¡Feliz añonuevidad (?!) a todos!
Aquí me encuentran subiendo lo que sería mi regalo navideño atrasado para LaraLuna11, el cual nació gracias al intercambio navideño que realizamos en el Foro Proyecto 1-8.
Si hay algo que puedo decir sobre este capítulo (y el fic en general) es que cuando leí las tres propuestas de Lara y encontré una que incluía a Daisuke, Jou y Miyako como protagonistas, dicha opción me gritó "¡ESCRÍBEME!" y no fui capaz de ignorarla, pese a que había varias propuestas de otros participantes que me llamaban mucho la atención. Creo que fue el fic quien me eligió, y aquí vine a demostrar por qué -inserte aquí una pose genial-.
Aclaraciones: Este fic está ambientado en el universo de Ruleta, por lo que Daisuke tiene 15 años; Miyako, 16; y Jou, 19. Jun tiene 21, y la amiga de Daisuke tiene 14.
Daisuke citó a Jou y Miyako para conversar. Dijo que tenía que pedirles un importante favor. Se habían reunido en una cafetería, como de costumbre, y les aseguró que el tema no daría para largo, por lo que solo compraron bebestibles.
—Resumiendo —acotó Kido—: dices que Jun está soltera desde hace dos años aproximadamente.
—Sí —asintió el trigueño. Acto seguido, dio un sorbo a su frappuccino.
—Y que está muy deprimida porque durante todo este tiempo no ha tenido a nadie con quien pasar las festividades más románticas que existen en este país: San Valentín y navidad.
—Sí. Y está enojada con todo el mundo, la muy idiota —contó, fastidiado—. Ayer dijo que nadie la entiende, sobre todo yo, porque, según ella, yo sí voy a tener una cita. Esta mujer olvida que también he tenido mala suerte en el amor, ¡y no me quiso escuchar cuando intenté explicarle que Noriko ni siquiera es mi novia! Todavía no entiendo cómo tuve tanta suerte como para que alguien me invitara a salir.
—Seguro que le gustas —opinó Miyako, alzando las cejas y sonriendo de forma burlesca. Daisuke se sonrojó y la miró, entornando los ojos.
—Una chica no le pediría al chico que le gusta que salieran para navidad —le refutó—, ella esperaría que fuera el chico el que tomara la iniciativa. Eso hasta yo lo sé, no soy tan bruto como crees.
—Pero Noriko es una chica muy especial —argumentó, revolviendo con la pajilla su bubble tea, haciendo lentos movimientos circulares—, no parece ser alguien tan común, y creo que le caes mejor de lo que piensas.
—¿Cómo lo sabes?
—Intuición femenina.
Daisuke chasqueó la lengua y rodó los ojos.
—Yo creo que Noriko me invitó para no aburrirse en casa. Estábamos en la misma situación.
—Bueno, pero no nos desviemos —pidió Jou, tratando de poner un poco de orden en la conversación—. Daisuke, lo que quieres conseguir es una cita navideña para tu hermana, ¿no?
—Sí, y por eso los llamé, porque sus hermanos tienen una edad más cercana a la de Jun.
—Daisuke, no es por ser pesada ni por mala voluntad, te lo prometo—habló Miyako—, pero a Mantarou lo tenemos que descartar.
—¿Eh? ¿Por qué? —quiso saber, sorprendido y algo preocupado al ver que sus posibilidades se reducían tan pronto.
—Él… y mis hermanas… han estado muy raros últimamente.
—¿Raros de qué forma? —inquirió.
—… No quiero hablar de eso ahora —respondió, incómoda, bajando la mirada con una expresión sombría.
Motomiya soltó un quejido.
—¿Y tú, Jou? Por favor, dime que con tus hermanos no hay problema.
—No lo sé, tendría que preguntarles —contestó, pensativo—. Shin y Shuu parecen estar desocupados para nochebuena, aunque no estoy del todo seguro.
—Si pudieras convencer a uno de los dos para que saliera con mi hermana, ¡estaré en deuda contigo por el resto de mi vida! —clamó, empleando un tono que evidenciaba su urgencia.
—Ay, por favor —soltó Inoue, divertida.
—¡Es la verdad! —se defendió—. ¡Jun está insoportable!
—Nah, admite que es porque quieres verla feliz, ¿o me vas a decir que no? —trató de molestarlo.
