"Una mala causa empeora cuando se pretende defenderla"

¡Gracias a Cristy1994 por ayudarme a betear el fic! :D

—¡Avada Kedavra!

Un rayo de luz verde iluminó la oscura sala, permitiendo que, por un momento, se apreciara el miedo en los rostros de las personas que se hallaban en ella. El indomable rayo impactó sin consideración contra el cuerpo de un pobre hombre, que cayó de rodillas al suelo, con una mueca de pánico en el rostro. Los allí presentes observaron con consternación y congoja de sus ojos desapareció todo vestigio de vida. La sangre dejó de correr, el corazón de latir.

La habitación quedó en un silencio sepulcral y las miradas de la gente quedaron clavadas en el frío cadáver del señor, lamentando la pérdida, rogando que ninguno de ellos fuera el siguiente.

Una macabra risa de placer inundó la sala, como el chirriante sonido de unas uñas contra la pizarra, y el eco de unos pasos hizo que a todo el mundo se le erizara el vello del terror de imaginar que se detuvieran ante ellos, sentenciándolos como las siguientes víctimas.

El sonido fue disminuyendo hasta detenerse, y la mayoría de ojos se alzaron, temerosos de encontrarse a aquel maligno ser ante ellos. La mayoría, salvo los de una niña. Una pequeña niña que miraba fijamente esos negros y horribles zapatos que habían parado justo frente a su persona. Alzó la mirada lentamente, observando cada detalle de la figura ante ella. Una larga falda negra, raída, desgastada; una especie de corsé negro, similar a aquellos que la mayoría de chicas usaban en carnaval para sus disfraces; un rostro cuadrado y simétrico, hermoso... si esa mueca de repulsión y altanería no destruyeran su perfecta armonía; un cabello largo y oscuro, desordenado, sucio. Esa pequeña niña se preguntó, inocentemente, cuánto tiempo había pasado desde que no se duchaba.

Bellatrix no podía evitar mirar con asco a esa infantil muggle. No podía ignorar el hecho de que ella, dentro de unos años, tendría hijos, aumentando aquella estúpida e inferior raza a la que tenía tanta aversión. Pero ella no iba a dejar que eso pasara, todo problema se tiene que resolver de raíz, como en toda plaga hay que destruir el origen.

Alzó su varita ante los puros e infantiles ojos de la niña y gritó con toda la fuerza que sus cuerdas vocales le permitieron.

—¡Avada Kedavra!

Y cuando aquella pequeña se desplomó en el suelo con un sonido sordo que heló la sangre de todos los que en esa habitación aún conservaban su humanidad, volvió a reír cual desquiciada, pues lo estaba. Pues lo era.