Autor/a: Ella

Género: Romance, drama, acción.

Clasificación: +16

Advertencias: Lime. Lenguaje altisonante. Muerte de personajes. OoC.

Serie: Naruto

Publicaciones: + MSS (Próximamente)

Mensaje del Autor: ¡Hola gente! Soy Ella. Si ustedes están leyendo esto eso debe de significar que ya leyeron la primer parte de esta secuela, "Lazos de Sangre". La "saga" se llama, básicamente, Lazos y esta se divide en "Lazos de Sangre" como la primera parte, "Lazos del Destino" como segunda parte y "Lazos de Mujer" (Próximamente) como one-shot especial. Continuaremos con la historia de la Draculina mostrando una nueva cara de las cosas con más de una década de diferencia desde el final de la primera parte, tanto como adentraré más en la perspectiva de nuestro maravilloso Drácula y finalmente me encontrarán explicando cualquier detalle incomprendido según lo que expresen en sus reviews. Yo SIEMPRE respondo los reviews sin importar cuán sencillos sean, así que no duden en preguntar, que lo que ustedes se atreven a preguntar otros no lo harán algunas veces, y yo podré poner más en claro el seguimiento de la historia con ella. Ahora quiero agradecerles por aventurarse conmigo en este trabajo, por ser fieles a la obra también. Es un placer publicar por ustedes y leerlos cada tanto tiempo. Por ahora es todo, espero que lo disfruten~

Nota: Este capítulo es muy introductorio, así que... sobrevivan a él (?)

Esperaré sus hermosos comentarios~


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Desde el momento en que ella empezó a vivir en aquella zona se hizo bastante popular por su buen carácter. De hecho la mayoría de la gente la conocía por ser la joven cuidadora que vivía a solas en esa casa con un individuo que pocas veces se le había visto. Uno apenas podría verlo si pasaba cerca de la zona en que su casa provinciana con grandes campos verdes se encontraba… a ella siempre le había gustado ese tipo de sitios pero era una lástima que tuviera una salud tan delicada como la persona de la que cuidaba, como todos decían.

En un principio los emparentaron pero pronto comprendieron que no era así. Ella tenía más tiempo viviendo ahí y todos la habían visto a ella por lo que no creían que fuese el caso, más bien era considerada una institutriz bastante joven con unas obligaciones de mujer que eran poco usuales que alguien tan joven tomara, pero pronto lo consideraron como que de hecho ella debía recibir una buena paga por sus servicios.

Era joven y bastante delgada, usaba vestidos que se acoplaban al estilo de la zona rural en la que vivía pero le sentaban bastante bien. Poco después de que su presencia fuera notada empezaron a haber intereses en su persona pero el hecho de que ella fuera tan reservada nunca dio pie a ningún tipo de atrevimiento y, por encima de todas las cosas, ella siempre se había negado a recibir cualquier tipo de visitas en la casa en que vivía aunque ocasionalmente habían personas que llegaban a verla con un aspecto mucho más moderno del que ella gozaba desde que estaba ahí, un aspecto que todos consideraban a ella le hubiese venido bien de haberla conocido en un ambiente mucho más urbano del que tenían.

Su nombre era Sakura Haruno y era bastante bella pese a no tener un cuerpo que causara intereses perversos. Era más su sonrisa de soles y su actitud amistosa lo que hacía que la gente se acercara con curiosidad para hacerla su amiga, pero ella siempre tenía una enorme barrera invisible que era impenetrable. Todos sospechaban que esa belleza, que pese a ser simple podía ser bastante exótica, debía tener algo detrás de esos ojos verde jade y esa cabellera inusualmente rosada como una mujer huyendo de algún pasado que la abrumaba o de un peligro inminente para su propia naturaleza sutilmente hermosa.

Al final todos los rumores, por más pequeños y minúsculos que fueran cada uno, tenían un poco de razón. Sobre todo porque en ocho años ella no parecía envejecer y siempre parecía demasiado ocupada como para prestar atención a las personas que le rodeaban. Ella tenía valiosos compromisos en la casa que cuidaba como para sentarse a tomarse una taza de té en los campos de Inglaterra o para detenerse lo suficiente como para socializar al grado de hacer algunos amigos. Una mujer misteriosa, sin lugar a dudas, pero bastante humilde como para que cualquiera de verdad se preocupara por ella, por su presencia. Ella terminaba siendo siempre bien recibida.

—Sakura —la saludaron en el mercado, por lo que ella se giró sobre su eje sin dejar de sostener la sombrilla, dejando que la falda de su vestido bailara a causa del viento, por lo que Sakura solo colocó una mano sobre esta para contenerla.