—¡Bah! Lo hago con tal de no seguir escuchando cómo se queja. "¡Me siento tan sola, triste e incomprendida! ¿Por qué me pasa esto a mí? ¡Ahhh! ¡No merezco tanto mal!" —exclamó mientras hacía poses teatrales, imitándola a la perfección, provocando las risas de sus amigos.
—Jun siempre ha sido un poquitito exagerada —comentó Miyako, sarcástica.
—¿Un poco? ¡Es la reina del drama! —declaró.
—Es tan exagerada como tú. Ahí es donde se nota que son hermanos.
—¡Oye! ¡Pero Jun es mucho peor que yo, admítelo!
—Miyako, Daisuke —los llamó el mayor tras haber dado el último sorbo a su espresso—, dijimos que esto iba a ser breve y, como bien saben, tengo que estudiar, así que quedamos en que yo hablaré con mis hermanos. En cuanto tenga las respuestas de ambos, te lo haré saber, ¿entendido?
Los ojos de Motomiya brillaron de la emoción. Las palabras de su superior las sintió como un nuevo rayo de esperanza. Conocía muchas facetas de Jun, y tenía claro que si existía una peor que la rabiosa-histérica esta era la dramática-depresiva, y ya no quería seguir aguantándola con esos ánimos.
—¡Sí! —asintió, emocionado.
Jou y Miyako se miraron y sonrieron.
Aunque tuvieran una relación de amor-odio, Daisuke quería mucho a su hermana, y ellos lo sabían.
Cuando volvió a su casa y entró a la sala de estar, lo primero que vio fue a Jun llorando frente al televisor. Al parecer, estaba viendo otra de esas películas románticas con tintes trágicos.
Daisuke se aclaró la garganta.
—Jun.
Su triste hermana, con la mirada perdida, movió la cabeza en dirección a él. Se hallaba sentada en posición fetal sobre el sillón, tenía el rímel corrido por las lágrimas, el cabello sucio y el cuerpo envuelto en una bata color rosa con estampado de ositos. Estaba tan ida que ni siquiera articuló una mísera palabra para responder, lo cual fue suficiente para fastidiarlo.
—Mujer, ¿cuánto tiempo más piensas seguir así? —le espetó—. Con esas pintas espantarías a cualquiera. Mira, alégrate, te conseguí una cita para el veinticuatro.
Jun estuvo a punto de replicarle, pero entonces su cerebro procesó las últimas palabras que escuchó.
—¿¡QUÉ?! —gritó, impactada, colocando los ojos como platos.
—Lo que oíste: tienes una cita para nochebuena. El hermano de Jou… argh, ¿cuál era su nombre? ¿Shin? ¿Shuu? Ah…
—¡¿EL HERMANO DE JOU?! —chilló, casi sin poder creerlo—. Espera, espera, estamos hablando de Kido Jou, ¿verdad? —preguntó, solo para estar segura.
—Sí, pero no recuerdo el nombre de este tipo… Como sea, Jou se las arregló para convencerlo de que sería buena idea tener una cita a ciegas, y como justo tú estab…
Antes de que Daisuke terminara de hablar, Jun se puso en pie de un salto, se calzó las zapatillas de levantarse y corrió hacia su habitación. Segundos después, la vio salir a toda prisa, llevando un montón de productos de belleza entre sus brazos para luego encerrarse en el baño. Cuando sintió el ruido de la ducha supo que ella por lo menos había entendido lo primordial. Rio por lo bajo y colocó las manos en sus caderas, levantando ligeramente el mentón.
—Soy el mejor hermano del mundo.
La chica de anteojos contestó su celular.
—¿Aló?
—¡Miyako! ¡Dile a Jou que le avise a su hermano que Jun dijo que sí!
Kido se encontraba al lado de ella para cuando recibió el llamado, por lo que pudo escuchar las palabras de Daisuke con claridad. Los novios se miraron, sorprendidos y muy contentos por la noticia.
—¡Síiiii! —exclamaron al unísono.
—El plan va sobre ruedas —afirmó el muchacho al otro lado de la línea—. Solo espero que Jun no haga nada extraño y que el hermano de Jou no salga corriendo por su culpa, ya saben cómo es…
—Sí, demasiado fangirl —dijo Miyako.
—Eso mismo —concordó su amigo—. Si algo sale mal ese día, me cortaré las pelotas. Bueno, ¡dile a Jou que muchas gracias! Cuídense —se despidió, muy alegre.
