Disclaimer: Los personajes de Rurouni Kenshin pertenecen a Nobuhiro Watsuki.
Lady Ookami
Regresando a Kyoto
Sanosuke terminaba su tercer tazón de arroz mientras agradecía haber estado allí y no afuera en la fuerte tormenta que acababa de pasar, observando los primeros rayos de sol que se filtraban por debajo de la puerta del Akabeko.
Estaba tan ensimismado en sus pensamientos que no se dio cuenta que Tae recogía los tazones vacíos y colocaba una pequeña botella de sake en su lugar, refunfuñando porque estaba segura que el luchador no tenía dinero para pagar semejante suma.
Segundos después, observa con curiosidad a una joven de unos 16 años entrando al Akabeko: vestía un kimono color rojo que, a pesar de estar empapado y algo sucio, lucía muy bien en la figura de la chica, la cual era casi tan alta como el propio Sanosuke.
Sus brillantes ojos ámbar recorrieron de un lado a otro el lugar hasta que repararon en una mesa vacía al lado del luchador, el cual observó cómo su largo cabello castaño sujetado en una coleta se mecía al compás de sus pasos.
La chica se sentó y de inmediato Tsubame se acercó a ella para tomar su orden. Poco después Tae le servía un tazón de fideos.
- Disculpe… – dijo la joven con voz pausada, mientras jugueteaba con los palillos - ¿Sabe cómo puedo llegar al Dojo Kamiya?
Antes de contestar, Tae observa de reojo a Sanosuke, quien había asomado medio cuerpo, extrañado de oír la pregunta de la joven.
- No… no lo sé – responde Tae algo nerviosa.
La chica le da las gracias con una sonrisa y mira fijamente al luchador, quien la observaba con desconfianza. Al coincidir por un instante sus miradas, ambos sintieron un extraño escalofrío recorriendo sus cuerpos.
- "¿Dónde rayos he visto esa mirada?" – piensa el joven retomando su posición y bebiendo un poco de sake.
De pronto, la joven saca una nihontou que traía escondida en la espalda y con un movimiento rápido corta en dos el tapiz que la separa de Sanosuke.
- ¡¿Qué demonios te ocurre?! – grita Sano con una mezcla de enfado y asombro.
- Llévame al Dojo Kamiya – ordenó la chica mientras guarda la espada en la funda que había colocado en el obi azul ceñido a su cintura.
- No te llevaré a menos que me digas qué buscas – replica con voz de enfado.
- No puedo decirlo, es un "Secreto de Estado" – divertida.
Sano lanza una mirada de furia a la chica y dándole la espalda, termina su botella de sake.
Minutos después la joven abandona el lugar ante la mirada de algunos comensales y comienza su caminata por la ciudad. Tras unos diez minutos de camino, la joven se para en seco y mirando por el rabillo del ojo observa la figura del luchador detrás.
- ¿Por qué me estás siguiendo? – murmuró con desgano.
- El Dojo está por ALLÁ – señala el punto contrario a donde se encuentran.
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- ¡Hola! ¿Hay alguien en casa? – gritaba Sanosuke al tiempo que abría la puerta del Dojo.
Ambos entraron y tras unos segundos, el joven se perdió en los pasillos buscando una respuesta, mientras la joven aún seguía parada delante de la puerta observando con gran detalle todo su alrededor.
Un par de minutos después, Sanosuke regresaba seguido de Kaoru y Yahiko, quienes observaban con extrañeza a la recién llegada, ya que Sano les explicó a su manera cómo había llegado hasta allí la joven.
- Busco a Himura-san.
- Kenshin no está – soltó Kaoru con voz cortante.
La joven dirigió sus pasos dentro de la casa, seguida por las miradas de sorpresa.
- Entonces – sentándose sobre sus talones – lo esperaré aquí.
Transcurrieron un par de horas y la luna empezaba a aparecer, dos gemas amarillas se posaron en la figura de Kenshin y lo recorrieron de arriba abajo.
- Tú debes ser Himura-san – masculló.
Kenshin asintió con la cabeza, parpadeando una y otra vez al ver a la joven ponerse de pie y acercarse lentamente hacia él acariciando su nihontou. El pelirrojo adopta de inmediato su posición de ataque.
- Himura-san, traigo desde Kyoto un mensaje para usted – sonríe.
- ¡Oro!
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- Shinomori-sama necesita su ayuda urgentemente.
Kenshin se extraña al escuchar que Aoshi pide su ayuda, ya que no era común en él y mucho menos enviando a alguien hasta Tokyo para comunicárselo.
La joven, adivinando los pensamientos del pelirrojo comentó que era una "misión secreta" y que por ese motivo ni Shinomori ni Makimachi podían llevar el mensaje personalmente.
