Exuo alicui

Ella tenía balas de salva y era la heredera, así que sus palabras valían lo mismo que verdaderos disparos. Pero tú tenías tus cuchillos y ese era tu preferido, porque Kasai mandó a que grabaran tus iniciales en él. Del mismo modo en que ella tenía a Keiichi y si te hubieran dejado en paz en su momento, tendrías tranquilamente a Satoshi. Pero a alguien con la sangre de los demonios, a la segunda en nacer (versión oficial…) no iban a hacérselo tan fácil. Sujetas el cabello de Mion para preguntárselo otra vez, gritárselo, sisearlo contra su oído mientras que le desarreglas la camisola, buscando entre sus piernas, con dos dedos, tres, cuatro o la rodilla siempre brusca, sabiendo que la superficie de la gruta es afilada y que el oscurecimiento de la tela es barro pero también sangre. Y sangre hay entre tus manos, pronto, cuando el sueño que ella te confesó, el de casarse de blanco con orgullo de virgen, está tan destruido como el tuyo, en el que Satoshi y su tierna sonrisa te han salvado de ti misma, de lo horrible y cruel que por venganza puedes llegar a ser. No hay nada para ti, así que es lógico que no haya nada para ella y son iguales, mismo nombre, misma pena, mismos labios unidos, mismas lágrimas que bajan, misma risa histérica, mismo corazón que pronto va a dejar de latir.