Cada cierto tiempo, a mi mente se le ocurre una historia complicada y compleja.
Y ese tiempo, ocurrió justamente ayer mientras iba a un camión hacia mi trabajo.
Debo de decir que es la primera vez, que escribo un FF que tiene que ver con magia. No es que no me guste o algo así, pero simplemente no se me había dado la oportunidad para trabajar con ella. Así que ahora, se presentó el momento. Más el tema de lo medieval sí es algo, que he manejado.
Dejando este aspecto, quiero hacer unas pequeñas aclaraciones antes de que comiencen a leer.
1. La típica, Homestuck no me pertenece. Todo crédito de personajes e historia: Andrew Hussie.
2. Es un AU de época medieval con toques modernos (Pero no tan "toooques" modernos)
3. Me atreví a jugar con los personajes, en el tema de su relación o como estamos a costumbrados a verlos en el webcomic. Personalidades intactas. Al igual que los mundos.
4. No hay ships específicos, dejaré que fluya normal la historia y determine "quien con quien".
5. Será largo el fanfic, así que vallan poniéndose cómodos. A lo que esto lleva, que pondré fecha de actualización cuando suba el siguiente capítulo.
Fuera de esto, espero que les guste esta historia.
Mucha magia, aventuras, drama, tragedia y mucho más se encontrarán en ella.
Disfruten su lectura.
/seertime ollies outie
Habíase una vez, un lugar, donde las personas eran humildes y de raíces pobres. Un reino, cuyas fantasías parecían ilusiones y las ilusiones eran como los sueños. Aquel reino, se llama Prospit. Por aquella brillante y prosperá vida que brotaba por sí sola. Las personas de aquel lugar, estaban colmadas de lujos. No eran ricos, ni miserables. Pero la vida de ahí era decente. Una vida pacífica, sin temores ni preocupaciónes, que enturbiaran sus mentes. Un lugar tan pacífico, que la misma malicia moría al tocar el umbral del reino.
Pero Prospit, no era el único gran reino que había. Existe un reino, donde la luz de la luna es considerado su sol. Y la noche, es su día. Más en esta tierra, sus habitantes son distintos a los humanos. Esta conformado por bestias salvajes, cuyas apariencias son tan horribles y asquerosas; que eran usados como amenaza para los niños de Prospit que se portaban mal y no obedecían. Diciendoles, que estas bestias vendrían a comerselos en la noche. Esta oscura tierra se llama Derse, que junto con Prospit, formaba la gran tierra de Alternia.
El sol y la luna, como la gente les suele llamar; eran muy diferentes. En una habitan humanos y en la otra habitan las bestias. Entre estos dos reinos, hicieron un pacto de paz. Un pacto, el cual ambos reinos prometieron vivir en armonía, sin agredirse el uno al otro. Apoyandose mutuamente, sea cual sea la situación. Eran hermanas, hermanas de madre diferente pero de amor mutuo.
Sin embargo, un día, el gran lider de las bestias fue asesinado. Una gran rebelión se formó en Derse, provocando estragos en el reino. Prospit, buscando darle el auxilio a su reino hermano, decidio involucrarse en lo ocurrido. Más esto solo empeoró la situación...
Una daga fue hayada en el pecho del lider. Una daga, proveniente del reino sol. Los habitantes de Derse, enseguida tornaron sus ojos llenos de rabia hacia nuestro reino. Los habíamos traicionado, y eso; era imperdonable para ellos. Las tropas, encabezadas por las más grandes y feroces bestias de Derse, invadieron Prospit. Nosotros, no tuvimos más remedio que defendernos. Prospit, era reconocido por la magia que practicaban sus habitantes. Y mando a los mejores hechizeros al campo de batalla para confrontar al reino de la luna.
Miles de vidas se han perdido, y miles se seguiran perdiendo. Esta guerra lleva más de 17 años y aún no se mira el fin de la guerra. Una guerra, a la cual no se sabe si habrá un ganador o un perdedor. Pero dice la leyenda, que cuando el rey de Prospit y Derse, estrechen sus manos; ambos reinos encontrarían la paz al fin y todo, volverá a la normalidad.
