Hola!! Hacía tiempo que no hacía un fic de digimon, disculpas a todos los que se quedaron con ganas Un.n. La verdad es que este fic se me ocurrió en un sueño, una especia de visión... Y bueno, disfrutadlo.

Título: No Vuelvas A Llamarme Nii-san.

Autora: Las monjas del concento de La Margarita. (Es coña xD)

Género: AU, Romance/Drama, Twincest.

Disclaimer : Ni Digimon ni sus personajes me pertenecen, son propiedad de Akiyoshi Hongo. Los demás personajes son puramente míos o de los que adquirí derecho.

BSO: Si no te hubieras ido, de Maná.

Dedicatoria: A mí :D. ¿Qué pasa? Tengo derecho a dedicarme algo por todo el trabajo que hago T.T. ¡Ah! Y a toda la gente que leyó Loveless Girl, mi otro fic de Digimon.

Notas: Si no te gusta el Twincest, el shonen-ai, ni los gemelos Kouji y Kouichi, no lo leas.

Nii-San – Cambio de escena.

Palabra. – Recuerdos.

Kouji's POV. Si cambia de narrador, ya lo avisaré.

Y sin nada mas que decir, os dejo con el fic!

No Vuelvas A Llamarme Nii-san

By hannah-hm

Capítulo 1: ¿Por qué?

-No vuelvas a llamarme nii-san.

Mi respiración se entrecortó. Mis ojos se abrieron más de lo normal. Mi corazón pareció dejar de latir. Pero me sentía desdichadamente vivo. Las cosas no podían suceder de otra manera.

-¿Q... Qué?- pregunté estúpidamente. Mi hermano, mi Kouichi, me miró con una mezcla de rabia y de lástima. Se que no le gusta que le hagan repetir las cosas dos veces.

-Ya lo has oído.- dijo, con un deje de dureza en la voz. Me miró a los ojos.- Te he dicho que no vuelvas a llamarme nii-san.

-Pero...¿Por qué?- pregunté, de nuevo estúpidamente, y a la vez que daba un paso hacia él. Como acto reflejo, el dio un paso hacia atrás.

-Tú sabes muy bien por qué.-contestó, dándome la espalda.- Sabes perfectamente que no puede ser, y sin embargo, sigues dándole vueltas a lo mismo. Ya no quiero saber nada de ti.

Las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas sin que pudiera controlarlas. Mis manos comenzaron a temblar terriblemente. Esto... esto no me podía estar pasando a mí. Aunque, por otra parte, mi cerebro intuía que iba a pasar desde el momento en el que me di cuenta de lo que me estaba pasando.

Sin decir nada, me giré y eché a correr en la dirección opuesta a la que estaba mi hermano.

Mi vida no podía ser peor.

Nii-San

Entré en mi casa dando un portazo. Todas las luces estaban apagadas, era obvio: Era sábado, mis padres habían salido a cenar aquella tarde y me habían dejado a cargo de la casa. Oportunidad perfecta para llamar a mi hermano y...

Subí escaleras arriba, hacia mi habitación. Cerré la puerta, y sin encender la luz, me desplomé sobre el colchón. Las lágrimas no habían parado.

-¿Por qué?- susurré entre sollozos. Mis lágrimas estaban manchando la colcha.- ¿Por qué, nii-san?

Y pensar que todo había pasado por mi culpa...

-Kouji, ¿de qué quieres hablarme?

-Yo... La verdad...

-Venga, Kouji, dilo de una vez.

-Nii-san...

Por culpa de mi estupidez, por culpa de mi alocada precipitación. Por mi culpa.

-Te quiero, nii-san...

Hundí la cara en la almohada y dejé que las lágrimas afloraran solas, sin forzarlas ni retenerlas. La noche empezaba a cubrir el cielo.

Con tu nombre en los labios, nii-san, me quedé dormido.

Nii-San

Me despertó el ruido de la puerta al cerrarse. Mis padres habían vuelto, y mi almohada estaba empapada en lágrimas. Rápidamente me desvestí y me puse el pijama, para luego cobijarme entre las sábanas. Miré de reojo el reloj: las tres de la mañana.

Oí pasos que subían por la escalera, así que me giré y le di la espalda a la puerta. Segundos después, alguien la abrió y entró en mi habitación.

-¿Kouji?- dio una voz a mi espalda. La voz de mi madrastra.- Kouji, cariño, ¿estás despierto?

-Sí, mamá.- contesté, sin mirarla. Hacía ya tiempo que la había empezado a tratar como a una madre, gracias a Kouichi. Kouichi... con sólo recordar su nombre se me saltan las lágrimas. Hice un esfuerzo sobrehumano para que mi madrastra no notara nada.

Su mano se posó sobre mi cabeza, en forma de gesto cariñoso.

-Lamento que el ruido te despertara.- murmuró ella, mirándome con ternura. Entonces se percató de que tenía los ojos hinchados.- ¿Qué te ha pasado en los ojos?

-¿Esto?- pregunté, llevándome la mano a la cara.- Seguramente se deba a que he pasado mucho tiempo frente al ordenador, no es nada.

-Te tengo dicho que no pongas tanto el ordenador, tus ojos acabarán por caerse.

