Hetalia y sus personajes no me pertenecen, hago esto sin fines lucrativos.
Esta historia es yaoi, es decir, relación chico x chico, si este género no es de tu agrado lee bajo tu propio riesgo.
Esta historia es Rated M (mature) por una razón, los temas son maduros con temáticas realistas, pero obviamente sigue siendo ficción.
Vida
Capítulo 1, Plantado
El rubio inglés se encontraba sentado.
Sentado en ese escalón que daba a la entrada de la casa del americano, ensuciando el pantalón de vestir blanco con tierra y tal vez hasta lodo. Había estado esperando ahí, porque la caballerosidad de su cita fue tanta, que lo hizo esperar fuera de su casa, desde hacía una hora.
Alfred lo había citado a las cinco en punto, y en un principio –al ver que habrían pasado quince minutos- pensó que sólo era un retraso típico del americano, pero en esos momentos ya se sentía oficialmente plantado. Plantado justo frente a la casa de su cita.
Su orgullo estaba por los suelos; su primera cita y ya había sido abandonado, sin siquiera empezarla. No sabía si ese era un consuelo o era para sentirse peor.
Se había esforzado por arreglarse correctamente para una cita con Alfred: una camisa verde de corte inglés –demasiado ceñida para que increíblemente fuese de hombre, y que resaltaba sus delgados brazos, por ser tres cuartos, y unas pocas curvas que no sabía que tenía- y un pantalón blanco de su talla con unas zapatillas deportivas a juego.
Todo ese atuendo fue elegido por su (y era lamentable admitirlo) único y mejor amigo; un extraño francés pervertido, que además tenía una rara obsesión por ese inglés de ojos verdes.
Arthur Kirkland era el nombre de aquel muchachito, demasiado delgado para su edad que, sentado, intentaba convencerse de que las lágrimas que rodaban por sus mejillas eran de rabia, indignación y odio… y no de dolor, tristeza y autocompasión.
Sin darse cuenta, Arthur era observado por Francis, lo había seguido con cuidado.
Sólo para asegurarse de que estuviera bien; no por nada había ahuyentado ya a cada hombre e incluso mujer que se le acercaba a Arthur para insinuársele y ahora con el americano no lo había logrado. Pero cuando le vio sentado por más de una hora sin moverse, esperando a una persona (que vivía en ese mismo sitio) era obvio que había sido plantado.
-"Se te ve mal, mon ami"- no resistió en decir, era todo un regocijo poder seguir siendo el único en la vida de ese amargado inglés, no era tanto por el dolor de su postura. Su tono era muy amable hasta ese momento.
-"Cállate Francis"-.
Y no dijo más. Su voz se escuchaba entrecortada, aún cuando tenía el rostro oculto entre sus rodillas y brazos, haciendo que la "orden" fuerte y seria se convirtiera en una súplica susurrante.
-"Mon petit lapin, ¿no será que te plantaron? Supongo que al fin ese niñato americano habrá entrado en razón… no había motivo para que estuviera contigo, fue…"- dijo el francés cambiando el tono a uno de sorna evidente, con total intención de herir a Arthur.
-"… C-Cá-Cállate… Cállate Francis"-.
-"¡Oh!"- se reía, pero una parte de él le decía que se callara lo antes posible, antes de empeorar alguna situación –"¿Entonces es cierto? ¿Alfred te dejó aquí?"-.
-"¡Sí Francis!... S-sí"- Arthur alzó el rostro lloroso, intentando fruncir el ceño y verse molesto. Y a pesar de estarlo con su amigo, con el chico que lo plantó y consigo mismo por ser tan ingenuo; no estaba seguro de soportar otra situación fuerte, sólo quería estar solo.
-"No… N-no… Arthur… yo…"- el francés se quedó frío al ver el estado en que se encontraba su amigo; nunca antes lo había visto llorar, ni siquiera un atisbo de dolor emocional o físico que no fuera su enfado natural.
Ahora el inglés se veía justo como un niño que sufrió demasiado, como bien sabía que era, ese muchacho era frágil que no podía ya protegerse de su alrededor. Toda esa máscara, cuidadosamente construida a lo largo de su vida, no estaba, y tal vez ya nunca lo vería igual, Francis no quería sentir lástima por él, pero…
Ese joven francés, Françoise Bonnefoy que, gracias a ser alto, rubio y de ojos azules (además de saber expresarse como debe en el momento preciso), tenía chicas y chicos para cada fin de semana; él nunca se había imaginado que el muchacho de mal carácter, fingido caballero, punk reprimido, ratón de biblioteca, cerebrito, infantil, inocente y tierno Arthur Kirkland pudiese ser tan frágil en un problema tan sencillo como aquel.
