El día transcurría como cualquier otro en aquella pequeña pensión situada en Funbari Ga Oka. Yoh preparaba la cena mientras su "trabajadora" prometida miraba despreocupadamente la televisión, nada fuera de lo normal para la joven pareja. El castaño agregaba los últimos ingredientes a la preparación cuando algo captó su atención.
-Yoh…contesta el teléfono-ordenó la rubia antes de darle un enorme mordisco a la galleta que tenía en mano.
-Voy…-Yoh dejó de lado los utensilios de cocina para responder el teléfono. Le pareció sumamente extraño, ya que muy rara vez recibían llamadas. Tomó el aparato en cuestión y aclaró su voz -¿Bueno? ¡¿Abuela?! Qué sorpresa… ¿Cómo has esta…? ¿Necesitas hablar con Anna? De acuerdo, dame un momento.
-¿Pasa algo?-cuestionó la chica al escuchar su nombre.
-Es para ti-señaló el teléfono. Anna arqueó una ceja al mismo tiempo que se ponía de pie, dirigiéndose a su prometido para después tomar el aparato entre sus manos.
-Kino-Sensei, vaya sorpresa. ¿Ha ocurrido algo?-pregunto con seriedad, Yoh observaba atentamente cualquier gesto que ella hiciera. Ella frunció el ceño…algo debía estar mal-Entendido…iremos mañana mismo.
Dicho eso, colgó el teléfono. Yoh le miraba impaciente, moría por saber que orilló a la distante Kino Asakura a dignarse a llamarlos. Anna, por su parte, permanecía con la misma tranquilidad de siempre, cosa que inquietaba aún más a su prometido.
-¿Todo bien, Anna?
-¿Eh?...Si, por supuesto. Kino-Sensei quiere que vayamos a Izumo, cuando lleguemos nos explicará.
-¿Crees que sea algo importante? ¡¿Y si se pasó algo a mi abuelo?!
-Cálmate, no ganas nada con preocuparte-afirmó la rubia, indiferente como siempre-Mejor ve y termina la cena, me estoy muriendo de hambre.
-Si, por supuesto.
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Había sido un largo viaje, pero por fin habían llegado a la majestuosa residencia de la familia Asakura, situada en Izumo. Les parecía sumamente extraño que la anciana matriarca del clan les llamara con tal urgencia, sobre todo a ella. Ahora que todo lo referente al torneo de shamanes había quedado en el olvido, se suponía que debían descansar, sin embargo, órdenes son órdenes, y más proviniendo de la temible Kino Asakura.
Ambos entraron a la bella casa siendo recibidos por la única aprendiz que la familia tenía. Ella los guió hacia la sala principal, donde Kino ya les esperaba. Tras dar una leve reverencia, la tímida chica de cabello rosado se retiró para que los jóvenes pudieran entrar.
Las enormes puertas se abrieron. La hermosa rubia entró primero, seguida por su prometido, quien observaba el enorme lugar. La chica rápidamente vió a su maestra sentada en el centro de dicha sala, quien les ordenó tanto a la rubia como a su futuro esposo tomar asiento frente a ella.
-Vaya, cuando los llamé no pensé que vinieran tan pronto- comenzó la anciana sirviendo un poco de té para ellos.
-Me sorprende que no esté en Aomori, Kino-Sensei- afirmó la rubia tras dar un sorbo a su bebida para después ver a la mujer.
-Es cierto lo que Anna dice- agregó el castaño sentándose a lado de su prometida- ¿Ha ocurrido algo?
-Quisiera mentirles y decir que todo está bien-continuó ella acomodándose las gafas, su voz se tornada más seria de lo habitual, y eso preocupaba a la joven pareja-Sin embargo, debo serles muy franca.
-¿Qué ocurre abuela? –Yoh comenzaba a desesperarse- ¿Ha pasado algo con mi abuelo?
-Afortunadamente Yohmei se encuentra bien.
-¿Entonces por qué nos ha llamado con tanta urgencia, Kino-Sensei?- Anna intentaba conservar la calma.
-Verán. Debido a ciertas circunstancias muy graves he tomado la decisión de anular su compromiso-dijo la anciana, Anna se había quedado muda de la impresión mientras Yoh aún no creía en las palabras de su abuela.
-¿Circunstancias graves? –alegó Anna golpeando son sus manos la mesa, simplemente no podía ser cierto-¿Qué tipo de circunstancias pueden ser tan importantes como para anular nuestro compromiso?
