CAPITULO I

Se dirigían hacia el mañana. Sabían que se trataba de una sinfín de posibilidades para pasarlo juntos, los dos, como marido y mujer. A pesar de las circunstancias y los obstáculos el destino siempre les reafirmo lo que les deparaba a su encuentro, uno predicho por su hilo rojo como la sangre que se derramo en la lucha. Y ahora, se trataba de un recuerdo que solamente saca a la luz de la fogata de vez en cuando cada luna llena. El paisaje cambio para su bien, tanto física como emocionalmente. Sus vidas florecían cada vez más cada amanecer y reposaba en cada levantamiento de la luna, era una rutina de paz y gozo como premio por haber traído lo prometido a esa tierra: el fin de una maldición que comenzó en forma de una joya que asemejaba el alma.

Para Inuyasha, el hibrido que una vez había perseguido el poder de esa joya, la vida no podría ser más sorpresiva: a penas hacia tres años su vida como un ser entre dos razas era una súbita búsqueda de identidad que solo un ser pudo convertir en fe interior. Ahora, aquella vida que tanto se guardaba para sí mismo estaba unida en santo matrimonio con la joven que lo libero de un hechizo por un alma similar décadas atrás, una joven que abandonó una vida de comodidad futurista, su cuna familiar, un plan de sueños con expectativas por el hombre que cautivó su corazón. El largo camino que recorrieron como compañeros forzados dejó un legado que otros testimonios juran será recordado por muchas generaciones; o al menos eso se repetía en cada rumor del pueblo. Y es ahí donde Kagome poco a poco acoge como su hogar a la gente que la ayudo a sobrevivir en tierra de demonios. El monje Miroku y Sango ya se encontraban criando a sus hijos, la promesa que forjaron durante la batalla. Sus gemelas, Miyuko y Miyako eran lo que alegraba sus días mientras que su hijo menor Komori iluminaba sus noches de paz. Desde lejos observaba el seno de esa familia mientras se preguntaba si algún día vería algo así para ella. Una herencia que era tradición en su época luego de terminar los estudios y haber encontrado al compañero de vida, sin embargo para ella ya no aplicaba no solo por el cambio de reubicación en el espacio y tiempo, sino también porque influía la respuesta en otra persona, o hibrido. O al menos eso era lo que en verdad le preocupaba y no la nostalgia por preguntarse cómo estará su familia sin ella.

"No tiene caso que me moleste en pensar en ello" se decía a si misma mientras recogía hierbas en el prado de siempre.

"Tal vez si te molestas en decirlo será mejor" responde Sango mientras no aparta la mirada de su hijo en brazos. Aparentemente el ceño cambiante y los murmureos fueron suficientes para que hasta su amiga se diera cuenta.

"No lo sé, Sango, debería estar feliz de al fin tener lo que más quiero, pero no sé porque siento que algo impide que deje de sentir algo de agobio." – respondía entre suspiros sin quitar la vista de su cesto de hierbas.

"Nadie te culpa por querer aspirar a más" – Sango conocía mejor que nadie a su amiga, después de todo lo que pasaron, sabía que siempre podría confiarle sus pesares emocionales, y más aún si se trataba de algo sentimental. – "¿Debería adivinar lo que te sucede?"-

Kagome finalmente soltó la rama de romero que sostenía y se dispuso a mirar a su amiga con su clara e indudable expresión de tristeza.

"Estoy casada y jamás me sentí más feliz de estar con él, pero no sé si deba dejar de preguntarme si…."- pero antes de poder continuar y tomar un respiro Sango la interrumpe como suele hacerlo: como la amiga que siempre es confiada con secretos.

"Espera, ¿hablas de tu familia?" – aparentemente era la respuesta a juzgar por la expresión tímida y atontada de Kagome. – "Kagome, me sorprende que no hemos hablado de esto".

"Lo que pasa es que no me sentí cómoda pensando en ello." – admitía mientras volvía a tomar las hierbas y colocarlas en el cesto.

"No imagino lo difícil que es separarte de ellos, después de todo son tu familia, es normal extrañar tu hogar." – El semblante de Kagome no había cambiado en toda la plática: la misma expresión que imitaba cuando escucha los consejos útiles de la Anciana Kaede sobre la preparación de remedios medicinales, mientras ella se preguntaba si podría algún día hacerlo bien.

"Sé que ellos están bien, pero también sé que la bendición que me dieron para venir aquí fue por mí…" – Sango finalmente dirigió la mirada que tenía en Komori para mirarla a ella. – "Pero no puedo evitar pensar en si de verdad tome la decisión correcta para todos de quedarme aquí, y no por ello quiere decir que no quería volver, cuando la razón de mi infelicidad durante esos tres años era porque no podía verlo."

Colocando una mano en el hombro de la muchacha, hizo que esta volteara a verla y de esa forma poder aclarar su angustia y asegurarle que jamás estuvo equivocada. – "Después de todo lo que paso, puedo asegurarte que en esos tres años, él estaba igual que tú. A pesar que se moría por tenerte a su lado, Inuyasha supo que tenías un hogar a donde regresar y tuvo que dejarte ir. Tu familia también tuvo que hacer el mismo sacrificio ¿no crees? Al final, lo único que importa es que seas feliz, y dime, ¿lo eres?

