Ellos detuvieron la guerra…

Siglos atrás cuando Crystalia estuvo sumida en la oscuridad, un grupo de valientes tomaron la decisión que cambiaría el transcurso de la historia. Aseguraron que la magia prevaleciera y que los inocentes no sufrieran.

Ahora una nueva batalla se está formando…

Mikan Yukihara ha vivido gran parte de su vida en la tierra, ha visto y experimentado horrores que nadie a su corta edad de veinticuatro años debería haber pasado. Su vida se ha visto oscurecida por la ambición y codicia convirtiéndola en lo que siempre ha temido. Pero ahora que es capaz de regresar a su mundo lo último que quiere es llamar la atención, sin embargo cuando la aterrorizada cara de un niño aparece en el mágico folleto todos sus planes e intenciones quedan en el olvido.

Incapaz de ignorar las injusticias de Crystalia, se enlista en los dos torneos más importantes del año, sin prestar atención al hecho de que todos los habitantes del mundo van verla. Con su identidad descubierta Mikan se enfrenta a una nueva clase de persecución, nuevos horrores asechan en su mente y nuevos miedos entran en sus pesadillas.

Y es el deber de alguien detenerla…

El agujero negro que era su vida pronto se ve convertido en un campo de batalla. Ella es la pieza clave que todos necesitan y es su elección participar en este nuevo juego por el poder.

Los personajes de GA no me pertenecen. La historia es una adaptación del libro que estoy escribiendo, si gustan pueden leerlo en Wattpad


La luz de las farolas brillaba sobre las empedradas calles del distrito rojo, opacando el etéreo brillo de las lunas. Múltiples tabernas y burdeles bullían de actividad proporcionando placeres carnales y lujos clandestinos a los acaudalados clientes que concurrían sus establecimientos.

Cerca de la calle principal un hombre caminaba sin prisa observando la alegre actividad que había a su alrededor. No era desconocido para él los negocios y diversiones que la zona brindaba, de hecho varias veces al año visitaba Milicent's bay para gozar y olvidarse de todo por unos minutos, sin embargo prefería pasar el tiempo dentro de su habitación estudiando los nuevos datos y análisis que sus experimentos mostraban, o dentro de la sede de investigaciones observando a la fierecilla pelirroja que lo desafiaba a cada instante. Sonriendo decidió que más tarde le haría una visita.

Esa noche las coloridas letras de Milicent's bay brillaban en un color verde limón flotando sobre la gran puerta de caoba sin tocar la fría piedra negra; una suave melodía salía a través de las ventanas entreabiertas acompañada por el susurro de voces femeninas. Observando a las chicas a través del cristalino vidrio el hombre tocó la pequeña gema azul incrustada en el centro de la puerta y esperó que lo atendieran. Un hada pasó frente a la ventana bamboleando sus caderas con cada paso que daba; un sostén blanco cubría sus delicados pechos permitiéndole ver el dibujo que sus alas plegadas formaban en su espalda. Finalmente la puerta se abrió revelando la pequeña figura de Milicent, interrumpiendo así su grata visión.

—¡Lord Mouri! Que alegría verlo —la duende se apartó un poco dejando pasar a su visitante—. ¿Puedo ofrecerle algo de tomar?

Lord Mouri recorrió con la mirada el cálido vestíbulo mientras se quitaba la oscura capa que llevaba.

—No gracias, Milicent. Estoy esperando a alguien.

—Por supuesto, milord, si gusta puede sentarse frente a la chimenea mientras espera. ¿Quiere que le prepare una habitación, señor?