—Señora Woodrich —contestó la pelirrosa, con una sonrisa—. ¿Cómo está la salud de su marido?

—Muy bien, querida. Muchas gracias por las recomendaciones, mi viejo esposo se siente mucho mejor después del tratamiento que le recomendaste para su tos —la señora Woodrich era bastante mayor, con ese aspecto maternal—. ¿Cómo has estado tú, preciosa?

—Bien, gracias por preguntar.

—Escuché que hoy fuiste a la escuela elemental para hablar con la maestra —Sakura reaccionó por esas palabras—. ¿Te ofrecieron un puesto?

—Así es —contestó ella con cierta timidez—. Originalmente iba con intenciones de conocer sobre el nuevo curso, pero terminaron ofreciéndome trabajo. No estoy segura de poder cumplirlo, pese a que me gustan los niños no estoy segura de poder ayudar con mi salud.

—Es cierto, tu piel es muy delicada. Pero considéralo: eres una muchacha joven pero ese cuerpo no esperará por siempre —la risa de Sakura fue nerviosa.

—Tiene razón, señora Woodrich. Lamentablemente tengo prioridades con mi protegido, y una mujer tan débil no es una buena esposa —ella siempre buscaba salirse por la tangente—. Oh, pero mire la hora… debo irme para preparar la comida.

—Anda, ve, querida. Pero no te olvides que tengo un hijo joven y soltero, es un buen hombre, déjame presentártelo —insistía cada vez que la veía.

—Quizá la próxima vez, señora Woodrich —fue entonces que ella hizo su escape, apresurándose a volver a aquella casa que estaba en las zonas apartadas del poblado general. Ella vivía en esa granja a pesar de que solo le pagaba a los trabajadores.

Capítulo Uno

Cuando Sakura volvió a casa misteriosamente todo estaba en orden, inclusive la sala que generalmente y para esas horas del día parecía más bien un campo de guerra. Sus ojos verdes analizaron que de hecho no había ningún tipo de desastre en todo el primer piso de toda esa pequeña casa, así que se dirigió a paso sigiloso hasta la cocina para dejar ahí las bolsas del mercado antes de continuar caminando, de una forma silenciosa que nadie podría detectar uno solo de sus pasos. Ella consideraba esa situación especialmente sospechosa, pues el silencio era otro factor importante.

Su agudo olfato detectó el aroma de su protegido en el segundo piso, en su propia habitación de hecho. Ya era suficiente sorpresa que no hubiese nada en el piso y que todo estuviese impecable como ella había logrado dejarlo. Estaba segura que él estaba despierto cuando ella se fue y no era normal que estuviese todo tan en orden, así que estaba algo a la defensiva en cuanto a lo que eso representaba.

La pelirrosa se encontró entonces frente a la puerta de la habitación que no estaba abierta y con absoluta cautela tomó la perilla. La giró con mucho cuidado a modo que no hiciera ruido perceptible y empezó a empujar el peso de la misma con mucho cuidado, esperando a encontrar al objeto de su inquietud. La habitación parecía vacía conforme ella iba abriendo la puerta, pero sabía muy bien que él estaba ahí, su aroma lo evidenciaba. Aunque lo más preocupante hasta ahora era que la habitación también estaba en orden.

Entonces lo vio: estaba sentado sobre la cama, con las piernas cruzadas y mirando a la pelirrosa con absoluto interés. Su cabellera negra y larga sostenida en su espalda como una coleta, sus brillantes ojos negros llenos de ternura, a poco de tener un aspecto femenino, con una sonrisa idiota que ella conocía bastante bien y que sabía con profundidad quién le había enseñado a sonreír así. Parecía entusiasmado en silencio mientras se tomaba él mismo los pies y comenzaba a mecerse en su mismo sitio, a nada de explotar de la emoción, por lo que Sakura se limitó a suspirar en su lugar mientras le veía.

—Sakura, Sakura —sí. Estaba demasiado emocionado y todo demasiado en orden como para que algo estuviese bien—. ¿Fuiste a la escuela, Sakura?

—Sí, sí fui —contestó ella restándole importancia, analizando el entorno.

—¿Y qué te dijeron, Sakura? ¿Qué te dijo la maestra? —él había empezado a rebotar en la cama con pequeños saltitos emocionados.

—Sano, ¿por qué tu habitación está tan ordenada?