El silencio se volvió incómodo, hasta que el menor se dignó en hablar –"Francis… por favor, déjame solo, no estoy de humor, ¿sí?"- lo dijo justo antes de que el mayor pudiera armar una frase coherente, pero el llanto tampoco le ayudaba mucho a expresarse.
-"No… no es… mon petit…"- antes de terminar la frase, el inglés se levantó temblando, con la mirada en el suelo y casi indignado por la situación en la que se encontraba. Él pensando tontamente que había ido a reconfortarlo.
-"¡F-Francis!"- alzó el rostro con una valía que no poseía –"¿Sólo viniste a burlarte?"-.
-"¿Qué?"-.
-"Ya veo…"- seguía llorando, tal vez hasta con más fuerza y cada palabrada se le hacía más difícil pronunciar. Su mejor amigo se burlaba de él, él, el que lo conocía desde la infancia… del que una vez estuvo enamorado, el que lo rechazó, el que lo hacía reír y olvidarse de todo.
Se sentó de nuevo con fuerza, ya ni le importaba esa ropa extraña que estaba usando.
De pronto, una idea estúpida cruzó por su cabeza: ¿Cómo era posible que el francés estuviera ahí? ¿Qué hacía en ese lugar? ¿Por qué precisamente cuando Alfred lo había plantado? Revisó la pantalla de su teléfono, tal vez era un mensaje de su amigo diciéndole que lo seguiría o algo así.
-"Arthur… tú sabes que no es así"- se sentó al lado del menor cuando pudo articular mejor una frase completa –"Sólo que pues… me enteré de que Alfred te dejaría plantado y…"-.
-"¿Tú sabías que me iban a dejar plantado?"- preguntó incrédulo, el llanto había cesado y no quería escuchar lo que venía.
-"Eh… sí"- claro, por eso había ido a esperarlo, tal vez, pudiese ocupar el lugar que el americano le había quitado, ese lugar, como pareja de Arthur, que le pertenecía.
-"¿Estuviste aquí todo el tiempo?"-.
Francis sintió un dejo de esperanza, tal vez podría por fin explicarle la situación, asintió con la cabeza.
-"Entonces… ¿por qué no me dijiste? ¿Sabes lo que me hubieses ahorrado? ¿O es que acaso te divierte verme rechazado por todos?"- su voz aumentó de volumen a uno peligroso –"Claro, porque tú eres un imbécil que siempre tiene lo que quiere sin mover un dedo, pensaste que sería divertido ver a tu burla de siempre siendo dejado por un tipo cualquiera"-.
-"No Arthur, te equivocas…"-.
-"No me equivoco, lo que sucede es que les encanta verme así, ¿o no?"- señaló su rostro con surcos de lágrimas y se limpió lo mejor que pudo –"¡A los idiotas de tus amigos y a ti les encanta esto!"-.
-"¡Arthur!"- era verdad que la desgracia ajena era entretenida y que su selecto grupo de amigos eran afines a esta idea, pero Arthur, uno de los pocos amigos sinceros que había llegado a tener, jamás lo había tachado de ser igual a los otros.
Francis intentó tocarlo, pero enseguida un manotazo de Arthur lo hizo retroceder –"¡No intentes siquiera tocarme! Viví demasiado pensando que no eras como ellos, te creí distinto y hasta una buena persona… pero no, tú entre todos eres el peor, y lo peor era que lo sabía y yo lo negaba, esto es por mucho lo peor que me han hecho"-.
Una mujer de aspecto severo, pero amable salió de la casa del americano y Arthur sonrió inconscientemente, no quería hacerlo, para nada, pero le habían obligado a tomar medidas drásticas, un poco de escarmiento a nadie le viene mal. Se levantaron ambos por respeto o algo así.
-"Chicos, hagan el favor de irse de la entrada de mi hogar, mi hijo está descansando de su entrenamiento hace dos horas y lo pueden despertar"-.
-"¡Oh! ¿Acaso Alfred ya estaba aquí?"- una mueca que pretendía ser una sonrisa amable se veía en sus labios, por poco y se quiebra a llorar de nuevo –"Lo lamento de verdad… Disculpe, pero ¿usted es la señora Jones?"- preguntó el inglés con expresión inocente, ignorando las quejas de la mujer.
-"Si, ¿por qué?"-.
-"No, por nada, lamento haber molestado al gritar"- sonrió y Francis temió por las reacciones de ese volátil inglés –"Sólo me preguntaba si le podría dar un mensaje a Alfred de mi parte y de la de mi amigo por supuesto"- señaló sin ver a Francis, que seguía a su lado.
-"Si, en cuanto despierte se lo diré"- sonrió un poco.
