Un corazón palpitante
Capítulo primero
Cerró la puerta tras de ella.
Y se dejó caer.
Tu piel antes desnuda ahora cubierta por una corta camisa, tocó el frío material del piso de mármol. Su rostro sonrojado levemente y su boca entreabierta, daban a su aspecto desaliñado un tanto agotador.
Y no era para menos.
Sus manos reposaban desoladas a ambos costados de su cuerpo. Su frente en alto observaba con quietud el cristal que adornaba la iluminación del cuarto. Dejó que sus piernas se acurrucaran hacia su pecho y dejó descansar su cabeza en sus rodillas.
Había sido una larga noche.
Con todas las fuerzas que su menudo cuerpo le daban, fue parándose lentamente hasta posar ambas manos en el lavado con firmeza. Temiendo encontrarse con la persona que reflejaba el espejo, fue levantando el mirar hasta posarse con esos ojos rojos. Los cuales era poseedora.
Sakuno Ryusaki.
Asombrada con su actual aspecto. Abrió el grifo y usando sus manos como cuencas, esparció el agua por su rostro. La sensación fría del líquido, le tranquilizaba. Notó al secarse, lo sonrosado de su rostro.
Sonriendo a su reflejo, se dispuso a salir del cuarto. Ahí, aún en el marco de la puerta, lo divisó.
Ahí mismo donde lo dejó.
Sonrió con ternura a medida que avanzaba hacia esa persona. Unos descuidados mechones de cabello tapaban el rostro apuesto de su acompañante. Una faz despreocupada y adormilada.
Tomó asiento al lado de él y acomodó aquellos rebeldes cabellos, para luego acariciar con infinita dulzura la mejilla de este. Sólo una sábana totalmente desordenada cubría el cuerpo de su amante.
El pecho bien formado quedaba al aire, deslumbrando a la muchacha como si fuera la primera vez que lo viera.
Cerró sus ojos en su pena, dejando que una sombra rojiza recorriera sus mejillas.
En su mente, los recuerdos difusos de una noche en la cual la razón se perdió entre risas y piel. En donde el frío e indiferente rostro desapareció para dar a lugar a uno infinitamente apasionado e irresistible.
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Érase casi medianoche de un día nevado.
La reunión con motivo del cumpleaños de uno de los miembros del prestigiado equipo de tennis local, se había aplazado hasta mediados de la noche.
La alegría bailaba en el ambiente. Habían asistido varios de los participantes del antes mencionado club y festejaban librándose momentáneamente, de las preocupaciones del ritmo de vida que llevaban.
En una esquina, algo apartada del bullicio del gran salón en el que se encontraba, una joven mujer bebía silenciosamente de una copa de vino. Su rostro delicado mantenía una sonrisa inteligible a los invitados que, de vez en cuando lanzaban una descarada mirada a la jovencita.
Una de sus delicadas manos sostenía la copa y la otra estaba fuertemente aferrada a su bolso de mano. No era que la estaba pasando mal pero muy dentro de sí, deseaba con todas sus fuerzas que alguien la acompañase en ese momento.
Su frágil figura cubierta por un negro y sencillo vestido de satén era imán para toda clase de mirada. Y ella, jamás fue ni estuvo acostumbrada a ser el centro de atención.
Y menos que fuera de forma involuntaria.
-Porque dejé que Tomoka me arrastrara a esto…- pensó con cierto recelo mientras bebía de la copa. El vino recorría su sistema con rapidez.
Rojizos ojos vagaban por el salón, notando con discreción como los miembros titulares estaban reunidos en un mismo sitio disfrutando animadamente. Posó su vista en cada uno de ellos, hasta encontrarse con el objetivo de sus miradas.
Aunque, él siempre lo fue. Quien? Ryoma Echizen.
Los ojos gatunos del muchacho se limitaban a observar el oscuro alfombrado sobre el cual sus zapatos reposaban. Sentado de forma aburrida, con una mano sirviendo de apoyo al joven rostro, el tenista oía desinteresando en lo absoluto como sus demás compañeros relataban historias que aún no era fijas.
