Summary: Siglos después de la muerte de Arthur, Merlin vive su vida aburrido como un psiquiatra en Nueva York, hasta que un día llega un paciente que afirma haber vivido en el pasado.
Advertencias: no por el momento, solamente (y lo más obvio) relación entre dos hombres (Dios, esto no debería de ser una advertencia xD)
Notas de la autora: Bueno, como saben a mi no me pertenece ni Merlin ni Arthur, si no a la BBC. Yo solo quise jugar un poco con ellos.
Este fic esta ligeramente inspirado en la película de Patch Adams, y lo digo porque se me ocurrió la idea mientras veía la película por primera vez, así es que si a alguien quieren agradecerle, agradezcanle a Robin Williams por su maravillosa actuación.
Bueno creo que eso es todo, siéntanse libres de dejar un review con cualquier tipo de comentarios.
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Año 2012
Ya habían pasado más de diez siglos después de la muerte de Arthur, y Merlín no había cambiado mucho. Seguía teniendo esa complexión delgada y pómulos prominentes, ni siquiera sus grandes orejas se habían encogido un poco y el azul de los ojos seguía igual de profundo. Sin embargo Merlín no era el mismo, desde que Arthur murió el brillo de sus ojos había desaparecido, al igual que sus amplias sonrisas. Con el paso del tiempo Merlín también había sido menos bondadoso, ¿El por qué? Había perdido su total fe en la humanidad. Ya no era ese joven ingenuo que sabía que existía el mal pero no lo aceptaba, ahora era un adulto mucho más maduro.
No es que a Merlin no le gustara su nueva vida, en cambio, le agradaba mucho su trabajo en el hospital. A pesar de todo la consideraba aburrida. Ya no había dragones ni criaturas extrañas o enemigos que le hacían pasar aventuras mortales. En resumen, su vida ya no tenía ni una gota de magia. Pero ya no le molestaba, mientras menos le recordaran las cosas a Arthur para el era mejor.
-Doctor Merlín- le decía una enfermera, sacándolo de sus pensamientos.- El doctor Hedstrom lo solicita en su consultorio.
-¿A mí?- preguntó Merlín, confundido. - Pero si no he hecho nada malo.
-Yo solamente paso noticias- decía la enfermera enojada, al parecer no había dormido en toda la noche.
-Bien dígale que en un momento voy.
-¿Por qué mejor no se lo dice usted cuando este allá?- contestó aún más malhumorada- Dios, estos doctores piensan que todo el personal esta a su servicio.
-Gracias, Martha- le decía mientras salía de la habitación a paso rápido- Por cierto, le recomiendo un poco de descanso.
¿Para qué lo querría el jefe de piso? No había faltado a sus jornadas y aunque últimamente se mostraba más cansado nunca había descuidado a algún paciente.
Tomó el elevador que lo llevaba hacia la oficina del doctor, iba tan despistado que casi tropieza con una silla que se encontraba en la sala de espera. En cuanto llegó a la recepción la secretaria le dio el pase para poder entrar en la oficina.
-Ah Merlin- decía el doctor Hedstrom, que era mucho más gordo de lo normal- Llevaba tiempo esperándolo.
-Si, lamento el retraso. Creo que la enfermera que mando se demoró un poco en llevarme el recado.
-Bueno uno aveces no controla a su personal. Se preguntará que esta haciendo aquí- decía un poco más serio- E iré directo al grano pues no le quiero quitar más de su tiempo. Hay un puesto disponible en la planta C y debido a su desempeño en estos últimos meses creo que usted es la persona más adecuada para ocupar dicho puesto.
Uh oh, pensó Merlín. La gente hablaba de el piso C, y normalmente no se decían cosas muy bonitas. Los pacientes más difíciles y considerados con mayor grado de peligrosidad se encontraban en ese piso. Merlín había escuchado a las enfermeras referirse al piso C como "el mismísimo infierno".
-Señor, me siento muy halagado pero no creo ser la persona más adecuada...
-Nada de tonterías- contestaba un poco enojado- Puntualidad implacable, tratamientos específicos y satisfactorios, buen trato con pacientes además de su posgrado en psiquiatría. Yo creo que usted es el candidato perfecto para el trabajo, piénselo bien pues le daremos un aumento de sueldo.
