. Bueno, no me molesta en lo más mínimo la crítica, al contrario, mientras más crueles mejor. Además, formo parte de Fraw, un foro de crítica, así que sería un hipócrita si me molestara, pero quisiera aclarar unas cositas. En primer lugar, yo sé que mi ortografía no es perfecta (y les agradezco que lo hagan saber para corregir cuando vean alguna falta), pero quisiera, no, les exijo, que si van a señalar ese defecto, tengan la decencia de tener buena ortografía. Digo, la persona que me dejó el comentario escribió correctamente todas las palabras, pero le faltaron tildes y se comía las mayúsculas después del punto y seguido. Así que pregunto ¿Es justo que me critiquen si ustedes tambien comenten esos mismos errores? Sean conscientes de eso por favor. En segundo lugar, la trama la hago a mi modo y el final tambien queda como a mi me de la gana: si es triste, feliz o los protagonistas quedan muertos y enterrados o se hagan cambio de sexo; No digo que no expresen su opinion, pero sean más objetivos a la hora de dejar una crítica y traten de exponer argumentos que en verdad sean válidos y coherentes.

Bah, mucha paja como decimos en mi país, disculpen el berrinche, pero tenía que soltarlo o no dormía esta noche.

Espero que les haya gustado y tan pronto esté listo subo el otro capi :D