Sonriente, una mujer dejó de menear el enorme cucharón de la caldera burbujeante que colgaba en el fuego. —Y eso mi niño, es la historia de los reinos de Alternia— corrió un mechon de cabello semi-plateado detrás de su oreja, soltándo a su vez una leve risita. —John, cierra tu boca. Dejarás que las moscas entren ahí—
Sentado, en una mesa de madera que se veía un tanto frágil, yacía un joven de 17 años llamado John Egbert. De piel no tan pálida ni oscura, un poco moreno; de mejillas sonrojadas y pómulos levantados. Ojos color del cielo, adornados con unos lentes rectangulares; de cabello negro como el ébano. De sus pequeños labios, que formaban una sonrisa, se detonaba sus dientes delanteros que parecían siempre morder su labio inferior.
Con vista soñadora, y su rostro recargado en sus dos manos, dió un largo suspiro y miró aquella mujer con risueño. —No importa cuantas veces me cuentes eso; nunca ha dejado de gustarme Nana. Y nunca dejará dé— esbozó una gran sonrisa. —Losé, John. Desde que eras un niño pequeño siempre te ha gustado— aquella mujer, tomó asiento al lado del joven —Y ahora que tienes una edad grande, te sigue gustando— sonrió dulcemente, colocando su mano en la mejilla de John.
Este, entrecerró sus ojos y colocó su propia mano arriba de la de ella. —Crees... que algún día, esta guerra acabe?— suspiró — Esto lleva exactamente lo que he vivido en este mundo— la voz de afligación, se podía percibir. Al igual, que un ambiente de melancolía y ansiedad. Jane, el nombre que recibía aquella señora; de una edad un tanto avanzada, se levantó de su asiento para dar unos cuantos pasos hacia una repisa.
John miró aquella mujer que lo había criado desde niño. Su madre, había muerto durante un ataque por parte de las bestias de Derse y había quedado desamparado. Pero Jane, a su edad de 40 años lo recogió salvándole de un destino miserable. Podría pensarse que una mujer a esa edad no esta en condiciones de criar a un niño. Pero Jane, no era cualquier persona.
Con sus dedos afilados y delgados, la mujer tomó un cuadro y lo acaricio con cuidado, como si fuera a quebrarse el vidrio que protegía una foto amarillenta. John, aveces odiaba que le contará esa historia. Inmediatamente, le recordaba el dolor que ella cargaba en su corazón.
A penado por lo que había hecho, se retiro de su asiento para encaminarse al lugar en donde estaba la señora. Suavemente, se coloco detrás de ella dándole un cálido abrazo. —Yo también lo extraño, nana— susurró, ocultándo su rostro en el cuello de ella —Oh John, no tienes idea de cuanto lo extraño también— depositó un beso en el cabello del joven —Pero tengamos fe, que un día regresará—
Diciendo aquello, volvió a colocar el retrato de un hombre mayor, que tenía un aire y aspecto familiar a John. Era Jake English. El tío de John y hermano de Jane. Cuando la guerra apenas comenzaba, Jake había sido seleccionado como el líder del escuadrón de magos de Prospit. Su hábilidades como mago y sus poderes, le hizo otorgar el título de mago mayor. Jane, quien estaba desacuerdo sobre decisión, decidió entrar al escuadrón de magos al igual que su hermano. No se atrevería a dejarlo nunca. No, después de haber perdido toda su familia en aquella sangrienta batalla.
Aquel hombre, quien amaba tanto a su hermana, la abandonó en un bosque muy lejano de los dos reinos. De esa forma, ella estaría a salvo y criaría a John fuera de toda malicie que ocurría en esos momentos. Aún que su acto fue noble, provocó en Jane una gran tristeza. Pero a cambio, decidió convertirce en una hechizera poderosa al igual que él. Haciendose más experta las artes mágicas, que incluso pudiera manejar su apariencia física —Ella, aun que tenga la edad de 50 años, su rostro aparenta de treinta— . Jane Crocker, era considerada una de las mejores hechizeras, o mejor dicho; la mejor curandera de ese bosque. Miles de personas llegaban al hogar de aquellos dos, pidiendo su auxilio.