—¡No cambies el tema, mujer! —exclamó él, por lo que los ojos de Sakura se dirigieron inmediatamente hacia el rostro infantil, frunciendo el entrecejo, y el chiquillo tan solo se quedó congelado para tragar en seco—. Lo lamento…

—Yo no he cuidado y formado a un maleducado, Sano —respondió ella, saliendo de la habitación—. Reconoce tu lugar.

—¡Pero Sakura! —su queja infantil causó que ella solo sonriera para sí misma mientras salía de ahí—. ¡Por favor, por favor, por favor! Perdóname —sus pasos a pie descalzo hacían bastante ruido mientras él corría detrás de ella—. ¡Déjame saber!

—Sano, ¿por qué necesitas ir a una escuela? Tú sabes más que esos niños, ¿no te he enseñado bien? Tú ya lees y escribes perfectamente desde hace un tiempo —ella sacudió su mano al aire—. Sé que soy una buena institutriz. Ningún niño de seis años que entrará al nuevo curso sabe hacer todo lo que tú sí.

—¡No se trata de eso!

—¿Oh, en serio? —ella se detuvo, dando la vuelta en su eje y mirándole hacia abajo. Él era diminuto en comparación de una adulta como ella—. Entonces dímelo, Sano. ¿Qué tiene de divertido tener maestros regañándote todo el día?

—Pero tú ya me regañas —aquejó él inflando las mejillas, con un puchero.

—¡Ahora imagínatelo! —ella se puso las manos en la cadera—. No solo te regañaría yo, también te regañarían las maestras.

—¡Tú puedes ser mi maestra allá también!

—Sano, deja de darle vueltas al asunto y dímelo —el niño bajó el rostro ante lo que Sakura le decía—. ¿Por qué tienes tantos deseos de ir a la escuela?

—Es que… yo no tengo amigos —la información que salió de los labios del infante terminaron de enternecer el corazón de Sakura, sobre todo al saber que él podía estar tan avergonzado de admitir semejante hecho.

—Sano —el tono de voz dulce de ella hizo que el chico levantara el rostro, mirando entonces a la mujer que se había inclinado frente a él, sosteniéndose el vestido, para verla cara a cara ahora—. Querido… debiste decírmelo así. Yo no puedo saberlo todo, tontito —la mano diestra de ella se posó en su hombro—. Pero Sano, debes tomar en cuenta tu salud.

—Pero Sakura —empezó él, aunque se remordió sabiendo que ambos estaban en el mismo estado y que esa era una razón para que ella fuera su guardiana—. Yo solo quiero conocer a otros niños y jugar, quiero amigos.

—Y lo harás —él volvió a verla, aún con ese rostro llorón—. La maestra dijo que le encantaría recibirte y me ofreció trabajo ya sea como maestra o como enfermera… pero te recuerdo que ni tú ni yo podemos exponernos mucho al sol, así que si te empiezo a llevar a la escuela habrá ciertas reglas, ¿lo entiendes?

—¡¿En serio?! —su rostro volvió a iluminarse y su sonrisa fue inigualable—. ¿De verdad me llevarás a la escuela, Sakura?

—Para tu carro ahí que hay reglas y tenemos que consultarlo con Tsunade-sama antes de tomar una decisión, ¿lo recuerdas? —el menor asintió frenéticamente, casi como si de ello pudiera llegar a depender su vida—. La llamaré, Sano. Pero debes aceptar su decisión. ¿Lo prometes?

—Sí, Sakura.

—Hagámoslo oficial —señaló ella antes de mostrarle su dedo meñique, por lo que el menor sonrió extendiéndolo para la mayor—. Una promesa es una promesa.

—Y el que no la cumpla comerá mil gusanos.

—Ewg —ella hizo una mueca, antes de sonreírle con ternura—. Y cerrar una promesa es como un contrato.

—Nosotros no nos damos las manos porque es aburridísimo.

—Por eso nuestro sello es de hecho un beso —los dos levantaron los pulgares y los empujaron el uno contra el otro.

—¡Chuu!

—Chuu, chuu —contestó ella, soltando el agarre para atraparlo entre sus brazos y empezar a besar su rostro—. Chuu, chuu.

—¡Sakura, no! —exclamó él entre risas, siendo víctima de un montón de besos fuertes que le aplastaban las mejillas—. ¡Sakura, ya! ¡Era solo un beso! —pero incluso con aquello ella tardó unos cinco besos más en sus mejillas antes de soltarlo—. Ahora vamos a llamar a Tsunade-sama.

—Vale, vale —dijo ella, poniéndose de pie—. Pero quiero tus deberes en la mesa de inmediato o sino me arrepentiré.

