After the End

By Minètte Van Witch Lovette

N/A: Bueno.. Absteneros de comentarios acerca de cuánto tardo en subir historias y capítulos. Una vez hecho el comentario de siempre... Buff no se bien qué decir. Este género es totalmente nuevo para mí. De hecho, de no haber sido por el reto que me tocó, no sé si me lo hubiese planteado siquiera. En un principio, iba a ser un one shot, pero me ha dado más juego del que me esperaba y, para no precipitarme, creo que será mejor dejar unas cuantas cosas (y el lemon, me temo) para una segunda parte.

Este fic responde al reto de Dream Kat en los Story Weavers, que pedía un fic de la pareja en cuestión y más cosas que comentaré al final (por no destrozar el fic ).

Advertencias: Rating M, Incesto, lemon y Angst, muuucho Angst. Creo, además, que algunos de los personajes están un poco OOC, y podría llegar incluso (mentes perversas) a considerarse AU.

Disclaimer: Nada de lo que veáis me pertenece, salvo quizás la trama de esta especie de secuela, Martha y algún chiste malo. De publicar mi obra algún día no metería los fanfics que hago en mi alocada juventud (sin cobrar un chavo, por supuesto).

Dedicado a Dream Kat (es su reto), a Ibiza Lestrange por soportar todos mis arrebatos de falta de inspiración y a Joanne Distte, que hizo posible que escribiese un capítulo entero en menos de un siglo (y siempre me menciona, aunque sea con amenazas por reviews o para que escriba). ¡Para vosotras, chicas!

Disfrutarlo!

1.-Gris

El cielo era gris. Las casas eran grises. Hasta el aire parecía haberse vuelto gris plomizo, como en una espesa niebla que no cede por muchas barreras que le pongas... Va directa a tu alma y se esparce por tu cuerpo, haciéndolo tiritar permanentemente de frío.

El vehículo dio un giro brusco a la izquierda.

¿Cómo había podido cambiar tanto?

No hacía mucho, Londres era una ciudad viva. La gente andaba despreocupadamente por sus calles, las tiendas se encontraban abiertas y rebosantes de diversos productos y magos y muggles convivían secretamente en relativa armonía. Diversos colores...

Ahora, la vida era gris.

Unas manos enguantadas se aferraron al volante. La guerra lo había cambiado todo. Para mal, por supuesto. El caos se impuso en la capital cuando las fuerzas del Lado Oscuro arrasaron sin piedad. Centenares de personas cayeron en lo que la gente denominó La Gran Batalla, el estallido final de varios años de ataques encubiertos. "Tanto magos como muggles fueron víctimas o asesinos en el momento en que las calles de Londres se transformaron en un inmenso campo de batalla en el cual se cruzaban maldiciones, hechizos y armas de todo tipo. Pero el grueso de los aurores y magos importantes se encontraba en la verdadera batalla, la que desembocó en la caída del peor mago tenebroso que la historia haya conocido, a manos del valeroso niño que sobrevivió, Harry Potter".

Así lo habían descrito los periódicos.

Sus ojos marrones se desviaron un segundo de la carretera por la que circulaba para posarse en el retrovisor derecho.

Harry

Harry había muerto. Ese pequeño detalle se le escapaba a El Profeta, que prefirió en su momento recrearse en el estado de paz que se avecinaba.

Pero hasta en eso se equivocaba.

Se dice que después de la tormenta viene la calma, pero no es cierto. Existe aún algo peor que la guerra.

La posguerra. Llevaba con ellos ya más de diez años.

Si la guerra cubre todo con un manto negro, la posguerra desliza una pesada cortina gris contra las ruinas de una ciudad devastada.

Y es que la pesadilla no acabó con Lord Voldemort, tal como se esperaba. Sus seguidores supervivientes huyeron por miedo a las represalias... En su mayoría. El más fiel y a la vez más poderoso, cuyo fanatismo siguió a su señor más allá de la muerte, se hizo cargo de su legado de terror y continuó con ataques encubiertos. Poco a poco, algunos de los mortífagos más fuertes y poderosos se unieron a su causa, y aún siguen sembrando el terror en algunos focos de la ciudad.

Ginny Weasley apretó los labios. El seguidor de la obra de un asesino era otra asesina.

Bellatrix Lestrange.

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La pelirroja aparcó el viejo Renault en la acera de siempre. Pese a que el coche no funcionaba del todo bien, siempre podía llegar hasta ahí. Podría decirse que se sabía el camino de memoria. Y no era para menos.

Ginny visitaba a su hermano Ron una vez por semana sin excepción.