—Igual tú.
Tras haber finalizado la llamada, Miyako y Jou volvieron a sonreírse.
—Si te soy honesto, es posible que mi hermano ya ni se acuerde de Jun —comentó el joven.
—Mejor —consideró ella—, así no llegará a la cita con expectativas tan altas.
Permanecieron unos segundos en silencio, hasta que Miyako abrazó a Jou de forma repentina y lo besó en los labios. Mientras reían, siguieron besándose, abrazándose y acariciándose con ternura, estirándose otra vez sobre la cama.
El futuro médico no mintió en la cafetería respecto a sus deberes académicos, mas la astuta chica siempre lo convencía de que regalonearan(1) cada vez que se les presentaba una oportunidad para estar a solas, puesto que eran muy pocas las que tenían.
—Daisuke, ¿qué pasó? —preguntó un intrigado Veemon, acercándose a su compañero humano, el cual se encontraba mirando una serie aprovechando que el televisor se había desocupado—. Jun parece muy activa hoy. No entiendo… ¿no había pasado toda la semana llorando y quejándose?
—Sí, pero ya sabes que siempre ha sido rara —le contestó el chico, encogiéndose de hombros.
El digimon azul le dio la razón en un mudo asentimiento de cabeza.
Varios minutos después, Jun salió del baño en toalla, luciendo el cabello y la piel radiantes, y regresó a su cuarto con todos los artículos de belleza que había utilizado.
Media hora más tarde, ya vestida, perfumada y con un bolso colgando de su hombro, se dirigió a Daisuke, quien todavía estaba apoltronado en el sofá viendo la programación del cable junto a Veemon.
—Oye, tonto.
—¿Qué quie…? —fue lo que alcanzó a decir antes de recibir un sonoro beso en la mejilla—. Argh, ¡qué asco! —masculló—. No necesitas ser tan cariñosa.
—¡Me voy! ¡Regreso a la noche! —le avisó, dichosa, justo antes de trotar hacia la puerta principal. Daisuke sintió el sonido de esta misma al cerrarse y, sin poder evitarlo, sonrió al ver que Jun había recuperado por completo los ánimos.
Miyako regresó a su casa aún manteniendo la esperanza de que lo de sus hermanos no hubiera sido más que una broma de mal gusto, pero cuando observó una vez más el repentino cambio que estos —y ahora, encima, la habitación entera— habían sufrido, tuvo que asumir que era real.
En la sala de estar pudo ver la estela de humo que dejaba el incienso de cannabis y escuchar las tranquilas melodías que los tres jóvenes creaban con una guitarra, un laúd y una pandereta. Nada de esto habría resultado chocante de no ser porque se encontró con la decoración del cuarto completamente cambiada: tapizados y cojines de múltiples colores, pósteres de bandas setenteras e imágenes pacifistas, florecillas pintadas en las paredes, cortinas teñidas a mano, lámparas de papel y pocillos con velas, y ese porta-incienso que sostenía la varilla que inundaba la estancia con un olor suave y relajante…
No podía tratarse de una simple jugarreta.
—Miya-chaaan —dijeron los tres al unísono cuando la vieron ingresar.
—Miya-chan, qué bueno que volviste —la recibió Momoe, dejando por un momento de rasgar las cuerdas de su instrumento musical.
Cada palabra la pronunciaban con un tono tan aletargado que pensó que debían estar drogados, no obstante, luego de analizarlos mejor y de no detectar sintomatologías que dieran peso a sus suposiciones, se convenció de que solo estaban demasiado introducidos en la onda del amor y paz, y aquello le resultaba muy perturbador. Si bien sus hermanos siempre fueron bohemios, nunca los había visto tan… ¿desatados? No, "desatados" no era la palabra, dado que sus acciones no eran violentas ni escandalosas ni mucho menos caóticas, pero sí que se habían ido al carajo con aquella filosofía. Para colmo, sus padres no parecían notar nada extraño en aquel comportamiento ni en su inesperado afán por cambiar el aspecto de la sala, por lo cual Miyako era la única en esa casa que consideraba que a los tres se les había zafado un tornillo. Ahora sus hermanos eran más hippies que nunca, tanto, que la espantaban. ¡Y lo peor de todo era que pretendían que ella se les uniera! Pero Miyako no estaba dispuesta a cambiar su estilo de vestir, su comida chatarra ni su adorada tecnología por nada del mundo.