Con un asentimiento el hombre se dirigió hacia la gran chimenea escogiendo una de las sillas laterales para acomodarse, disfrutando así del continuo desfile que las cortesanas hacían al entrar y salir de la habitación. Dos de las mujeres que habían allí se colocaron de pie tan pronto lo vieron y sonriendo seductoramente se pararon frente a él permitiéndole explorar con la mirada sus cuerpos. Ambas eran híbridas a juzgar por las marcas que tenían en sus hombros y muñecas, una de ellas tenía linaje kelter y vampírico mientras la otra venía de los elfos y cambia-formas. Satisfecho con lo que vio les hizo un ademan con la mano para que se acercaran. Aún tenía unos minutos antes de que su acompañante llegara y mientras eso sucedía planeaba disfrutar un poco de las atenciones femeninas.

No pasó mucho tiempo antes de que el sonido de una campanilla se escuchara por todo el lugar y Milicent apareciera nuevamente en la habitación. Con pasos apresurados la regordeta duende abrió la puerta, sorprendiéndose al descubrir que su nuevo cliente era lord Storlang, uno de los siete Ancianos del consejo.

—Bu-buenas noches, milord —tartamudeó nerviosa mientras hacia una leve reverencia—. ¿Qué puedo hacer por usted, señor?

Tahmura la miró brevemente notando la repentina palidez de su olivácea piel. Era evidente que su presencia allí la incomodaba y, aunque, no disfrutaba del temor que le estaba causando tampoco le molestaba. Particularmente pensaba que la manera de reaccionar a grandes figuras de autoridad como él está influenciada por los secretos que cada persona guarda, y dado que él no estaba allí por ellos no tenía intención de gastar su tiempo en ella.

—¿Reo ya llegó? —preguntó entrando en la casa sin apartar la mirada de la duende.

—Sí, señor, lo está esperando en el salón. ¿Desea que les lleve algo, milord?

—Licor de plata y miel.

—En seguida, señor. ¿Desea algo más?

Tahmura lo pensó por unos segundos antes de asentir.

—Me gustaría que nadie entrara en el salón mientras hablamos.

Los ojos de Milicent se abrieron con sorpresa pero asintió vigorosamente antes de hacerle una reverencia al vampiro y marcharse.

Tahmura cruzó el corto espacio que lo separaba de la entrada al salón y observó con aburrimiento el espectáculo frente a él. Una de las cortesanas estaba arrodillada en medio de las piernas de Reo con nada más que una pequeña tanga, mientras la otra estaba sentada en la pequeña mesita junto a él completamente desnuda. Años atrás hubiera disfrutado de la visión pero ahora solo le desagradaba; no veía razón para desperdiciar el tiempo con híbridas habiendo tantas cortesanas de raza pura. Aun así esperó unos minutos más, en consideración a su colega y cuando pensó que había sido suficiente avanzó confiadamente hacia ellos.

Afortunadamente lord Mouri no tardó en notar al anciano y rápidamente se colocó de pie arreglándose la ropa y despidiendo a las cortesanas con un frío agradecimiento. Malhumoradas las híbridas se marcharon, no sin antes desocupar el salón para que los dos hombres pudieran hablar en paz.

—Milord —saludó Reo una vez estuvieron solos.

Asintiendo con la cabeza Tahmura recorrió con la mirada las oscuras paredes de la habitación, arrugando la nariz con desagrado ante la burda decoración.

—Vaya lugar que escogiste esta vez Reo.

Sabiendo que era mejor no contestar Reo se sentó nuevamente sin importarle el protocolo y cambió rápidamente de tema.

—Escuche que estuviste en Lumber visitando a los Flyrlan.

El vampiro bufó con desagrado y se acomodó en el sillón frente al kelter.

—El hijo mayor de Dunas decidió casarse con una veldem, y querían que estuviera presente en la ceremonia y firma de actas… —La habitación quedó en silencio por unos instantes mientras Milicent traía las bebidas y las servía; tan pronto se marchó el anciano volvió a hablar—… Sin embargo eso no es por lo que estamos aquí. ¿Qué noticias me tienes?

Reo bebió un sorbo de su copa disfrutando del leve frío que el licor dejó en su garganta.