La guerra no solo había cambiado la ciudad de Londres, sino a muchos de sus habitantes. La menor de los Weasley era un claro ejemplo de ello.

Sus manos parecían débiles, sus ojos marrones se habían apagado a la vez que en su piel pecosa comenzaron a aparecer las arrugas de forzarse a sonreír. Su pelo, antes del color del fuego, se había decolorado a un tono pajizo y con alguna que otra cana.

Y apenas contaba con veintiocho años.

Aun así, reunía toda la fuerza que podía para hacer regularmente visitas a lo que quedaba de su familia.

Cerró la puerta tras de sí para contemplar, una vez más, la ruinosa casa de madera que se alzaba ante ella.

Una enfermera rolliza salió por la puerta y se acercó a la joven, contoneando su gruesa figura con los andares de quien tiene una cadera rota, como un tentetieso que tiene como punto de equilibrio el firme y redondeado moño que sujeta sin cuartel su pelo rubio.

-Bienvenida de nuevo, señorita Weasley –dijo con un tono nervioso y aparentemente jovial-. La esperaba… como todos los miércoles.

Ginny sonrió cansada. La visita a esa casa la realizaba cada miércoles desde hacía diez años. Cada miércoles, aparcaba su viejo y destartalado Renault muggle en la acera llena de desperdicios. Cada miércoles, Martha salía a recibirla con el mismo aire de quien trae malas noticias y no sabe cómo darlas… Y cada miércoles, entraba en la casa y se encontraba el mismo panorama. Y esta vez no iba a ser diferente.

Caminó despacio por los peldaños que conducían a la entrada. Martha, adelantándose a ella, abrió de nuevo la cerradura, giró el pomo, y dejó la puerta abierta en espera de que la recién llegada franquease la entrada.

Una oleada de aire caliente llenó sus mejillas cuando entró en el viejo salón beige, iluminado únicamente por una lamparilla de mesa que descansaba en un secreter de madera. El frío era una sensación normal en la pelirroja desde hacía bastante tiempo y las pocas horas en aquella casa solían ser reconfortantes, a pesar de estar calentada por un aire viciado.

Al fondo de la sala, un viejo sofá biplaza desteñido contenía la figura de su hermano mayor. Frente a él, un viejo aparato de televisión portátil.

Al darse cuenta de la visita, Ron se levantó aparatosamente del sofá y gesticuló media sonrisa.

-Hola –dijo con voz ronca-. ¿Otra vez por aquí?

A Ginny se le hizo un nudo en la garganta. Su hermano vestía una sudorosa camiseta de tirantes que en un día fue blanca, y que además pretendía ocultar una incipiente barriga. Aparte de eso, solo llevaba puestos unas bermudas grises.

Su aspecto era lamentable. Enormes ojeras moradas hundías más aún sus ojos apagados, llegando casi hasta la altura en donde una barba de varios días se abría paso por su rostro. El pelo caía lacio varios sectores donde ya formaba calvas.

Su aliento, además, daba fe del variado número de botellas vacías que rondaban por los rincones del cuarto.

-Es miércoles –dijo ella forzando una sonrisa-. Nunca falto, y lo sabes.

Ron sonrió agradecido. Sabía que era verdad.

-¡Brindemos, pues, por ello! –gritó alzando una gran botella de vidrio verdoso.

Ginny torció el gesto. Sabía de los gustos alcohólicos recientes de su hermano, quien se conformaba con cualquier cosa que quemase la garganta.

-No me mires así –replicó ofendido-. Trece pavos en la gasolinera de la esquina. No está tan mal…

-¿Ah, no? Preguntó- ¿Se puede saberse qué considerarías tú "mal", Ronald Weasley?

-Beber de los surtidores de Gasoil –sonrió enseñando todos los dientes amarillentos.

La verdad era que, desde hacía bastante tiempo, ese era el estado normal de su hermano: sucio, desaliñado y bebido. Tras la Batalla, habían sido destinados a hogares de protección para evitar ataques y poder vivir en relativa paz… Eso había hecho convertirse a Ron en un auténtico experto en materia muggle.

-¿Desde cuando sabes lo que es el Gasoil? –preguntó ella siguiéndole el juego.

-Desde que me paso media vida en frente de la televisión... –se encogió de hombros nuevamente-. Se aprenden maravillas.

En ese momento, Martha reapareció en el salón carraspeando y haciéndole señas a la pelirroja.

-Ya puede subir a verla, señorita.