—Vamos, Miya-chan, no te quedes allí. Ven a cantar con nosotros —le pidió Mantarou.
—Podríamos cantar una de Los Beatles —propuso Chizuru.
—¡NO! —chilló—. ¡Déjenme en paz! —y trazó a paso rápido el mismo camino de antes pero a la inversa.
Encontrándose a escasos metros de su hogar, Miyako sacó su teléfono celular y llamó a Jou. Nerviosa, esperó a que este contestara, y en cuanto sintió su voz, le dijo:
—Jou, no podrás venir a mi casa durante un tiempo, mis hermanos se volvieron locos, ¡LOCOS!
—¿Eh? ¿Por qué lo di…?
—Este lugar ya no es opción —lo interrumpió, con expresión grave—. Armemos un panorama afuera, por favor —suplicó.
En un comienzo, habían planeado que Jou pasaría las navidades con la familia de Miyako, y que esta celebraría el año nuevo con la familia de Jou. Sin embargo, los planes cambiaron. Al día siguiente, conversándolo con su novio, a la menor de los Inoue se le ocurrió llamar a Daisuke y preguntarle qué planes tendría con Noriko, a lo que este respondió que tan solo irían a una feria navideña, y el resto, al no tratarse de algo serio, prefirieron no planificarlo. Fue al oír aquello que Miyako por poco le rogó que aceptara incorporarlos en su salida y hacer una especie de cita doble.
—Sí, ¿por qué no?
—¿No crees que haya problema?
—¡Para nada! Lo de Noriko y yo solo es una salida de amigos, no creo que le moleste.
De esta manera, armaron un plan algo improvisado para divertirse en la ciudad en nochebuena.
Días atrás, cuando su hermano le informó que le había conseguido una cita, Jun regresó del centro comercial con un vestido precioso y zapatos a juego. También había aprovechado de comprar unas cuantas prendas aparte para renovar su closet.
Habiendo llegado la tarde del veinticuatro de diciembre, se dio un baño con sales especiales, se lavó y arregló el cabello con sus mejores productos, se perfumó con su esencia más sofisticada y se maquilló con los mejores cosméticos que tenía. Al contemplarse en su espejo de cuerpo completo, confirmó que ese despampanante vestido corto y entallado de color orquídea no hacía más que resaltar su belleza. Jun era una joven que, al no contar con grandes atributos físicos, había tenido que aprender a sacarse partido.
Se colocó un precioso chal de gasa sobre los hombros y cogió su bolso de mano.
—¿A qué hora sales? —le preguntó Daisuke cuando se encontraron en el pasillo.
—Ahora mismo.
—Tienes el teléfono de él, ¿verdad?
—¡Claro que sí! —respondió, guiñándole un ojo—. Lo guardé en mis contactos del celular y hasta lo anoté en mi agenda, por si acaso.
—Genial. Entonces… que te vaya bien —le dijo, evitando mirarla a los ojos.
—Igual a ti, tarado.
—¡Oye!
—¡Suerte con tu cita! —le deseó mientras se dirigía hacia la salida del departamento—. ¡No comas demasiado o te vas a poner gordo!
—¡Pe…! ¡Eso debería decírtelo yo, estúpida morsa! —acabó por contestarle. Su hermana aún no quería creerle que Noriko era solo una amiga.
Se calzó los zapatos de tacón en el genkan y abrió la puerta principal, preparada para salir al encuentro de su galán. En ese momento, Jun se sintió como la mujer más afortunada del planeta.
En medio de la inmensa feria navideña de Odaiba se escuchó el reclamo de una adolescente:
—¡¿Pe… pero cómo no me dijiste nada, Motomiya idiota?!
—¡Pensé que no te importaría! —se defendió él—. Y olvidé llamarte, de verdad que lo siento por eso.
Noriko se mordió el labio y bajó la mirada. Había llegado a aquel sitio esperando juntarse solo con su compañero de escuela y se había encontrado con que lo acompañaban dos amigos suyos que, si bien no parecían malas personas, ya ni siquiera lograba recordar si alguna vez había hablado con ellos, y eso la ponía muy nerviosa.
—La idea era que saliéramos solo nosotros dos —le explicó, tensa—. No quería que eso cambiara.
—¿Eeeh? ¿Y por qué no me lo dijiste?
—Porque nunca pensé que fueras a invitar a alguien más.
—Oh, Daisuke —intervino Inoue—, por cosas como esta es que no tienes novia.