-"Bien, dígale que Arthur le hará sufrir hasta el día en que se gradúe del colegio y que lamenta mucho no haber tenido esa cita, que ya será para después… si no está muy cansado, claro"- ladeó la cabeza hacia el francés –"¿No le quieres decir nada a la señora, frog? Mira que es de mala educación estar en silencio"-.
-"Lo lamento señora, pero es… nuestra forma de decirle a Alfred que queremos jugar con él videojuegos y vencerlo, tengo los mejores en casa, ya sabe"- sonrió forzadamente, eso había sido una mentira estúpida y se asombró de ver que la mujer la creía.
-"Bien…"- la mujer se vio convencida por el rostro tan humilde que el inglés mostraba –"Yo le diré chicos, ahora váyanse por favor"-.
-"Gracias"- dijeron ambos y caminaron juntos hasta que ya no podían estar a la vista de esa propiedad.
Cuando Francis vio que era prudente empezar a hablar, así lo hizo, no pretendía dejar peor ese malentendido con su amigo.
-"Lapin, vamos a hablar, por favor"-.
Arthur, que iba algo más delante de él se giró rápidamente, con una expresión que Francis nunca le había visto en su vida. No sabía dónde clasificarla, salvo decir que era perturbadora, una mirada fría y sin vida.
-"¿Quieres hablar? ¡De verdad quieres hablar Françoise! ¡Pues entonces hablemos!"- un escalofrío recorrió al mayor, escuchar su nombre completo era un mal presagio.
-"Yo…"-.
-"No, primero quiero que me expliques: ¿por qué el americano me plantó?"- ni pronunciar su nombre podía, ese estúpido se las iba a pagar con sangre, de eso se encargaría de una forma o de otra.
-"Pues… tú, es decir, lapin, eras parte de… mira, mejor olvídalo, no es importante y yo…"-.
-"¿No es importante?"- el inglés parecía pensar sus palabras, y cuando habló era una voz suave y sin pizca de sentimiento –"Parte de una competencia, ¿no es así?"-.
Francis asintió, no tenía caso negarlo –"Alfred lo propuso…"-.
-"Pero tú y tus amigos lo refinaron…"- el mayor iba a replicar, pero de nuevo un gesto seco lo detuvo –"No te molestes, que conozco todos tus trucos, te conozco desde siempre Françoise… no sé cómo pudiste"- el llanto amenazaba con llegar.
-"¡Arthur! Déjame explicarte. Las cosas no son como parecen"- lo tiró hacia él y no le dio posibilidad de movimiento.
-"Hazlo entonces, ¿Por qué a la única persona que consideraba plenamente alguien de confianza me traicionó?"- le dolía el brazo, ese francés le había tomado del brazo que se había lastimado.
-"Mira: Alfred, junto con Antonio y Gilbert empezaron a ver la posibilidad de, tú sabes… de llevarte a la cama, yo lo tomé con gracia, pero no pensé que llegarían a tanto. Creí que sólo era otra broma… tú sabes, jamás haría nada en tu contra, o no así de terrible"- quiso seguir, pero calló en el peor momento.
La voz de Arthur era casi un suspiro, un peligro para Francis.
-"Siempre he sido parte de sus burlas… eso ya lo sabía"- respiró hondo intentando calmarse, al parecer lo había logrado, porque su rostro tenía de nuevo ese ceño fruncido de siempre –"Bromas pesadas, que hasta tomé con gracia… porque tú estabas con ellos… pensé ingenuamente: Oh, tal vez Francis está haciendo lo posible para que no sean tan pesados… con el chico enfermo"- escupió si reparo, necesitaba decirlo –"Y todo este tiempo… quise negar que mi… amigo, quisiera hacerme algún mal, o verme infeliz"- lo veía con decisión, esta vez quería respuestas –"Descubro que no, que no solamente te burlas, sino que eres partícipe en lo que me pasa"-.
-"Arthur…"- no sabía que así se sentía.
-"No Francis, ya no quiero escucharte… estoy cansado"- esa frase, Francis se horrorizó por ello, era el preludio a algo que él mismo había visto unos años atrás.
Llegaron a su mente imágenes de Arthur pálido, casi muerto, en su cama, acostado y sin expresión alguna, con su hermano mayor esperando a que dejaran solo al inglés y pudiera descansar. Un Arthur que había sufrido más que nadie, una persona que él conocía, que él se había propuesto cuidar, proteger y amar. Ese muchacho de ojos verdes, opacos por las experiencias de la vida, que había sufrido más de una vez experiencias cercanas a la muerte, que nunca le había contado y él, siendo Francis el popular, había creído cada excusa tonta por su ausencia, aunque en el fondo supiera que eran puras mentiras demasiado perfectas para creerlas.