Ginny siguió a la enfermera por unas escaleras de caracol que se encontraban a continuación del salón, y Ron subió cerrando el grupo. Tras dejar atrás el último peldaño, Ginny se encontró ante una buhardilla bien iluminada por unos grandes ventanales. Martha carraspeó.

-Tiene visita, señora Weasley.

A una de las paredes se encontraba pegada una gran cama de matrimonio, coquetamente decorada con un edredón floreado de tonos pasteles. En ella, se encontraba una mujer de pelo rizado y alborotado con un largo camisón blanco, manos y pies atadas con correas a los extremos de la misma y mirada perdida en el vacío.

Cuando oyó la voz de la enfermera, giró bruscamente la cabeza en dirección a Ginny, y su pálido rostro dibujó una triste sonrisa.

La pelirroja tragó saliva y suspiró fuertemente al ver el estado de la enferma, cuyo rostro había perdido aún más color desde la última vez y cuyas ojeras habían aumentado.

-Hola, Hermione –se escuchó a si misma decir.

-Hola, cariño –dijo Ron en un tono jovial y sin soltar la botella de ginebra-. ¿Qué tal el día?

La expresión de profunda melancolía que puso la enferma hizo que el alma de Ginny se le viniese a los pies.

-Me han atado a la cama –dijo con vocecita infantil de reproche-. Y no sé porqué.

La verdad era que Ginny si sabía porqué. Todos los de esa sala lo sabían.

Tras la muerte de Harry, hubo una gran masacre de aurores, una operación a gran escala. Y cayó la Orden del Fénix al completo. De los Weasley, tan solo quedaron en pie Ginny y Ron. En cuanto a Hermione, ella y Ron estaban casados desde hacía poco, y fueron a por ella. Para cazar al joven Weasley, la Mortífaga por excelencia la torturó personalmente hasta llevarla a la locura... proceso que conocía muy bien.

Ahora, Hermione se encontraba en un estado ambiguo, que reconocía pocas veces la realidad en la que se encontraba. Y, en cuanto a su cuerpo... Se iba pudriendo lentamente. Bellatrix había encontrado una mejora a la maldición Cruciatus, que producía una igual desintegración del organismo en que se infligía, desintegrando poco a poco los órganos como en una vejez adelantada.

Ella estaba en una fase intermedia, ni muy bien ni muy mal.. con los síntomas de cualquier enferma del estómago. Pero eso sí, había habido que ponerla una enfermera veinticuatro horas al día, Martha, quien era muy eficiente a pesar de ser una squib (ya que las heridas del cuerpo de Hermione no tienen curación mágica posible).

-Porque anoche echaste unas flemitas que no tenían muy buena pinta, y te mováis mucho –la dijo Martha con voz cariñosa.

Ron se acercó a su hermana, la cogió sutilmente del codo y se acercó a ella.

-¿Flemitas¿Moverse mucho? –dijo con el ceño fruncido-. Me recordaba a una película que vi la otra noche.

Ginny puso cara interrogante.

-¿A qué película te refieres, Ronald? –dijo preparándose para el reproche.

-La Niña del Exorcista, creo que se llamaba –gesticuló una sonrisa cansada -.Tendrías que haberla visto. Creo que hubiese gateado de espaldas si la hubiésemos dejado. La próxima vez que alguien comente esa película, puedo decir "eh, mi mujer sabe hacer eso".

Martha le fulminó con una mirada asesina que atravesaría un muro de hormigón. Después le ignoró completamente, dirigiéndose única ya exclusivamente a la pelirroja.

-Vómitos suaves, algunas convulsiones... Lo de siempre, vamos.

-¡Pintó toda la pared de verde! –alzó la voz Ron señalando a un fragmento de la pared donde el papel pintado se había decolorado. Después, en su euforia, señaló una distancia con las manos-. ¡Así era el chorro! Ni las ballenas llegan tan lejos, cariño... ¡Has batido un récord!

Ron dejó pronto su emoción para volver a su normal estado de seriedad y llevarse las manos a las sienes. Ginny dedujo que le debían de estar pesando todas las cervezas de la noche anterior.

En cambio, una radiante sonrisa se formó en los ojos de la enferma.

-¡Récord! Toda aquella hazaña que una persona logra a nivel mundial –se dirigió a un público imaginario a los pies de su cama-. El señor Grink Hammland, mago prominente de nuestra sociedad, consiguió alcanzar el mayor número de personas boca abajo simultáneamente gracias a un hechizo en particular, Merlín tiene el récord mundial de invenciones en pociones y artilugios; otra bruja importante...

Ron se tapó los oídos con las manos en un gesto exagerado.