-De acuerdo, mamá.- contesté, y cerré los ojos cuando se inclinó para besarme en la mejilla.

-Buenas noches, Kouji.- se despidió, mientras cerraba la puerta.

Me levanté de la cama una vez que los pasos de mi madre se hubieran perdido escaleras abajo. Me aproximé hacia la ventana, y la abrí de par en par.

La luna brillaba justo encima de la casa, y una refrescante brisa aireaba la habitación. Cerré los ojos y me dejé acariciar por ella. Cuando volví a abrirlos, mi vista se posó en la casa que había dos calles más arriba que la mía. Era la única que tenía las luces encendidas.

Tal vez había llegado a esa hora de trabajar, y se estaba acostando. Tal vez me estuviera viendo por su ventana. Tal vez se preocupe al verme despierto.

Cerré la ventana, y me prometí visitarla al día siguiente.

Nii-San

Abrí los ojos a las ocho de la mañana. El sol se asomaba tímidamente a través de los cristales, y me daba directamente en la cara. Me incorporé y me froté los ojos, cansado.

No había pegado ojo en toda la noche, y todo se debía a él. A la persona que no quería que volviera a llamarla nii-san.

Me vestí con lo primero que saqué del armario. De puntillas, salí de mi habitación y me dirigí al baño, donde procedí a peinar mi larga cabellera azulada. El pelo ya me llegaba por debajo de los omóplatos, lo que provocaba que algunos desconocidos me confundieran con una chica. Es algo que odio.

Tal como había entrado, salí del baño y me dirigí hacia el piso de abajo. Comencé buscar mis zapatos en el pequeño mueble que había junto a la puerta.

-¿A dónde crees que vas, jovencito?- preguntó una voz a mis espaldas.

Di un respingo y me giré. Mi madrastra estaba detrás de mí, con los brazos cruzados y mirándome con una mezcla de enfado y guasa.

-Voy a casa de Aurea.- contesté, mirando al suelo. Me miró con duda.- Ayer me pidió que me llegara a su casa, pues tenía que explicarle algo sobre el examen del miércoles.

Satomi sonrió e hizo un gesto para que me fuera tranquilo.

Cogí una chaqueta cualquiera, me até los zapatos y salí de mi casa, mientras mi madrastra me miraba con una sonrisa extraña en la cara.

Como era domingo, no había ni un alma en la calle. Abrochándome la chaqueta, me dirigí a la casa de Aurea.

Aurea es mi vecina desde hace cinco años. Se mudó a nuestro barrio cuando yo tenía diez, y la primera vez que la vi me pareció una chica extraña, con la mirada triste, pero que siempre mostraba una sonrisa.

Cuando me enteré de que también estaba en mi colegio, me empecé a juntar con ella, y nos hicimos amigos. Meses después me contó de que sus padres la habían abandonado en un orfanato de mala muerte, y que luego se había mudado allí gracias a una chica mucho mayor, que trabajaba con ella en un bar hasta altas horas de la noche.

Acabamos por contarnos todo.

Y ahora, estaba frente a su puerta, destrozado por dentro, dudando entre si llamar o pasar de largo.

Me decidí y di un par de golpes en la puerta. Minutos después, Aurea abrió la puerta. Tenía su larga cabellera castaña agarrada en una trenza que le llegaba hasta la cintura, y la ropa puesta. No me sorprendió verla levantada tan temprano.

-¿Kouji?- preguntó, acercándose a mí. Clavó sus ojos azul claro en los míos azul oscuro.- ¿Qué ha pasado?

No pude resistir su mirada y me eché a llorar. Acto seguido, ella me cogió de la mano y me arrastró hacia el interior de la vivienda.

Una vez dentro, me guió hasta el sofá, donde ambos nos sentamos. Sin atreverme a mirarla, me abracé a su cintura, y ella me rodeó con sus brazos. Esperó pacientemente hasta que me calmé.

-Lo siento...- murmuré, mientras deshacía el abrazó. Ella negó y me miró.

-¿Vas a contarme lo que ha pasado? – preguntó, mirándome de nuevo a los ojos.

Asentí y le conté todo, desde que mis padres habían salido hasta el momento en que me había encontrado con Kouichi.

-... y entonces...- dije, sin ánimos para continuar.

-¿Entonces?- preguntó Aurea, acercándose un poco a mí.

-Me declaré.- confesé, cerrando los ojos con pesar. Sentí como Aurea se encogía de la sorpresa, a la vez que me miraba con lástima.

-Oh, Kouji...

-Después de eso me dijo que no volviera a llamarle nii-san, que no quería saber nada de mí... Y entonces, me marché.- terminé. Las lágrimas volvieron a aflorar de mis mejillas.

Aurea me abrazó suavemente, y yo la abracé a ella. Por una décima de segundo, me sentí aliviado.

-No te preocupes.- la oí decir.- Seguramente se siente confuso porque se lo dijiste con precipitación, pero ya veras como no es tan grave. Veras como luego viene a pedirte disculpas.

Asentí a la vez que me separaba de ella. Sonreí, y despegué los labios para agradecerle su apoyo, pero...

-Aurea, ¿quién es este tío?

Continuará...

Y aquí se acaba! Espero que os haya gustado el principio

Dentro de poco más. Nos leemos!

ATTE: hannah-hm