Titulo: La fierecilla indomable

Resumen: Olga y Helga son dos hermanas, las dos van al mismo curso, pero son muy diferentes. Su padre no va a permitir que Olga salga a ninguna fiesta o reunión si Helga no va con ella. Arnold por su parte está enamorado de Olga y en una fiesta se lo quiere confesar, así es como le pide a Gerald que lo ayude. Basado en la obra de Shakespeare.

Notas: Basado o más bien una adaptación de la obra de Shakespeare, la fierecilla domada. Aunque es más bien basada en la película Diez razones para odiarte que a su vez está basada en la obra. Solo cambie la última palabra porque admitámoslo... Helga nunca será domada xD. Ni la idea principal de la historia ni los personajes me pertenecen, solo la narración de la historia. Espero que lo disfruten.

Advertencia: Quicas malas palabras y esto es un Gerald x Helga. Gelga o como se llame la pareja xD

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La fierecilla indomable

Capitulo uno

En el carro de Rhonda estaban ella, Nadine, Lila, Sheena y Olga. Las cinco chicas más codiciadas y admiradas de toda la secundaria de la escuela pública 118, ya sea por su amabilidad, carisma o estilo.

En el carro de Helga solo estaban ella y Phoebe, su mejor amiga, la cual no paraba de hablar de ese tal chico Edmon, que era súper inteligente, todo un chico prodigio, según su amiga.

—Vamos Phoebe, ¿crees que quiero escucharte hablar todo el día de ese chico cerebrito?

—Conmigo hablas de mantecado.

La rubia se puso muy roja y freno bruscamente, dado a que recién notaba la señal en rojo que marcaba el semáforo en sus narices. Entonces, toda apenada susurro un "mejor cállate hermana" y encendió la radio. Finalmente encontró una estación que le gustaba, de rock pesado, y aumento el volumen. El auto de Rhonda estaba al lado del de Helga, ellas escuchaban una banda de moda, esto a Helga no le sorprendió, giro los ojos y se limitó a arrancar con fuerza en el momento en que la luz paso a ser verde.

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Mientras tanto, en la mismísima escuela, mantecado (o más bien, Arnold) estaba junto a su mejor amigo Gerald.

—Esta vez sí Gerald, si voy a hablarle a Olga.

—Viejo, ya te lo dije, ya paso con Lila, te enamoraste y te votó, es simplemente que esas chicas están un poco... fuera de nuestro alcance... del de cualquiera —aclaro.

—Lo de Lila fue en primaria, en primaria las cosas son diferentes que ahora.

—¿En qué sentido? Yo creo que todo está igual. Además ya lo sabes...

—¿Qué cosa, Gerald?

El moreno vio al rubio como si fuera un chico grande que no sabía que ni la hada de los dientes ni el ratón Pérez existían.

—¡Olga no sale con chicos! Es un hecho histórico, su padre, Big Bob Pataki, siempre fue muy controlador respecto a eso, y ninguna de sus dos hijas pueden salir.

—Pero tal vez si le hablo al padre...

—No viejo, olvídalo, al menos que quieras cavar tu propia tumba. Aparte, una de las hermanas está del lado del padre, ya sabes que Helga no sale porque no quiere, no porque se lo impiden.

Arnold suspiro. Ay, esa Helga, era todo un caso. Todavía recuerda esa extraña, perturbante y desesperada confesión que le hizo en la azotea de industrias futuro, antes de salvar al vecindario. El rubio todavía se siente mal por haber hecho a la fuerza que ella negara todo y le diga que fue "el calor del momento" pero también él estaba demasiado confundido. ¿Tu abusona personal confesándote que te ama, y de esa forma tan... loca? Además de que no quería rechazarla, no directamente, si no se encontraría con Betsy y los cinco vengadores, apodo que la rubia utilizaba para nombrar sus propios puños.

Su primera clase, era literatura, para aburrimiento de los dos muchachos y para fortuna para cierta rubia con una pasión oculta por la poesía, el arte y las letras. Helga estaba entusiasmada por la clase, aunque siempre fingía que no le interesaba, o incluso dormirse en clases.

