Estuve algo ocupada útlimamente y además estoy escribiendo demasiados fics a la vez.

Bueno, la historia detrás de esto es... curiosa. BUTTerfly-FADING y yo estabamos hablando por msn y quien sabe como salió el tema de Arthur siendo un criminal por sus cejas. Larga historia.

FFFF- gracias Buttfade :3, sin ti esta historia no hubiera sido posible. Además estaba a mi lado (literalmente) ayudándome a escribir esto.

Hetalia le pertenece a Himaruya Hidekazu, si me perteneciera esto ya hubiera pasado desde hace mucho.


Arthur era un hombre bien conocido mundialmente, aunque no por las razones que a él le gustarían, como el tan increíble té que preparaba o el poderoso imperio que llegó a ser; no, no, él era conocido por una parte del cuerpo que odiaba: sus anormalmente prominentes cejas. Cuando alguien mencionaba a Arthur Kirkland, la primera imagen que aparecía en su mente era un hombre rubio y con, vaya sorpresa, cejas inhumanamente pobladas.

Ahora, para su mala suerte, encabezaba la lista de los más buscados. ¿La razón? sus cejas. Por algun motivo, la Sociedad Internacional de Vellos Corporales había establecido un límite de población de vellos en las cejas, y Arthur sobrepasaba por un número considerable este límite. Claro, pensó en depilarlas e incluso recortarlas, pero extrañamente a las pocas horas volverían a aparecer, hasta que llegó un momento en el que no podía arrancarlas con nada.

Ya no tenía más remedios; o bueno, tenía uno pero moriría antes de pensar en ello: buscar ayuda con Francis. Juró que no usaría esta opción a menos de que fuera de vida o muerte, pero odiaba sus cejas, y odiaba ser un criminal; lo odiaba incluso más que a Francis, así que no lo pensó dos veces antes de ir a pedirle ayuda.

—¿Así que finalmente decidiste deshacerte de esas monstruosidades que tienes por cejas?—preguntó Francis.

—Por más que odie aceptarlo, sí. Pero el problema es que por más que intente depilarlas o recortarlas, no puedo—dijo—. Y pensé que como tú pudiste cortar mi cabello, aunque lo hiciste ver como antes, podrías hacer algo con mis cejas.

Francis lo observó fijamente por unos segundos, mientras se acariciaba la barba. Lucía pensativo; cosa que le pareció extraña, porque el francés no era una persona que pensara mucho, y por otro lado le asustó un poco porque cuando pensaba normalmente no eran cosas muy puras. Finalmente, Francis se levantó y se dirigió al baño, haciéndole señas a Arthur para que lo siguiera.

—No te puedo asegurar que el resultado te guste, pero es lo único que se puede hacer—dijo Francis, con un tono de seriedad en su voz.

—Haz lo que tengas que hacer—contestó Arthur, igualmente rígido.

Abrió uno de los cajones, y revolvió su contenido hasta que sacó unas tijeras profesionales. Arthur recordó que eran las mismas con las que le había cortado el cabello, y se preguntó cómo es que todavía las conservaba; su pregunta fue respondida cuando volteó hacia una de las paredes y vió colgado un reconocimiento como estilista profesional. No sabía si preguntarse por qué Francis era estilista, o por qué había colgado un reconocimiento en el baño; así que solo decidió olvidarse del asunto. Pasó aproximadamente una hora, y Francis se alejó un poco de Arthur para contemplar su trabajo de lejos. El inglés lo miraba nerviosamente, y sus nervios aumentaron más aún cuando Francis soltó un grito horrorizado.

—Mon Dieu! ¡E-estoy seguro de que y-ya no deberían es-estar ahí! ¿Cómo pudo haber pasado esto?—exclamó, llevando sus manos a sus ojos y cubriéndolos para poder seguir proclamándose como estilista profesional.

—Exageras—dijo, levantándose de su silla—, mis cejas no pueden lucir tan mal como antes...

—¡Esque no son tan malas como antes! ¡Son las de antes!—contestó Francis.

—Claro, claro—miró su reflejo—¡Qué me haz hecho rana! ¡Pensé que te desharías de ellas!

