Hola a todos! Y aquí estoy de nuevo con un nuevo fic! Aunque esta vez si estoy dispuesta a terminarlo...

Desde que leí mi primer fic sobre este pairing me quedó claro que tenía que escribir uno, porque a pesar de que hay unos muy buenos (pasense por Tiempo atrás: PASADO) quería hacerlo a mi manera. Pues, que más decir, ojalá le sguste!

Beteado porNortia, ¡muchísimas gracias! Eres lo mejor :) También me gustaría agradecer aSel, que salvó a este fic de morir en la miseria de un mal título, ¡Tienes mi eterno agradecimiento!Y tampoco podría ser posible sin la colaboración de la increíble e inigualableLuromar.

Por último le quiero dedicar este fic a todas las chicas del foro Draco Dormiens Nunquam Titillandus, las adoro.

A todas, ¡Gracias!

Disclaimer:de más está decir que nada de lo que reconozcan es mío, creo que ya todos se lo saben de memoria.

Advertencia: Spoilers Deathly Hallows! Si no te has leído el séptimo libro, por favor retrocede ahora que puedes... No soy responsable de lo efectos que pueda producir este fic después de la lectura (excepto el odio o posible amor que puedan sentir por él, en tal caso les agradecería un review ;D).

Las calles volvían a estar abarrotadas, las vitrinas estaban llenas de adornos y las sonrisas habían vuelto a adornar las caras. Nadie hubiera dicho que poco más de un mes antes había habido una guerra, y la verdad era que nadie lo mencionaba ya. Era como si nunca hubiera pasado, un recuerdo borroso, una mosca cuyo zumbido solo se quiere aplacar. Pero el pasado no se puede cambiar. Dos meses antes estaban en guerra. Dos meses antes gente inocente moría por una pelea entre sangres. Dos meses antes solo había desesperación. ¿Por qué iban a querer hablar de ello? ¿No era el olvido el primer paso para la curación?

Claro que no; era admitirlo, y el mundo mágico no estaba preparado para enfrentar lo que había pasado. Es por eso que todavía no habían empezado el proceso de curación, eran todavía un pueblo herido, llorando a sus muertos, reconstruyendo sus vidas. La gente había vuelto a salir y las sonrisas habían vuelto a las caras, pero era solo un disfraz. Una máscara tratando de ocultar el dolor.

Una chica caminaba por esas calles. Sumida en sus pensamientos y divagaciones no veía más allá de los rostros, no estaba de humor. Su mente estaba ocupada en temas más emocionantes, como el haber conseguido al fin que la dejaran participar. Porque no había sido nada fácil. Desde que había terminado la guerra todos querían cosas distintas de Hermione Granger. Los adultos querían que regresara a Hogwarts, Ron quería que pasaran más tiempo juntos y los demás solo querían que se relajara. Su vida se había vuelto un tira y afloja de los otros por su tiempo, pero a nadie parecía importarle mucho su opinión. Y si había algo que la irritaba era que no la tomaran en cuenta. Porque ella era una chica independiente y capaz, no estaba para frivolidades ni para que magos machistas la controlaban, y aunque nadie le pidiera su opinión ella la daba. "Quiero ayudar, quiero ser útil" decía una y otra vez "Quiero ayudar a erguir nuevamente nuestro mundo de las cenizas" Pero nadie le hacía caso. Que si era muy joven, que si no sabía lo que quería o que qué le había pasado a la antigua Hermione, que hubiera preferido beber pus de bubotubérculo antes de no terminar su educación mágica. Lo que no entendían era que ella había cambiado. Ya no era la sabelotodo insufrible a la que solo le importaba ser la mejor de la clase y hacer cumplir las reglas. Sí, seguía siendo una sabelotodo, pero sus prioridades habían cambiado; ahora quería ser útil a la Orden, al mundo mágico en general. Como habían dejado ser a Harry.

Sabía que sus situaciones eran distintas, Harry era la figura de la victoria. Él debía estar ahí, se lo merecía. Se merecía ser lo que él quería después de todo lo que había hecho, y si lo que él quería era ayudar a reconstruir lo que Voldemort había destruido, mejor que mejor.

Pero Hermione era harina de otro costal.

Hay que ver los ideales medievales que tienen algunas personas, pensó enfadada al recordarlo.

Pero su insistencia había dado sus frutos. Después de dos meses insistiendo para que la dejaran hacer algo, habían cedido.

—Sospechamos que todavía quedan objetos tenebrosos en Borgin & Burkes. —le había dicho Arthur con una mirada seria— Quiero que vayas y hagas un reconocimiento. Si ves algo sospechoso quiero que nos avises inmediatamente.