—¡Sí! —él corrió de vuelta a su habitación y Sakura bajó pronto, buscando el teléfono para hacer la llamada prometida: Tsunade respondió inmediatamente y escuchó la explicación de Sakura, los deseos de su protegido y la forma en que planeaba tomar medidas al respecto.

—Sakura, sabes que no pueden relacionarse demasiado con el pueblo —contestó la rubia, a lo que ella miró al menor que se había acomodado en la mesa.

—Lo sé, maestra —dijo, hablando suave—. Sin embargo pienso que sería algo muy bueno para Sano. Puede que él sea una influencia poderosa para el mundo en el futuro pero sigue siendo un niño… todo niño merece vivir una infancia feliz.

—¿No es lo suficientemente feliz contigo? —ella bajó la mirada.

—Sano ni siquiera ha tenido la oportunidad de crecer en una familia. Es tan solo un niño que vive sobreprotegido por la organización y para colmo tiene que vivir como un secreto para el mundo entero —explicó—. Ni siquiera estamos seguros de que él vaya a ser tan poderoso.

—Tú misma hiciste esa investigación, Sakura… tú decidiste irte para protegerlo desde antes de que él naciera —la pelirrosa se sentía afectada—. Él es importante.

—Pero escoger pertenecer o no a la organización es una decisión que él deberá tomar, es lo que se acordó —contestó ella a la defensiva—, y para bien o para mal tenemos que respetar ese hecho como el hecho de que él es tan solo un niño.

—No es solo un niño —antepuso la rubia al teléfono—. Sakura, él llegará a ser mucho más poderoso que tu Drácula —la mujer reaccionó ante esa mención.

—Por favor, no ligue a Sasuke en esto… Sano no tiene absolutamente nada que ver con él, Tsunade-sama. Él ya se parece bastante a él como para que tenga que recordármelo —la rubia notó entonces el error que había cometido.

—Lo lamento, Sakura.

—No importa —aseguró ella—. Sasuke no va a volver y aún no sabemos si Sano será un Drácula poderoso o no. Yo seguiré tras de él sin importar qué, por favor concédale el permiso —el suspiro de Tsunade se escuchó a través de la línea.

—De acuerdo, Sakura —respondió con cansancio—. Que empiece el próximo curso, pero necesito que tú vayas con él.

—Lo haré —aseguró—. Déjelo en mis manos.

—Consideraré una serie de reglas para ello, sobre todo por los asuntos relevantes a su salud y la tuya —la pelirrosa asintió suavemente—. Y no aumentaré la vigilancia, pero todos estarán al tanto de ti y Sano.

—Gracias. Se lo diré —cuando Sakura colgó el teléfono caminó hacia el menor para verle de soslayo. Entonces él la miró con entusiasmo y ella asintió suavemente.

—¡Viva! —gritó él bastante efusivo.

—Fue tan difícil convencerla —se quejó dramática en voz alta, por lo que el chico bajó de la silla y caminó hacia ella que se dirigía a la estufa—. Y pondrá tantas reglas.

—No importa, iré a la escuela —respondió el niño, mirándole hacia arriba—. Sakura, voy a compensarte —ofreció, a lo que ella enarcó una ceja con incredulidad—. Verás que lo haré y te pondrás de verdad muy contenta.

—¿Y cómo será eso, Sano?

—¡Pues con abrazos y besitos! —soltó él, convencido de que era la paga perfecta. Su carácter siempre era así de adorable, y ella se inclinó para verlo de frente, ante lo que él le extendió sus brazos para darle un precioso abrazo.

—También quiero las mejores notas —el niño hizo un puchero, pues ella ni siquiera había aceptado su abrazo aún.

—Vale, vale, las mejores —él se acercó hasta rodearla con los brazos por encima de los hombros, con mucho cariño en el acto—. Pero no voy a presumir ni adelantarme porque me van a odiar, Sakura.

—Vale, tan solo demuestra que eres muy bueno sin decir nada —contestó ella divertida, soltándose del abrazo—. Haré la comida.

Sakura sabía que sería pan comido para él. Sano era bastante inteligente y avanzaba rápido, además él ya tenía las habilidades de un niño de tercer grado, pero él iba a empezar desde el principio y probablemente se aburriera pronto. Sakura era una institutriz mordaz, después de todo, y una vez comenzaba no paraba y si Sano le seguía el ritmo entonces era muy complicado que ambos se detuvieran. Pero su alegría merecía celebrarse.

