Leer el futuro en los vapores del caldero se había convertido en un hábito difícil de dejar atrás. Mi conciencia aún recordaba las palabras que mi maestra me solía decir cuando me instruyó en el arte de la adivinación.

«El poder yace en el presente. El poder de la magia no tiene los brazos tan largos como para alterar el pasado o el futuro.»

Esto no es lo que ella me querría ver haciendo, pero como cada noche, recuerdo sus palabras con culpabilidad mientras lo hago. Veo entre verdosos vapores una ciudad dormitorio de edificios de hormigón. Veo gatos y ratas peleándose por los desperdicios del contenedor de basura del Jojamart local. Veo gente que sale de sus casas muy temprano en la mañana, montan en el autobús que los lleva a la gran ciudad y vuelven de noche cansados. Los veo comer su comida precocinada cada noche e irse a dormir pronto para el siguiente día, esperando que llegue pronto el fin de semana para poder pasarlo en el Jojapub local.

No. Mi maestra no hubiera aprobado que aún con esas circunstancias me hubiera obsesionado más de la cuenta. Ella era una bruja auto-preservadora que me inculcó el no inmiscuirme en temas que no me perjudicasen a mí o al bosque donde vivo, el cual milagrosamente parece que se salvaría de la industrialización de Stardew Valley. ¿Pero por cuánto tiempo?

Con paciencia agregué cada semana al brebaje que se cuece a fuego lento un ramillete de lavanda para purgar el mal, una pluma de pato, ave migratoria, para abrir las posibilidades de nuevos caminos y un vaso de agua de mar para que la marea de la vida me trajese una solución. Así seguí con mi rutina hasta que un día la encontré.

Vi a aquel anciano que solía vivir con su mujer en una granja cercana. Desde que los hijos se fueron a vivir a la gran ciudad ambos vivían solos apaciblemente, hasta que un día la mujer falleció. El anciano entonces vendió los animales a la madre de Marnie que por aquel entonces manejaba el rancho, dejó la tierra cultivable a merced de las malas hierbas y se mudó a la ciudad a casa de su hijo mayor, su nuera y su nieta. Mis visiones casi siempre mostraban a la chica, la cual estaba a punto de graduarse en la universidad en la carrera de contabilidad y finanzas y al anciano. El instinto me decía que pronto llegaría la hora para él de dejar el cuerpo material atrás y aunque una parte de él estaba lista para volver a reunirse con su esposa en el más allá, otra parte de él seguía estando en aquella granja, donde tantos momentos felices vivió en el pasado. Sintiéndose culpable por haberla dejado y deseando que su nieta disfrutara de lo mismo que un día él disfrutó. No por deber sino por voluntad propia.

Agregando más ingredientes a mi caldero, pude hacer que mi sentido empático se ampliase para ahondar en esos pensamientos, pude ver que no quería interponerse en la carrera de su nieta que tanto esfuerzo le estaba costando a ella y a sus padres, pero a la vez era como si supiera que no iba a ser feliz, que su listón estaba demasiado alto en un mundo tan competitivo. Tendría que empezar de abajo, y los que empiezan por abajo tienen pocas posibilidades para alcanzar la cima.

No me gusta ese modo de vida tan artificial y alejado de las artes naturales, más acordes en mi opinión a la esencia humana que la ajetreada vida urbana, siempre hambrienta, engulléndolo todo, insaciable, desequilibrando la armonía.

Pensé en los habitantes actuales de Stardew Valley, Sebastián pasaba algún tiempo en el bosque y era amigo de una de las tres brujas que vivían más allá de las montañas pero no estaba interesado en aprender el arte, tan sólo curioseaba y lo usaba como vía de escape. Leah era perceptiva y sensible y respetaba el bosque pero no era ambiciosa. ¿Y el nuevo chico que se mudó a la choza de la playa? Ese tal Elliott. Tenía sin lugar a dudas cualidades interesantes, pero estaba demasiado arraigado ya en cuanto a una meta en concreto y no iba a ser difícil desviarlo de ese camino. Maru por su parte sí que disponía de esa determinación, ambición y curiosidad. Ciencia y magia no eran caminos irreconciliables, no exactamente. ¿Pensaba lo mismo ella? Algo me decía que no, no en ese momento al menos.

Tomé la decisión de poner mi esperanza en la chica que algún día podría llegar a heredar la vieja caseta y el barbecho que un día fue una fructífera granja.

«Algún día, tal vez, ella vendrá. Si no lo hace tomaré eso como una señal del destino mandada por mi maestra. Una señal para decirme que siga con mi vida y deje de inmiscuirme en asuntos venideros. Si lo hace, no obstante pasaré a la acción. Pero ella vendrá. Algo me lo dice.»

Salí fuera de mi torre y llamé a un cuervo, viejo amigo mío. Le pedí que me avisara si sus ojos veían desde las alturas movimiento en la vieja granja abandonada. Cuando se echó a volar de nuevo volví adentro y seguí con mi vida, dejando el tema de la videncia de lado para calmar al espíritu de mi maestra.

Fueron seis meses. Medio año desde aquel día de finales de verano, aún cálido pero cuya brisa arrastraba ya alguna que otra hoja amarillenta, en el que decidí tomar ese paso.

El otoño llegó y pasó. El invierno también. Y justo el primer día de primavera, junto con la misma, mi amigo cuervo volvió a mí.


DÉJAME TIRARTE ABAJO UNO DE LOS MITOS MÁS EXTENDIDOS ENTRE LA GENTE: LA MAGIA NO SE ACABA A MEDIA NOCHE.

LA TRANSMUTACIÓN ES COMPLEJA, Y TODO LO COMPLEJO ES PODEROSO.

-Wizard.