Superando Obstáculos
-UA- Kagome se ha enamorado de un hombre comprometido: Inuyasha Taisho; testarudo, orgulloso, desagradable, caprichoso. ¿Qué es lo siente él por ella?. Un accidente cambiara sus vidas y ellos tendrán que aprender a superarlo…juntos.
Advertencia: Este capitulo contiene lemon, es suave, sin embargo no esta por demás advertir.
Disclaimer: Inuyasha y sus personajes me pertenecen…
Capitulo I.- El accidente
El brillo de la ilusión centelleaba en sus ojos color chocolate, mirando por la ventana con emoción, concentrada en sus pensamientos. Kagome realmente estaba feliz, se había arreglado muy bien esa mañana, había maquillado finamente su rostro, se había puesto un lindo vestido amarillo con vuelo y había dormido poco por las ansias. Hacía un año que había conocido a Inuyasha Taisho quien tenía sus oficinas en el mismo edificio donde estaba el café donde ella trabajaba medio tiempo. Lo había visto desde la primer vez que entró y pidió un café cargado sin azúcar y ella lo había servido. Una pequeña sonrisa divertida se formuló en sus labios ante el recuerdo de su primer encuentro.
–¿Algo más señor? –preguntó la camarera con cortesía
–No –bufó sin mucha educación, ante lo que ella frunció discretamente
El reloj marcaba cuarto para las tres e Inuyasha levantó su mano como si pidiese la cuenta pues estaba por retirarse. Kagome asistió hacia él para proporcionársela. Su taza no estaba vacía, ella pensó que quizá el había ido allí para pensar con el pretexto de un café y por eso no se lo había terminado.
–¿Puedo recoger? –preguntó afable
–Mi café estaba tan caliente que no me lo he podido tomar –reclamó con enfado el hombre de larga cabellera negra perfectamente acomodada sobre su espalda
–Mis disculpas, ¿gusta que se lo enfríe?
–No, ya no me importa. Solo sepa que no pagaré por esa cosa –espetó con altanería mientras se levantaba y se disponía a retirarse.
Ella abrió con asombró sus ojos con cierto enfado ante tal grosería, sabía que debía ser amable, sabía que debía ser tolerante, pero era demasiado susceptible a la falta de delicadeza de las personas, ella explotaba con facilidad.
–¿Por qué? –intentó sonar cordial
–¿Y me lo pregunta?, no pienso pagar por el pésimo servicio
–Señor, con todo respeto, el café se sirve caliente, usted nunca especificó que lo quería helado –contrarrestó
–¿Qué? –. Esa camarera lo estaba desafiando e Inuyasha Taisho jamás perdía un desafío
–El café no incluye los hielos, pero recordamos agregarlo en el menú solo para usted –continuó con sarcasmo la muchachita insolente
–¿Dónde quedo la cortesía hacia el cliente? –preguntó con cierta sorna en su tono
–Cliente el que compra, usted no piensa pagar el café ¿o si? –Inuyasha sonrió perverso ante la pregunta
–Cambié de idea, tráigame otro café –. Kagome lo miro dudosa ladeando su cabeza ligeramente –pienso pagarlo –aclaró inmediatamente, conciente de la expresión de su interlocutora
–Muy bien –asintió de no muy buena gana la pelinegra
Pocos minutos después llegaba la muchacha con un café negro sin azúcar
–Aquí tiene –. Inuyasha la miró atento cada movimiento y tomó un sorbo de su bebida, la cual escupió de lleno hacia el frente
–¡¿Qué te pasa?! –reclamó con visible molestia –¡el maldito café esta frío! –Kagome rió un segundo y luego respondió:
–Pues ahora no esta más caliente, señor –claro, aun sonaba amable pese a todo
–Maldita seas, me encargaré de que pierdas tu empleo –espetó por último antes de marcharse enfurecido.
Inuyasha no había mentido, ella había perdido su empleo ese mismo día. Después de eso ella fue a reclamarle a su oficina, haciendo un escándalo donde, por supuesto, él había quedado como el monstruo desconsiderado, viéndose de esa forma obligado a emplearla en su empresa. Kagome se convirtió en una especie de mensajera, pues con solo medio tiempo disponible después de la universidad, no podía tener el lujo de un empleo de más categoría. Aún así el sueldo le ayudó bastante para pagar sus gastos y el alquiler de un apartamento sencillo en los suburbios de Tokio.
Poco a poco Inuyasha y Kagome fueron formando lazos más fuertes entre peleas y disputas. Ella brindaba un buen desempeño y el hombre de ojos dorados la admiraba por su perseverancia y su manera de administrar el tiempo, al punto de aumentarle su salario; lo que permitió a la universitaria comprar algunas prendas de ropa más para agregar a su pobre armario.