—Ha habido un par de inconvenientes las últimas semanas pero no es nada que no podamos manejar. Sin embargo estoy bastante complacido por los avances que hemos hecho los últimos meses, nuestros resultados han sido exitosos y todas las pruebas demuestran que es posible hacer el cruce sin alterar la magia.

Tahmura asintió satisfecho por la información.

—¿Qué hay de los nuevos implantes? ¿Alguno de los sujetos ha sobrevivido?

—No hasta ahora —El rostro de Reo se volvió sombrío y un brillo furioso apareció en sus ojos—, todos terminan desarrollando efectos secundarios irreversibles, pero estoy trabajando en ello. La última prueba exitosa que hicimos fue fase 3, por lo que estoy analizando los datos para combinarlos con los demás y dar con una solución.

La propuesta no pareció gustarle a Tahmura pero Reo no iba a decirle que ya tenía la solución solo por complacerlo. Aquello era algo que él no necesitaba saber sin importar todo el apoyo que hubiera dado para el proyecto.


En algún lugar de la Tierra, Mikan caminó molesta de un lado a otro estirando sus doloridos músculos sin prestarle atención al ocasional chirrido que las cadenas hacían al rosarse contra el metálico suelo. No era mucho el espacio que tenía para moverse pero al menos esta vez podía dar poco más de tres pasos antes de que los grilletes cortaran su piel. Aquellos días se encontraba al borde, sus instintos animales estaban a flor de piel y su continua batalla mental no le ayudaba a mantener la escasa cordura que le tomó otro sorbo del dulce líquido y dejó que el vampiro pensara lo que quisiera. Ese proyecto era suyo y no quería que los colmillos de nadie más estuvieran mordisqueando en sus asuntos.

Siseando con desagrado miró la comida frente a ella, arrugando la nariz ante la sucia bandeja plástica; la carne estaba seca y dura al igual que el pan, y la minúscula ración de arroz desprendía un olor extraño. Después de tantos años recibiendo el mismo trato no lograba acostumbrarse a la miseria del lugar. Gruñendo pateó la bandeja al otro extremo de la habitación, siseando con más fuerza cuando su espalda ardió en protesta por el movimiento. Los nuevos cortes que había adquirido hace dos días habían comenzado a sanar esa mañana y sospechaba que iban a tardar al menos tres días más antes de estar completamente curados; su magia no podía cerrar esas heridas sin antes encargarse del daño interno de su cuerpo.

Un leve sonido capturó su atención y de inmediato detuvo sus pasos al mismo tiempo que cerraba los ojos para poder concentrarse en el ruido. No tardó en reconocer el patrón que hacían las vibraciones dentro de su celda y supo que alguien se acercaba. Instintivamente curvó sus labios hacia atrás de manera amenazadora y emitió un suave siseo cuando alguien se detuvo frente a su celda. Lentamente la puerta se fue abriendo al igual que sus ojos permitiéndole ver a Mikan quien era el indeseado visitante. Era un hombre alto y rubio, de tez pálida ligeramente cenicienta y apariencia juvenil.

Olfateando el aire Mikan intentó reconocer al vampiro maldiciendo interiormente al darse cuenta que nunca lo había visto. El hombre le sonrió suavemente y dio un par de pasos dentro de la celda, sus manos estaban relajadas a sus lados y no parecía vacilar al acercarse. Desconfiada Mikan siguió cada uno de sus movimientos, prestando especial atención a la daga que tenía atada en la cadera.

Notando su inspección el vampiro tocó levemente la empuñadura del arma causando que Mikan chasqueara los dientes como advertencia. Lentamente desenfundó la daga haciendo una mueca ante los gruñidos de Mikan y la posó suavemente en el suelo antes de avanzar un par de pasos más.

—Soy Narumi.


La furia de las olas golpeaba fuertemente las rosadas costas de Rosvelf dejando tras su paso destellos de color naranjas y rojos. Los truenos retumbaban por toda la ciudad asustando a los más jóvenes, mientras la plateada lluvia empapaba a todos los que estuvieran en las calles. Cerca de la entrada a la ciudad, sobre el gran acantilado, los delgados árboles se balanceaban con el fuerte viento rozando con sus finas ramas las ventanas y paredes de la pequeña casa.