-Aunque no lo creas si las hay. Compórtate Anna.
La rubia se sentó nuevamente, debía estar calmada si no quería afectar su salud. Respiro profundamente e intentó controlarse, a fin de cuantas estaba frente a su maestra. Yoh no daba crédito a lo que estaba ocurriendo. Tenía que ser una broma de muy mal gusto. El castaño tomó valor y comenzó a hablar.
-Abuela, por favor… ¿Podría explicarnos por qué decidió algo así tan repentinamente?
-Escucha Yoh, y sobretodo tú, Anna- la anciana tomó un poco de aire, con temor a la reacción que los jóvenes pudieran tener- Ustedes saben que yo encontré a Anna y la tomé como discípula, y ha sido la mejor que he tenido.
-¿Eso qué tiene que ver?- cuestionó Yoh, Anna permanecía atenta.
-Todos pensamos que ella era huérfana, por eso también la acogí –la rubia frunció el ceño, comenzando a confundirse- Pero al parecer las cosas no eran así.
Anna sintió un nudo en la garganta al escuchar esas últimas palabras. Ella sabía perfectamente sus orígenes, estaba consciente de que su "familia" la había abandonado y que fue Kino quien la encontró y le dió ese hogar que le fue arrebatado. Su mente sacaba conclusiones que simplemente no eran posibles.
-¿A qué te refieres con eso abuela?-preguntó Yoh totalmente confundido, la anciana dió un sorbo a su té.
-En un momento verán- suspiró para después voltear hacia la puerta- Ya es hora de entrar.
Tanto Yoh como Anna desviaron sus miradas hacia la puerta, que en menos de un segundo se abrió, dejando ver una silueta femenina, la cual fue tomando forma conforme entraba, Era una mujer alta, de largo cabello rubio y ojos marrones, los cuales se llenaron de lágrimas al ver a la chica. Yoh parecía comprender qué ocurría, pero Anna no. Ella solo observaba a aquella mujer. Su rostro palideció. No entendía qué demonios estaba pasando ahí.
-No puedo creerlo-la mujer habló con la voz entrecortada. Su mirada estaba exclusivamente sobre Anna. De pronto, ella corrió hacia la chica, abrazándola con fuerza, como si no quisiera soltarla jamás-Después de tanto tiempo…sabía que lo lograría. ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! ¡Lo sabía! –se separó un poco de Anna para contemplarla mejor, colocando sus manos en las mejillas de esta- Estás enorme… ¡y tan hermosa! No tienes idea de cuánto te he extrañado, pero ya no permitiré que nadie te separe de mí otra vez.
-¿Quién es usted?- la desesperación invadía a Anna, no podía recordar a esa mujer, quien solo sonrió.
-Es verdad, lo siento. Lo siento tanto, preciosa- dijo ella acariciando una de las mejillas de la rubia- Yo soy Michie, Michie Kyoyama. Soy tu madre.
Anna sintió un balde de agua helada caer sobre ella. Eso era imposible, esa mujer no podía ser su madre. Debía ser un error. Sí, eso debía ser. La mujer no dejaba de llorar mientras Yoh estaba simplemente perplejo y Kino permanecía en silencio.
-Cállate- pronunció la rubia con firmeza. La mujer, así como Yoh observaron a Anna impactados- Cierra la maldita boca, no quiero oírte decir eso otra vez, no lo mereces.
-Pero…mi cielo- Michie colocó nuevamente sus manos en las mejillas de Anna, sin embargo, esta las quitó bruscamente. Definitivamente no estaba jugando.
-No me llames así…cállate. ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Cállate! ¡Tú no eres nadie! –Se separó rápidamente de ella, estar tan cerca le provocaba náuseas- ¿Quién te has creído que eres para venir aquí y decir que eres mi madre después de abandonarme? Lárgate, no te quiero cerca de mí. –Michie observaba atónita, cada palabra era una puñalada para ella- ¿Acaso no me oíste? ¡Lárgate de una maldita vez! No te quiero cerca de mí…Ya tengo una verdadera familia, y no te quiero en ella.
-Pero Anna…-Michie cayó de rodillas, suplicando siquiera que la escuchara- Te juro que yo jamás te abandonaría. Eres mi vida, mi mundo, mi alma. Te he buscado por tantos años, tan solo permíteme demostrarte que digo la verdad. Te lo ruego.
-No, no lo haré. No tengo nada que escuchar- retrocedió unos pasos, Yoh no podía creer que esa fuera su Anna-¡Maldita sea! Lárgate ahora, o me voy yo.