Arthur estaba a punto de lanzarse sobre Francis y rodear su cuello con una soga, la cual siempre traía consigo porque nunca se sabe cuándo se necesitará ahorcar al siguiente francés que arruine tu vida; pero Francis le imploraba que lo dejara explicarle.

—Vas a llamarme lunático, pero de todas formas no me importa. Pienso que tus cejas te quieren, y mucho, y por eso no puedes quitártelas: porque son parte de ti—explicó Francis

—¿Estás sugiriendo que mis cejas me aman?

—¡Es la única explicacion razonable que se me ocurre! ¡Piensa, piensa! ¿Qué han hecho tus cejas por ti?—exclamó.

—¡Ahora sí te volviste loco! Esa es la pregunta más estú-—fue interrumpido por un recuerdo de cuando dominaba prácticamente todo el mundo. Estaba solo, sí, pero sus cejas jamás lo abandonaron; incluso cuando el último soldado se fue, sus cejas seguían con él, celebrando su grandeza. Recordó también que la gente lo conocía por sus cejas. Entonces, pensó que sus cejas lo harían ser recordado por siempre; sus cejas eran lo que haría que su imagen viviera por siempre, aunque su nombre fuera borrado por el tiempo—ahora que lo pienso, tienes razón. Me he dado cuenta de que estuve a punto de cometer uno de los peores errores de mi vida. Déjalo así.

—Al fin lo comprendes—dijo Francis, llorando—. Tus cejas son tu marca; como yo y amor por la desnudez. Si yo decidiera un día usar más ropa y deshacerme de la rosa que cubre mis partes, estoy seguro de que ya no me reconocerías, y todos se olvidarían de quien alguna vez fue el Gran Imperio Francés.

—P-pues gr-gracias. Tus palabras están llenas de sabiduria, frog.

Y así, Arthur se reconcilió con sus cejas, y decidió vivr lo que fue el romance más entrañable entre un hombre y sus cejas.

Pero no todo fue miel sobre hojuelas, al salir a la calle, la gente lo miraba como lo que era: un criminal. Mientras presumía implícitamente su marca personal, un grupo de policías murmuraba sobre él. Se acercaron a él, y lo esposaron sin darle explicación alguna.

—¿Por qué me llevan? ¡Yo no he hecho nada!—gritó Arthur

—Sabes bien que tus cejas son un delito muchacho—replicó el policía—, tendremos que rasurarlas. ¡Deberías de estar avergonzado!

—¡Esque no lo entiende, oficial! Mis cejas me aman. ¡Me han hecho ser todo lo que soy ahora!

Sin decir más, el policía lo subió a la patrulla. Arthur seguía gritándoles lo maravillosas que eran sus cejas, pero los insensibles policías no lo comprendían; era inútil seguir intentando y se rindió. Al llegar a la estación de policías lo metieron en una celda temporalmente hasta que un juez dictara su sentencia.

Inmediatamente sintió una presencia. Temía voltear pero su instinto le decía que tenía que hacerlo. Al ver a su compañero, lo reconoció inmediatamente.

—¡Francis! ¡sólo te dejé unos minutos y llegaste aquí incluso antes que yo!—exclamó exaltado—¿Cómo? ¿Por qué estas aqu-?

Lo miró, y pudo notar que estaba desnudo, usando solo su característica rosa cubregenitales y unas orejas de gato. Decidió no querer escuchar la respuesta.

—Todo lo que dijiste sobre nuestra marca personal... ya no tiene sentido—dijo Arthur, entristecido

—Oye, te dije que era tu marca personal, sí, pero jamás dije que fuera legal—contestó, después, dirigiéndose a los policías dijo—. Muchachos, tengo hambre, ¿alguien sabe cuando llegará la comida?

Arthur estaba sin palabras. Después recapacitó, Francis siempre sería Francis.

Le Fin.


Las reviews ayudarán a sacar a Arthur de la cárcel. Gracias por tomarse el tiempo de leer esto.

Arthur: YO NO MEREZCO ESTO!

Monstruo: tú tranquilo, es solo ficción escrita por una persona mentalmente inestable.

Francis: ohohohohoho pues a mi me gusta la celda.

Monstruo: espero que sí, porque el siguiente capítulo es sobre como llegaste ahí.

FFF estoy drogada (?)