—Largo, idiotas, apártate de mi camino, cabeza de balón. —dijo empujando levemente a Arnold.

Era la única manera de lograr que los ojos del chico la notaran, aunque esos ojos nunca vieran a la verdadera Helga y solo vean parte de ella, una parte que quizá la chica misma no siempre muestra con orgullo.

Arnold frunció el ceño y suspiro tratando de tener algo de paciencia.

—¿Lo ves, hermano? Siendo ella así, no se como es que su hermana es tan...

—¿Bonita, dulce, amable, amigable, educada, encantadora?

El rubio tenía las mejillas coloradas y una gran sonrisa de enamorado en sus labios. Gerald suspiro y negó con la cabeza sonriendo suavemente.

—Eres imposible, viejo.

Helga, quien escuchó todo lo que Arnold dijo sintió que iba a explotar de la rabia, y rechinó los dientes. Apenas se controló, ella era una persona impulsiva, pero sobre todo inteligente. Aunque no creía poder soportar escuchar un halago más hacia Olga, la señorita perfección. Junto con Lila, claro. Las dos eran tan perfectas que a Helga le estaban empezando a dar asco, pero tenía que admitir que desde que Lila dejo de ser un interés romántico para Arnold, a ella no le caía tan mal, era de hecho hasta agradable.

En literatura, se quejó una vez más de que siempre leían las mismas cosas.

—¿Porque nunca leemos algo escrito por una mujer? No tenemos la cabeza para sostener cabello, nada más. —dijo con un sarcasmo mordaz la rubia.

—Tu si lo tienes para eso nada más. —se burló Harold y Helga lo amenazo con sus puños.

—Niños, niños, por favor.

El señor Simmons a veces los trataba como si fueran niños de nueve y diez años todavía. Fue una sorpresa muy grata que siga siendo su profesor en quinto año no de la primaria, si no de la secundaria.

—No me gusta que discutan. —prosiguió, el trataba de escuchar a todos los alumnos por igual y complacerlos, además de que Helga era una de sus mejores estudiantes. —Mañana trataremos de leer algo de Agatha Christie si así te parece bien, Helga.

Ella alzo la cabeza orgullosa y asintió firme. Al fin. Su opinión aunque nadie la pidiera resultaba ser bastante interesante y siempre para el profesor Simmons todos sus alumnos eran importantes y "especiales" así que decidió salirse un poco del programa y cumplirle un caprichito a la más brillante poeta que piso su salón de clases desde cuarto grado de primaria.

Finalmente el timbre tocó, y en el almuerzo, Gerald se encontraba hablando con Arnold.

—Bien, Arnold, tendrás que agradecerme, porque encontré la forma de que te acerques a Olga. —dijo orgulloso el moreno.

—¿Eh? Vamos, dime, como. —insistió bastante entusiasmado.

—Tiene problemas para la asignatura de idioma extranjero, y a ti se te da muy bien el español, así que podrías ofrecerte como su tutor.

—¡Gerald, viejo, eres increíble!

—Lo sé. —dijo burlón y arrogante.

—Eso mismo haré.

—Suerte hermano.

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Las clases pasaron de forma lenta y aburrida como la mayoría de las veces. Helga llevo a Phoebe a casa y llego a su casa, un poco antes de que su hermana Olga llegara. Justo cuando entraba su hermana hizo aparición, salió del auto de nadie más ni nadie menos que Doug LeSham. Un estafador, mentiroso, y mujeriego egocéntrico bueno para nada. Quizá Helga muera de celos y envidia por culpa de su hermana, aun así no le gustaba que este con Doug, sabía que él iba a lastimarla.

Bien entro se sentó en el sillón a leer, y su papá se paro junto a ella.

—¿Le hiciste daño a alguien hoy, Olga?

—Es Helga, papá, Helga —suspiro pero después sonrió —y no... todavía.

Big Bob sonrió levemente.

—¡Hermanita bebe! Eso esta muy mal. —Helga giro los ojos.

—Aquí hay una carta para ti, Olg...

