Hola. Etto…yo…bueno este es mi primer fic de esta parejita tan poco usual. Espero que sea de su agrado.

Prince of tennis no me pertenece sino a Konomi Takeshi.

Baile para el corazón

Por: Klara Angela Snape

1

Despertó más temprano de lo usual. Alegre, pero nerviosa. Ryuzaki Sakuno le declararía su amor a Echizen Ryoma. Había conseguido conciliar el sueño durante la noche de mera suerte. O eso pensaba ella. Estaba nerviosa, no era para menos. No era como si todos los días se declarara al as del equipo de tenis de Seishun Gakuen. Se animaba y tranquilizaba a si misma que todo saldría bien, no había razones para que el chico la rechazara.

Se vistió con el uniforme del colegio. Peinó su cabello con paciencia y cuidado de que ninguna hebra de su larga cortina estuviera fuera de lugar. Para amarrarlo, cogió un par de listones que había comprado el día anterior. Escogió un broche en forma de mariposa. Bonito y discreto. El detalle femenino por excelencia. ¿Maquillaje? En lo absoluto. Creía que era mejor lucir la belleza al natural. Echó una mirada a su reflejo en el espejo y tras darse el visto bueno, cogió su mochila y bajó a tomar el desayuno.

Al entrar en la cocina su madre la recibió con un "bueno días, hija" mismo que Sakuno respondió con entusiasmo y alegría. Esperando que con eso su madre no notara su nerviosismo. Sin embargo la mujer lo notó, su madre la conocía bien y era consciente de que ya no era una niña, que estaba creciendo y por ende había un chico que la hacía suspirar.

—Desayuna bien, Sakuno. Necesitas mucha energía para este día.

La chica asintió con entusiasmo.

Terminó el desayuno, se despidió de su madre y marchó al colegio. Mientras repasaba mentalmente una y otra vez cómo haría y diría las cosas cuando fuera el momento.

Las clases pasaron sin mayor novedad, más que un examen sorpresa en clase de inglés, así que al finalizar las horas de estudio se encaminó hacia las pistas del club de tenis. Agradecía que ese día en particular su amiga Tomoka tuviera que regresar temprano a casa cuidar de sus hermanos. Así no tendría que inventarse excusas absurdas para poder hablar a solas con Ryoma. Aunque una parte de ella no podía evitar sentirse culpable por ocultarle sus planes a la otra niña.

—Tomo—chan, disculpa. Espero que puedas entenderme.

Dijo al aire mientras detenía su andar a poca distancia de su destino. Los titulares mantenían partidos de práctica entre ellos.

No tardó en vislumbrar al chico prodigio de primer año disputando un partido contra el fukubochou.

Miró embobada al chico. Sus ágiles movimientos con la raqueta, sus bien medidos pasos por la pista. Por sobre todo sus dorados iris gatunos, afilados y atentos. Fijos, prediciendo la trayectoria del esférico. Sin duda una jugada excepcional. Pero no sólo eso le gustaba de Ryoma. Le gustaba su infantil manía de mostrarse frío ante todos y todo, con tal de ocultar sus verdaderas emociones. También gustaba de esa actitud déspota porqué sabía que en realidad era una farsa, que Ryoma en realidad era una persona gentil, pero que tenía que conservar esa actitud cool que tanto lo caracterizaba.

Les gustaba todo en Ryoma. Su rostro, su comportamiento y sus buenas habilidades para el tenis. Tenía que admitirlo, era el chico perfecto.

—Mi príncipe de ensueño. — Murmuró para si misma. Una sonrisa tierna, que evidenciaba su actitud enamorada, se dibujó en su rostro.

Cerró los puños contra su pecho en actitud decidida para darse fuerza y seguir adelante con su plan. Alisó su uniforme y se aseguró que su broche de mariposa y sus trenzas estuvieran en su sitio.

Esperó paciente hasta que los entrenamientos terminaran. Vio a todos los chicos enfilar hacia los vestuarios del club. De pronto se puso ansiosa, no había planeado en qué momento abordar la atención de Ryoma. ¿Debía hacerlo antes de que entrara a los vestuarios? No. Seguro Ryoma estaba agotado y lo único que quería era tomar una ducha y sacarse las ropas empapadas de sudor. Entonces, ¿abordarlo hasta que saliera? Pero, ¿si Ryoma lo único que quería era volver a casa? ¿Qué debí hacer? La pelirroja se puso aún más ansiosa, no sabía qué hacer. Miraba de un lado a otro, como si buscará a alguien para pedirle un consejo.

De pronto, sintió un golpe juguetón detrás de su rodilla izquierda. Volvió el rostro sobre el hombro y al instante sintió sus mejillas enrojecer furiosamente al toparse muy cerca con los dorados ojos de su príncipe.

—Ryo…Ryo…¡Ryoma—kun! —El susodicho no respondió, se limitó a mirarla. Serio y callado. — Yo…yo… justo te estaba buscando. — El chico alzó una ceja de manera elegante a modo de pregunta. — Yo…ne…necesito hablar contigo. Tengo algo importante que decirte.

Ryoma continuaba con la misma actitud, lo que consiguió alterar aún más a Sakuno. Serio, impasible como si no le sorprendiera o le molestara en absoluto las palabras de la chica. Incluso, por un momento, Sakuno llegó a dudar de hacer bien de seguir adelante con su plan.

