Título: What It Takes
Pairing: Sam/Dean
Rating: R, y por ponernos optimistas.
Disclaimer: No me pertenecen nada, ni siquiera un trocito.
Spoilers: Del final de la tercera .
Keep fighting (Because that is what we do)
And take care of my wheels. (Because is the only home I got, besides you)
Sam, remember what Dad taught you... (But over all)
Remember what I taught you.
Mientras la voz de Sam hace giros imposibles y se rompe en curvaturas extrañas en el asiento del copiloto, la mirada de Dean se pierde por un momento en las líneas desgastadas de la carretera. La canción, una balada del rock que suena casi como un himno, resuena contra el esqueleto de acero del coche, contándo una historia que bien podría ser la suya "I´m a cowboy, on a steel horse I ride. I'm wanted, dead or alive". Podría serlo claro, si no fuese por el infierno.
El interior del impala está oscuro, franjas de luz intermitentes llegan de lugares desconocidos y lo iluminan por momentos. A su lado, Sam hace un gallo más desafortunado que el resto y rompe a reír, un cuerpo gigantesco que vibra con la potencia de los trenes de mercancías y con carcajadas profundas que le hacen olvidar por un momento la presencia asfixiante de las horas que se avecinan. Porque cuando Sam se ríe así, Dean no siente que haya perdido en absoluto.
Siente, en cambio, que ganado la batalla. No la batalla contra el infierno, esa se librará dentro de unas horas en una casa oscura de New Harmony, Indiana. Sino la batalla de la vida de Sam. Han luchado el uno por el otro hasta el extremo de las posibilidades, pero en la rueda de vida, muerte, dolor y sacrificio en la que se han metido solo puede haber un ganador y Dean lo sabe. Es la batalla de su vida, la única que nunca ha aprendido a perder.
Por eso, mientras calca el botón de rebobinado del viejo casette del impala, se despide. Se despide cuando vuelve la cabeza hacia Sam y le mira, todo ojos brillantes que vuelven a corear entre risas una canción de vagabundos y condenados, e intenta despedirse también cuándo detiene el impala al borde de la carretera y se gira en el asiento, buscando una frase lo bastante graciosa, un chiste lo bastante guarro o un insulto lo bastante ofensivo como para que en realidad no suene a despedida. Sam es más rápido claro, como lo ha sido siempre, rápido para darse cuenta de que las palabras no sirven de nada y de que el tiempo que se agota es excusa suficiente para agarrar a Dean por un extremo desgastado de la chaqueta y besarle, llenado con labios y dientes los espacios para los que las palabras se quedan vacías.
Y merece la pena, haber pagado el precio de la muerte por la vida de su hermano. Y merece la pena también, ir al infierno por un beso suyo.