Ajeno a la tormenta Kai leía sus notas una vez más haciendo los cálculos apropiados y análisis, asegurándose de evaluar todos los posibles fallos y sus consecuencias. Cuando estuvo convencido que los riesgos no serían demasiados se dirigió a la pequeña vitrina que colgaba en la pared y abrió con cuidado las finas puertas de cristal. Una ráfaga de aire frio lo golpeó en el rostro al mismo tiempo que agarraba una de las delgadas botellitas. Usando su magia descongeló el líquido rojo y lo vertió en la cobriza mezcla que había preparado anteriormente, un fuerte aroma a sangre mezclada con algo dulce similar al jazmín de medianoche inundó la habitación a medida que el hada revolvía la mezcla; poco a poco fue agregando las hojas machacadas asegurándose de integrarlas bien para finalmente añadir agua fresca. Satisfecho por el resultado vertió el líquido en nuevos recipientes y con ayuda de su magia los congeló.

Tendría que esperar a que la tormenta pasara para poder emprender su camino hasta los bosques de luna y probar la mezcla, pero si los resultados eran exitosos valdría la pena esperar. Una sonrisa se extendió por el rostro de Kai al pensar en el gran descubrimiento que estaba a punto de hacer, pronto sería conocido como el hada que salvó la magia de todas las razas.


Mikan seguía sin entender que llevó al vampiro a su celda aquella noche, ni porque parecía tan decidido a acercarse a ella. Todos le temían en aquel lugar, y aquel hombre no era la excepción podía oler su nerviosismo y miedo pese a que él se esforzaba por aparentar tranquilidad. O el hombre era estúpido o le gustaba jugar con la muerte, fuera como fuera su presencia allí solo servía para alimentar el fuego salvaje que ardía en su interior.

Lentamente Narumi continuó acercándose sin apartar la mirada de los dorados ojos de la joven. Una tristeza sobrecogedora lo embargó cuando por un fugaz momento los ojos de Mikan brillaron con una tormenta de emociones tan profunda y oscura que se preguntó cómo era capaz de soportarla. En comparación a él, ella no era más que una niña y aun así su fortaleza podría igualarse con la de los más ancianos; verla allí encadenada era horrible y aterrador pero al mismo tiempo sorprendente. Ni siquiera su raída ropa podía disminuir su elegante y salvaje encanto, estaba parada frente a él con la espalda recta, el mentón levantado en desafío y los labios curvados hacia atrás revelando sus afilados colmillos.

Sabía que el tiempo se le acababa pero no apresuró las cosas. Necesitaba que ella confiara lo suficiente en él como para dejarlo acercarse sin morderle la mano o arañarlo. Se sentía como si estuviera parado sobre cascaras de huevo.

—Voy a sacarte de aquí —afirmó Narumi suavemente—, pero necesito que confíes en mí.

Los ojos de Mikan se estrecharon y sus siguientes palabras fueron un siseo frío.

—No tengo motivos para hacerlo.

Narumi hizo una mueca.

—Cierto, pero tampoco te he dado razones para desconfiar.

Mikan sonrió cruelmente.

—Estás aquí, eso es más que suficiente.

No le pasó desapercibido a Mikan la tensión que sus palabras generaron en Narumi y no por primera vez se preguntó las razones de su presencia allí. Daría casi cualquier cosa por salir de ahí pero los años le habían enseñado que todas las acciones tenían consecuencias, sin embargo una diminuta chispa de esperanza se encendió en su corazón.

Era consiente que el vampiro era diferente a los mercenarios que trabajaban allí, podía sentirlo de la misma forma que sus instintos animales siempre presentían el peligro. Sin embargo su parte salvaje no lo entendía y ella realmente no quería explorar la razón del sentimiento.