-Anna…-la mujer no podía contener las lágrimas, eso era más de lo que podía soportar.
-¡Perfecto!- respondió la chica en tono irónico, dirigiéndose a la puerta- ¡Entonces me largo yo!
Dicho esto, se retiró, azotando tras de sí la puerta. Kino permaneció silente, mientras Yoh simplemente observaba, incrédulo de todo lo que había presenciado. Esa no era su Anna, definitivamente no lo era.
-Anna… ¡espera, hija!-Michie corrió tras Anna, siendo detenida por Yoh, quien, difícilmente, conservaba la calma. Ella le observó, quería saber qué relación tenía con la rubia.
-Iré con ella, abuela-dijo él desviando su mirada hacia la anciana-Nadie la conoce mejor que yo.
Kino asintió, sabía que solo una persona podía calmar a Anna, y ese era él. El castaño se retiró, dirigiéndose a la habitación que la rubia ocupada cada vez que iban a Izumo, sin embargo, ella no estaba ahí. Yoh recorrió todos los pasillos de la casa, esperando que Anna no hubiera hecho una tontería.
-Yoh-Sama ¿Se encuentra bien?-cuestionó una chica de cabello rosado, quien lo había seguido desde hacía unos minutos.
-Tamao, que bueno que te encuentro-el joven la tomó de los hombros, haciéndola sonrojar-¿Has visto a Anna? He estado buscándola por todos lados, pero no logro dar con ella.
-Ya veo…-Tamao desvió la mirada, estar tan cerca de él le robaba el aliento- Anna-Sama se dirigió al templo que está a las afueras de la casa…realmente se veía muy mal. ¿Está todo bien?
-Después te explico-él sonrió, al menos ya sabía dónde estaba-¡Muchas gracias!
-Suerte, Yoh-Sama-susurró al verlo alejarse. Aunque ya se había resignado a que Yoh jamás le correspondería, aun le dolía que él siempre pusiera a Anna por sobre todo lo demás. Se abrazó a sí misma con fuerza, intentando contener las lágrimas que luchaban por salir. No quería llorar más, deseaba superar el hecho de que su amor no sería correspondido, pero…realmente era imposible. Siempre le vería así…todo el tiempo tras ella.
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Removía ramas, arbustos y todo lo que pudiera atravesarse en su camino. Comenzaba a oscurecer y eso le impediría encontrar a su prometida. Gritaba exhaustivamente su nombre en espera de que ella respondiera. No podía negar que estaba aterrado, imaginando cuantas cosas pudieron haberle ocurrido. Escuchó unos sollozos cerca de donde estaba, justo en el templo…definitivamente era ella. Apresuró sus pasos, encontrándola tras una estatua, estaba sentada, abrazándose a sus piernas e inclinando el rostro. Lo último que ella quería era que Yoh la viera así.
-Anna…con que aquí estás-el castaño se acercó a ella, intentando que se dignara a verlo-Ven, todos estamos preocupados por ti. Mi abuela, tu mamá…
-¡Esa mujer no es mi madre!-la rubia se puso rápidamente de pie ara quedar a la misma altura de su prometido-Ella me abandonó, sin importarle lo que pudiera ocurrirme. No me interesa si se arrastra en el suelo implorando mi perdón…no se lo daré.
-Pero…aún no sabes cómo fueron las cosas. ¿Qué tal si…?
-Sea como sea…-interrumpió ella-No me importa.
-Anna…-le miró suplicante, sin embargo, la rubia desvió la mirada.
-Escucha Yoh. No solo es porque no quiera estar cerca de ella.
-¿Entonces?-cuestionó el castaño, Anna tragó saliva, aún sin creer lo que estaba a punto de decir.
-No quiero…que nos separen-dijo casi en su susurro mientras sus mejillas adquirían un leve sonrojo. Yoh le miraba perplejo.
-Pero Anna…-se acercó a su prometida para después tomarla de las manos. Ella alzó su rostro, encontrándose con la dulce mirada del joven-…nadie va a separarnos…lo prometo.
Anna suspiró, confiaba plenamente en Yoh, así que todo estaría bien. El castaño sonrió, acercándose a ella para darle un delicado y fugaz beso en los labios, haciéndola sonrojar todavía más. Al separarse, le mostró su típica sonrisa.
-Anda…debemos regresar-la tomó de la mano invitándola a caminar junto a él. La rubia sonrió. Definitivamente todo estaría bien…o eso pensaba.