Y así fue como Hermione se vio sumergida en las calles de Londres en busca de objetos tenebrosos que probablemente ni siquiera existían (si Borgin había sido lo suficientemente inteligente como para llevarse de ahí cualquier cosa que pudiera ganarle una orden de captura), pero la hacía sentirse útil, parte de algo.

Al igual que las calles aledañas, el callejón Diagon bullía de actividad. Las tiendas recientemente abiertas recibían a un público desesperado por reabastecerse y de volver a la rutina de las compras semanales. Pero mientras avanzaba hacia el final del callejón la gente cada vez se encontraba en menor cantidad, hasta que al llegar al callejón Knockturn había desaparecido del todo. No era de extrañar en absoluto, la caída de Voldemort también había traído la caza de cualquier objeto o mago relacionado con las artes oscuras de parte del ministerio.

Al llegar a su destino su corazón se aceleró y el recuerdo de su conversación con Ron esa mañana invadió su mente.

No puedo creer que Kingsley lo haya permitido.

Ron, aunque no lo creas ya soy grande. Tomo decisiones por mi misma y no necesito a nadie que ande haciéndome de niñera.

Ron suspiró.

Solo te pido una cosay entonces bajó la voz—. Mírame, Hermione. Por favor no hagas nada estúpido o temerario. Necesito que me lo prometas.

Ron, ya no tengo diez años, sé lo que tengo que hacer. ¿Y cuando me has vistohacer…?

Y entonces él la besó.

Una sonrisa involuntaria apareció en el rostro de Hermione.

—Por Merlín, ese chico está cada día más empalagoso. —murmuró. Y entró a la tienda.

Los estantes antes llenos de objetos estaban vacíos y todo estaba cubierto de una gruesa capa de polvo; se notaba a simple vista que nadie se había pasado por ahí desde hace por lo menos un mes. Hermione no pudo evitar sentir una punzada de decepción, pero desechó el sentimiento de inmediato. Todavía quedaba mucho por registrar y quizás, si tenía suerte, podía encontrar algo que valiera la pena. Armándose de paciencia empezó su meticuloso registro por la tienda. Al cabo de quince minutos no quedó ningún rincón que no hubiera inspeccionado, así que se adentró en la trastienda, donde se encontró con un pasillo largo con una gran cantidad de puertas a los lados. Emocionada, y a la vez un poco nerviosa, fue tratando de abrirlas una a una pero estaban todas cerradas. Ninguno de los hechizos que probó funcionó, por lo que finalmente se dio por vencida. Debería decirle al señor Weasley que se comunicara con Kingsley para enviar algún auror que intentara quitar esos encantamientos de protección, pero dudaba que sirviera de algo.

Hermione era una chica muy inteligente y en cuanto a hechizos se trataba le gustaba considerarse una experta. Aunque debía admitir, y a veces a regañadientes, que no lo sabía todo, estaba segura que con respecto a esas puertas no había nada que se pudiera hacer. Estaban selladas con algún tipo de encantamiento permanente que solo su autor podría quitar.

Resignada, estaba dispuesta a irse, cuando algo llamó su atención. En el suelo, cerca del final del pasillo, había una trampilla casi oculta por el polvo. Hermione se agachó y pasó una mano por encima. No podía medir más de veinte centímetros por lado y tenía una fina hendidura que permitía su apertura. Su corazón se aceleró. ¿Debería abrirla? Una parte antes dormida de su cerebro despertó y le susurró que sí, estaba en su derecho. Ella la había encontrado, ¿quién más debería abrirla?

La curiosidad. La maldita curiosidad que había acabado con tantos magos capacitados e inteligentes ahora la había poseído a ella. Con una mano temblorosa abrió la trampilla, encontrando un anillo rojo como el fuego y rodeado por una escritura en un idioma que no alcanzaba a comprender. Le susurraba que lo tomara, que se lo pusiera en el dedo, que admiraba como embellecía su mano. La haría bella frente a todos, reconocida, respetada; lo sentía en cada célula de su cuerpo. Y cada enseñanza, cada palabra que había leído sobre no tocar nada cuya procedencia no supiera, todo rastro de prudencia desapareció de Hermione Granger en el segundo que puso sus ojos en ese anillo. Y lo tomó, y lo puso en su dedo. Admiró un instante como se veía en su delgado dedo anular y luego sintió el mundo desaparecer a sus pies.

¿Y bien? ¿Qué les parece? Espero que les haya gustado.

Un besote a todos!

Prim