Bien, poco a poco esos lazos fueron tomando un rumbo inesperado pero ansiado, ellos comenzaron a salir de forma no oficial. Iban al parque de diversiones, a tomar un café, a ver una nueva película al cine o a caminar al parque. La vitalidad de Kagome llenaba de luz la corriente vida de su, ahora, jefe. Ella era una chica vivaz y alegre al igual que decidida. Tenía un carácter que rozaba continuamente con el de Inuyasha, ambos eran testarudos y explosivos y ninguno de los dos daba su brazo a torcer con facilidad. Y aún con todo eso, Kagome se había enamorado de él.
Pero todo no puede ser tan fácil siempre, además de los conflictos menores y absurdas discusiones que no representaban realmente un obstáculo, estaba el pequeño detalle de que el joven empresario estaba comprometido con alguien más. Ese era el verdadero problema en esa situación. Kagome se había enamorado de un hombre que iba a casarse y él ahora ni siquiera estaba seguro de si quería hacerlo. Kikyou, la prometida de Inuyasha, era una mujer hermosa, de larga cabellera lisa color negro y un porte elegante. Mayor que Kagome pero menor que su novio, con veinte cinco años, ella era la hija de uno de los inversionistas en la empresa. Su matrimonio con el Taisho no fue arreglado por sus padres ni nada de esas absurdas situaciones, Inuyasha se lo había propuesto y ella había aceptado porque congeniaban muy bien. Kikyou era brillante y muy inteligente, con un carácter amable y educado, era difícil que pasara desapercibida ante un hombre, y, casualmente, Inuyasha era uno.
Kagome no podía evitar amar a Inuyasha aun sabiendo de su compromiso, ella había intentado evitarlo pero él la había buscado nuevamente. Inuyasha jamás mencionó que dejaría a Kikyou y tampoco le prometió nada a la chica, pero aún así ella estaba a su lado ciegamente, temerosa de las consecuencias de sus actos. La chica le temía a Kikyou, porque se sentía inferior; ella, una chica sencilla, joven e inexperta, más bajita, más impulsiva, sin todos esos modales de etiqueta que se exigen en sociedad. No tenía armas para enfrentarla, y tampoco motivos, porque la novia de su amado no era una mala persona y no quería lastimarla ¿pero que podía hacer Kagome? ¿arrancarse el corazón? no es que ella fuera una suicida, pero la situación de cierta forma lo ameritaba.
Irremediablemente había ocurrido lo inevitable entre ambos, cuando una noche salieron del cine, él se había ofrecido para llevarla hasta su casa, y la chica aceptó de buena, muy buena gana. Esa noche fue diferente, esa noche había sentimientos incontenibles y sensaciones aterradoramente fuertes que se desbordaban. Cuando el joven empresario detuvo su automóvil frente al viejo edificio donde estaba el apartamento en el que ella vivía, él detuvo su mirada en su compañera situada en el asiento del copiloto, sus ojos dorados la estaban devorando, barriéndola de arriba abajo y ella se sonrojó desviando su rostro al lado contrario. Tomándola por los hombros la obligo a mirarlo y de allí todo fue imparable, él la beso, no era el primer beso de la muchacha pero si fue el más apasionado y profundo, le robó el aliento por completo y la hizo suspirar y desencadenó una ola de pasión desconocida aún. Cuando se separaron ya habían perdido la razón y se dejaron dominar por sus instintos y el deseo.
Inuyasha arrancó su porche negro y se detuvo en un hotel en el camino, en ese momento reaccionó, ¿que demonios estaba haciendo? se preguntó sin atreverse a mirarla, la razón también parecía haber regresado a ella, quien ocultaba su rostro bajo su abundante flequillo. El joven hombre se sintió estúpido, como un adolescente en su primera vez ¿desde cuando daba tantos rodeos cuando quería acostarse con una mujer?. Kagome no parecía muy diferente, pero el contraste es que ella era siete años más joven que él, aunque le era difícil de creer que ella no hubiera estado con alguien más… "son tiempos tan liberales" pensó el joven empresario con una expresión indiferente. Hiriendo su propio orgullo al dudar si debía o no relacionarse de esa forma con ella, se bajó del auto rodeándolo a gran velocidad y abrió la puerta de su compañera, ayudándole a bajar del coche. Estaba siendo muy amable con ella, como nunca.
Pronto él ya había negociado una habitación y tenía las llaves en sus manos, mientras la pelinegra se escondía apenada sintiendo vergüenza de si misma ¿cómo había llegado tan lejos?, se sentía como una prostituta o quizás peor. Pero no se detuvo, ella caminó justo detrás de su amado en absoluto silencio y pronto estuvieron dentro del cuarto no muy ostentoso pero si bastante cómodo. Kagome empezó a sentir pánico.
–Inuyasha, yo… –ella iba a hablarle, iba a arrepentirse, sus manos comenzaron a sudar
–Shhh – le silenció él posando uno de sus largos dedos sobre sus labios. Sabía bien que si alguien decía algo todo se vendría abajo, ambos se arrepentirían, por eso no dijo nada, y tampoco dejó que ella lo dijera.