-"¿Estás cansado?"- su voz fue un poco más molesta de lo que pretendía.
-"Si, cansado de fingir siempre entenderte, cansado de fingir ser el mejor en todo, cuando sé que lo soy y no necesito demostrarlo como todos ustedes; cansado de tener una única amistad falsa como la tuya que no me ayudó nunca"- suspiró –"Francis, deja de molestarme, no me hables, no me busques, si en algún momento de nuestra vida juntos me tuviste un mínimo aprecio como el que yo te tuve, no me molestes… estoy mejor solo, siempre lo he estado y aún ahora superaré todo"-.
-"Artie… por favor"-.
Arthur sonrió sin emociones –"Por el respeto que alguna vez te tuve, no te haré nada, pero… tus amigos y el idiota ese"-señaló en dirección a la casa –"Van a arrepentirse de tratarme como lo hicieron, por supuesto… no espero que guardes el secreto, después de todo me conoces. Van a sufrir y si tú haces algo por impedirlo… digamos que… lo que pasó con mis… eh… llamémosles compañeros, será leve en comparación, juro que no me detendré"- un escalofrío recorrió todo el cuerpo de Francis, sabía que esas amenazas no eran broma ni juego. Arthur quiso moverse y soltarse –"Suéltame"-.
Arthur podía ser ahora un fingido nerd o ratón de biblioteca, pero cuando estaba amenazando, era de cuidado, hasta ese momento Francis no sabía si tenía un límite, en lo que concernía a sus acciones; podía cuidar de los suyos, evitarles problemas, pero si alguien era non grato, entonces ese alguien tendría problemas después.
-"No, no puedo"- no quería, quería explicarle todo.
-"Disculpa"- hizo un gesto de profundo rencor combinado con la hipocresía más evidente, aún más que con la señora Jones –"Creo que no me he explicado muy bien"- su mirada se afiló –"No te he pedido permiso, te ordeno que me sueltes"-.
Francis le soltó por inercia.
-"Estúpido francés"- y se alejó de la vista, con dirección a su "hogar", donde nadie lo esperaría para nada.
Caminó controlando su temperamento, no quería romperle la cara a nadie, pero tampoco se quería poner a llorar a media calle como lo había hecho en el portón de Jones. Veía muchas personas a su alrededor, que por su indiferencia, podía aliviar un poco su malestar.
-"Después de todo, el mundo sigue girando… ¿verdad?"-.
Llegó sin darse cuenta a su casa, abrió la puerta en automático, sin anunciarse, ¿Para qué? Si su hermano no estaba nunca en casa, seguramente estaba encerrado en alguna reunión o algún viaje de negocios a algún país para ver clandestinamente a Glenn o los gemelos… como si él se creyera ese "Voy a Suiza por negocios idiota, llego en un mes", él sabía muy bien que eso era más bien un "Voy a Suiza o cualquier otro país donde no estés tú y tu horrible cara, para ver a mis hermanos idiota, llego en un mes… o dos, o tres, tal vez un año. No lo sé, tal vez no llegue para tu cumpleaños, Navidad o cualquier otro hecho de esa índole".
Entró sin revisar nada, quería estar en su cuarto, tal vez después se pondría a limpiar, o lavar, o intentar hacer algo de comida, o contar la cantidad de dinero suficiente para sus gastos y dejar el resto sin tocarlo, sólo para no recibir un regaño aún peor.
-"¿Enano?"- escuchó a lo lejos.
Arthur no podía creer su mala suerte, gimió por lo bajo y casi lloriquea. Tuvo que llegar de nuevo a la sala de estar, donde un hombre joven lo esperaba; su hermano mayor estaba fumando un puro junto a la ventana abierta. Arthur no lo sabía, pero Scott esperaba darle una sorpresa al menor con su presencia, y claro que se la dio, pero no de la manera que buscaba.
Arthur miró detenidamente a su pariente, su hermano no había cambiado mucho desde la última vez que lo había visto (casi un año atrás), seguía teniendo ese cabello de fuego rebelde y envidiado por él; sus facciones afiladas y casi groseras por los gestos tan indiferentes, y esa misma complexión de atleta, a pesar de su vicio al tabaco. Pero a pesar del orgullo que en su tiempo le daba ver a su familiar bien, ahora y hacía mucho que no le importaba, que le molestaba o simplemente…
Le daba asco.
-"¿Cuándo llegaste Scott?"- preguntó sin intención de fingir gusto, hacía mucho que no lo hacía ni lo sentía, ya le daba igual verlo o no verlo, después de todo nunca estaba. Ahora con todo lo de Francis no podía ni mantener esa idiotez de "hermanos" que entre Scott y él existía sólo por palabra y un papel legal.