Tragó saliva, sintió sus mejillas enrojecer aún más. Su cuerpo temblaba como si un fuerte viento la envolviera y sus manos estaban húmedas. Los nervios la estaban consumiendo. Sentía que le faltaba el aire y que las palabras que tanto había ensayado le quemaban la boca, avivadas con las llamas de todos sus sentimientos guardados callados en su corazón y enardecidas por el tiempo que llevaban ocultas. Tenía que decirlo, no lo soportaría más.

—Ryoma—kun, me gustas mucho.

Su confesión se perdió en el silencio de las vacías canchas de tenis. Su corazón latía tan fuerte contra su pecho, que creía oír el eco por el desierto lugar. Cerró los ojos con fuerza, como si el simple acto pudiera protegerla de la inexistente respuesta y la inexpresiva mirada del príncipe. Entreabrió con temor uno de sus castaños ojos por el temor que el chico ya no estuviera ahí ante el insoportable silencio.

—¿Ryoma— kun? — Le llamó temiendo que no la hubiera escuchado antes o que no le hbiese entendido.

Trató de repetir su confesión. Para ese momento sus nervios habían cesado y una sensación difícil de explicar se había apoderado de ella. Sakuno ya no estaba tan segura de haber hecho lo correcto. El viento que la hacía temblar había desaparecido y en su lugar un líquido frío resbalaba hacía su estómago. Entre abrió los labios —que estaban secos y ella ni lo había notado— para hablar. Sin embargo el ojidorado se adelantó.

—Lo siento. No estoy interesado.

Sakuno sintió como si le echarán un balde de agua helada encima. El temblor volvió a su cuerpo. Sus labios también temblaban, intentaba decir algo. Un algo pesado cayó en su estómago, duro, frío que la dejaba sin aire. Sus ojos escocían al tratar de contener las lágrimas. Desistió de su intento por hablar. Sus piernas reaccionaron a emprender la huida.

Creyó oír a alguien llamarla. No se detuvo, ni volvió la vista. Simplemente corrió.

Sentía el viento golpear su rostro y llevarse al vuelo sus lágrimas. Su corazón latía desbocado, dando golpe tras golpe contra su pecho, martillando como si hiciera un énfasis doloroso en las palabras frescas que flotaban en su memoria. No quería recordar. Necesitaba callar esas dolorosas palabras. Tropezó un par de veces. Chocó con algunas personas que le reclamaron molestos su descuido, sin embargo no detuvo la carrera.

Quería correr y no detenerse ni llegar a casa. Quería seguir corriendo hasta que el cansancio se apoderara de ella. Que sus piernas dolieran tanto que no pudiera moverlas, que se sintiera quedar sin aire y que su corazón golpeara por el esfuerzo, no por el dolor.

—¡Cuidado!

Todo fue muy deprisa. La advertencia logró detener a Sakuno. El sonido ensordecedor de la bocina del auto la puso en alerta. Su cuerpo se congeló, cerró los ojos con fuerza esperando sentir el impacto. Pero un firme y fuerte agarra en su brazo la hizo retroceder y chocar con algo firme y cálido. Un abrazo protector.

Lentamente Sakuno fue abriendo los ojos. Un círculo de personas la rodeaban. No distinguía los rostros, los veía como sombras que interactuaban entre ellas. Veía sus bocas abrir y cerrar al hablar, sin embargo las voces llegaban como un molesto túmulo. Incongruentes e inentendibles.

El abrazo que la protegía se estrechó. Cálido. Se sentía a salvo. Poco a poco, alzó la vista. Se sentía como en un sueño, nada lo percibía como real. Un destello de sol la cegó. Por un rápido lapso de tiempo vislumbro unos ojos grises.

Después tinieblas.

Lentamente abrió los ojos. Una suave luz la cegó por unos instantes. Parpadeó un par de veces para acostumbrarse, al hacerlo se incorporó del lecho en que estaba. Miró a su alrededor tratando de ubicarse en el espacio. ¿La enfermería del colegio? ¿Cómo había llegado ahí? ¿Qué había ocurrido? No lo recordaba. Se llevó una mano a los labios. Jugueteó nerviosa con ellos mientras forzaba a su mente a recordar. Por un impulso la otra mano se dirigió a su cabeza donde no encontró su broche de mariposa. ¿Qué había pasado? De pronto el recuerdo de unos ojos grises la desconcertó. El sonido de la puerta al correr le hizo volver la vista al lugar por donde entraba su abuela.

—¡Sakuno! — Se acercó con semblante preocupado. La interrogó sobre cómo se sentía mientras colocaba una mano sobre su frente. — ¿Qué ocurrió contigo, jovencita? Me metiste un buen susto cuando ese chico te trajo en brazos. ¿Qué paso?

La chica parpadeó asombrada y por unos instantes miró con desconcierto a su abuela. ¿Qué un chico la había llevado en brazos? Sintió sus mejillas enrojecer. No recordaba nada. Sólo que había salido corriendo tras el rechazo de Ryoma.

Ryoma…era verdad. El chico la había rechazado y ella había huido para poder olvidar y no seguir sintiendo ese dolor que oprimía su pecho.

Las lágrimas rodaron por sus mejillas sin que pudiera ocultarlo. Su abuela la miró preocupada, pero no hizo más preguntas. La abrazo contra su pecho permitiéndole sacar todo ese dolor.

¿Otro capítulo? Dejen review. Es gratis.n.n