A Merlín no le hacía mucha falta el dinero, había ahorrado toda su vida. Sin embargo había una sensación de peligro que no sentía desde hace mucho tiempo... Sentía como si algo importante estuviera a punto de pasar si aceptaba el cambio.
-Pero yo...-decía Merlin tratando de debatir la decisión del doctor.
-Bueno- lo interrumpió el Dr. Hedstrom.- Me alegra que este de acuerdo. Mañana mismo empieza.
-Gracias- contestó Merlin en un tono sarcástico mientras salía de la oficina.
Tomo el elevador de nuevo, pero esta vez más malhumorado. No le molestaba el asenso y sabía que le debería de alagar que lo hubieran considerado para el puesto. Normalmente estaría muy feliz de trabajar con gente nueva y tener más difíciles retos pero esta vez había algo diferente, no sabía como describirlo. Era cómo saber que te estaban mandando directamente a la horca. Algo ahí olía muy mal.
Termino su jornada un poco más cansado que de lo normal. Se había despedido de sus pacientes actuales y era algo mentalmente muy agotador pues se había encariñado con ellos.
Tomo un taxi hacia su apartamento. Vivía a unos diez minutos del hospital y normalmente se iba caminando, pero esta vez estaba tan cansado que llamar a un taxi le pareció una idea más fácil.
-¿Hacia dónde lo llevo?- le preguntaba el taxista.
-Unas cuadras más adelante- decía Merlín mientras se subía al coche- yo le muestro el camino.
Algo del conductor no le pareció normal a Merlín, no sabía que era. A lo mejor era su cara que parecía tener rasgos más animales que humanos, o su prominente espalda que ocupaba mucho espacio.
-Se vienen tiempos difíciles, Merlín- decía el taxista. Merlín no recordaba haberle dado su nombre pero a lo mejor estaba tan cansado que no se había dado cuenta- Tendrás que confiar, tendrás que ser fuerte y sobre todo tendrás que seguir tu destino de nuevo.
¿Destino? Eso ya no le empezaba a gustar. ¿Quien era ese señor y porque tenía una voz tan conocida?
-Creo que ya llegamos- dijo Merlín un poco mareado, viendo su casa a lo lejos- ¿Cuanto le debo?
-No es nada joven- le contestó el taxista, Merlín insistió en pagarle mientras se bajaba del auto. Cuando estaba a punto de bajarse el taxista lo detuvo con una mano- Solo recuerda Merlín, ningún hombre puede evitar su destino. Tarde o temprano se tendrá que cumplir.
-¿Cumplir con que?- contesto Merlín mientras terminaba de salir del auto. El taxista solo le dio una mirada profunda y se fue del lugar sin darle una respuesta, dejando a Merlín con el billete en la mano.
Algo ahí no iba bien y lo sabía. Primero esa sensación en la mañana y luego un extraño hombre le hablaba sobre su destino. No le gustaba como iba el asunto.
Abrió la puerta de su apartamento y a pesar de lo cansado que estaba no pudo conciliar el sueño. Pensaba en el hospital, en sus pacientes, en el extraño taxista. Pensaba en todo pero principalmente pensaba en alguien: Arthur. Merlín ya se había acostumbrado a que Arthur tomara la mayor parte de sus pensamientos, ¿Iba a comer? Pensaba en Arthur. ¿Decidir entre un bistec de carne y un pedazo de pollo? Pensaba en Arthur. Había una gran parte en su mente que se dedicaba solamente en la especial tarea de pensar en Arthur. Pensaba en sus ojos, en su dorado cabello, en su voz, en sus sonrisas. En teoría había tenido demasiado tiempo (Díez siglos) para cansarse de pensar en Arthur, pero no lo hacía. Sentía como si una parte de él se hubiera ido con la muerte de Arthur. Una gran parte.
Después de un tiempo de reflexionar Merlín al fin pudo conciliar el sueño.
A la mañana siguiente se levantó para ir a su trabajo. Camino diez minutos hacia el hospital y se fue directo hacia el famoso pabellón C. A pesar de que no terminaba de gustarle la idea ya estaba un poco más contento por trabajar con nuevos pacientes.
-Doctor Merlín- decía una muy contenta enfermera, mientras cargaba una taza de café- Me han informado de su cambio. No hay cosa mejor que cambiar de aires ¿Ah?
-Bueno, no es como si yo lo hubiera decidido- comenzaba a reprochar Merlín- Pero... Bueno si, un cambio de aires no me viene nada mal.