-"Hace unas horas, ¿por qué no estabas en casa?"- preguntó de vuelta.
-"Nada importante, ¿qué tal Suiza?"- preguntó con un interés falso, pero muy creíble.
-"Como siempre"- Scott lo miró.
Su hermano seguía siendo un chiquillo, sí, pero había cambiado mucho, su cabello parecía más largo que antes e increíblemente parecido al suyo, salvo por el tono rubio; también parecía más alto, no lo suficiente, sin embargo, más alto. Y su ropa… de ahí pudo distinguir que había pasado algo. Arthur siempre usaba esa horrible ropa dos tallas más grandes, de colores opacos o simplemente el uniforme de su colegio, siempre desde… el incidente.
-"¿Pasó algo conejo?"- preguntó ya un poco preocupado, no era que lo dijera o demostrara. También había notado los ojos rojos que le indicaban que había estado llorando; y Arthur jamás lloraba.
-"Como dije Scott, nada importante"- antes, el rubio habría saltado por su apodo, pero ahora ni mueca había hecho –"Vengo cansado y tú estás fumando, con tu permiso, me retiro"-.
-"¿Cuándo yo te he dado permiso?"-.
-"Lo lamento, no veo que importe mi presencia… ¿requieres algo?"- esas palabras, ese tono de voz, esa indiferencia a su llegada, cuando con él era todo lo contrario: malas palabras, gritos, sonrisas de alivio al verlo llegar bien y sin ningún problema a casa, fingido desinterés y alguna que otra broma.
-"Arthur, ¿qué te pasó?"- lo tomó del brazo izquierdo, el lastimado, y notó la mueca que hacía. Una sutil variación en esa máscara que él mismo usaba siempre. Por impulso revisó el ante brazo de su hermano, nada más que una palidez extrema, producto de su salud y su poco contacto con el exterior.
-"No me he cortado… si es lo que piensas. Sólo me caí"- era verdad, se había caído por las escaleras del instituto… siendo empujado por el idiota español del grupo de Francis… rodando hasta el siguiente piso.
-"Es una fractura"- intentó revisar más a fondo el brazo, esperando encontrar un vestigio de ese hermano suyo al que podía controlar. O un fragmento de un Arthur de un año atrás… tal vez dos o tres… o cinco.
-"Si, de hace casi dos meses. No es como si pudiese ir al hospital"- dijo y se soltó, la furia salía de nuevo –"¿Cuánto tiempo te quedas?"- preguntó con saña, queriendo escapar de esa conversación lo antes posible para evitar cualquier enfrentamiento posterior.
-"… Tal vez tres meses"- respondió en el mismo tono.
-"¿Qué tal Ryan… y Bryan… y Glenn?"- sonrió sin sentirlo. Se quería dar un pequeño gusto (aunque por el momento seguramente le daría igual) de ver una pequeña expresión de sorpresa en el estoico.
Si Scott sintió culpa, no lo demostró, pero era claro que le sorprendió escuchar a su hermano hablar de los otros miembros de su frágil familia, eso hizo que Arthur elevara levemente las comisuras de su boca –"No entiendo de qué hablas"-.
-"Si, por supuesto…"- hizo un ademán de irse, pero recordó las palabras del mayor –"¿Puedo retirarme ahora?"-.
-"Si"- no encontró manera de mantenerlo a su lado para por lo menos molestarle –"Quiero ver tu desempeño escolar"-.
Arthur, presintiendo eso, siempre tenía una boleta académica con los registros más recientes en una carpeta cerca de ese sillón donde su hermano estaba sentado y siempre usaba (y que Arthur no tocaba), se acercó y tomó en sus manos la carpeta, la abrió en la última evaluación y se la dio.
-"Excelencia académica. No faltas, no mala conducta, no problemas psicológicos, mejor promedio escolar en seis años, aprobado con seis becas completas para la Universidad, recomendado por todos sus profesores y algunos compañeros. Posibilidad para programa de aprovechamiento intelectual"- todo parecía digno de un hijo, hermano modelo, pero sabía perfectamente que Arthur podía hacer todo eso y más. Le enfurecía ver que ahora, más que nunca, parecía un prisionero en ese cuerpo y en esa casa.
-"¿Puedo retirarme?"-.
-"¿Qué habrá de cenar conejo?"-.
-"…"- suspiró –"No hay mucho, tal vez una ensalada"- se dirigía a la cocina para empezar a hacer cualquier cosa con sus dotes culinarias tan escasas.