Un futuro aún no escrito. Sólo sueños…
-Hey Ryoma.- llamó un joven más alto que él y que estaba a su lado. Un vaso medio lleno posaba en su mano.- Dime, como va todo contigo…haz estado muy callado.- decía animadamente Momoshiro, sonriéndole ampliamente.
Los ojos de dorado color se desviaron del piso y le miraron confusos.
-Lo de siempre Momo…-dijo en un suspiro y volvió a su posición anterior.
Los que rodeaban al prodigio del tenis le miraron confusos. Desde que llegó a aquella reunión Echizen había mostrado un carácter esquivo e irritante. Tanto para sus amigos como para quienes no le conocían.
Y ella también lo notó.
Dejó la copa en la mesa más cercana que encontró, más tuvo el impulso de seguir bebiendo. Era joven y el dulce sabor del vino le había fascinado. Además era lo único que podía hacer además de mantenerse distante a quienes la veían con malos ojos.
Pidió al camarero que le sirviera un poco más, sin sospechar que desde hace un buen tiempo una mirada gatuna se había sumado a las descaradas.
La había estado observando con extraño interés desde que puso un pie en la residencia. Al principio se preguntó que era lo que esa mujer estaba haciendo en una esquina, apartada de los demás.
En pocos segundos había obtenido su respuesta.
De la nada aparentemente, una muchacha eufórica y con un peinado de coletas altas vino hacia él con gran emoción en su andar.
-¡¡¡Príncipe Ryoma! Que bueno que haya venido, príncipe.- empezó la jovencita muy cerca del muchacho. Este frunció el ceño un poco incómodo por la repentina aparición. Después, la joven de nombre Tomoka, siguió parloteando pero él hizo caso omiso y cuando la joven paraba para respirar, desapareció de su vista.
Aquella mujer se había separado de su eterna acompañante a los partidos, dejándola técnicamente abandonada entre tanto desconocido.
No era muy simpatizante de esas acciones y aquello le resultó desagradable viniendo de la muchacha de coletas.
La siguió con la mirada. Notó lo incómoda que se encontraba al estar separada de las personas que conocía. Tuvo el impulso de ir y acompañarla. Aquella muchacha no le era del tanto indiferente.
Además prefería el silencio de la mujer a soportar a personas que se acercaban a él sólo pro sus méritos obtenidos como deportistas y que sólo querían llenarle el oído de agradables palabras para ganar su simpatía.
Inflarle el ego, todavía más.
Vaciló un instante antes de ponerse de pie y perderse entre la multitud de la habitación. Algunos se animaron a seguirle pero desistieron al notar la negativa del mucho que estaba sentado al lado del tenista.
Ya habían comprobado el mal genio que el "príncipe" traía consigo.
Se acercó a ella con sigilo. Procurando que esta no le notase en lo absoluto. Observó como ella pedía a uno de los camareros que le sirviese más líquido en su copa. Le sorprendió que aquella castaña le gustase el licor. Talvez eso le daría la valentía que no tenía cuando estaba en perfecto estado.
Sonrió, sin querer, con cinismo.
La miró con extrañeza. Sabía su nombre, sabía familia de quien era, sabía (aunque no le importase demasiado) amiga de quien era…Más él, que era capaz de jugar con la mente y emociones de su contrincante, provocarlos o analizarlos, no podía simplemente saber lo que ella ocultaba tras esa fachada de timidez y torpeza.
Su atención fue acaparada.
Bebió un largo sorbo de su copa y suspiró al final, pesadamente. Sus ojos color rubí eran sombríos y un ligero tinte rosa cubría la superficie de sus mejillas. La mano en su bolso temblaba ligeramente y apenas sentía sus pies.
Talvez había estado mucho tiempo de pie.
Usando el tacto de su mano, palpó las paredes de la habitación hasta salir de ella. Tuvo que pasar por incontables personas que bloquearon su paso al estar bailando y unas cuantos conversando. Su vista, que se tornaba nublosa, era un impedimento más para poder salir de aquel salón.
Cuando por fin pudo salir, aún con la copa en mano, logró visualizar una silla solitaria en el pasillo. Fue y dejó caer todo el peso de su cuerpo en el asiento. El vidrio de su mano cayó en el alfombrado, rodando ligeramente.