-Me alegra- decía la enfermera- ¿Le han informado de los casos de nuestros pacientes?
-No, la verdad estaba tan confundido ayer que me olvidé de pedir los expedientes- contestó Merlín, sintiéndose un poco tonto por su testarudez- ¿No me los podrá facilitar hoy?
-Claro que si- dijo la enfermera mientras dejaba su taza de te en el escritorio y sacaba carpetas de un cajón- Aquí están. Por cierto y antes de que se me olvide, hay un caso que no esta registrado pues no tenemos la suficiente información. Está en la habitación 206.
-Gracias, yo luego sabré que hacer- contesto Merlín mientras tomaba los expedientes.
Se dirigió hacia el comedor del piso para leerlos. En total eran 6 personas más el de la habitación 206. Tenían etapas muy avanzadas en sus enfermedades y a la mayoría de ellos se le pronosticaba toda la vida en el hospital. Merlín no quedo muy sorprendido, pensaba que podría ayudar mucho a algunos de ellos pero primero tendría que empezar por conocerlos.
Salió del comedor y le entrego los expedientes a la enfermera que se mostraba un poco más nerviosa.
-¿Sucede algo?- le pregunto Merlín preocupado.
-Nada, bueno... Es el de la habitación 206. Nunca está, usted sabe, en sus cinco sentidos.
-Hablando de él... ¿Qué es lo que le pasa? ¿Porqué no tenemos su expediente?
-Bueno...-le contestaba la enfermera preocupada- No se mucho... Llegó apenas hace dos días. Tiene un pequeño grado de esquizofrenia. Sin embargo tiene otro problema. El... Afirma haber vivido en el pasado, en otra época.
-¿Cuál es su nombre?
-No lo sabemos. El no lo ha querido decir, dice que tiene que esperar por alguien sin embargo llego aquí solo, al parecer no tiene familia.
-¿Puedo visitarlo?
-Claro- respondió la enfermera- Pero... Tenga cuidado. No suena tan mal comparado con lo que se ve.
-Gracias- dijo Merlín mientras sonreía- lo tendré.
Se alejó de ahí para dirigirse a la habitación 206. Merlín sentía una curiosidad especial por ese chico... ¿Vivir en el pasado? Merlín sí que lo había hecho.
Se detuvo enfrente de la puerta. Comenzó a sentirse un poco extraño. Sentía algo en su estómago y las puntas de los dedos comenzaban a cosquillearle , era una sensación conocida, como cuando usaba Magia.
Abrió lentamente la puerta y de todas las cosas no se esperaba eso...
Estaba dormido, su cabello rubio estaba un poco más largo de lo normal y el flequillo le caía en la frente. Tenía esos pómulos duros y cara cuadrada que lo caracterizaban.
-¿A... Arthur?- le pregunto Merlín conmocionado, con los ojos llenos de lágrimas.
El hombre fue abriendo poco a poco los ojos que tenían un color azul profundo. Merlín sabía que esos eran sus ojos, pero Arthur no estaba ahí. Quizá fuera por la falta de brillo o la ausencia de su mirada. Merlín no sabía como pero Arthur no estaba ahí.
-¡¿Quién eres!?- pregunto el hombre muy alarmado. Le estaba gritando a Merlín mientras se levantaba de la cama- ¿¡Qué estás haciendo aquí!?
Merlín trató de calmarlo, le tomó la mano con cuidado. Arthur parecía un animal que no terminaba de confiar.
-¡ENFERMERA!- gritó mientras sentía el roce de Merlín con su piel- ¡ENFERMERA!- Volvió a repetir, cada vez más frustrado.
Arthur (o al menos eso parecía) comenzó a correr por todos lados aventando cosas y máquinas. Se sacó los tubos de suero que tenía en los brazos y estaba a punto de abalanzarse a Merlín cuando la misma enfermera que le dio los expedientes a Merlín entro en el cuarto.
-¿¡No le dije que tuviera cuidado?!- le decía enojada- ¿¡No se supone que es doctor?!- renegaba mientras le inyectaba una jeringa con morfina a Arthur.
La medicina hizo efecto casi al instante y la enfermera le ayudo a recostarse.
Merlín estuvo parado todo el tiempo mientras veía como Arthur cerraba lentamente sus ojos, inconsciente.