Revisó cada rincón de la alacena y el congelador, la nevera. Encontró un poco de carne, lo justo para una persona, como podía apreciar; tomó entre su mano sana el paquete y empezó a revisar por verduras u otras cosas comestibles. Decidió hacer esa carne y la verdura juntas para evitarse problemas, ya después él comería algo, sin embargo, sabía que tendría que acompañar a su pariente en la mesa.
Sentía la mirada de Scott en su espalda, sentía esos cuchillos que eran parte de su tortura desde que tenía memoria. Pero no les dio importancia, ahora estaba completamente furioso con Francis y Jones como para ponerle atención al idiota que se fingía preocupar por él y que pretendía llegar a ordenarle como si se conocieran.
-"¿Qué tal los negocios?"- preguntó por inercia y cortesía.
-"… Perdimos la construcción de Berlín, pero en Italia tal vez haya una posibilidad"- dijo el mayor, sentándose a la mesa de la cocina.
-"Ya… ¿Entonces Julius está de acuerdo con el trato que se manejó?"- Julius era un joven inversionista que conoció por casualidad una vez que estaba en su casa y él tenía que darle un documento a Scott, hacía más de dos años. Le había caído bien y pudo entablar una conversación medianamente interesante sobre todo un poco antes de que su hermano llegase y lo corriera. Aún no entendía porque a Scott le molestaba tanto que le hablase a alguno de sus próximas alianzas.
-"Eso terminó hace más de siete meses conejo"- sonó irritado.
-"De acuerdo"- no insistió en seguir la plática, pero quiso agregar que si preguntaba era porque no se habían visto en más de siete meses como para saberlo.
Y no dijo más, no es que le importara realmente esa empresa familiar que manejaba el mayor, no le importaba siquiera tener la capacidad de entender el manejo absoluto de ese imperio o siquiera la fortuna que se manejaba en manos del fumador. Pero no quería tener problemas después, que no preguntaba, que no le interesaba, que no se preocupaba, que era egoísta, que era un inútil, que…
Y muchos otros adjetivos y acciones que según su familia él era contenedor.
Terminó de guisar la carne, cuidando no quemarla o dejarla cruda como era su costumbre, para poder dársela al idiota e irse a dormir, a leer, a lo que fuera con tal de no pensar como típico adolescente imbécil que cree que nadie lo entiende.
Sirvió en dos platos las porciones necesarias, toda la carne para el mayor y una porción de los vegetales para él. Estaba casi seguro que si comía más de la cuenta vomitaría por el coraje y la tristeza.
Sin decir nada Scott se sentó a la mesa, mientras Arthur iba a buscar algo que pudiesen tomar, tal vez vino para su hermano y agua para él. Llegó y pudo apreciar que su plato tenía dos trozos de carne entre su comida, no dijo nada y se sentó a la mesa, sirvió lo que faltaba y empezó a tragar a grandes bocados para no saborear lo que sea que haya hecho de alimento.
-"¿Has tomado conejo?"- preguntó Scott cuando vio su copa servida.
-"No. Puedes revisar las botellas, todas ellas tienen el sello"- masticó la carne lentamente, para hacer que pareciese mucho más alimento en su boca. Ahora que lo pensaba, lo que había preparado no sabía tan mal como siempre –"¿Viajaste mucho?"- preguntó dejando el tenedor de lado.
-"… Sólo estuve en Suiza"- se llevó la copa a sus labios.
Arthur estaba lo suficientemente molesto como para fastidiarse con esa horrorosamente forzada conversación –"¿De verdad quieres comer así? Eres imposible"- sin embargo, a pesar de sus sentimientos, jamás hizo mueca alguna de su molestia.
-"Yo no soy quien quiere hablar idiota"- vio que su hermano terminó su plato en tiempo récord. Arthur se levantó con plato y vaso vacíos en mano y los llevó al fregadero.
-"Está bien, deja los platos ahí, ya vengo yo a lavarlos en cuanto termine mi tarea"- señaló la pila.
Se alejó lo suficiente de la vista de su hermano para poder correr hasta su cuarto, encerrarse y salir sólo hasta que dieran las nueve o diez, lavar esas cosas y dormir sin ser molestado. Puso la puerta y pensó en trabarla o algo, pero recordaba que se le había prohibido usar seguros en puertas y ventanas.
Cuando llegó a su cama, lo primero que hizo fue sacar libros, libretas y colocarlas todas en ella, ponerse sus lentes para lectura y por supuesto, sentarse en medio para empezar a fingir hacer sus obligaciones. Tomó un libro de literatura universal, una pluma fuente y comenzó a hacer anotaciones al azar al borde de las páginas (como todos sus libros). Era normal para él corregir todo eso, tenía las tareas terminadas antes de que siquiera se las pidieran, tener totalmente en orden su "vida". Además de que era una terapia autoimpuesta para evitar cualquier pensamiento destructivo o vengativo.