-Me pone de los nervios –se quejó con una visible expresión de enfado-. No lo soporto...Cuando coge cualquier palabra al vuelo... ¡Mierda! Se vuelve una enciclopedia atada a la cama. ¡Joder, es insufrible!

La enferma, ajena a los insultos y las muestras de mal humor de su marido, seguía su particular discurso ante un público invisible pero ansioso de conocimientos.

El pelirrojo por fin bajó las manos y, tras soltar otro par de insultos bastante más fuertes, salió dando un portazo.

Martha negó con la cabeza.

-Los médicos... bueno, y esos magos que vienen... dicen que ya apenas puede oírnos. Pero yo creo que sí. No puedo evitar dirigirme a ella como si aún me escuchase –sonrió en una expresión dulce y maternal-. Sus respuestas son tan coherentes... Y ahora es tan solo una niña.

Sí, la enfermera tenía razón. La mentalidad de su amiga había vuelto a sus épocas de estudiante, cuando contaba con doce años y ella, su hermano y los demás atendían a sus explicaciones.

Sí, Hermione estaba recreando una situación muy familiar. Les estaba explicando la lección a Harry y Ron, y ése era su público. La congoja de Ginny aumentaba por momentos.

Pero no podía desmoronarse. No en esa casa. Ella era los únicos pilares que la sujetaban.

Salió por el umbral de la puerta y empezó a bajar los escalones, despacio. Cuando llevaba medio camino, se detuvo en seco. Una figura conocida que se encontraba de pie, apoyada contra la pared y mirando fijamente al suelo.

-No sé por qué la he gritado. –dijo con voz ronca.

Ginny siguió ahí, de pie, mirando cómo su hermano se desmoronaba.

-Yo sí lo se –intentó que su voz sonase determinante-. Bebes una botella o más al día. No duermes. La borrachera y el cansancio suelen...

-Siempre la grito –interrumpió, esta vez más bajo que antes-. Sé que no puede oírme... Pero aún así la grito.

-Te lo he dicho –iba alzando la voz cada vez más-. Has tirado por completo la toalla. Pagas con ella todo lo que te molesta porque no puede oírte... ¡pero luego te comen vivo los remordimientos, Ronald!

Siempre eran así. Sus discusiones, cada vez más frecuentes y provocadas por tonterías, desembocaban siempre en los mismos temas, y casi siempre acababan con un empate. Ella gritando y él resignándose. Cada vez que él agachaba la cabeza ella se enfurecía más, y mostraba más su rabia. Y él se escondía más...

Hasta qué desaparecía.

Y de ahí al miércoles siguiente.

Ron, aún apoyado de cara a la pared, se giró ligeramente mostrándole a su hermana unos ojos vidriosos muy hundidos, con expresión miserable.

-No.. puedo quitármelo de la cabeza, Ginny. Si yo no...

Rompió a sollozar. Siempre lo hacía cuando lo recordaba.

El Gran Día, el Señor Oscuro luchando frente Harry Potter, los dos solos. Pero Ron había querido ayudarle. En el fondo y gracias a él, habían ganado. Harry había muerto a su lado, lo que su amigo siempre habría querido... Pero no Ron.

A penas hubo regresado a la sala donde dejó al resto del grupo antes de alejarse con su amigo, se dio cuenta de que la situación había cambiado. Numerosos cadáveres repartidos por el suelo, entre ellos el de toda su familia, los Weasley al completo.

Pero en el centro de la sala, una figura femenina con una capa negra sostenía el cuerpo de una chica como si fuese una muñeca de trapo. Su cara, mostraba lágrimas en prácticamente toda la cara, en especial rodeando sus ojos vacíos... tan vacíos como ahora.

Entonces, la figura en pie habló. Se rió del joven aturdido abiertamente, vanagloriándose de haber matado a sus padres y a todos sus hermanos.

"Pero en especial –siseaba- me alegro de esta preciosidad que tengo en mis manos. ¿No es bonita?

Ron se encontraba paralizado por la visión de Hermione, demasiado paralizado hasta para sentir odio.

"Gracias por dejármela en bandeja –continuó la asesina, saboreando cada palabra-. Ahora te la devuelvo. ¡Qué la disfrutes!"

Ginny, por su parte, no lo había presenciado. Ella y otros pocos se encontraban luchando en el piso inferior. Cuando subió arriba, solo pudo ver a su hermano cogiendo en brazos el cuerpo semiinconsciente de Hermione. Acariciaba la mano que llevaba un anillo dorado; la morena y él llevaban casados apenas unas semanas.

El resto de la historia la supo después.