Como si conociera su duda interior Narumi terminó de acortar la distancia entre ellos colocándose al alcance de sus manos y se quedó allí retándola con la mirada. Su primer impulso fue extender sus garras y rasgarle la garganta de una vez, pero logró controlarlo el tiempo suficiente para pensar. Si lo mataba alguien encontraría pronto el cuerpo y eso significaba otro castigo para ella, pero si él decía la verdad habría perdido su única oportunidad de escapar. Exasperada evaluó rápidamente todos los pro y contra, finalmente cerró los ojos tomando una decisión.

Escuchó atentamente los lentos movimientos de Narumi intentando no gruñir cuando sus fríos dedos rozaron la piel de su tobillo izquierdo, sin embargo un amenazante siseo escapó de sus labios cuando el grillete se apretó levemente sobre su pie aumentando el ardor de la cortada. Desconfiada abrió los ojos justo a tiempo para ver un hexágono negro extendiéndose a lo largo de toda la cadena. Narumi tocaba cada pocos segundos una de las doradas puntas y revisaba que la piel de Mikan no estuviera tocando el anlyzer; finalmente cuando la cadena estuvo completamente cubierta deslizó su dedo por otra punta y esperó.

La cadena chirrió levemente segundos antes de que el anlyzer volviera a su forma original luego de haber transformado el metal en un fino cristal. Intrigada Mikan observó cómo poco a poco su atadura comenzaba a cuartearse explotando finalmente en una pequeña capa de polvillo blanco. La esperanza floreció en su interior y una diminuta sonrisa apareció en su rostro.

Narumi frunció el ceño al ver la herida de Mikan. Era lo suficientemente profunda para dejar una cicatriz y gracias a que no sangraba pudo notar las múltiples cicatrices blancas que había alrededor de la lesión. Notando su continuo escrutinio Mikan gruñó y lo empujó en el pecho con su pie haciendo que el vampiro perdiera el equilibrio y terminara sentado en el suelo.

—Termina de una vez —gruñó Mikan molesta—. Se acaba el tiempo.

Rodando los ojos Narumi colocó el anlyzer en la cadena de su otro tobillo y repitió el mismo proceso; cuando terminó se levantó y se quitó los dos collares que llevaba extendiéndoselos a Mikan. Cautelosa la joven los agarró y sin apartar la mirada de Narumi abrió el pequeño frasco que colgaba de una de las plateadas cadenas. Un suave aroma a cítricos y licor flotó hasta su nariz y Mikan no tardó en reconocer el contenido.

—¿Qué quieres a cambio? —preguntó fríamente, incapaz de contener más sus dudas.

Narumi sonrió con tristeza.

—Nada.

—Todos tienen un precio —gruñó Mikan golpeando la pared con su larga cola—. No esperaras que crea que haces todo esto de buen corazón.

—Niña, no te estoy ayudando porque pienso que me eres útil —dijo Narumi frunciendo el ceño.

—Entonces, ¿por qué?

Narumi se encogió de hombros y comenzó a destruir las cadenas de sus brazos. No podía decirle sus razones debido a que si ella se enteraba estaba seguro que no dudaría en matarlo aún si al hacerlo perdía su oportunidad de ser libre; así que cambió de tema.

—Hay cerca de diez guardias custodiando cada piso, sin embargo una vez las alarmas se activen todos te caerán encima. Si no puedes contra ellos escóndete en el bosque hasta que tengas la oportunidad de escapar; una vez fuera de las instalaciones toca tres veces el centro del cristal —Señaló el collar que le había dado—, te conducirá a Crystalia. Lo mejor es que seas rápida, ninguno de los altos mandos está y no sé qué tanto tardaran en enterarse de tu ausencia.

Mikan tenía que reconocerlo, era la oportunidad perfecta para marcharse. La última cadena se deshizo y ella no perdió tiempo. Suavemente estiró sus brazos sobre su cabeza probando su capacidad de movimiento y dio unos tentativos pasos hacia adelante; su espalda protestó al igual que sus costillas pero el dolor era soportable. Mirando una vez más a Narumi se bebió el amarantium que le había dado antes de sisearle suavemente y salir corriendo.

