Capítulo I: Nunca lo fue
Era una noche animada en el Café. La gente reía y cantaba. Algunos bebían, unos contaban historias y otros las escuchaban. En definitiva, la típica noche entre amigos.
Sin embargo, había algo que no encajaba del todo en ese ambiente.
En la ventana, Enjolras estaba sentado con la mirada perdida en la infinidad de las estrellas. Normalmente era él el que alegraba la fiesta, pero esa noche hacía lo contrario. Sólo se dedicaba a mirar las estrellas.
Grantaire estaba en el otro extremo de la habitación, observándole. Hacía ya un tiempo que le gustaba hacer eso. Había empezado a sentir un… cariño especial hacia el chico. No le gustaba estar lejos de él. Sin él, se sentía… Vacío. Vacío, incompleto. En cambio, cuando estaba cerca, era como si la primavera comenzara. La vida era una canción, llena de alegría. Llena de él. Para Grantaire, Enjolras ya era una parte de él. Para su desgracia, no parecía recíproco…
-¡Eh, Enjolras! ¿Vienes a apostar con nosotros?-escuchó Grantaire decir a Jehan.
-No, gracias. No tengo ganas.
-Oh, vamos…
-He dicho que no, Jehan. Vete.-le dijo Enjolras en tono cortante.
Jehan se resignó, encogió los hombros y fue a por más vino.
Era raro verle así. Pero era mejor no molestarle.
Se escuchó el sonido de alguien llamando a la puerta del piso de abajo, y un minuto después apareció Marius por las escaleras.
-¡Vaya, Marius! ¡Ya era hora!-dijo alegremente Courfeyrac mientras lo abrazaba-¡Se te echaba en falta!
-Buenas noches, Courf-le respondió Marius con una sonrisa-Estaba ayudando a mi abuelo con los negocios.
-Perdone usted, señor burgués. Olvidábamos lo ocupada que es su jornada-dijo Joly en tono de burla.
Todos rieron, incluso Marius. Todos menos Enjolras.
Marius tomó asiento, y empezó a conversar con sus amigos. Sobre sus vidas, su día de hoy, como podría ser el de mañana…
-¿Marius?
Marius se giró y vió a Enjolras con una mano apoyada sobre su hombro, con la mirada más viva que había visto jamás. Sus amigos le habían dicho que esa noche no estaba de muy buen ánimo. Sin embargo, él veía todo lo contrario.
-Sí, aquí estoy. Siento haber tardado-dijo el sorprendido Marius.
-No importa-respondió Enjolras-Lo importante es que has llegado-sonrió.
Esto, fue el detonante que hizo que Grantaire sintiera un puñal en su corazón.
Así que era eso… Enjolras esperaba a Marius. Claro, ¿cómo no se dio cuenta antes? Había sido un idiota, Enjolras jamás lo querría a él, a Grantaire, el estúpido borracho del grupo.
Así que cogió una botella de vino y se fue.
Dio un buen rodeo, y nadie sabe cómo, acabó en el muelle. Era un lugar horrible. Era frío, para nada acogedor, y sentía mil ojos sobre él a cada paso que daba. Estaba completamente perdido, estaba oscuro y no veía nada. Y no era que el vino ayudara a su visión.
-Vaya, vaya… Un extraño por aquí. ¿Qué has venido a buscar, cielo?-dijo una voz femenina a sus espaldas.
Grantaire se dio la vuelta para poder observar a quien le había hablado, y vió a la que parecía ser una prostituta.
-Eh, perdone, pero yo… yo no… No quiero sus servicios, señorita…-dijo avergonzado.
-Eso es lo que dicen todos… ¿Te da vergüenza que se entere tu jefe, amor? ¿O tal vez tu mujer? Oh, vamos… Te haré una oferta especial-sonrió pícaramente.
La mujer le acariciaba el rostro suavemente y lo sujetaba por la cintura, intentando cautivarlo. Podría ser imaginación de Grantaire, pero la mujer tenía el corset más desabrochado que antes.
-He dicho que no. Déjeme.
Grantaire se separó bruscamente de ella y se alejó. Acabó chocando contra una pared. El golpe lo desorientó (aún más) y acabó debajó en una barca en desuso abrazando su botella de vino. Su único deseo era morir allí mismo.
Mientras tanto, en el café nadie había notado su ausencia. Bueno, nadie menos Enjolras.
-Eh, ¿alguien ha visto a Grantaire?-dijo Enjolras.
-Creo que se fue hace un rato-respondió Combeferre-Llevaba una botella de vino en la mano. A saber donde ha acabado…
Enjolras palideció al instante. Probablemente Grantaire estaba borracho por las calles de París, y podría tener un accidente en esas condiciones. No quería ni pensar en como estaría en ese momento, así que cogió su abrigo y se marchó corriendo, no sabía por qué, al muelle.
A Enjolras no le agradaba ese lugar. Había mujeres bellas, que habían acabado allí por un destino cruel. No podía evitar sentir compasión.
No encontraba a su amigo por ninguna parte. Preguntó a toda la gente del lugar si lo habían visto, hizo descripciones como pudo, se desesperó por encontrarlo. Pero no fue capaz.
Acabó sentándose en un rincón, preguntándose por qué Grantaire era tan idiota. ¿Cómo se le había ocurrido salir a esas horas en su estado? ¿No se daba cuenta de que podría hacerse daño? Y aún peor, ¿no se daba cuenta de que podría hacerle daño a él? En ese momento, no sabía si lo odiaba o lo quería.
