Advertencia: Todos los personajes de Fairy Tail le pertenecer a Hiro Mashima, su creador.

Este relato ocurre en el período de disolución del gremio


I parte: Juvia

Cuando no estaba en una misión, además de entrenar, Juvia se dedicaba a hacer las tareas domésticas. La lista era bastante extensa, pero cada actividad la realizaba con una gran sonrisa en su rostro, y es que ahora no lo hacía solo porque ella lo necesitara, sino que también por otra persona, pues llevaba un par de meses viviendo junto a su amado Gray-sama.

Siempre le agradecía a la divina providencia el poder apreciar distintas facetas de su mago de hielo favorito. Diariamente se podía deleitar con su cara somnolienta por las mañanas y su cabello enredado, podía ver la concentración con la que entrenaba, maravillarse con su tonificado cuerpo después de una ducha y por qué no decirlo, atesorar cada una de sus fugaces sonrisas, pero que por algún motivo que desconocía, cada vez se estaban haciendo más frecuentes.

Justo en ese momento había terminado de preparar el pastel que no le gustaba a Gray-sama, mas que curiosamente, él solía robar en secreto pedazos extras en la noche. Tachó eso de su lista, lo siguiente era ordenar su pieza. Debido a la gran cantidad de misiones que habían aceptado, no tenían el tiempo suficiente para estar en casa –oh, cómo amaba esa palabra – y había terminado amontonando su ropa en el baúl que se encontraba a los pies de su cama y por si fuera poco, una fina capa de polvo amenazaba con propagarse por los pocos muebles que poseía.

Para llegar a su pieza, tenía que pasar a través del angosto living-comedor que se hallaba entre la cocina y los dos dormitorios. Allí vio algo, o más bien a alguien que logró captar su atención. Encima de la mesa de centro había un viejo libro que les adjudicaron en una recompensa anterior y cerca de ella, con los brazos ligeramente cruzados y las piernas estiradas, Gray se encontraba durmiendo profundamente sobre el sillón más grande de la habitación. Al dormir, su rostro se mostraba mucho más relajado de lo normal, además, adquiría un aspecto vulnerable y adorable a los ojos de Juvia –aunque claro, eso no se lo diría por temor de herir su orgullo –.

-Gray-sama –murmuró bajito, tratando de averiguar si efectivamente estaba durmiendo. Una vez que se cercioró de que su amado estaba en los brazos de Morfeo, aún de pie, despejó con sumo cuidado los mechones rebeldes que cubrían parcialmente la cicatriz que estaba sobre su ojo izquierdo. Pasó las yemas de sus dedos a lo largo de ésta, arrancándole algunos suspiros. Hacía mucho tiempo había leído un artículo en el que se mencionaba que las cicatrices repercutían negativamente en la belleza estética de las personas. Ella estaba bastante de acuerdo con eso, pero también era muy consciente de que existían excepciones a la regla. Gray Fullbuster era una de ellas. Juvia se había enterado gracias a Erza de que la cicatriz la había obtenido tras un combate con Lyon-sama mientras intentaba proteger a su maestra, por eso, ella consideraba que esa cicatriz en particular no le restaba encanto al mago de hielo, sino al contrario, al ser en pos del amor hacia sus seres queridos ocasionaba que los sentimientos que sentía por él crecieran mucho más.

Posteriormente se acomodó para escuchar uno de sus sonidos favoritos –solo superado por la voz tan ronca y sensual que tenía Gray-sama –que no era nada más ni nada menos que el palpitar del corazón del azabache. Seguro y constante, bombeaba sangre a cada rincón de su cuerpo, produciéndole a ella, leves estremecimientos desde sus finas hebras celestes hasta la punta de sus pies.

-Juvia –pronunció entre sueños, muy lento y calmado.

¡Alerta roja! ¡Alerta roja! ¡Esto no es un simulacro! ¡Gray-sama está soñando con Juvia! –sonaban las sirenas de bomberos dentro de la mente de la peli azul – ¡Gray-sama está soñando con Juvia!

Rápidamente comenzó a imaginarse una romántica declaración de amor por parte del muchacho, su casamiento y la posterior luna de miel, para terminar viviendo en una bella cabaña muy similar a la que habitaban ahora mismo. Pero todo se fue por el caño cuando prestó mayor atención a su cara. Su expresión se había endurecido, tenía la nariz levemente arrugada y su entrecejo –al igual que su quijada –se había tensado. Ese gesto solo lo hacía cuando había alguna cosa que realmente le disgustaba. Sus fantasías pasaron a segundo plano, lo que ahora quería saber con ansias era qué cosa estaba haciendo ella exactamente en los sueños de Gray-sama para entristecerlo de esa forma.

-Juvia –volvió a decir, y esta vez ella estaba expectante a lo que le siguiera –quédate aquí, conmigo – No dijo nada más y movió sus brazos para seguir durmiendo. Por su parte, Juvia se tranquilizó. Quizás Gray-sama estaba teniendo una pesadilla, de esas que alguna vez le comentó despreocupado en la que revivía el momento cuando Silver desaparece y le da como legado su poder de Devil Slayer. O tal vez estaba recordando el tiempo que viajaba constantemente, en su larga peregrinación antes de ingresar a Fairy Tail. Aunque esa interrogante no pudiera ser resuelta, el hecho era que le estaba pidiendo que no lo dejara solo y eso era algo que ella nunca permitiría.

-No tiene de qué preocuparse, Gray-sama –le dijo para confortarlo a pesar de que él no la estuviera oyendo –Juvia siempre estará a su lado.

Esta vez no se limitó con acurrucarse al lado de Gray-sama, lo abrazó débilmente, abriéndose espacio entre los brazos y las piernas de él, y esperando por si al azabache le incomodaba su cercanía. Al no obtener una negativa, hundió su cabeza en el pecho desnudo del mago y casi sin darse cuenta, se comenzó a quedar dormida en esa agradable posición.


Nota: Sin mucho que agregar, salió raro, pero en fin, pronto subiré el punto de vista de Gray(?