Empezó a besarla una vez más, sus labios eran suaves, irresistibles después de probarlos la primer vez, la piel nívea y tersa, mejor aún de lo que llegó a imaginar. Allí comenzó el juego, donde las caricias y los besos se hacían cada vez más osados y hambrientos a cada instante. Cuando el momento de penetrarla llego Kagome reaccionó una vez más, respirado agitada, deteniendo al hombre ansioso.
–Inuyasha, yo, yo nunca he estado con alguien –confesó temblorosa mirándolo suplicante y apenada, ante su falta de experiencia. Él pareció asombrarse, pero al instante una sonrisa de satisfacción y alegría se formuló en sus labios. Ella era solo de él.
–Esta bien –murmuró en su oído haciéndole cosquillas –gracias –agregó. Kagome no sabía porque le agradecía pero su temor aún no se desvanecía–. Seré amable, cuidadoso, no tengas miedo, no te haré daño –agregó con un hilo de voz cargado de ternura que ella jamás le había escuchado.
La chica dejó entonces su miedo y se relajó dejándose llevar nuevamente después de escuchar esa afirmación casi como promesa del ojidorado. Había sido doloroso por unos minutos, pero todo cambió después, ella lo había disfrutado y juntos habían llegado al éxtasis total.
Después de ese encuentro en el que se entregaron sin importar más, la situación entre ambos dio un inesperado giro. Las peleas eran escasas, pero los silencios eran grandes, era como si tuvieran miedo de hablarse, precisamente cuando era lo que necesitaban hacer, y aún pese a eso ellos tuvieron un segundo encuentro, y un tercero, y un cuarto… era como una adicción, no podían detenerse…
En esta ocasión, algo había cambiado en Inuyasha, algo diferente en su voz, ella presentía algo bueno, realmente bueno. La había llamado a primera hora ese fin de semana, le había dicho que tenía libre el día y que quería verla lo antes posible. En el tono de voz del hombre notó un entusiasmo totalmente ajeno, y él había prometido darle una sorpresa, es por eso que Kagome había decidido lucir más hermosa para él. Siempre para él. Cuando el bus detuvo su camino en la siguiente parada, bajó impaciente sintiendo un cosquilleo en el estomago, ella también tenía algo importante que decirle. Su rostro irradiaba una felicidad que se había esfumado desde la vez en que hiciera al amor con su jefe por primera vez, no porque se arrepintiera ni porque no lo quisiera, si no porque tenía miedo de estar siendo utilizada y de que él en cualquier momento la dejara después.
Caminó aprisa por la acera hasta el lugar de encuentro acordado con el chico y al doblar la esquina todo su mundo se desmoronó. ¡Claro! allí estaba Inuyasha, como había dicho el mismo, pero no estaba solo, estaba con Kikyou, la estaba abrazando y estaba sonriendo. Su ánimo se vino al suelo y ella llevó sus manos a su boca para evitar gritar; las lágrimas salieron sin restricciones en un río que se desbordaba de sus ojos cristalizados.
–Que tonta… –murmuró apenas para sí misma –tonta, ingenua, enamorada…–la voz se le quebró por completo impidiéndole decir más, limpió con desesperación las lágrimas de su rostro y se ocultó recargándose en la pared antes de ser vista.
No quería continuar mirando algo que la estaba destrozando, sus peores miedos se estaban volviendo realidad y ella solo quería alejarse, alejase de Inuyasha, no quería escucharlo decirle "adiós" no quería que la alejara de él, porque a ella ya no le importaba nada más que estar a su lado. No importaba si no la volvía a tocar, solo quería que volvieran los días felices, en que peleaban y reían juntos. Con ese pensamiento martillándola emprendió una carrera sin rumbo, sin embargo no divisó la calle al cruzar y un carro la impactó haciéndola volar metros adelante como si de una pluma se tratase. No vio todo en cámara lenta como en las películas, presenció todo a su tiempo, con esa rapidez y no supo como ni en que momento estaba sobre el suelo, un dolor desgarrador en todo el cuerpo y antes de caer en el limbo de la inconciencia alcanzó a escuchar su voz
–¡Kagome! – había gritado Inuyasha desde un lugar ahora lejano para ella.
Bueno, aquí traigo otro fic, fresquesito recién salido del horno. Desde cuando quería escribir algo con mucho drama y con una Kagome y un Inuyasha grandes, con una trama más seria; y aquí esta. La primer vez que escribo lemon también, la verdad es que no es muy fuerte, y no era mi intención escribirlo, pero complementa muy bien la historia y creo que no esta injustificado.
Dudo meter lemon más adelante, así que no se emocionen xD, este capitulo lo ameritaba y bueno, más adelante habrá sorpresas inesperadas, mmm…¿Que le pasará a Kagome? ¿qué hará Inuyasha? Más adelante, cosas más severas, más trágicas quizás, no se las pierdan en el próximo capitulo: "Entre revelaciones y confesiones" ¡va a estar bien meloso!