Su cabeza cayó en la superficie de sus muslos y los cabellos recorrieron su espalda para caer a sus costados. Largos cabellos ondeados color castaño oscuro tocaban sus hombros y cubrían en totalidad su rostro.
"Porqué había venido"
Era lo que se repetía constantemente en su mete. La falsa esperanza de que alguien especial la notase. Quien fuere. No necesariamente tenía que ser la persona a quien ella profesaba amor y admiración.
El joven tenista que jamás volteó a verla.
Rió en ironía estando esa posición. Juntó sus manos y apoyó cómodamente su frente en ellas. Parecía que rezara.
Talvez eran las copas de más, pero su rostro se sentía tibio y su aliento, un poco "pesado". Los ojos rojizos se abrieron un poco, confusos y lagrimosos.
"Por qué justo tenía que ser él"
En su mente aparecían cual destellos, el rostro de la persona que tanto estimaba. Cada detalle de su faz: sus ojos dorados, los labios desafiantes, el cabello entre negro y verde... Amaba todo de él.
Incluso esa actitud pedante. También la amaba.
Solitarias lágrimas rodaron por sus mejillas hasta hacer contacto con sus manos. Al sentir el líquido en ellas, se percató de que estaba llorando. Levantó su mirar y secó con una simple mano la lluvia de sus ojos.
-Creo que ya…que ya debería…debería irme…-articuló para sí, no muy conciente de lo que decía.
Buscó su bolso pero no lo encontró con ella.
-"¿Lo habré dejado en el salón…?" – se preguntó la muchacha.
Utilizando la pared como apoyo, trato de equilibrar su cuerpo. Sus zapatos de tacón alto no le ayudaban en lo más mínimo. Caminó torpemente y se asomó por el marco de la puerta.
Sin inmutarse siquiera del muchacho que, sin querer, había pasado de largo.
Lo que veía con sus rojizos ojos le mareaba. La misma música, la multitud de personas y eso que ahora tenía visión doble…, el ambiente cargado le intoxicaba.
Retrocedió un par de pasos hasta toparse con algo que no era precisamente una pared.
Unas manos se apoderaron de sus hombros desnudos, sintiendo la tibieza de la piel como un shock eléctrico. Alguien estaba detrás de ella.
Desconcertada y un poco asustada, miró por encima de su hombro, a la persona que la sujetaba y parecía no querer dejarla. Su temor pasó a sorpresa al notar quien era.
Ojos rojizos chocaron con unos de dorado color.
-Haz bebido demasiado.- le susurró en su proximidad.
El ligero tinte rosa que tenía en sus mejillas aumentó con el sólo echo de sentir su aliento caer en su piel. Su labio inferior tembló y sintió que el alcohol que había bebido, estaba haciendo su efecto en ese preciso momento.
-Ryoma!- dijo casi en gritó y se sintió desfallecer. Sus rodillas temblaron y cedieron en caer.
Más él, en rápido movimiento, no permitió que la mujer cayese al suelo.
-Creo que demasiado, es poco decir contigo, Ryusaki.- los ojos gatunos analizaban el rostro sonrojado y sudoso de su rehén.
-Lo…lo siento…- mostrando una ligera sonrisa, Sakuno se disculpó sin sentido.
Echizen esbozó una media sonrisa y la ayudó a ponerse de pie.
Ella le devolvió el gesto, sonriendo penosamente mientras que arreglaba un poco su vestido corto. Lo único que permitía que el traje cayese de su cuerpo, era un simple lazo que, amarrado detrás de su cuello, caía en su espalda desnuda dándole arreglo.
Se sintió aún más nerviosa cuando notó que el tenista no apartaba la vista de cada movimiento que ella hacía. Sintiéndose observada era inevitable que cometiese torpezas.
Y así lo hizo.
Las rodillas sintió temblar y esta vez, el "príncipe" no pudo evitar que cayese.
-No puedo ni pararme…- susurró con una sonrisa vencida en su fino rostro.
Ryoma no tardó en acercarse a ella y colocarse a su altura. Tomó sin pedir una mano y tiró con suavidad de ella hasta ponerla de pie nuevamente. Todo esto ante la mirada atónita de la jovencita.
