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La huida

Ahora se encontraba allí, en la entrada de La Madriguera, donde el interior se une con el exterior. Allí apoyado sobre el marco de la puerta con una sola mano mirando hacia dentro con intención de encontrar a alguien. El silencio cultivado en ese lugar le hacía oír con total claridad su agitada respiración a causa de perseguir por todas partes a su amiga.

Luego de perderle el rastro siguió buscando a ciegas. Por un momento pensó que le sería imposible encontrarla, hasta que un presentimiento lo condujo hasta allí, donde se encontraba parado en este momento.

Si vacilar Harry entró en La Madriguera a paso lento. Daba la impresión de estar desierto, ni una mosca revoloteaba siquiera en el aire, pero él podía sentir que no estaba solo, algo dentro suyo le decía que ella estaba allí.

No había hecho más de cinco pasos cuando pudo escuchar un débil sonido, el cual no puedo distinguir, que lo obligó a agudizar su oído para detectar la dirección de este. Caminó por los pasillos, a medida que se acercaba pudo saber que aquel sonido eran unos sollozos, además supo que la dueña de esos sollozos era Hermione y estos prevenían de la parte inferior de la escalera.

Una vez de frente solo dos metros separaban uno del otro, ella sentada sobre el fio suelo trataba de secar sus lágrimas para ocultar inútilmente si estado de ánimo. No podía engañar a nadie y lo sabía, eso reflejaba Harry en su mirada, una mirada de angustia y preocupación que Hermione no podía ver porque tenía la cabeza agachada mirando al suelo.

De un solo movimiento Harry se colocó junto a ella, sentándose con las rodillas recogidas sin decir una pablara.

Hermione paró el llanto frotándose la nariz con la mano y siguió mirando con la cabeza inclinada con dirección al suelo.

Por largos minutos solo se dedicaron a hacer silencio y escucharlo con atención, mientras esperaban que la arena del reloj dejara de caer. Y fue Hermione quien dijo las primeras palabras sin dejar de mirar el suelo.

– ¿Por qué me seguiste?

– ¿Por que fuiste sola?, no ibas a…

–Pensé que si me veían se acordarían de mi.

–Hermione…

Ella no pudo aguantar más y explotó en lágrimas, dejándolas deslizar por sus mejillas y caer en el suelo una tras otra. Ya no tenía voz para seguir hablando, aunque quiso contenerse no pudo, porque se quebró poco a poco recordando el momento cuando los vio.

Los había esperado por horas, sentada sobre la vereda de enfrente de su antiguo hogar hasta verlo llegar. El corazón se le encogió al ver a sus padres frente a ella, Hermione quería correr para abrazarlos no le importaba nada en ese momento. Se puso de pie y con mucho temor cruzó la calle con la vista puesta en esas dos personas que de espalada a ella abrían la puesta de su casa.

Una vez en la misma vereda Hermione se acercó a ellos y trato de pronunciar unas palabras que no salieron de su boca a causa la sequía que le provocó el miedo. Solo se quedó mirándolos fijo mientras ellos se deban la vuelta para ver quien había aparecido frente a su puerta.

–En que puedo ayudarte –preguntó el señor.

Hermione no decía nada, el nudo en su garganta no le dejaba hablar.

– ¿Estás perdida niña? –inquirió la señora que, miraba de manera confusa a la chica.

Un silencio espeso rodeó el lugar, Hermione agacho la mirada ante la pregunta de la señora que una vez fue su madre. Los recuerdos que alguna vez ambos compartieron solo vivían en ella, cada momento vivido desde su nacimiento hasta aquél día, cuando tomó la decisión de borrarles la memoria, Hermione los recordaba muy bien. Pero ello no.

La mirada de los dos señores que tenía frente a ella se llenaron de temor, entonces supo que tendría que hablarles para que no huyeran asustados. Mojó sus labios y conteniendo las ganar de caer en sus brazos llorando dijo:

–No quiero asustarlos pero… pero tienen que creer en lo que tengo que decirles.

Esto no tranquilizó a los señores que ahora parecían verdaderamente asustados y preocupados.

–Niña te encuentras bien, has tomado algo extraño –la señora quiso acercarse a Hermione pero su marido la tomó del brazo alejándola de ella.

–Esperen tengo que decirles…– la voz se le quebró y lágrimas nacieron de sus ojos.

–Vete, vete de aquí –dijo el señor asustado mientras retrocedía con su mujer en brazos.

–No por favor, tienen que escucharme.

–No, no tenemos, eres una extraña.

– ¡No lo soy! –vocifero ella.

– ¡Sí que lo eres!, que quieres–el señor levantó la voz por encima de la voz de Hermione.

– ¡Soy su hija!

– ¡Estás loca, no tenemos ninguna hija! –y cerro de un golpe seco la puerta.

Hermione quedó derrotada, no pensó que la visita a su antiguo hogar iba a ser tan desastrosa, comenzó a correr a toda velocidad con lágrimas en los ojos sin pensar a donde ir. Pudo oír unos pasos tras ella que la perseguían, miro hacia atrás y reconoció sus lentes. Eso lentes que solo poseía Harry Potter, el mismo que le dijo –no vayas–, y por eso huyó de él cuando éste la perseguía, el mismo que ahora secaba sus lágrimas, con el pulgar su mano, sentado junta a ella.

Alzó la mirada que tanto tiempo oculto mirando el suelo y la colocó frente a los cristales transparentes que él tenía delante de sus verdes talismanes. Los ojos de ella gritaban «por favor no te vayas», inundados de lágrimas. Si antes huyó de él, solo fue por idiotez.