Podía sentir los pasos de su hermano en el pasillo hacia su cuarto, porque estaba seguro de que iría a revisarlo. Entre él y Scott, tenían los sentidos tan desarrollados y conocían muy bien las mañas de su familia, que sabían si cualquiera de los dos estaba cerca sólo escuchando los pasos, también si el otro estaba de buen humor o no, y este era un caso similar. Además, el cuarto de su hermano estaba justo al lado contrario, por lo que era imposible que Scott quisiera ir hacia el rincón de la casa sólo por ver cómo era.
-"Conejo"- estaba recargado en el marco de la puerta, inconscientemente esperando que su hermano lo mirara.
-"¿Qué sucede Scott?"- no volteó y para nada lo haría, podía sentir ese maldito genio sin siquiera saber si Scott realmente se acercaba o no.
-"¿Por qué no estabas en casa?"- a partir de ese punto Arthur rompió ligeramente esa máscara, haciendo una mueca que fue decisiva para su hermano: a Arthur le había ocurrido algo. Internamente se alegró de que no fuera él el causante de todos sus males, o por lo menos no ese que había roto algo importante.
-"Como te dije, nada importante"- recuperó el aplomo en tiempo récord y siguió con su escritura.
-"Esa no es una respuesta, idiota"-.
-"Salí, supongo que puedo hacerlo"- se encogió de hombros.
-"Es evidente que has salido, te pregunto: ¿a dónde? ¿Con quién? ¿Por qué? ¿Para qué?"- llegó hasta quedar frente al menor, ya no ocultando su furia, casi tomando a Arthur de su camisa y alzándolo levemente.
-"Salí a casa de un conocido, yo solo, porque tenía un compromiso y para no llegar tarde"- las miradas verdes se enfrentaron demasiado tiempo, esa relación estaba corrupta.
Scott golpeó el rostro con su puño, el rubio no soltó ningún gemido de dolor –"Nunca aprendes niño"-.
-"Ni tú Scott"- aunque el golpe le dolía, su orgullo estaba por encima, Alfred y Francis habían ocasionado todo eso, si, pero el pelirrojo lo agravaba con su presencia, él estaba tan bien justo antes de que llegara, podía haberse obligado a estar mejor, podía haberse obligado a superar todas esas tonterías que le pasaban a él, pero solo, sin la presencia de alguien que le haría más daño –"¿En qué momento entenderás que no eres nada mío?"-.
-"Lamentablemente para ti, aún soy tu hermano y tu tutor"- sonrió de lado.
-"Sólo eres otro idiota más, espero que entiendas que te odio, no soporto tu presencia, estaba mejor si yo vivía solo"- se intentó soltar del agarre del mayor, pero era demasiado fuerte para él –"Prefiero no tener ningún trato contigo, como lo hice durante todo este año mientras visitabas a Glenn y los gemelos… Si te soy sincero pensé que no regresarías"- sonrió cínicamente –"Hermano, si tienes un poco de decencia, y no quieres ir a corte por el golpe que me acabas de dar, vete de mi cuarto y no me hables"-.
-"Sigues siendo el mismo idiota de hace tiempo, pretendiendo ser un incomprendido, ser el rebelde… ¡Eres un estúpido conejo que sólo quiere llamar la atención!"- escupió con fastidio, tal vez herido en lo profundo de sí.
Arthur sintió el último comentario como otro golpe, claro que no quería llamar la atención, de hecho había estado haciendo justo lo contrario todo ese tiempo. Sin embargo, no le daría la satisfacción de que lo viera herido.
-"Llámale como gustes, ¿te vas? ¿O tengo que decir a la policía que mi hermano me ha golpeado?"-.
Scott lo soltó, como si le quemase la mano al rojo vivo. Estaba claro que esta conversación no iría a ningún sitio y él no estaba en su mejor momento. Caminó hasta la puerta controlando su temperamento –"Mañana yo te llevo al colegio"-.
-"Como quieras"-.
Ambos susurraron maldiciones, aunque ninguno de los dos podría decir que dijo el otro. Scott salió hasta su habitación, revisando cada rincón de la casa en el proceso.
El lugar impecable, como si nadie viviese ahí, menos un adolescente. No había polvo y cada cosa estaba en perfecto estado, cuadros, adornos. Scott se había dado cuenta de que los retratos familiares que decoraban el lugar ya no estaban, ni siquiera parecía como si alguna vez hubiesen estado ahí. Y estaba completamente seguro que si revisaba, todos sus papeles y archivos estarían en perfecto estado, casi organizados, como Arthur siempre los dejaba para él.