No pasó mucho tiempo antes de que las alarmas comenzaran a sonar. Gruñendo giró por una esquina deteniéndose de repente debido a los cuatro hombres que aparecieron frente a ella. Sin amilanarse ante la visión de sus armas se abalanzó sobre uno de ellos y con un certero movimiento de su mano le desgarró la garganta. Un suave click sonó junto a ella y sin mirar hizo un salto mortal hacia atrás eludiendo las pequeñas agujas que le dispararon. Un fuerte dolor atravesó su cuerpo al aterrizar cortándole la respiración por unos segundos, pero se obligó a mantenerse firme y con un bajo gruñido se abalanzo sobre otro de los hombres.

Pronto los cuatro hombres yacieron inmóviles en el suelo con sus gargantas desgarradas. Sin mirar atrás ni una sola vez, Mikan dejó que sus sentidos e instintos la guiaran antes de emprender de nuevo su carrera hacia las escaleras y al exterior del edificio. Varias veces se vio obligada a cambiar completamente de forma para enfrentarse a los guardias o a reducir su ritmo debido a sus lesiones pero nunca se detuvo.

Finalmente cinco pisos más tarde, Mikan llegó a la puerta exterior y con un rugido de triunfo salió. Su visión no tardó en adaptarse a la oscuridad de la noche permitiéndole captar cada uno de los detalles del inmenso terreno, mientras sus felinas orejas giraban ante los diversos ruidos.

Aquella noche estaba bastante iluminada gracias a la luna llena y al despejado cielo lleno de estrellas. Las hojas de los árboles a su alrededor se movían en un suave baile debido a la helada brisa, un búho ululó a lo lejos por unos segundos antes de callarse abruptamente. Sabiendo que no estaba sola Mikan se apresuró a avanzar por el bosque en dirección a la reja; a medida que corría sus descalzos pies adquirían nuevos rasguños por las piedras pero jamás hizo ruido al pisar. Múltiples aromas inundaban su nariz y no le costó descubrir que camino era el que debía tomar.

Poco a poco el bosque se fue aclarando dando paso a un pequeño pastizal cercado por una verja de hierro y alambre. Varios hombres armados esperaban que Mikan apareciera, listos para disparar tan pronto la vieran. Sin embargo Mikan los había olido desde antes y estaba preparada para la lluvia de agujas que lanzaron contra ella. Sabía que ellos no se atreverían a usar su magia por miedo a que algún humano lo viera dándole así una mínima ventaja. Alternando entre sus dos formas corrió en zigzag hacia ellos para luego abalanzarse sobre varios hombres usando su forma animal, pero en vez de matarlos como había hecho anteriormente siguió corriendo hacia la verja aprovechando la cantidad de hombres que había para escudarse entre ellos a medida que avanzaba. Varias agujas se clavaron en su hombro pero no les prestó atención, no tenía sentido pelear contra ellos sabiendo lo débil que estaba solo esperaba que la dosis de amarantium que bebió fuera lo suficientemente fuerte como para repeler no solo el efecto de las drogas en su cuerpo sino también la de las agujas

Llegando finalmente al cercado saltó y se agarró a los metálicos barrotes los cuales trepó rápidamente para luego bajar de un salto. Siseó de dolor cuando aterrizó sobre sus pies y tuvo que respirar profundamente varias veces antes de poder pasar el dolor a un segundo plano. A medida que corría por el camino de tierra sacó el collar con el cristal verde y siguió las instrucciones de Narumi; un rayo de luz salió desprendido de él atravesando el pastizal a su izquierda. Corrigiendo su rumbo Mikan se colgó el collar y cambio de forma para luego aumentar su velocidad mientras seguía la luz que la conduciría a su completa libertad.