Mientras él seguía absorto en sus pensamientos, escuchó a alguien despertando. Había cientos de ruidos más en aquel lugar, pero el que llamó su atención fue ese. Creyó notar que venía de su derecha, a unos cien metros aproximadamente. Eso le daba igual, lo que le importaba era que podría ser su compañero.
No lo dudó, se levantó y fue a buscar a la persona que provocó ese sonido.
Solo veía más y más barcas viejas, la mayoría podridas o rotas. No les daba mucha importancia, hasta que chocó con una y se despertó de sus pensamientos.
Al fin, ahí estaba Grantaire. Algo dormido, y algo menos despierto, con una botella de vino vacía a su lado.
-Grantaire, ¿estás bien?-preguntó Enjolras preocupado-Dime que lo estás, por favor. Es lo único que necesito saber.
Grantaire se desperezó lentamente, tranquilizado por la presencia de Enjolras. ¿De verdad había ido a buscarlo? No podía creerlo.
-Oh, vaya. Sólo eres tú…-dijo intentando aparentar indiferencia-Sí, estoy bien. Puedes irte, no necesito tu ayuda-le dio la espalda.
-¡No seas orgulloso, Grant! Estaba preocupado por ti, ¿sabes? ¡Podrías haber tenido un accidente! ¿Sabes lo horrible que sería eso?-exclamó enfadado-¡Eres un idiota, Grantaire! ¡Eres un idiota!
-¡No, no te importa! ¡A nadie le importa lo que le pase al borracho de Grantaire!-dijo Grantaire mientras se echaba a llorar-Vete. Vete con Marius. Sé que le quieres a él, no a mí. Sé que no te importo.
Enjolras respiró hondo, tratando de calmarse.
-Grant…-se pausó un momento-Sí, es cierto. Quiero a Marius. Me gusta tenerlo cerca. Pero no lo necesito. A ti, sí. Necesito que estés a mi lado, ¿no lo entiendes? Cada vez que te veo, mi corazón arde… Siento como si mi mundo se parase. Porque cuando no estás, mi corazón deja de latir. Cada vez que te vas, una nueva herida se abre en mí. Y no sabes lo que me duele verte así. Por favor, créeme. Te amo.
Grantaire no daba crédito. Todo este tiempo, él le correspondía. Alguien era capaz de amar al inútil, al borracho. Alguien había sabido ver lo bueno en él que ni siquiera veía él mismo. Sintió como si todo fuera perfecto. De hecho, todo lo era. Él estaba su lado, era todo lo que necesitaba saber.
-Yo también te amo, Enjy. Te amo muchísimo-le dijo Grantaire.
-¿Y ahora qué?-le preguntó Enjolras con una sonrisa.
-Ahora bésame, idiota. Bésame.
Y se besaron. Justo en el momento en que sus labios de juntaron, todo se paró. Sólo existían ellos dos y ese beso. El beso que tanto habían esperado.
Sí, estaban muy bien así, pero ya era tarde y tenían que volver con el resto.
Enjolras ayudó a Grantaire a levantarse, le cogió de la mano y juntos se fueron por las calles de París.
Todo el mundo dormía, pero todo había despertado, un nuevo mundo para ellos.
Por el camino charlaron, rieron, bromearon, como si no hubiera pasado nada. ¿Para qué pensar en ello? Habían tenido un momento increíble, un momento que iba a durar para siempre?
Llegaron al café, y todo el mundo se alegró de que Enjolras hubiera encontrado a su amigo.
Lo recibieron con risas y palmadas, ofreciéndole rápidamente una silla y algo de comida caliente, para que participara en el juego.
Rechazó la oferta, y se fue a una habitación para dormir algo, no sin antes despedirse de Enjolras.
Un rato después, y tras muchas partidas pasadas, Enjolras decidió ir a ver como estaba Grantaire.
Abrió lentamente la puerta, para no despertarlo. Estaba totalmente dormido, y en ese momento le parecía la persona más hermosa del mundo.
Se sentó en la cama, a su lado, mientras le acariciaba el pelo.
-¿Sabes, Grant?-dijo Enjolras, más hablando para si mismo que para Grantaire-Siempre te quise a ti. Nunca fue Marius, nunca lo fue. Siempre tú. Sé que no tienes una buena visión de ti mismo, pero no eres como piensas. Eres una persona increíble. Eres divertido. Eres inteligente, aunque bebas demasiado. Y, sobre todo, eres la persona con la que quiero pasar el resto de mi vida. Sólo te pido una cosa-se acercó a él, para susurrarle al oído-No cambies nunca. Te amo.
Grantaire salió de su actuación, pues estaba despierto y había escuchado lo que había dicho Enjy. Su Enjy.
-¿De verdad fui yo todo este tiempo?-le preguntó con una sonrisa.
-Por supuesto.
-Eso es… Genial-sonrió-¿Qué, no vas a dormir conmigo?
-Si tú quieres…-dijo mientras se metía con él entre las sábanas-¿También tengo que abrazarte?
-Sí, eso es indispensable-respondió Grant.
Y así, fundidos en un abrazo, los dos jóvenes se durmieron, pensando el uno en el otro, deseando que ese momento no acabara jamás.
