La caminata se convirtió en unos pasos apresurados buscando una salida. Los pasos apresurados, en una carrera al verla. La carrera se detuvo en seco cuando unos pasos se unieron tras ella. Alcé las manos por encima de mi cabeza. Sabía lo que me encontraría si me daba la vuelta: al jefe de seguridad apuntándome a la cabeza con su revolver.

¿Qué ha pasado allí arriba? ¡¿Qué le has hecho al señor Tenpenny?!

Permanecí callada. Con los labios apretados, esperando el impacto. Él insistió.

- ¡¿Qué es lo que le has hecho?!

Lo mismo que te voy a hacer a ti

Giré sobre mis talones, perdiendo el equilibrio a consciencia. Mientras mi cuerpo caía, saqué mi arma y le disparé. Él hizo lo mismo. Su proyectil atravesó mi hombro. El mío, entró limpiamente en el centro de la frente y salió por la coronilla. Para cuando él llegó al suelo con un golpe sordo, yo ya había echado a correr. El hombro me dolía a horrores, pero había conocido otro dolor mucho más fuerte y punzante, así que podía soportarlo. La verja que protegía la entrada a la Torre Tenpenny estaba vigilada por un solo hombre, un soldado. Abrió la boca para darme el alto, pero no le di tiempo ni a chillar. Otra de mis balas le perforó el cráneo. Me acerqué al botón de apertura que aquel vigilaba, y en un suspiro, ya estaba fuera.

El yermo me daba otra vez la bienvenida, ansioso de un cadáver fresco. Donde todos somos iguales. Donde las edades son las mismas. Donde las oportunidades son nulas.

Soy Artemisa. Y esta es mi historia.