Parte 1
La primera vez
I
De la amistad a la atracción
Se trataba del último año de Harry Potter en Hogwarts. Ya era un mago adulto y consciente de sus acciones. Habiendo madurado tanto, era impresionante que todavía no formara una relación de pareja decente: con Cho estuvo muy cerca y decidió dejar a Ginny por temor de perderla. Definitivamente, no tenía muy buena suerte con las chicas, y no era por que ellas no lo tomaran en cuenta, sino porque tenía mucho miedo de perder a alguien amado.
Ese temor se hacía extensivo hacia sus dos amigos más cercanos: Ron Weasley y Hermione Granger, quienes eran las personas que más quería en ese momento. Sin embargo, había otras que añoraba, como Sirius Black, su padrino y, obviamente, a sus padres, Lily y James Potter. Si bien no estaba desesperado por buscar una compañera sentimental, la ausencia de una lo deprimía y era motivo de llantos silenciosos en madrugada. Para empeorar las cosas, su último año le hizo traer muchas dudas y penas que todavía daban vueltas en su mente. Una de ellas era la muerte de Albus Dumbledore, el otrora director del colegio, a quien Harry todavía guardaba un enorme respeto. No quería pensar en el futuro, era su peor enemigo.
Sin embargo, una cosa muy simple puede desencadenar tantas cosas, algunas hermosas, otras espantosas. Pero, para fortuna de Harry, esa pequeña cosa sucedió, y él nunca, hasta el día de hoy, se había arrepentido de eso.
Un día soleado de Octubre, los tres desayunaban en el Gran Salón, charlando animadamente. Era uno de aquellos momentos en que Harry se olvidaba de sus propios problemas y hablaba como el que más. Cinco minutos después que se sentaran en la mesa, otros amigos se unieron a ellos.
—Hola —saludó Neville Longbottom, acompañado de Ginny. Ambos iban tomados de la mano.
—Hola Neville —dijo Ron con voz temblorosa. Si había algo que le molestaba era que su hermana menor caminara de la mano con otros hombres que no fueran Harry.
—Hola —saludó también Harry—. Veo que saliste temprano de Botánica.
—La profesora Sprout dijo que ya sabía lo suficiente para poder asistir a las clases de manera opcional —respondió Neville, sin la inseguridad que se le acostumbraba ver. Ahora lucía más seguro de si mismo.
—Vaya —acotó Hermione, sorprendida y un poco molesta—. A mí nunca me han dado ese privilegio.
—Si fuera así, entonces no tendrías por qué haber venido al colegio este año —opinó Ron mordazmente. Hermione sacudió su cabello castaño en signo de molestia. Pero, justo en ese momento, el rostro de la chica adquirió una belleza sorprendente. Harry, que estaba pendiente de lo que hacía su amiga (siempre cuando Ron y ella podían pelearse), la vio y quedó mudo. Él nunca había dicho que ella fuera fea, todo lo contrario. Él lo vio todo en cámara lenta (siempre cuando veía algo bello) y una sonrisa se dibujó en él. Hermione a su vez, pudo mirar a Harry al sonreír y comprendió que él la entendía. Comprendió tras muchos años de conocer a su amigo, que él nunca había tratado de herirla, ni menos de hacerla enojar. Trataba de mantenerse neutral en sus peleas con Ron y expresaba su molestia al respecto.
—…y no creo que te hayas dado cuenta pero nosotros estamos enamorados —escuchó que gritaba Ginny a su hermano Ron. Éste tenía las orejas coloradas.
—Pero, ¿por qué no le insististe a Harry para que se quedara a tu lado? Hiciste muy mal en terminar con él.
—¿Y quién eres tú para decirme qué es lo mejor para mí? —replicó Ginny con la cara tan roja como su cabello—. Es que estás celoso de no poder tener una relación seria como nosotros. —Y miró significativamente a Neville. Luego, los dos se fueron, con Ginny mirando a Ron de manera furibunda.
—Es que es muy joven para saber lo que quiere —rezongaba Ron por lo bajo.
Harry no respondió. No quería meterse en terreno peligroso. Sólo se encogió de hombros y terminó su desayuno lo más aprisa que pudo. Se levantó de su asiento y caminó hacia donde tendría Defensa Contra las Artes Oscuras.
Eran las ocho de la noche y luna llena. Harry estaba de pie, frente a una ventana, observando cómo la Luna era velada por unos solitarios estratos. Había una cosa que le estaba dando vueltas en la cabeza desde la mañana.
¿Era su imaginación o estaba comenzando a sentir cosas por Hermione? Era su mejor amiga en la comunidad mágica y creía que no podía sentirse atraído por ella. Pero era en verdad lo que sentía. Esa era la razón por la cual la había visto tan hermosa en el desayuno. No alcanzaba a imaginar por qué ni cómo pero, en ese momento, las razones no importaban mucho.