Helga se la arranco de las manos y sus ojos brillaron con verdadera felicidad. ¡La habían aceptado! ¡La habían aceptado en una universidad (aunque le faltaba un año para ir) de arte y letras! Era perfecto, su pasión era la poesía y (para que negarlo) le encantaba el arte, el teatro le parecía interesante y la pintura aunque no sea buena para ello. Tenía un sin fin de posibilidades.

—Habla, niña, ¿qué paso?

—¡Me aceptaron! Por Dios, me aceptaron...

—¿En esa universidad tan lejos de aquí?

—Hermanita bebé, ¿porque quieres ir a esa universidad alejada? —pregunto casi con un puchero mientras su papá fruncía más el ceño.

—¿Porque no le dices quien te trajo, Olga?

—No cambies de tema, jovencita...— aunque el mismo Bob en cuestión de segundos giro la cabeza para mirar a Olga. —¿Quién te trajo?

—Doug... un amigo. —contestó algo avergonzada su hermana.

—Doug LeSham, un mentiroso bastardo.

—¡Hermanita, esa boquita!

Helga giro los ojos. Bob hizo que Olga se sentara al lado de su hermana en el sillón.

—En esta casa hay dos reglas. La primera es nada de chicos y la segunda es nada de salidas a fiestas o fiestas con chicos.

—Pero papi, todas las fiestas son con chicos.

—En las fiestas hay alcohol, drogas, sexo y pueden pasarle cosas muy malas.

—Bob, exageras, aunque no tenga interés en ir a esas estúpidas fiestas.

—Papi, por favor, no es justo, soy la única chica que no sale a fiestas o reuniones, o con chicos. —su hermana ya estaba empezando a lagrimear y algo de su maquillaje estaba corriéndose.

—No, la única no, tu hermana tampoco.

—Pero a mi hermanita bebe, lamentablemente, no le interesa, ¡a mí sí!

—Entonces está decidido. Olga saldrá—la nombrada miro a su papá esperanzada, mientras que Helga abría la boca para quejarse.—Si Helga sale. —aclaro. —por dios, soy un genio. —susurro para sí mismo Bob con una sonrisa. —Es la única condición.

—Hermanita bebé. —dijo como una súplica.

—El caso es que no tengo ganas.

Helga se encogió de hombros y fue hacia su habitación, sonriendo maliciosamente. Saco el relicario que guardaba cuidadosamente en su bolsillo.

—Oh Arnold, esto es maravilloso, haré que tu querida Olga nunca pueda salir para que nunca pueda corresponder tus sentimientos y así nunca estén juntos y no tenga que sufrir porque alguien más, muy importante, prefiera a Olga antes que a mí.

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Esa misma tarde, Olga salió a la biblioteca para encontrarse con Arnold, quien lo ayudaría con el español.

—Tal vez quieras ir a un restaurante mexicano, para practicar el español de forma más sencilla.

—¿Me estas invitando a salir?

—Bueno, si... si tú quieres. —dijo rojo y atropellando un poco las palabras. A su vez, ella sonrió con dulzura.

—Oh Arnold, sabes que me encantaría, es solo que... mi padre no me deja salir...

—Pero si es para esta materia quizás...

—No, Arnold, mira... nuestro papi impuso nuevas reglas. Yo saldré, si Helga sale.

—¿Si Helga sale? ¿con... con un chico quieres decir? —estaba bastante impresionado. Es decir, Helga o "Terror Pataki" no salía con chicos. Eso era algo obvio.

—Y por si no lo habías notado... ella... ella no esta interesada. Amo a mi hermanita bebé pero a veces me molesta su actitud.

—Como a todos. —dijo en un suspiro, hasta que se le prendió el foco, un plan. —¿Y si... consigo que alguien salga con Helga?

—¿Qué? ¿harías eso por mí?

—Claro.

—¡Que dulce eres, Arnold! —dijo ella contenta y lo abrazo, provocándole una sensación cálida al joven tonto enamorado.

Y pensó lo único que no debería haber pensado: ¿Que tan difícil puede ser?

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Al día siguiente en la P.S. 118 Arnold ya había platicado de esto con su fiel amigo Gerald. Quien por supuesto accedió a ayudarlo con el plan.