– Necesito que vaya SÓLO usted, Himura-san – en el momento abre el shoji tras el cual se encuentran Sano, Yahiko y Kaoru, cayendo todos al suelo.
- ¡Eso ni lo pienses! – se escuchó la voz de Sanosuke al tiempo que se incorporaba y sus ojos marrones mostraban una rabia contenida. – Kenshin no va a ninguna parte sin nosotros.
La mirada ambarina se posó en la figura del luchador, y retándolo, le hizo una apuesta.
- Irán con Himura-san sólo si logras vencerme – la joven deja su nihontou a un lado y se frota los puños, sin dejar de observarlo.
Al escuchar las palabras de la chica, Sano y Yahiko comenzaron a reír.
- ¡Bah! Sanosuke puede ganarte hasta con los ojos cerrados.
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La joven dio un paso atrás y lanzó un puñetazo directo al rostro de Sanosuke, quien apenas logró esquivarlo. Sin darle tiempo a reaccionar, golpea al luchador en el estómago con la rodilla, haciendo que éste pierda el equilibrio por unos instantes.
Los observadores quedaron paralizados al ver la fuerza con que la chica había golpeado a su amigo. Yahiko decidió enfrentarla pero el luchador, incorporándose, lo detuvo.
- "¿Kenpo?" – pensó el pelirrojo al observar los movimientos rápidos de la joven.
- Creo que te subestimé – ríe Sanosuke al momento que lanza un puñetazo al rostro de la chica, pero lo detiene a escasos centímetros.
- Parece que los rumores sobre ti son ciertos, Sagara-san.
La joven se dirige a la puerta y dice al pelirrojo que estará ahí a primera hora para partir a Kyoto. Antes de salir, saca de su obi un morralito y lo lanza a las manos del luchador.
- Espero que sea suficiente para cubrir los daños que causé en el restaurante – sonríe.
- ¡Espera! Al menos dinos tu nombre.
- …Dana…
La joven sale a prisa del lugar, ya que no quería mostrar el nerviosismo que le producía la presencia del luchador, endemoniadamente atractivo. ¿Acaso ella pensaba eso de Sanosuke? ¿Era por eso que sentía cómo sus piernas temblaban casi sin control? La joven se reprendió a sí misma por estos pensamientos y continúo su camino.
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El paisaje se veía pasar rápidamente por las ventanillas del tren. El sol estaba en lo más alto del cielo y anunciaba que ese día sería completamente despejado.
- Creo que es un buen día para viajar, ¿no lo crees, Kenshin? – comentó la kendoka con una amplia sonrisa.
- Claro, Kaoru-dono – sonriendo, como siempre.
- Pues parece que el tori atama no la está pasando nada bien – ríe Yahiko.
Sanosuke, que se encontraba en el compartimento de al lado, se mecía de atrás hacia delante, abrazando sus rodillas. Estaba completamente atemorizado, pensando que de un momento a otro su alma se desprendería de su cuerpo.
- Creo que deberías relajarte, Sagara-san – comenta Dana sentándose al lado del luchador, quien sólo gira la vista un momento para verla, meciéndose más rápidamente cada vez.
- Es muy fácil decirlo – murmuró.
La joven movió la cabeza en forma negativa y poniéndose de pie, llevó sus manos a las sienes del chico y comenzó a dar un pequeño masaje.
- Esto te ayudará… Ahora sólo cierra los ojos y disfruta del viaje…
Kenshin y los otros observaron con curiosidad la "terapia" que la chica le aplicaba a su amigo, viendo que comenzaba a dar resultado, pues éste había parado de mecerse.
Después de unos minutos, Sano decide abrir los ojos y se encuentra a escasos centímetros los grandes ojos ámbar de la joven, por lo que siente un ligero rubor en sus mejillas.
- Gracias – murmuró desviando la mirada hacia la ventanilla al ver la amplia sonrisa de la joven.
- Esto siempre me ha funcionado, además de la meditación, claro – responde ella moviendo la mano de arriba abajo. – Siempre me sucede lo mismo…
Por respuesta, el luchador sólo levanta extrañado una ceja – "vaya que es extraña…"
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- ¡Oye! – grita Sanosuke parándose frente a Dana y cortándole el paso. – ¿No se supone que vamos a ver a Aoshi? ¡El Aoiya está al otro lado de la ciudad!
La joven sonríe y continúa su camino sin prestar atención a las palabras del chico. – Casi hemos llegado.
Algunos minutos después se encontraban frente a una gran casa, flanqueada por unos hermosos árboles de cerezo y adornada con una combinación de estilos oriental y occidental.
- ¡Vaya, este lugar es enorme! – dice Yahiko, boquiabierto.
- Pero no tanto como tu boca – se carcajea Sanosuke.
Ambos están a punto de pelear pero se detienen al escuchar una voz familiar tras ellos.
