-Aquiiiiiiiii Cosquinnnnnn, Capital Nacional del Folkloreee- Decía con mucho ánimo Julio Marbiz presentando como todos los años a la cuidad cordobesa con su vos potente y segura y anunciando un nuevo comienzo a la Fiesta Nacional del Folklore.
Desde allí se escuchaba el gritar de la gente emocionada, y al presentador hablándole al público y presentándole el cronograma de esta Luna….desde allí, ósea, desde donde filma el camarógrafo. Pensaran ¿Que tiene que ver el camarografo en todo esto? Bueno, les cuento:
Ustedes supondrán que Martín, como representante de La Nación Argentina tendría que estar presente, pero… que pasaría si les dijera que este chico, estaba escuchando, claro que escuchaba, como se lo iría a perder, pero desde la cocina de su casa, mientras lavaba los platos. ¿Se lo creerían si se los digo? Porque, bueno, así es como está precisamente.
…
La tele estaba lo suficientemente alta como para que él escuchara desde la cocina, por sobre el ruido del agua y del fregado.
Después de un rato, comenzaron a tocar las bandas, y medio que se perdía en esa música nacional que tanto le gustaba, pensando en la letra (que dé a ratos hablaba sobre él, sobre su Patagonia, sobre amor, bue, sobre todo un poco) y recordando cosas, de su pasado con España, con la Invasión Inglesa (no sabe muy bien como termino recordando esto, pero casi que rompe un vaso cuando se le vino a la mente la guerra de Malvinas) Cuando cruzo con San Martín Los Andes para liberar a Chile y a Perú, bueno, recordó tantas cosas.
Pero, en un momento, una canción especial le hizo revivir recuerdos que… que bueno, iban, más o menos así:
-Te lleve sin preguntarte ni tu nombre. Con mi brazo encadenado a tu cintura-
Se recordó el, bailando en esa fiesta de disfraces del club que de vez en cuando iba, cuando de repente, un chico, vestido de negro y con un antifaz, luego, nada más que él y el chico desconocido, al cual sujetaba firmemente de la cintura, saliendo de el club a paso rápido, subiendo al auto, y yéndose de ahí a toda velocidad.
-Asalte tu intimidad y tu ternura, para amar sin más razones que el amor-
Estaban a la mitad de un claro, desnudándose tiernamente, pero sin sacarse el antifaz, el otro chico lo abrazaba, y él mordía su cuello y su oreja, haciendo que el otro soltara tiernos suspiros, que provocaban una sensación rara en el pecho y estomago de Martín.
-Nos besamos sin decir una palabra. Fuimos cómplices callados del verano y mis manos temblorosas se quemaron seducidas por el fuego de tu piel-
Se diría que el silencio era absoluto, si solo contaran como sonidos las palabras, ya que dentro del auto, gemidos y suspiros danzaban, al escaparse de los labios que se separaban y se encontraban, en un beso sin comienzo ni final.
Si la temperatura era alta afuera, dentro del auto hervía, y sobre sus pieles calcinaba. Martín recorría el cuerpo marcado del moreno, acariciando cada parte de él, disfrutando el calor que emitía, que junto con el suyo se hacia uno, volviéndose asfixiante y tentador.
-Amor salvaje, juntos cruzamos los umbrales del pecado, con el puñal de la pasión nos desgarramos, sin derramar una gotita de dolor-
Luego jugar, excitar y preparar bien al moreno, Martín miro a esos ojos ocultos detrás del antifaz, y se acomodo el suyo propio. El chico movió la cabeza despacio, ligeramente, en una muestra de consentimiento, y Martín feliz, entro sin desperdiciar un momento más. El otro soltó un gemido de placer y dolor, que rápidamente se convirtió en ligeros susurros que pedían por más.
-Amor salvaje, como una selva tropical nos incendiamos y en un instante y sin saber que no dejamos ni una ramita de ilusión para después-
Lo tomo, lo sostuvo, lo izo suyo, y el otro no pudo hacer más que relajarse y abrazarlo del cuello atrayéndolo más hacia si para intensificar todo. Tan entretenidos estaban en su juego del placer, que no eran consientes de nada, ni si quiera del paso de las horas, que para ellos ya se habían detenido.
-Adelante como un puma entre las sombras. Pegaré tu cuerpo entero con mis besos y atrapado por la(s) luna(s) de tu(s) pecho(s), por el cálido gemido de tu voz-
Mientras lo envestía, cubrió su cuerpo de besos, marco su cuello, sus hombros y su pecho , porque por más que sabía que era por una noche, quería que el otro supiera que era el único en el que estaba pensando en ese momento, sin saber, que lo mismo quería el moreno con el.
Lo abraso fuerte por el pecho, y lo sentó en cima suyo, apoyando la cabeza en su hombro, mientras que el otro gemía y suspiraba en su oído, le mordía el cuello,
-Y montados en el potro del deseo, sin fronteras por la noche cabalgando, y nos vio la madrugada con ojeras, temelados y diciéndonos adiós-
Llegando, otra vez, solo se dedicaban a estar ahí, y disfrutar del momento con todas sus células, ambos, solo dejándose llevar por aquel placer, que parecía no tener fin.
Ya era de madrugada (según el reloj del auto), eran las 5, esa hora extraña, que es demasiado tarde para dormir, pero muy temprano para despertarse. Lo último que recordaba Martín era como se había sentido después de venirse (otra vez) dentro del ojimiel, luego se quedo dormido. Pero al despertarse, estaba solo, no había rastros del chico con el que había estado, más que el antifaz que había dejado arriba de la guantera, y con una letra un poco desprolija, pero con su encanto que decía "Adiós".
Tan metido en sus pensamientos estaba que no se había dado cuenta de que, no estaba ni lavando los platos, ni en la cocina, sino que muy sentadito mirando fijamente la pantalla del televisor, mientras sentía como mariposas kamikazes se metían en su estomago, y se dedicaban a darle patadas y saltar.
Se tiro en el sillón con la cabeza en las nubes. Después de ese día había ido al club el fin de semana siguiente, pero no veía a nadie que se le pareciera siquiera. Esto lo había deprimido de sobremanera, pero Martín no podía mostrarse dolido y salía con la mejor sonrisa falsa de su casa al trabajo todos los días. Luego de eso, no volvió al club, no salía casi a bailar, y trataba de sanar (viejas y nuevas) heridas con "Samba Para Olvidar".
Lo que él no sabía era, que aunque no se pudo encontrar ese fin de semana con el chico, este había ido el siguiente sábado, y el siguiente, y el siguiente, pero el rubio no volvía, y él no sabía qué hacer.