—Vamos, alguien en toda esta escuela debe estar interesado en Helga. —dijo Arnold, siendo positivo como siempre mientras tachaba el decimoquinto chico en su lista.

—Si lo están no se animarían a hacérselo saber, por favor Arnold, es Helga.

—Sigue siendo una chica.

—Si a eso le llamas chica... —el rubio lo miro mal por lo grosero que había sido el comentario. —de acuerdo, pero una chica que da terror. No por nada es su apodo.

—¿Chicos?

—¿Rhonda? ¿qué pasa?

—Vengo a ayudarlos.

—¿A nosotros?

Los dos chicos se miraron entre sí, sorprendidos y curiosos por igual.

—Miren, si Helga no sale a las fiestas que hago, Olga no irá. Y Olga es mi amiga y quiero que este allí... además de que, si ella va es casi segura la asistencia de toda la población masculina de la 118.

—¿Así que es por ayudar a una amiga y porque quieres que tu fiesta sea un éxito?

—¿No quedó claro aún, Arnold?

—Bien. Ahora tenemos que encontrar a alguien que se sacrifique y esté dispuesto... no va a ser nada fácil, pero mientras más seamos mejor.

—Así se dice Gerald.—apoyó su amigo.

Los tres chicos empezaron a buscar, una vez tachado el noveno chico de la lista, los chicos decidieron tomar un muy merecido descanso.

—Estoy harto. No encontraremos nadie que quiera salir con Helga G. Pataki, nunca.

—Gerald, no te rindas.

—Arnold, Gerald tiene razón, hemos buscado demasiado, sin encontrar nada. —suspiro Rhonda, entre molesta y resignada.

—Chicos... debe haber una solución.

—¿Y cual es, Arnold? —dijo ella mirándolo seria.

Otra vez el foco se encendió en él.

—Gerald... yo sé que te debo mucho, pero si haces esto te juro que nunca volveré a pedirte nada más.

—¿YO? —Gerald casi salto espantado.

—Vamos, soy tu mejor amigo, es un favor...

—No. De ninguna manera. No saldría con Helga en un millón de años, ni siquiera por...

—¿Dinero?

Una cuarta persona entro en la ecuación, nadie más ni nadie menos que Doug LeSham. Un idiota, pero un idiota con bastante dinero.

—No. Ni siquiera por dinero.

—¿Estás seguro, Gerald?

Los tres chicos miraron con desconfianza a Doug.

—Yo... —Gerald dudo un poco, Doug podía convencer a cualquiera de hacer cualquier cosa si se lo proponía.

—Mira, chico, me conto un pajarito que hay una bicicleta que querías comprarte. Una muy buena, ya que la última que tenías se rompió, pero tus padres no quieren comprártela. ¿No querrías usar el dinero ganado para tener esa increíble bicicleta?

Gerald frunció un poco el ceño, pensativo.

—No creo que sea buena idea, Gerald, es decir, no podemos hacerle esto a Helga.

—¿Y lo que ibas a hacerle tu estaba muy bien, no, Arnold? —pregunto Doug burlón. —era lo mismo, solo que sin involucrar el dinero.

—Pero... Si Helga sale lastimada... —el rubio estaba preocupado, no podía evitarlo.

—¿Helga? Por favor —esta vez fue Rhonda quien abrió la boca.

—Además, ella siempre se estuvo burlando de todos, de ustedes especialmente. —dijo Doug, serio— ¿No, cabeza de balón, o cabeza de cepillo?

Ambos amigos se miraron entre sí, sus expresiones se fueron desfigurando en una mueca de enojo, ceño fruncido y mandíbula tensionada.

Arnold recordó todas aquellas veces en las que Helga lo empujo, lo insulto, le dijo "Cabeza de Balón", "Zopenco" o "Arnoldo" y todas esas bolitas de papel con saliva que le tiraba en las clases.

Gerald recordó todos sus apodos "Cabeza de Cepillo", "Cabeza de Espagueti", "Cara de Mono", "Geraldo" y esas veces en las que Helga se comportó como una grosera y molesta con el y su amigo.

Finalmente miro a Doug y asintió.

—Es un trato.