"Más que nunca." –Inmediatamente decidió dejar de lado la amargura de la nostalgia, y sabía bien que su madre jamás le permitiría sentirse de esa manera cuando al fin encontró su razón de vivir. Después de todo, su vida como ave enjaulada había terminado desde que supo que su existencia ya no debía ser una mera sombra. – "Me siento tonta, Sango, no debí preocuparte ni a mí misma de esa manera."

"Lo bueno es que hablamos de ello, ¿no es verdad? Como en los viejos tiempos"- Dicho esto con su característica sonrisa, tomó a Komori para levantarse. –"¿Qué opinas si dejas el trabajo por hoy y volvemos a mi cabaña?"

"Pero, Sango, aun no es muy tarde."- Notando como las sombras de las nubes sobre ellas se movían y como la brisa las acariciaba de forma tranquila, sentía que no necesitaba acortar la labor del día.

"Recoger hierbas en menor cantidad que antes no te hará daño, además se supone que lloverá y no queremos que nos agarre el mal tiempo, ¿cierto?"- Con ese argumento viniendo de ella, no supo negarse, y con la canasta en manos y a paso con gracia siguió a su amiga de vuelta a la aldea.

La tarde no dio paso lento al mediodía y con ello las primeras nubes oscuras en una larga temporada. Mientras la Anciana Kaede inspeccionaba los nuevos ramos de hierbas de Kagome, los niños de Sango se entretenían entre ellos haciendo muecas de monstruos. Shippo no tardaría en llegar de su examen de maestría de magia de zorro y por supuesto, el Monje Miroku e Inuyasha tampoco demorarían en hacer su aparición.

"Sera mejor que me vaya a mi casa también." – Echando un vistazo a través de la abertura de la cortina de bambú, sentía ganas de esperar en casa para estar más cómoda.

"¿Estas segura, Kagome? ¿Por qué no mejor esperas a que los muchachos vuelvan? No han de tardar, además la lluvia tampoco se demorara en acrecentarse."

"Es mejor si me voy ahora y me pongo cómoda de una vez. Si llega aquí primero, le dices a Inuyasha que regresé a casa, ¿si, Sango? – respondió tomando una manta para cubrirse de la llovizna.

"Está bien, solo espero que no se espante si se lo digo de esa forma…" – Kagome no alcanzó a comprender bien la frase junto con la expresión.

"Sé que se preocupa mucho por mi…"-fue interrumpida antes de salir por la anciana Kaede- "Sango lo decía por como dijiste la frase, Kagome; con decir que volviste a casa, te estarías refiriendo a tu época y no a tu cabaña, recuerda que tan solo ha pasado un mes desde que volviste e Inuyasha aún no se acostumbra a tener por hecho un hogar para ambos."

Solo se escuchó un suspiro de su parte. Despidiéndose de todos adentro y con lluvia como la cortina de su andar, marchó camino hacia la construcción dedicada a su cuidado y refugio.

Con cada paso no dejaba de pensar en la conversación de ese día y sin darse cuenta había llegado al portón de la vivienda, la cual estaba situada no muy lejos del Árbol Sagrado pero colindante a la aldea y en medio del bosque. Abriendo con sutileza la puerta corrediza de la entrada no pudo evitar admirar otra vez cada detalle de la casa: un acabado tradicional combinado con la belleza de su infancia en el futuro, una habitación principal que daba la bienvenida y un pasillo detrás de la primera puerta de la habitación que llevaba la otras dos a la par. Dejando la canasta y la manta en una esquina de lo que sería la cocina se dispuso a calentar algo del estofado que sobró la noche anterior, mientras respiraba y exhalaba al son de la lluvia.

Inuyasha y Miroku no tuvieron opción más que caminar lo más rápido que pudieron en la lluvia hasta que por fin divisaron la aldea y arribaron a la cabaña de la Anciana Kaede.

"Mal tiempo para la temporada ¿no crees, Inuyasha? – dijo Miroku intentando armar conversación antes de entrar a la cabaña.

"¿Y tú de que te quejas? Si yo fui el que cargó toda la paga mientras te cubrías con la manta." – Una respuesta que era de esperarse de su parte. Miroku simplemente saludó a todos adentro y por ultimo a su esposa e hijos; Inuyasha de inmediato cambió su semblante al de un perro buscando a su dueño. – "¿Y Kagome?

"Se fue hace poco a su cabaña en el bosque, dijo que estaría más cómoda si te esperaba ahí." – Fue Sango quien dio la primordial respuesta. "¿Por qué esa cara, Inuyasha? Ella sabe dónde vive después de todo."

"Eso ya lo sé, lo que pasa es que debía esperar a que yo llegara, lo habíamos acordado."

"Bueno entonces ve con ella, no creo que te espere despierta toda la noche." – Miroku respondió con su simbólica expresión irónica en broma malpensada, cosa que Sango no demoro en notar y le respondió con un pellizco.