- ¿Qué hacen aquí? – preguntó el antiguo Miburo.
- ¡Saitou! – exclamaron todos a la vez que abrían muy grandes los ojos, sin creer lo que veían.
- ¿No se supone que estabas muerto? – chilló Sanosuke con desprecio.
- Yerba mala nunca muere – comentó el más pequeño.
Sin dar importancia a esas palabras, el Miburo sacó un cigarrillo de su pantalón y lo encendió. - ¿Qué hacen aquí? – preguntó de nuevo, dirigiendo después una mirada penetrante a la joven. - ¿Fue idea tuya, no es cierto?
- …Sí… - responde la chica sin retirar la vista de Saitou. – Los traje para que te ayudaran.
El Lobo los miró con desdén y abrió la puerta de la casa, donde fue recibido por una hermosa mujer de cabello negro y ojos verdes.
- ¿Quién es ella? – pregunta Yahiko, curioso.
- Tokio, la esposa de Hajime.
- ¡¿Qué?! – gritaron todos al mismo tiempo. No podían imaginar que una mujer como ella fuera la esposa de aquel ex Shinsengumi.
- Pasen, por favor – dice la mujer con tono afable.
La casa era sorprendente, estaba adornada exquisitamente al estilo oriental y tenía algunos detalles y muebles de corte occidental que le daban un toque de elegancia, sin contar su tamaño, ya que al menos podían observarse 4 o 5 habitaciones tan sólo en la primera sección.
Tokio los condujo a una habitación bien iluminada que había dispuesto horas atrás para recibir a los invitados.
- ¿Tú lo sabías? – Saitou levanta una ceja.
- Sí – respondió la mujer mirando fijamente los ojos de su esposo. – Por eso te dije que había enviado a Dana unos días a ayudar a mi hermana, no quería que te dieras cuenta y evitaras que se fuera.
Saitou apenas podía disimular su asombro, no podía creer que Dana hubiera planeado semejante cosa.
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- Ahora… – comienza a hablar la chica, tomando un poco de aire – Les diré a qué los traje aquí realmente.
- Les mentí para que pudieran acompañarme – dijo la joven disculpándose una y otra vez. – Si les daba el verdadero motivo tal vez no hubieran accedido.
Saitou mira a la joven con gran enfado mientras enciende otro cigarrillo, a pesar de saber que a Tokio le desagradaba verlo fumar en su presencia.
- ¿De qué se trata? – preguntó el pelirrojo.
- Pues… - la joven fue interrumpida por un llanto infantil que se aproximaba a ellos. Saitou abrió el shoji y observó que la pequeña Minoru, de ojos esmeralda como los de su madre, era quien lloraba.
- ¿Qué pasa? – dice el lobo frunciendo el ceño.
- ¡Eiji no quiere prestarme sus cosas! ¡Dile que me las preste, Otou-san!
Nuevamente los visitantes abrieron enormemente los ojos al escuchar que aquella tierna niña llamaba "papá" a Saitou, pues lo habían medio imaginado como esposo, pero jamás como padre. El Miburo tomó a la pequeña en brazos y, metiendo la mano a un bolsillo de su pantalón, le dio una pequeña pelota rosada.
- Es para ti – esboza una sonrisa al tiempo que regresa a la pequeña al suelo mientras le acaricia el cabello, la cual le da un gran beso en la mejilla y desaparece entre los pasillos riendo alegremente, seguida de Eiji.
- Será mejor que los lleve unos días con mi hermana – comenta la esposa del lobo. – No quiero que se enteren de esto.
Después de unos minutos de expectación por lo sucedido, Dana retoma la palabra.
- Por favor, necesitamos su ayuda – con voz suplicante mientras se inclina hasta tocar el tatami con su frente. – Últimamente han estado ocurriendo algunos asesinatos y otros sucesos extraños…
- Y eso qué, ¿acaso este tipo no puede con eso? – responde Sanosuke con rabia, señalando a Saitou con el dedo índice.
- … Según los testigos, han visto a un hombre alto y vestido con un abrigo aguamarina y blanco cerca de los lugares donde ocurrieron los sucesos.
- ¿Abrigo aguamarina? – pregunta Kaoru.
Dana observa de reojo a Saitou, quien parece aburrido con su relato.
- Así es, ese hombre utiliza el uniforme característico del extinto Shinsengumi – Concluye la joven, inclinando un poco la cabeza, al sentir la mirada de Saitou sobre ella.
- ¡¿Quéeeeeeeeeeee?! – exclaman sorprendidos, mirando al miburo boquiabiertos.
¡Al fin pude actualizar este capítulo! Es que tengo tanto trabajo que no tengo casi nada de tiempo, pero bueno, aquí está ya. Espero subir lo más pronto posible el segundo capítulo.
¡Gracias a yoshiluvsHxM por su review!
