Título: "Primeras Veces"
Autora: Rohe.
Género: Romance/Family
Rating: M.
Resumen: "Esto va de las primeras veces de Carlisle y Esme."
Advertencia: completamente AU, OoC.
"La primera cita siempre es buen momento para perder la dignidad"
Esme tamborileó los dedos contra la mesa. No quería ser demasiado exigente, pero Carlisle ya llevaba veinte minutos de retraso. Trataba de ser indulgente, pero cada vez que la camarera pasaba y le dedicaba una mirada compasiva, se enfadaba más y más.
Accedió a salir con Carlisle luego de escuchar sus súplicas por dos días. No pudo resistirse más: le daba un poco de pena. Sus ojos marrones tenían algo; eran brillantes e hipnotizadores. No pudo seguir diciéndole que no y aceptó. ¡Lo que no esperaba era que fuera así de impuntual!
—Oh, Esme—escuchó tras de sí. Cuando volteó, Sulpicia estaba ahí—. ¿No era hoy tu cita con ese chico…? ¿Cuál era su nombre? ¿Charlie? ¿Carlo? ¿Carlie?
—Carlisle.
—Por supuesto, dulzura—sonrió Sulpicia—. ¿Y… dónde está? ¿En el baño?
Esme dudó. No podía decirle la verdad; Sulpicia era su compañera, ambas iban en la misma clase y ambas tenían las calificaciones más altas. Competían por todo, aunque podría decirse que era una competencia sana. Pero en lo ella fallaba, era que Sulpicia era hermosa y simpática, tenía un novio guapo que ya había salido del instituto y estudiaba en Oxford. ¿Qué tenía Esme? Calificaciones altas, un futuro prometedor, pero estaba sola. La mayoría de sus amigos estaban con ella porque podía darles la seguridad de que sacarían calificaciones altas.
Qué deprimente.
—Eh… sí—dijo Esme, carraspeando—. Sí, él está en…
— ¡Esme!
La aludida se puso de pie cuando escuchó la voz de Carlisle. Abrió la boca, sorprendida, cuando miró la camiseta de su cita llena de barro, el cabello húmedo, el rostro sucio y su bolso al hombro.
— ¿C-Carlisle? ¿Qué te pasó?
—Bueno…—él se rascó la cabeza, salpicando unas gotas de sudor—. Estaba saliendo del instituto, y entonces… Alistair estaba ahí, jugando futbol, y me dijo que…
—No quiero saberlo—Esme alzó la mano. No quería escuchar más bobadas, ni menos que él las dijiera frente a Sulpicia. Oh, Dios. ¿Qué pensó cuando aceptó salir con Carlisle? —Ya me iba de todos modos, no tienes por qué preocuparte. Adiós, Sulpicia.
Tomó su bolso, se lo echó al hombro y salió de la cafetería. Aún era de día, la nieve apenas caía y hacía mucho frío. Mal día para elegir tener una cita, Esme, pensó con amargura, abrazándose a sí misma. Mal día para tener una cita con Carlisle. Punto.
Suspiró. No creía que salir con Carlisle fuera horrible, pero lo sabría si él al menos hubiera estado presente. Se sintió deprimida, y por un segundo creyó que se quedaría sola toda la vida. Era un pensamiento ridículo, lo sabía. Pero no podía evitar planteárselo. No sabía interactuar con la gente, no tenía amigos y sus grandes aspiraciones era estudiar diseño de interiores. Su padre decía que era una pérdida de tiempo, y su madre, que debía ser abogada o médica.
— ¡Esme! ¡Espera!
Se detuvo contra su voluntad. Carlisle tenía su brazo firmemente agarrado, aunque no le hacía daño.
— ¿Qué quieres, Cullen? —dijo con voz neutra, tratando de zafarse. Cuando lo hizo, retrocedió disimuladamente—. ¿No tienes otro partido de futbol que jugar?
—Yo… lo siento. En serio. Oh, no pongas esa cara. Tu frente se arruga y…
— ¡Basta! —gritó Esme, enfadada. Carlisle alteró la expresión, culpable, y también retrocedió—. No quiero saberlo. Está bien, tenías cosas más importantes que hacer. También podría haberme pasado a mí.
—No tenía nada importante, lo juro. Es que…—susurró Carlisle, rascándose la oreja—. Lo siento, ¿vale? Estuve conversando con Alistar, luego jugamos futbol y los minutos pasaron demasiado rápido. Mi mente se nubló, en serio. Discúlpame, por favor.
Esme se sorprendió a sí misma creyéndole la historia. Había algo en los ojos de Carlisle que no la hacía dudar, que hacía aplacar su molestia y tristeza. Trató de recordar qué había hecho que ella aceptara salir con ese chico.
—Te traje esto, ya que arruiné nuestra cita—Carlisle descolgó su mochila y la abrió. De ella sacó unas flores amarillas que Esme había visto en la mesa de la cafetería, y también un panecillo—. Le pedí a la camarera si podía traerme uno. Espero que te guste, es de arándanos.
Y lo recordó. Sonriéndole, Esme aceptó el panecillo. Claro que le gustó.