— Nana, te prometo que un día seré como Jake— abrazó efusivamente a la señora — Te prometo que seré igual de fuerte, e iré a buscarlo a los campos de batalla. Yo se que él esta ahí, todavía luchando por nosotros— Jane, meneó su cabeza hacía los lados, como sí tuviera algo en su cabello. Nuevamente, su sobrino volvió a pensar en esa tontería.
— No— se alejó de él — Tú te quedarás aquí, en nuestro hogar— sin dirigirle la mirada, caminó nuevamente hacía el caldero. Colocándose en cunclillas, tomó una vara de hierro para poder mover las brazas y avivar el fuego — No permitiré, que alguien a quien quiero, se vea consumido por aquella guerra. John, tu perteces aquí— dejo en paz la barra, viendo como las llamas consumian más y más el carbón. Era como si mirará lo que sentía. Su paciencia y esperanza por el regreso de su hermano, siendo deborado por el tiempo.
— ¡Entonces enseñame magia!— reclamó dándo unos pasos detrás de ella — John— dijo con cierto fastidio a esa petición — No—
— ¡Pero Nana! Sabes que tengo la hábilidad para poder realizar conjuros. Lo sabes muy bien, ¡Lo has visto!— sus manos se hicieron puños, y su respiración se agito —¡Ya no soy el niño de antes! Quien solo buscaba el uso de la magia para beneficiensia propia...— observó a su tía, quien se había quedado embelesada por las llamas danzarinas, que le daban calidez a su rostro.
Agacho su mirar. Siempre era lo mismo.
Egbert, a su escasa edad de 6 años, demostró ser portador de magia, al haber hecho levitar un pequeña pluma. Sus grande ojos, al ver como aquella figura se elevaba por lo aires, una enorme sonrisa marcó sus hoyuelos, y lleno de júbilo; fue corriendo con su nana a contarle.
Ella, se hayó feliz al saber que podía realizar magia al igual que ella y su tío... pero no del todo. En estos tiempos, cualquier persona que sepa hacer mágia es enviada al frente de batalla. No importaba la edad o condición física. Si eres capaz de usar mágia y podías defender a tu reino; eres requirido. Temiendo esto, prohibió a John el uso de estas artes, siempre y cuando fuera dentro de la casa.
En aquel entonces, John siempre buscaba la manera de poder aprender más y más sin la ayuda de ella. Pero lo único que a conseguido hacer, es levitar objetos. No más y no menos. La señora cerró sus ojos aqua, se levantó lentamente y miró sobre su hombro a John.
— Eres un gran muchacho John... Desde que te ví en aquella calle, abandonado y temeroso sabía que debía que tenerte a mi lado— giro suavemente sobre su pie izquierdo, alisando su vestido rasgado color café y acomodándose sus lentes redondos — Eres como el hijo que nunca pude tener. Y aún que no sea tu madre, eres lo más valioso para mí John— unas pequeñas lágrimas se asomaron por sus ojos.
— Sí algo te ocurriese... no se que haría...— en la habitación, el sonido de unos sollozos se escuchaban. La mujer retiró sus lentes y con el puño blanco del vestido, secó sus lágrimas. John, en ese instante se sintió lo más basura en el mundo. Otra vez, había hecho llorar a su nodriza. Fué hasta a ella, y estrechándola fuerteme, besó su frente.
— Perdoname— se limitó a decir, mientras por detrás de ella observaba la foto de Jake. El había sido su mentor, cual le enseño el arte de la caza y el combate. Y aún que su memoria fuera escasa en recordarlo; aquella escena donde partía a la guerra era imborrable. Sí él, sufría por aquel recuerdo, todos los día para Jane era una agonía.
