Como es mi cumple, y estoy animada, aquí un oe-shot de Gale y Sweeney!!


Cucarachas, desagradables, asquerosas y odiosas… cucarachas


Era una mañana tierna y agradable. Dormíamos en mi cama, ambas cubiertas hasta la nariz, debido al frío de Washington. Hacía ya meses que Leslie y yo vivíamos juntas, y ambas éramos muy amigas. Aún yo no sabía el terror que pasaría aquella mañana…

Me incorporé en la cama, quedando sentada en ella en posición india, y empecé a desperezarme. A mi lado, Leslie hacía lo mismo. Me quité la goma que hacía un moño en mi cabeza, y lo dejé libre.

Bajé un pie descalzo de la cama, el cual se quejó –y me lo hizo saber- ante el duro frío.

Miré hacia abajo, buscando mis zapatillas, cuando una extraña figura negra salió galopando bajo mi cama. Desde mi posición, pude atisbar la naturaleza del bicho.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! –grité, levantándome de golpe en la cama y agazapándome contra la pared-.

-¿¡Qué pasa!? –preguntó Leslie-. ¡AAAAAAAAAAAAAAAA! –gritó también y llegó a mi lado, al ver a la horrible cucaracha-.

Ni en mis peores sueños había conseguido olvidarme del pavor a las cucarachas. Cuando una aprende a vivir con ella en la otra vida, al final s eles coge asco, mucho asco.

-¡Baja ahí y mátala! –le ordené a Leslie-.

-¡Baja tú! ¡Tengo fobia a esas sabandijas! –con una pierna en alto contra la pared, intenté ser valiente y me moví un poco hacia la silla del ordenador-.

Mierda, justo, cuando volví a mi residencia, ¡se me olvidó mirar bajo la cama! Siempre donde más porquería hay, jopetas. Puse mi pie temblante encima de la silla e intenté pasar de encima de ella a la mesa, para más tarde llegar al sillón y después a la escoba, pero antes de llegar siquiera a poner dos pies en ella, resbalé y caí de morro al suelo.

Con la barbilla pegada a la moqueta, miré a la cucaracha.

-¡Tu puedes, Gale! ¡Acaba con ella! –me animaba Leslie desde la cama-.

Me miraba desafiante "Ven y mátame si tienes… lo que hay que tener" me decía con sus ojillos negruzcos. Con las antenas apuntándome amenazadoramente, un escalofrío recorrió mi espalda. Me levanté como alma que lleva el diablo y volví a la cama.

-No hay mucho que podamos hacer, entonces –dije, desanimada, al ver que 3 más salían a su encuentro-. Solo podemos llamar a… ¡el Super-Profesor de Historia (redoble de tambores) Sweeney Todd!

Alargué mi mano temerosa al móvil, sin apartar la visa de esas asquerosas cosas negras que estaban en medio de mi habitación.

Ven a salvarnos, te lo suplico. ¡Nos tienen rodeadas!

Mandé el mensaje, era solo cuestión de esperar.

No supimos cuanto tiempo estuvimos atrapadas; 1 minuto, 2 horas o 3 días, pero se nos hizo interminable.

-¡Galatea! ¡Abre la puerta, por Dios! –gritó dando portazos cierto profesor al otro lado de la puerta-.

-¡Ayúdanos! –gritó Leslie-.

-¡Está abierta! -chillé yo-.

El dicho hombre abrió la puerta de un golpe, y se quedó paralizado al vernos encima de la cama.

-¿Qué pasa? –gruñó, al no ver peligro alguno-.

Señalé temerosa los odiosos bichos.

-¡AAAAAAAA! –se subió a la cama con nosotras-.

-¿¡Pero qué haces!? –preguntamos a la vez-.

-Y-yo –tartamudeó-. Les tengo asco a esos insectos, a esos… parásitos –temblaba-.

Leslie y yo nos echamos a reír.

-Bueno… esperemos que Edward no les tenga asco… -dije-.

Mandé el mismo mensaje a Edward. Antes de que llegase, ya podía imaginarnos a los tres haciendo una hoguera en la cama, contando historias de los viejos tiempos, cuando las cucarachas no enviaban ataques sin avisar primero.

-¿Qué ocurre? –preguntó cuando llegó, sin llamar a la puerta y entrando directamente-.

-L-las… -empecé-.

-Cuc… -dijo Leslie-.

-…achas –terminó Sweeney, mientras los 3 señalábamos a las tres cucarachas debajo de la mesa-.

-Jajaja, esperad –se acercó, nosotros temblábamos de miedo. De dos pisotones, se las cargó a todas-. ¿Veis? Ya está.

-¡Mi héroe! –dijo Leslie-.

-Bueno, ahora, lo limpias –dije yo, bajando por fin de la cama, mientras Leslie le daba mil y un besos en las mejillas-.

-¡Sí, hombre! –se quejó. Yo levanté el puño amenazadoramente-.

-Vale, vale –y cogió la escoba y empezó-.

-¿Por qué no bajas? –le pregunté a Sweeney, que seguía arriba-.

-¿Y si salen más?

-No van a salir más –dije, segura. Pero entonces…-.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA! –gritamos al unísono Leslie, Edward y yo-.

Una cucaracha y una araña habían salido de debajo de la cama. Mis dos peores enemigos.