Era un día de lo más normal, mi padre recién me recogía de la escuela. Era una de las pocas ocasiones en las que se encontraba en la ciudad. Todo el tiempo viajaba y desde que mi madre nos dejo, la familia Mertins perdió todo su brillo. Mi padre solo rara vez sonreía y mi hermana, estaba tan deprimida como para darse cuenta de el daño que me hacía no estar en su compañía. Así que en lo general era un día de lo más normal. Yo sólo iba viendo el paisaje por la reluciente ventanilla durante el recorrido a casa. Mi casa se encontraba en los suburbios, encima de una colina rodeada de un hermoso jardín, en el cual en el centro se encontraba un fuerte árbol. Según me han contado lo sembró mi tatarabuelo. En realidad mi familia era una familia acomodada a la cual no le faltaba nada. Pero cuando dicen que nada puede comprar la verdadera felicidad tienen mucha razón. Estaba inmerso en mis pensamientos cuando noté que la canción que tocaba en el radio fue interrumpida por lo que se presentaba como un anuncio especial. Una voz fuerte y ronca hablaba
- Entramos en fase amarilla de emergencia nacional, se notifica a la nación bajo la aprobación de La Casa Blanca, que las tropas de China y Norte Corea se encuentran realizando un bloqueo naval al sur de Florida y se sospecha se preparan para desembarcar en las próximas tres horas -
Ha pesar de que esto pareciera muy crítico en realidad en las últimas dos semanas se había vuelto muy normal estar escuchando diariamente a través de todos los medios de comunicación los grandes avances que se daban en el progreso de la Gran Tercer Guerra Mundial. Sin embrago mi padre decía que mientras no entráramos en fase roja o las bombas nucleares no fueran utilizadas no habría nada que temer. Que Estados Unidos triunfaría en esta guerra y que todo habría terminado para Diciembre. Sin embrago esto no dejaba de ponerme nervioso cada vez que lo oía. Note como llegábamos a la metálica y pesada puerta de mi casa. Las bisagras rechinaban mientras que Alfred, nuestro mayordomo habría la puerta. Él era un hombre ya grande con una modesta barba blanca y unos pocos pelos de el mismo color que todavía sobrevivían al paso de el tiempo. Sin embrago a pesar de su posición yo lo veía como el padre que perdí hace tres años. Tras la muerte de mi madre, debido a que mi verdadero padre, nunca estaba y el poco tiempo que pasábamos juntos, no se dignaba a hablarme. Debido a lo cual yo decidí cerrarme dentro de mis sentimientos, pero cuando me encontraba peor que nunca, Alfred llegó, me apoyo, escucho, cuido y me ayudo a salir de mi depresión. El auto avanzaba mientras daba pequeños tumbos por el viejo y lleno de piedras camino que atravesaba el jardín hacía mi casa. Cuando el auto se detuvo me bajé rápidamente, y le dí un gran abrazo a Alfred, para después decirle que hablaríamos más tarde. Ojalá no lo hubiera hecho porque esa sería la última vez que escucharía su voz. Comenzé a subir las escaleras hacía la segunda planta. Y encontré a Fionna, mi hermana dormida en el sillón tranquilamente. Dormía con su su largo y rubio cabello tapándole un ojo mientras se recargaba sobre uno de sus brazos para acomodarse. Tenía una muy blanca piel al igual que yo y mi padre. Aún traía su ropa de escuela puesta. Probablemente se puso a dormir nada más al llegar de la escuela. Estaba muy plácidamente dormida, sonreía y se veía como si no tuviera un solo problema en el mundo. Me pregunto que soñaba, ¿Que mamá nunca hubiera muerto?, probablemente. Porque juro que cuando dormía era el único momento en el cual sonreía genuinamente. Deseaba tanto tener a la vieja, feliz, alegre, y explosiva Fionna de vuelta, pero desgraciadamente parecía que ella nunca volvería. Rápidamente sacudí mi cabeza sacando esos pensamientos de mí, sabiendo hacía donde me conducirían. Entonces recorrí el pasillo y entre a mi habitación. Estaba bastante cansado sin embargo, realmente necesitaba una ducha de forma que entre a mi baño, me desvestí, y comencé a darme un baño. El agua caía sobre mi cabeza y se deslizaba sobre mi rubio cabello, mientras yo solo trataba de dejar de pensar en mi vida. Suficientemente pronto acabé me puse mi pijama favorita, que era de dos tonos de azul, mi gorrito blanco con dos orejas de oso, que uso para dormir y me metí en mi cama dispuesto a dormir. Dormir y jugar a ``Dungeons´´ en mi consola era lo único que de verdad me limpiaba la cabeza y recordaba qué era qué. De modo que me cubrí con las mantas y dejé a mi mente divagar como quisiera. Después de un poco me dormí. Pero después de lo que sentí como unos pocos minutos. Me desperté porque alguien me agitaba como si fuera el fin del mundo. Era Fionna la cual me gritaba desesperadamente mientras me agitaba, sin embargo no podía oírla porque al mismo tiempo estaba sonando una fuerte alarma. Y un entorpecedor sonido acompañaba a el ahora pesado aire. Fionna no se detenía, de modo que muy enojado y con algo de sueño le dije
- ¡¿Que RAYOS te pasa.. a de ser como LA UNA DE LA MAÑANA, y que es ese maldito SONIDO?! -
Ella aún asustada y algo irritada me contesto de la misma manera
- FINN…LAS BOMBAS…ya están AQUÍ -
Mi expresión cambió inmediatamente.