"Mami, ¿Por qué pellizcas a Papi? – preguntó la gemela Miyuko.

"Porque lo quiero mucho."- Con eso Sango se levantó y haciendo señas a sus hijos se despidió de la anciana y de Rin para salir cubierta, dejando atrás a su esposo.- "No olvides las cosas, querido."

"Si, mi vida."- Con el pellizco marcado en su brazo corrió detrás de ella.

Admiró el paisaje corredizo y cubierto de las gotas de lluvia mientras corría hacia la cabaña. Inmediatamente al llegar se dirigió a la habitación principal, luego de notar que la cocina se encontraba vacía y con un plato de estofado servido para comerse. Dejando a Colmillo de Acero en la esquina de la pared opuesta a la cama, caminó hacia la puerta corrediza que daba hacia el exterior para cerrarla y evitar que el calor se escapase del cuarto. Después de estirarse, no pudo evitar sentarse a lado de la muchacha que dormía plácidamente y pasar una de manos para alzar una sábana extra para ella. Acto que hizo que ella abriera por instinto los ojos.

"Te quería esperar, pero después de cenar estaba demasiado cansada para quedarme despierta"- Le dijo primero con una sonrisa reconfortante al darse cuenta que era mejor que en sus sueños. - "Te puse el estofado listo por si tienes hambre ¿Qué tal tu día?

"Lo usual, la rutina de Miroku no parece tener ideas agotadas, perdona si me tardé, pero aun así me hubieras esperado, fue lo que acordamos." – No dejó de lado la expresión relajada y seria a la vez.

"Lo lamento" – con la voz que conquisto al corazón salvaje frente a ella, el semblante de Inuyasha rápidamente cambio a uno indescriptible para ella: uno que emanaba tranquilidad más allá de la que estaba acostumbrado.

"No tienes por qué decir eso, Kagome." – Con la respuesta se inclinó a poner su mano en su mejilla mientras ella suspiraba por el gesto.- "Tres años fueron suficientes para darme cuenta de cómo debí ser contigo en nuestro viaje."

Ella se levantó de su cómoda posición para sentarse frente a él, colocando su mirada directamente en la suya.

"Desde que nos conocimos supe como eras, no te pido ahora que cambies"- la mano de Inuyasha seguía en su mejilla, pero ahora ella tenía su mano sobre esta para agradecer el gesto. No iba a mentir que le agradaba que fuera cariñoso con ella ahora, pero tampoco quería que él se sintiera obligado a comportarse de forma sumisa, incluso por lo que pasaron.

"Siempre fuiste la única persona que jamás me miro con repulsión y además me sonreías cuando yo te trataba mal, por culpa de mi pasado sufrías y solamente te veía como un detector de fragmentos al principio y sin darme cuenta, supe que…"

No pudo continuar. No porque las palabras no salieran sino porque unas delicadas manos se posaron en sus labios impidiéndole emitir sonido alguno.

"Inuyasha, no es necesario que lo digas, lo sé." – El no parpadeo más de dos veces sin apartar la mirada – "En cuanto supe que me enamore de ti, debía aceptar cualquier obstáculo para continuar con la tarea de seguir viajando y recuperar los fragmentos, sin importar las dificultades que se presentaron, los miedos y las múltiples posibilidades en las que podía poner en riesgo mi vida. Sin embargo, no dejé que eso me impidiera volver…"

Seguía mirándola atentamente. A pesar de conocerla mejor que nadie, siempre había algo que lo sorprendía de ella. Ciertamente, Kagome era una mujer que jamás había imaginado que pudiera llegar a conocer y mucho menos compartir su vida. –"¿Por qué?" - Era la pregunta que necesitaba para que ella terminara.

"Porque tú me hacías feliz." – Respondió ella cerrando los ojos, aun sujetando con cariño la mano que sostenía su mejilla de forma tan cálida mientras se mecía ligeramente.

La mano libre del hibrido inmediatamente la tomo del hombro para acercarla a él. Kagome simplemente se dejó llevar por el movimiento cuando sintió algo cálido sobre su rostro. Inuyasha deposito en sus labios un beso y no cualquier beso: el primero desde que la rescató de la oscuridad de la Perla de Shikon. Dejando sus manos sobre su pecho musculoso para alargar el momento, correspondió mientras una lágrima bajaba por su mejilla descubierta. Al separarse, Inuyasha limpio la lagrima con delicadeza a través de un movimiento sutil de su garra.

"En verdad, no puedo creer hayas nacido para mí." – Ante esto, Kagome llevo sus manos al collar de cuentas del chico y a la mitad de su corazón.

"Inuyasha, tú también naciste para mí."- Finalmente y con un leve sonrojo, se levantó de su posición y se acostó a su lado, de forma que ella colocara su cabeza sobre su pecho, escuchando su respirar al ritmo de su corazón.

"Buenas noches, Inuyasha"

"Descansa, Kagome"- Sus garras masajeaban la cabeza de la chica hasta que se dio cuenta que se durmió por fin. – "Mi querida Kagome." –Siendo después su turno para adentrarse a su segunda tierra de sueños.