Jaló de su mano aún si soltar, la colocó frente suyo. Ella le veía con el rubor presente en sus mejillas y con unos ojos soñadores. Pero, sin previo aviso, fue sentada de golpe en el asiento el cual hace momentos había dejado.
Los ojos ámbar se posaron en ella. Para soportar su peso, el muchacho había colocado sus manos en ambos braceras del asiento. El rostro de él estaba a escasos centímetros de algún roce.
Más no vino.
-Quédate acá. – fue lo único que le dijo antes de desaparecer por aquella puerta y sumergirse en la multitud de la fiesta.
Aún no saliendo de su estupefacción, Ryusaki Sakuno hizo lo que le habían mandado a hacer. Quedarse quieta en aquel banco.
En pocos minutos, un extrañamente despeinado Ryoma salió del marco de la puerta. En sus manos, llevaba el pequeño bolso de la castaña.
Arreglando un poco los mechones negros de su cabello, el prodigio se detuvo en su andar, frente a la muchacha.
-Bien, nos vamos.- le ordenó. Entregándole el paquete.
Sakuno abrió sus labios para hablar pero, le era difícil articular palabra. Era increíble lo rápido que el licor estaba circulando por sus venas. Suspiró cansada y con ayuda del muchacho, logró ponerse de pie sin tambalear.
Antes de cruzar el lumbral que los despediría de aquella reunión, la jovencita de ojos rojos susurró unas cuantas palabras al hombre que la estaba ayudando. Sus párpados comenzaban a caer y todo se tornó borroso.
-Gracias…Ryo…Ryoma-kun.- la dulce voz cesó y el tenista cerró sus ojos.
Paró un taxi cercano y pidió que lo llevase a una dirección en particular.
Acomodó lo mejor que pudo a la joven mujer en el asiento al lado suyo y, pidiendo un permiso que no fue escuchado, hurgó en la cartera de ella en busca de alguna dirección. Encontró todo tipo de cosas que llamaron atención más no interés, lo cerró y no le quedó otra opción que llevarla a aquel lugar.
Su apartamento.
Distraído y a la vez no muy seguro de lo que estaba haciendo, miraba por el vidrio, lo copioso de la nieve, había caído abarcando calles y veredas.
Suspiró cansadamente. Odiaba estas fechas, más aquí estaba. Fuera de su apartamento y con una muchacha con la que, apenas en su vida había hablado, en el mismo carro. Curioso, la miró de reojo. Tuvo que girar la cabeza que estaba apoyada en su mano.
Notó lo pacífico del rostro dormido y el hilo rojizo que cubría unas tibias mejillas. El abrigo que él había traído estaba posado en los hombros de esta, cubriéndola casi en su totalidad.
Su delicada figura no era rodeada por sus brazos. El pedazo de tela se llevaba aquel privilegio.
Movió ligeramente su cabeza tratando de apaciguar calor repentino de sus mejillas.
"Qué estaba pensando…esas cosas se las dejaba a Momoshiro, pero él…no. De él, nadie sospecharía…nadie"
Entrecerró sus gatunos ojos y perdió su vista en el "paisaje". Más su mente intranquila, no le dejaba en paz y unos no muy santos pensamientos comenzaron a darse forma en su cabeza.
Volvió a ruborizarse, pero esta vez, se permitió gozar de ese pequeño calor que su cuerpo le brindaba.
Un bache en la vía hizo que el cuerpo de Ryusaki cambiara de posición. Ahora el embelesador aroma de los cabellos, le cubría el olfato. La de encantadoras maneras estaba recargada en el hombro del indiferente tenista.
Agregó dos cosas más a permitirse.
El cuerpo de ella pegado al suyo.
Y un brazo que rodeaba los hombros frágiles, atrayéndola más a él.
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Continuara
Holas, aquí les traigo una nueva creación mía. Espero que sea de su agrado jejej A decir verdad iba a hacer un one shot pero me salió demasiado largo. Ya tengo escritos los demás capítulos… Advierto, tendrá lemon de la pareja Ryoma x Sakuno. En fin, nos vemos chaufis n.n