Las lágrimas empezaron a aflorar de los ojos de su hermano. Seguramente estaría reviviendo esa escena, como llevaba haciendo una y otra vez durante los últimos diez años.

Ginny bajó unos peldaños más para quedar más cerca de él.

-No pudiste hacer nada. Lo sé.

-Ginny, yo...

-Ya no soy una niña a la que tienes que proteger del mundo cruel, Ronald. Estoy cerca de la treintena. Soy lo suficientemente madura para comprenderlo. Y sé que hiciste todo lo que pudiste.

Esto último lo dijo acercándose más aún al pelirrojo, rozando su nariz con la de él y entrecerrando los ojos.

-¿Por qué haces todo esto? –consiguió articular él tras un rato así-. Te sería más fácil pasar de nosotros... Echarte un novio o algo... Ya sabes, empezar de nuevo.

Ginny negó con la cabeza.

-Me necesitas. Y supongo que yo también a ti –abrió los ojos para mirarle fijamente a los suyos-. Y eres todo lo que tengo.

Ron esbozó una sonrisa cansada tras sus gruesas ojeras, la única sonrisa que podía poner de un tiempo a esta parte. Levantó una mano y empezó a acariciarle el pelo a su hermana, suavemente y muy despacio.

-¿Sabes? Siempre fuiste especial. Y no sólo por ser la única chica de la familia. Eres muy valiente, Ginny. Harry lo sabía –su mirada se ensombreció unos instantes-. Y yo también. Y estos últimos días... Bueno...Te he observado todo el tiempo, aun cuando no sabías que yo te estaba mirando. No me canso de verte siempre tan fuerte, intentando ayudarnos... gracias.

Ginny empezó a llorar en silencio. Gruesas lágrimas se resbalaron por sus ojos verdes mientras miraba cómo su hermano la admiraba.

Llevaba todo este tiempo intentando animarles a ellos, esforzándose al máximo en concentrarse en la pena que sentía por los demás. Ella era valiente, y su hermano se lo decía por primera vez. En ese momento, le quería más que a nadie en el mundo.

Ron empezó a limpiarle las lágrimas a su hermana con un dedo, torpemente, pero con todo el cuidado del mundo.

-Hermione me va a dejar. –dijo en voz baja y conteniendo nuevas lágrimas-. No quiero quedarme solo.

Ginny sintió su cálido aliento a alcohol barato. Se dio cuenta de lo realmente solo que se encontraba en esos momentos.

Posó su mano en su rostro, dibujando una suave caricia. En ese momento, su hermano no escondía ningún secreto. No podía. Todos sus sentimientos, todo lo que pasaba por su mente y por sus ojos inundados de lágrimas. Sabía qué era lo que él necesitaba.

-Yo nunca te voy a dejar –murmuró.

Inmediatamente después, posó un fino beso en los temblorosos labios del pelirrojo, que se calmaron poco a poco a medida que ella los acariciaba. Le estaba dando todo su calor y su apoyo, sujetando el peso de todos sus fantasmas. Su fuerza y su cariño eran todo lo que le quedaban en esos momentos a la pelirroja. Un beso lo decía todo.

Quería demostrarle que siempre estaría cerca. Tan cerca como en ese preciso instante.

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En esas visitas, había una despedida habitual.

-¡Recuerda traerme esa botella de Ginebra que te encargué para la próxima vez! –gritaba Ron desde la puerta-. ¡Me la beberé por la tarde!

-¡Una y mil veces te lo repito: no bebas! –respondía siempre ella, también a gritos-. ¡Nada de venir aquí y encontrarte borracho¿Me has oído¡Vuelve a hacer eso, Ronald, y dejaré viuda a Hermione, lo juro!

Pero esa vez, salió casi en silencio, más preocupada que de costumbre.

Y el vacío de su estómago se había hecho inmensamente más grande.

N/A: Wola de nuevo¿Qué os ha parecido? En serio, necesito reviews. No por sentirme especial ni nada de eso (conciencia: weeeno un pooquiiiito), pero sobre todo porque nunca había escrito un fic de este estilo, y necesito saber cómo quedó. Dream Kat... ¿Te gustó?

Las frases que me pedían en el reto eran:

Ron: Te he observado todo el tiempo, aun cuando no sabías que yo te estaba mirando.

Ginny¡Vuelve a hacer eso, Ronald, y dejaré viuda a Hermione, lo juro!

Creo haberlas encajado bastante bien... ¿qué opináis?

Bueno, en el siguiente capítulo las cosas se complican... y si, tranquilos, habrá lemon. Pero de este estilo.

Ciao and R&R!

Mina