Bien, sé que debo del otro fanfic, pero no pude resistir escribir este, a ver qué tal queda.

Annabeth despertó con un dolor de cabeza intenso. No recordaba haberse quedado dormida… no recordaba mucho después de haber cenado en el campamento Júpiter. Se quedó ahí, viendo a la nada por un momento. Delante de ella lo único que podía ver era el cielo. Sentía bajo su cabeza algo suave y caliente, bastante cómodo y que parecía… respirar.

En seguida pensó en Percy, pero al voltear encontró a la pretora del campamento romano. Reyna Ávila Ramírez-Arellano dormía plácidamente con los brazos alrededor de la rubia. Estaban acostadas sobre hierba y a su alrededor no había mucho más que árboles, estaban en un claro, por eso podía ver el cielo antes.

Reyna se movió, como queriendo despertar, por un momento no pasó nada pero luego abrió los ojos lentamente. Annabeth podía percibir que también tenía un terrible dolor de cabeza, miró hacia arriba y luego hacia Annabeth.

Para sorpresa de la rubia la pretora solo sonrió suavemente. Luego, como si se diera cuenta de algo quitó las manos de su alrededor y se levantó. Annabeth hizo lo mismo, no es que tuviera otra opción pues estaba acostada en ella.

-¿Qué pasa? ¿Dónde estamos?-preguntó y luego miró a Annabeth preocupada-¿estás bien?

Annabeth le sonrió para tranquilizarla, aún no terminaba de despertar, pero, al menos, el dolor de cabeza estaba disminuyendo.

-Estoy bien, solo no tengo idea de dónde-dijo. Se levantó, preocupada al ver que no encontraba su arma. Estaba vestida con un pantalón de una tela que no reconocía y una camisa de botones holgada. Vio a Reyna y tenía la misma ropa. Frunció el ceño, algo estaba totalmente mal.

-Esto es… no… no lo sé, no se parece a ningún lugar que he visto antes pero… me recuerda a la isla de Circe-dijo Reyna, que se había levantado y ahora caminaba por el claro mirándolo todo. Annabeth asintió y se puso las manos en la cintura para ver alrededor. Entonces reparó en una figura que las miraba a lo lejos. Forzó la vista pero no logró verla bien.

-Mira allá, hay alguien-dijo la rubia. Con una mirada se puso de acuerdo con Reyna y ambas trotaron hacia la persona que estaba en el borde del claro, deteniéndose a una distancia prudencial.

-Veo que ya han despertado-sonrió el ser. Annabeth no podía decidir qué era. Su piel y sus ropas eran totalmente blancas, con un brillo dorado que la cubría de pies a cabeza. Aún así, no le daba la sensación extraña de peligro que sentía con casi todas las diosas-Soy el espíritu de Éter, estoy aquí porque la diosa Juno me dijo que en éste lugar aparecerían las salvadoras de Atlantis-explicó.

Annabeth alzó una ceja y miró a Reyna, quien miraba seriamente al espíritu.

-¿Por qué nosotras?-preguntó la pretora con un tono peligroso en su voz. Annabeth también estaba enojada, apenas iba saliendo de una guerra, una batalla que le había costado mucho dolor, y ahora tenía que enfrentarse a una nueva amenaza desconocida.

Aunque estaba maldiciendo a Juno…Hera ¿qué rayos? Desde hace una semana había estado pensando y diciendo los nombres en romano, se sentía bastante rara con eso, en fin, se quitó el THDA de encima y puso atención en lo que tenía en frente.

-El mundo está en grave peligro, éste mundo, al menos, nuestros guerreros no son lo suficientemente fuertes para enfrentar a un dios, la señora Juno dijo que ustedes lo serían, pero debían prepararse primero.

De nuevo, las dos hijas de la guerra intercambiaron miradas. Annabeth respiró hondo, sabía que, aunque no quisiera, no tenía otra opción que seguir las órdenes de la diosa.

-Bien ¿qué hay que hacer?-dijo la hija de Atenea decidida. Si no había otra opción… haría lo que fuera necesario para volver a casa con sus amigos.

-Deberán probar su valor a Atlantis, primero tienen que encontrar una aldea, está al este de aquí, en ese lugar están Guerreros de la Orden, ellos les dirán qué hacer, díganles que son enviadas de los dioses-dijo el espíritu-mucha suerte, guerreras.

Y con eso desapareció, dejando tras ella un montón de cosas en el suelo. Annabeth y Reyna se acercaron y vieron que había ahí dos mochilas, con comida y bolsas de dormir bastante rudimentarias. Reyna suspiró.

-Supongo que tendremos un largo viaje aquí-dijo y tomó una mochila.

Annabeth hizo lo mismo.

-odio a Juno… al fin todo estaba bien de nuevo y… vamos, ni siquiera tuve tiempo de celebrarlo con Percy-dijo. Annabeth observó que Reyna miraba a otro lado incómoda, se preguntó si era porque le gustaba Percy… decidió que probablemente era eso así que no dijo nada más.

-Bueno, bueno, mejor nos apuramos para que puedas volver con tu novio-dijo sonriendo la romana y se puso a caminar. Al parecer la mochila tenía una brújula. Annabeth entrecerró los ojos, pero decidió dejar pasar el extraño comportamiento de la romana.

El paisaje dentro del bosque era como el de un cuento de hadas. Había enormes árboles de colores azulados con frutos brillantes. Annabeth se perdió viéndolos, no podía creer que en serio estaba en un mundo completamente distinto al suyo. De pronto se sintió vulnerable. No sabía nada de ese mundo, y no saber era lo peor que le podía pasar a la hija de la sabiduría.

-No me gusta esto… no conocemos nada de este sitio-dijo Annabeth. Reyna volteó y le sonrió de lado.

-¿Asustada, Chase?-le preguntó con tono de burla. Annabeth frunció el ceño, nunca había visto a Reyna fuera de su puesto de pretora, se dio cuenta de que en realidad no la conocía como ella pensaba.

-No seas tonta, claro que no-dijo rodando los ojos-es solo que… no lo sé, nunca me había enfrentado a algo de lo que no conozco nada-terminó, esperaba otra burla de parte de la romana pero en cambio recibió una sonrisa tranquilizadora.

-Hey, estaremos bien, somos guerreras después de todo-le dijo. Annabeth asintió y se calmó un poco. Tendría que confiar en sus instintos y en Reyna para sobrevivir.