—¡¿Qué dij…?! ¡Miyako! —exclamó él, ofendido—. ¡En vez de criticarme, deberías ayudarme!
—¿Cómo no se lo consultaste antes a Noriko? —cuestionó ella, con los brazos en jarras y mirada acusadora.
El muchacho apretó los puños y las mandíbulas, frustrado, y emitió varios gruñidos, incapaz de contestarle.
—Disculpen —habló la chica de ojos negros, mostrándose tímida de pronto—, no quería ser maleducada, es solo que no se me dan bien estas cosas y…
—No te preocupes, Noriko —le sonrió Miyako—, la pasaremos genial nosotros cuatro, ya verás.
Habiendo dicho esto, la llevó consigo a un puesto donde vendían numerosos tipos de golosinas.
—Parece que se van a llevar bien —opinó Jou, sonriendo.
Daisuke bufó.
—La verdad, no entiendo por qué la gente le da tanta importancia a estas fechas —continuó hablando el mayor del grupo—. Todos sabemos que lo que buscan promover es el consumismo, porque si es por el significado religioso, eso ya se perdió hace años —meditó en voz alta y suspiró—. Si estoy aquí es por Miyako, ¿sabes? Porque sé que ella sí disfruta con estas cosas. Si estuviera soltero, hoy no habría salido de mi casa —confesó.
El trigueño caminaba con las manos en los bolsillos, mirando el piso, aún enfurruñado. Jou notó esto y trató de animarlo.
—Seguro que Miyako se encargará de que tu amiga se sienta cómoda.
—Pero seguirá pensando que soy un idiota —musitó. Tenía claro que se había equivocado, y aquello lo hacía sentirse más molesto.
Las chicas se les habían adelantado, pero las alcanzaron sin dificultad.
—¡Ahhh! Es que no entiendo por qué me pasan estas cosas —se quejó, desanimado.
—No lo entiendes porque tienes el cerebro del tamaño de una alcaparra —le espetó su mejor amiga, burlona.
—Tú cállate, ¿quieres?
Ella le sacó la lengua. Él se cruzó de brazos y giró la cabeza con desdén. Noriko alzó una ceja y le dirigió una mirada interrogante a Jou, quien no pudo evitar reír al observarlos.
—Si vuelve a pasar algo malo, me cortaré las pelotas —declaró Daisuke.
De repente, sintieron chillidos y una gran agitación. Era una masa de gente que se movilizaba para ver a un cantante famoso —acompañado de dos guardaespaldas—, el cual había sido contratado para tocar en vivo en un centro comercial cercano.
Miyako volteó a mirar y, pese a tener problemas a la vista, gracias al fantástico aumento de sus anteojos consiguió distinguir en la lejanía a quien era uno de sus artistas favoritos.
—¡ES WADA KOUJI! —exclamó, eufórica.
Lo que no fue capaz de prever era que, con sus palabras, un montón de personas que se encontraban cerca reaccionarían y correrían hacia donde se hallaba el cantante. Entre tanto revuelo, sintió que alguien la agarraba del brazo y la llevaba con ella, perdiendo de vista a la mitad de su grupo.
(1) Regalonear: Modismo chileno que significa "dar cariño físico, acariciar o juguetear con dulzura." Como sentí que no podía escribirlo de otra forma, preferí dejarlo así y hacer esta aclaración a pie de página para que los lectores de otras nacionalidades pudieran entender la frase xD Además, siento que los chilenos nos reprimimos demasiado a la hora de escribir pensando en que nos leerán personas de otros países, y hay que ir cambiando un poco eso. En fin, quería ser rebelde, ¿ok? Déjenme ú_u
Nota: El incienso de cannabis no produce el mismo efecto que la marihuana, aviso por si acaso (?!) Coloqué ese porque sé que desprende un olor muy agradable, además de que ayuda a relajarse y aumentar la creatividad, o eso dicen.
Querida Lara, de verdad que lo lamento por publicar esto tarde, tenía pensado subirlo antes de 2016, pero no pude xD tuve muchas complicaciones para escribir este capítulo, hasta que al fin conseguí liberarme del bloqueo y las ideas fluyeron para dar forma a lo que ves aquí. Solo me queda el segundo (sep, esto será un two-shot), aunque no quiero prometer nada respecto a su publicación, pero trataré de terminarlo y subirlo lo antes posible, te lo aseguro.