Se desmoronó en los brazo de Harry desahogándose entre su pecho. Harry acariciaba sus cabellos castaños abrazándola con fuerza comprendiendo que el dolor salía en forma de tibias lágrimas de sus ojos. Acarició la cálida piel de Hermione y se estremeció al tacto suave de ella.

El silencio los acompañó todo el tiempo hasta que las lágrimas dejaran de salir y se secaran. Los ojos hinchados de Hermione no goteaban más. Se apartó de su amigo y mirándolo dijo:

–Harry me observante todo el tiempo allí.

–Desde que llegaste.

–Gracias por seguirme.

Harry le mostró una sonrisa sincera.

–De nada Hermione.

El semblante de Hermione cambió, no era gris como antes, se había vuelto a iluminar su rostro.

– ¿Me ayudaras a recuperar lo que pedí?

– Claro que lo haré…

El estático silencio de La Madriguera murió cuando la puerta se abrió y toda la familia Weasley entró hablando a gritos, unos con otros en conversaciones cruzadas que se hacía imposible entender para cualquier oído por mas agudizado que este.

Sobresaltado ante la repentina y ruidosa llegada de los Weasley, Harry propinó un salto con el cual casi deriva dos cuatros que se alojaban sobre la pared. El ruido que provocó la salvada a tiempo de ello atrajo la atención de Ginny que, a paso veloz se acercaba al lugar donde Harry y Hermione estaban.

–Harry ¿Estás aquí? –dijo la chica pelirroja incrédula por el sonido que salió de la nada.

Hermione se dio cuenta que Ginny se acercaba y se arrinconó mas para no ser vista, le hizo un gesto a Harry de silencio, haciéndole entender a él que no diga nada, de su paradero ni de lo ocurrido anterior mente. Harry asintió y salió de allí para detener el avance de Ginny y evitar que vea a Hermione.

–Harry, ¿qué hacías ahí?– preguntó la chica extrañada.

–Nada solo pase a…–de reojo miraba rincón donde Hermione se ocultaba de todo el mundo– saludar y no encontré a nadie.

–Bueno, ven.

–Pero… –Harry no quería dejar a Hermione sola, tenía que continuar la charla con ella, no quería delatarla, pero Ginny estaba muy insistente con él para que la acompañe.

–Vamos Harry, te traje un obsequio del partido de quidditch –Ginny tironeaba de su brazo para llevarlo con ella.

–No, esp…

La pelirroja parecía no hacerle caso a las palabras que intentaba decir Harry, ella continuaba tirándolo de la mano, aunque inútilmente puesto que él se resiste muy bien al intento de arrastre por parte de ella.

–Espera Hermione… – estas palabras la hicieron detener, un silencio espeso los abrazó por un segundo, Harry consiente del error cometido la miró. Sintió como las manos de Ginny abandonaban su brazo con una expresión de incredibilidad en su rostro.

–Como me llamaste.

–Lo siento, tengo que ir me.

Harry desapareció de sus los ojos. No sería capaz de aguantar preguntas y reproches por parte de Ginny, el error le costó mucho, tuvo que dejar a esa persona sola en aquel obscuro rincón.

Esa persona, Hermione, atónita escuchó todo lo sucedido a centímetros de ella, sabiendo ahora que Harry se había marchado. Aguantó la respiración para no hacer ningún sonido hasta que Ginny abandonó el lugar.

Ahora se encontraba abrazada a ella misma oculta en la soledad del aquel rincón, su único refugio, donde no quería ser interrumpida por nadie. De vez en cuando escuchaba pasos cerca de ella, voces que sonaban al pasar, pero por suerte nadie se interesaba por aquella esquina olvidad. Solo una persona sabía de aquel rincón, solo una persona sabía todo lo que vivió aquella tarde y justamente era la única persona a la cual ella podía confiarle tan importante secreto; el único que podía entenderla.

No quería quedarse dormida en ese lugar, la noche gobernaba el cielo y unos rayos de luna entraban por las ventanas y se proyectaba en el suelo, cabeceaba pero se negaba a cerrar los ojos. Respiró y decidió salir de allí, no podía seguir oculta toda su vida.

Cada paso que daba por la penumbra lo hacía con sumo cuidado para no llamar la atención, sigilosamente subió a un cuarto donde su bolso se encontraba hecho, reposando sobre una cama. Que iba a hacer de ahora en adelante, nunca se planteó esa idea, antes el tiempo era tan incierto que todo cambiaba minuto a minuto, un día podía estar y al otro dejar de existir. Pero donde se iría, no tenía otro lugar donde ir, no podía escapar. Sentía una cuerda en su cuello, presionando con fuerza cada vez llegaba a esa conclusión.

Escuchó la puerta crujir a sus espadas, por momento se inundó de pánico y se dio la vuelta.

– ¿Donde te habías metido? –preguntó Ron desde el umbral.

–Nunca me fui–respondió ella.

Ron notó el desmejorado rostro de Hermione.

–Mira como estas, algo pasó…

–No pasó nada–respondió la chica de manera cortante.

–Claro, a mi no me lo puedes contar pero a Harry sí.

Hermione lo miro fijamente, retándolo con la mirada, pero no abrió la boca.

–Ginny me dijo que lo vio hoy–dijo en tono de reproche Ron– ¿Y ese bolso?

No aguantó una sola palabra mas Hermione, en ese instante tomo la decisión que en su cabeza rendaba por mucho tiempo.

–No creo que lo entiendas Ron.

Al decir estas últimas palabras tomó el bolso y se marcho dejando al pelirrojo solo en aquella habitación con la mirada perdida. Ella dudaba si ir allí o no, pero algo dentro de sí la llevó.

Al llegar hizo tres pasos hacia delate y lo vio a él esperándola en su puerta a ella.

...


Gracias por leerlo.

Espero les guste, tratare de actualizar una vez por semana.

Un saludo...