Pero no. Sus papeles estaban amontonados en una esquina del salón, sin cuidado, no estaban en orden y no parecían siquiera importantes, tal vez no faltaba ninguno, parecía que la última vez que habían sido organizados, él mismo lo había hecho. Salvo por eso, parecían todos muebles semi-nuevos, limpios, recién sacados de la fábrica, porque no parecían haberlos ocupado en mucho tiempo.
El hecho era que su cuarto parecía todo lo contrario, usó su llave, la única copia, para poder abrir la puerta. El desastre estaba presente y todo estaba cubierto de polvo, una ligera capa que le decía que nadie se había parado por ahí en mucho tiempo. La ropa de cama desarreglada y sus cosas estaban por todo el lugar.
Suspiró, había planeado no regresar más, tal vez enviar a alguien por sus cosas y para decirle al menor que por fin sería independiente, pero la pelea con sus hermanos se había alargado, la pelea con ellos había sido distinta esta vez. Había elegido un mal momento para discutir con el resto de su familia y tomar unas "vacaciones" indefinidas.
Y luego, cuando pensó que encontraría al único miembro de la familia Kirkland que no le juzgaría por razones equivocadas, Arthur aparece con esa cara de muerte, tan mal y hasta pudo verlo derrotado; para descubrir que ya no era grato en la vida de esa persona.
No lo iba a admitir, por supuesto que no, pero sabía que el menor había sido un apoyo incondicional para él, había sido una compañía silenciosa –justo como Scott necesitaba-, y jamás había incumplido las reglas impuestas después del incidente. Era un muñeco sin vida que nunca hablaba de él, que no decía mayor cosa y sólo aportaba datos que serían útiles para él.
El conejo había sufrido algo, algo grave o distinto que no sólo le había pasado recientemente, sino que llevaba un tiempo cocinándose. ¿Y dónde más si no era en la escuela donde todo eso habría ocurrido? El único sitio que parecía más prisión que esa casa.
Arthur no quiso revisar si Scott estaba de nuevo mirándolo desde la puerta, en vez de eso la cerró con fuerza y miró el resto de su cuarto, limpio, gris, horrible.
Así era su existencia ahí, había dejado todo lo que quería y por lo que se apasionaba guardado, empaquetado, olvidado en algún rincón de ese mismo sitio donde no sobreviviría mucho tiempo antes de saber que realmente todo sería basura. Su ordenador estaba repleto de trabajos, ensayos, informes, cuentas; escritos suyos eran lo único que distinguía la máquina de un pedazo de metales y plástico; pero aún así sabía perfectamente que eso no era más que otro trabajo.
Si revisaba su armario vería de nuevo, ropas opacas, holgadas y útiles para él, no necesitaba más, pero obviamente no era de su agrado tenerlas ahí. Desde el incidente, había optado por transformar su vida, no ser tan idiota, no ser… él. De cierta manera usar esas prendas le daban confort, tal vez las odiaba, pero era lo único que sentía podía usar.
Antes, hubiese sido mucho más desagradable con Scott, habría sido lo mejor, porque era el rebelde de su familia, por naturaleza. Sabía perfectamente que el único de todos ellos que habría querido hacerse cargo de él, era precisamente el idiota de su hermano mayor, sabía que había abogado por él en cuanto todo el problema se desbordó; sin embargo, Scott lo veía como una buena acción, tal vez como una mascota que se cocina por si misma o algo así.
Las reglas impuestas, que Arthur aceptó con demasiada facilidad, fueron prueba de la poca fuerza de voluntad que le quedaba al menor. Vivía como prisionero de su vida, encerrado en su cabeza y saliendo sólo para cumplir con su contrato con la vida. Ya no decepcionaba a sus padres… porque no estaban más, ya no sería odiado por sus otros hermanos, porque él ya no existía para todos ellos.
Si lo pensaba, no era como si hubiese existido para ellos en algún momento. Por lo menos no después de la muerte de sus padres y la participación que juraban que él tenía y que comenzó a aceptar como cierta.
Lo que lo mantenía existiendo, era el hecho de que tenía una deuda con algunas personas, una deuda de honor que cumpliría antes de irse por fin.
No odio a ningún personaje.
No me desagrada ninguno, de hecho todos me gustan mucho.
Es parte de la trama, todo tiene una razón.
El siguiente capítulo lo subiré en una o dos semanas; adelanto:
-"Buen día Arthur"- escuchó.
-"Buen día Jones"- no tenía pensado decir nada más, que el imbécil ese le hubiese buscado, quería decir que había recibido su mensaje el día anterior –"Confío en la colaboración de tu madre para hacerte llegar mis palabras"-.