Decían que si una persona comenzaba a desear de manera sincera y profunda a alguien en luna llena, ellos estarían juntos en la próxima. Por supuesto, Harry no hacía mucho caso a lo que decían viejos chiflados que ni siquiera tenían estudios acerca de las premoniciones. Pero, independiente de cómo fuera, se sentía atraído por Hermione y no podía negarlo. Cada vez que se encontraba con ella, la veía un poco más bella que antes… y más atractiva. Entonces una pregunta ascendió a su cerebro de manera involuntaria.
¿Cómo era en verdad Hermione físicamente? Su sentido común se esforzaba en desechar aquella interrogante pero, la curiosidad pudo más que su sentido común. Sólo quería imaginarse su silueta, sin entrar en más detalles. Por cómo la veía cotidianamente, no insinuaba mucho. No obstante, a veces usaba ropas ceñidas a su figura y pudo entender, sólo en ese momento, que ella no sólo tenía un lindo rostro, sino que también poseía un hermoso cuerpo. A juzgar por lo que se imaginaba, era una chica bien proporcionada. Era la primera vez que se imaginaba ese tipo de cosas, cosas que cualquier chico pensaría, pero claro, todos sabemos que Harry no es un chico cualquiera.
Siempre hay una primera vez para todo, y eso Harry lo sabía. Sin embargo, el por qué, el cómo, el dónde, el cuándo, y más importante, el quién, nunca eran claros. Era la primera vez que se sentía atraído físicamente por alguien, y era la persona que menos se esperaba que fuera el objeto de sus incipientes deseos. Mientras su parte sentimental hacía crecer aquel sentimiento, su parte racional se esforzaba en ahogarlo. Sencillamente, no podía sentirse atraído por su mejor amiga.
Por unos momentos no se imaginó nada "indecoroso". Volvió a sus quehaceres habituales, los deberes que tenía que haber empezado hace siglos. Comenzó con el kilométrico ensayo que tenía que hacer en Transformaciones acerca de cómo modificar la apariencia humana. A mitad de trabajo, aparecieron Ron y Hermione por el orificio del retrato, los dos rojos como tomates. Harry al verlos, se sintió confundido.
—¿Qué les sucedió? —inquirió.
—N… n… nada —balbuceó Ron en un tono que no convencería al ser más confiado del planeta.
—Te burlarías de nosotros —añadió Hermione, todavía muy roja. Harry miró con suspicacia a sus amigos y creyó saber qué era lo que había pasado.
—Hasta que al fin sucedió —dijo, sin una pizca de molestia—. Vamos, amigos. No tienen por qué ocultármelo. Apuesto cualquier cosa a que se besaron.
Los dos reaccionaron como si hubieran sido golpeados en el estómago con una sartén. Harry vio confirmada sus sospechas.
—¿Por qué lo esconden? —preguntó Harry con una sonrisa—. Eso es lo que siempre quisiste, Ron. Hace tiempo que me di cuenta que estabas interesado en ella. Sólo espero que yo siga siendo su amigo y que no se olviden de mí. —De pronto, Harry sintió el balde de agua congelada que significó que sus mejores amigos se hubieran enamorado.
Hermione no hablaba. Le temblaba el labio y miraba a Harry con una indescifrable ¿lástima? Su atracción era tal que quería convencerse que ella se lamentaba que se hubiera besado con Ron… y era precisamente la forma en que Hermione lo miraba. Harry se sentía tan confuso que no hallaba que camino tomar: si arriesgarse a llegar al corazón de su mejor amiga o dejar que las cosas cayeran por su propio peso. Era una difícil decisión que tenía que tomar, una batalla entre su creciente atracción y su sentido común.
En eso, Hermione caminó hacia él y comenzó a ayudarle con su tarea de Transformaciones. Mientras le proponía algunas cosas para incorporar a su ensayo, Harry la miró y ella también. En ese momento, un relámpago restalló entre los dos. Ambos sintieron que sus corazones latían con más fuerza. Era algo inexplicable y repentino. Los dos se miraron por unos cinco segundos que a Harry le pareció una hora. Ron pensó que estaba ayudándole con su tarea por lo que no hizo ningún comentario.
Cuando dejaron de mirarse, sintieron que se habían liberado de unas cadenas elásticas. Ambos recuperaron la compostura y continuaron con su trabajo sin ningún otro episodio de aquellos. Hasta las dos de la mañana trabajaron hasta que terminaron.
—Gracias, Hermione —dijo Harry como si hubiera salido recién de una maratón olímpica.
—De nada —respondió ella, dirigiendo una mirada que a él le pareció ardiente. Se sacudió la cabeza y pudo ver nuevamente a su amiga, guiñándole un ojo antes de perderse por la escalera que conducía al dormitorio de las chicas. Harry cogió sus pergaminos y subió al dormitorio de los chicos. Todos estaban profundamente dormidos. Guardó su ensayo debajo de su cama antes de desvestirse y recostarse sobre su cama. Ese día había sido extraño: había descubierto algo que nunca pensó que encontraría, algo que podría ser la respuesta a todos sus problemas y angustias. Por primera vez en lo que iba de su último año, no lloró. Se quedó dormido inmediatamente.
Al día siguiente, comprendió una cosa: de la amistad a la atracción hay un solo paso. Lo difícil era dar ese paso, y darlo en la dirección correcta.