La señora, abrazó con fuerza a su sobrino. Él era, uno de sus seres más queridos. Lo vió crecer, lo educó, le dió amor. Como una verdadera madre lo hacía. No importasé sí no estuvieran vínculados por la sangre. Para ella, él era su tesoro y su cariño. Y haría cualquier cosa por protegerlo.
— Prométeme, que nunca te irás de aquí, John—
El joven de ojos color cielo, llevó su vista al suelo. Y abrazó con fuerza a su nana.
— Te lo prometo. Estaré siempre contigo—
Jane solo esbozó un sonrisa, y abrazó con cariño al joven.
Aquella noche, John no pudo consiliar el sueño. Atravez de la ventana de madera, yaciente aún lado de su cama; reposó sus brazos en el marco y contempló a lo lejos, el reino de Prospit. El enorme castillo, se realzaba en medio de las dos montañas más grandes del reino de Alternia. Era como si fuera una ilusión, ver aquella construcción que era rodeada por las estrellas y que la luz de la luna, hacía hacer brillar al reino como una joya. Dentro de John, había un deseo. Ir a Prospit y Derse, ha buscar a su tío. Pero sabía, que ir para allá era una completa misión suicida si no se sabía el uso total de la mágia.
Miró hacia el lado izquierdo de su ventana. Ahí, pegado al marco, se encontraba una vela de cera blanca en estado nuevo, pero con la excepción de que la mecha estaba quemada. Concentró su mirar en dicha mecha y cerró sus ojos. Lentamente, su respiración se torno corta y dejo que su cuerpo se relajara totalmente.
Las cosas de la habitación del joven, extrañamiente empezaron a moverse. Tambaleaban de un lado al otro como si estuviera pasando un temblor. Más no era eso lo que las movía, era un viento; un viento totalmente diferente a los demás. No como aquel que recorre cada hoja de los árboles, si no de uno que tenía un aire de ensueño.
Las sábanas, como el cabello de John se movían suavemente por este viento, mientras los labios del joven articulaban unas palabras incomprendibles. En un de repente, abrió sus ojos de par en par y de iso facto, tronó sus dedos. La mecha se encendio.
— ¡Sí!— gesticúlo victorioso el dientón. Era la décima vez que hacía el encantamiento de fuego. Y al parecer, había logrado por fin encender la vela. La mayoría de las veces, solo lograba crear una chispa. Sin embargo, el gusto no duró para siempre, ya que solo en cuestión de segundos volvió apagarse. Un tanto desanimado, John soltó un suspiro recostándose en su cama.
— Bueno... por lo menos pude prenderla— se rió ligeramente de sí mismo mientras cruzaba sus brazos detrás de la cabeza — O por lo menos no encendí otra cosa que no fuera la mecha...— recordó que la última vez que lo había intentado, casi quemaba la casa. Ese día por primera vez, observó la ira de su nana Jane.
Sacudió su cabeza, intentando olvidar ese incidente. Por ahora, solo se sentía feliz por haber logrado prender la vela. Era la segunda cosa que aprendía por sí mismo. Pensó, que sí su tío estuviera ahí lo más seguro era que se alegraría, sacudiría su cabello negro y diría: "¡Bien hecho, muchacho!", mientras trataba de aplastar su felicidad con un encantamiento mucho más poderoso, sabiendo que él apenas es un novato.
Cerró sus ojos, y sintió como una ténue lágrima recorría su mejilla. Le había prometido a su nana que se quedaría con ella por siempre. Pero dentro de su corazón, el quería salir fuera de ahí. La vida con Nana realmente es hermosa. Más él quería recorrer el mundo, aprender mágia... pero principalmente buscar a ese ser querido. Y así, hacer feliz a Jane.
Odiaba mentirle a su nana, pero aquel deseo se apoderaba más y más de él que algún día... tendría que romper su promesa.
Espero, que les haya gustado.
Enserio, no se que rayos fue lo que escribí... ¡Pero espero que les haya gustado!
¡Muchas gracias por leer y por sus review!
Próximo update: Martes 12 de Junio.