La pelirrosa volvió a levantar el teléfono a espaldas del niño para comunicarse con sus viejos amigos y se dedicó a preparar una cena que sabía que a todos les encantaría. Sabía que todos podrían asistir pero el festejo merecía el esfuerzo y sorprendentemente varios de ellos se presentaron a casa para el atardecer. La puerta de la pequeña casa fue golpeada mientras Sakura estaba cocinando y Sano, como descanso después de terminar sus tareas, estaba jugando en la sala de estar con unos coches de madera.

—Sano —llamó ella—, ¿podrías abrir la puerta?

—¡Sí, Sakura! —exclamó él, para saltar y apresurarse hacia la puerta—. Ya voy —dijo, antes de abrir la puerta.

—¡Escuincle infernal! —gritó entonces una voz, atrapándolo en sus brazos y subiéndoselo al hombro como un costal—. ¡Eres un presumido de lo peor, ya me han contado todo! —el rubio entró a la casa girando con el chiquillo encima, haciéndolo reír.

—¡Naruto! —la voz de riña de Sakura hizo que el ojiazul se detuviera de inmediato pero con cuidado y que Sano le mirara de soslayo entre sus cabellos despeinados, con una sonrisa divertida—. No llames de una forma tan grosera a Sano y no lo sacudas así que vas a hacer que se maree y devuelva lo que comió, sino es que se golpean.

—Vaya. Sakura-chan de verdad habla como una madre enojada —reconoció el rubio con bastante torpeza.

—Eso lo que pasa cuando una mujer, por más joven que sea, vive cuidando y educando a un niño pequeño, Naruto… además Sakura ha criado a Sano —defendió una rubia, abriéndose paso a la casa—. ¡Sano, estás enorme!

—Hola Ino —respondió el niño con una gran sonrisa, una vez más.

—Oh, esa sonrisa me es familiar —sospechó ella—. Oh, oh… ¿no es la misma sonrisa que pone Naruto? —Sakura suspiró, casi bufando.

—Es la misma —aquejó en voz alta.

—¡Hey! ¿Qué hay con mi sonrisa? —el aludido se giró, con Sano aún sobre su hombro, para ver a la pelirrosa—. ¿Por qué lo dices de tan mala gana?

—No sé de qué me estás hablando —ella se burló, dándose la vuelta para volver a la cocina—. Pónganse cómodos, mejor. ¿No vendrá nadie más? Si vamos a tener una fiesta sería bueno que sea en grande.

—Tenten no puede venir por su embarazo. El viaje la pondría mal —explicó Ino—. Y como Hinata no hace ruido alguno no la has notado —bromeó la rubia, mirando a Sakura de soslayo, apreciando con la misma atención de siempre la forma en que ella se veía aún tan joven, más que todos ellos—. A mí me acompaña Sai.

—¡Sai! —exclamó Sano, mientras Naruto lo ponía en el piso—. ¡Ven, vamos! Quiero que me enseñes a pintar, ¿sí?

—Anden con él ustedes —declaró Hinata mientras finalmente entraba para romper el silencio que había tenido—. Nosotras ayudaremos a Sakura con lo que hace falta —declaró, para que ellos asintieran y se movieran a la sala de estar.

—Sakura, ve que te sienta bien eso de vivir en el campo —Ino le dio una palmada en la espalda, sorprendiendo a la pelirrosa.

—¿De qué hablas? Siempre es un problema andar por ahí de día, el sol me mata.

—Bueno, ahora que casi has recuperado toda tu fuerza no debe ser tanto problema, ¿verdad? Pero, oye… ¿llevar a Sano a la escuela? ¿Estás segura de eso?

—Por supuesto que sí —Sakura estaba decorando un pequeño pastel entonces—. Sano es tan solo un niño. Es muy pequeño y no está bien que un niño de su edad crezca solo… él siempre me da sorpresas y me tiene muy contenta. Es la mejor misión que he tenido.

—Así que quieres darle lo que sea a cambio —declaró Hinata bastante comprensiva, acercándose a revisar cómo ayudar a Sakura—. Me alegro por ti.

—Pero, ¿esto está bien para ti? —los ojos azules de Ino vieron a Sakura—. Estar sola…

—No estoy sola, estoy con Sano —defendió con una sonrisa—. Además ya han pasado más de diez años, Ino… fui yo quien selló a Sasuke en esa ocasión, no puedo lamentarme por lo que he hecho y ya lo he superado. No soy una niña y decidí dedicar mi vida a la protección de Sano.

—Sakura…

—¡Está listo! —declaró ella, tomando el pastel—. Vamos, Ino —ella había adquirido esa sonrisa maternal y femenina, había abandonado el lado rudo y agresivo que aquél año siguiendo a Sasuke le había dejado—. Estoy feliz y quiero festejar con todos. Hagamos una linda fiesta.