Prólogo

Siente como el piso oscila bajo sí. Alternado entre la conciencia y el sueño, fugases luces multicolores le llenan la vista y un particular dolor punzante entre el hombreo y el cuello le impide recobrar la postura. Pronto, siente el apoyo faltante en brazos ajenos que le levantan con pasmosa sutileza – ¡capitán! −escucha a la lejanía− ¡capitán!

Suaves sacudidas comienza con el trabajo de colocar las ideas donde deben ir.

−Capitán... −Roy ve la alegría en el oscuro rostro de su oficial− debemos irnos de aquí, el casco deberá separarse en cualquier momento. La enfermería es la mejor opción de resguardo por ahora.

Con la ayuda de un segundo uniformado, Roy, quien aturdido por la alerta roja que suena con eco en la cubierta, es atacado por el abrupto peso de la memoria.

El puente. Aquel ataque sorpresa. Ninguna salida visible de la situación. Va recordando todo conforme sus subordinados le llevan a toda prisa. Detalle tras detalle del plan trazado para la retirada, así mismo el inesperado mensaje de los agresores de llevar en su cargamento sustancia ilegal y altamente peligrosa.

El plan, si bien fue improvisado, en el tono firme y monótono de la asistente al sugerirlo fue lo que los altos mandos de la nave decidieron como mejor campo de acción a tomar. Separar los cascos superior e inferior de la nave, detonar los motores y aprovechar la onda expansiva de la explosión como ola de empuje y de ese modo salir del perímetro crítico que las sustancias peligrosas. Lo último que llega a la mente de Roy es un dolor en la base del cuello. Y después nada.

−¿Dónde está? –pregunta Roy aún en brazos de sus subordinados.

−¿Quién?

−La vulcaniana traidora. − no puede evitar el tono envenenado al decir esas palabras. Por su parte, los uniformados ignoran premeditadamente toda respuesta a su superior por el temor a cualquier reacción negativa que este pudiese presentar. Debido al estado aún aturdido de Roy, no se da cuenta de la evasiva sino hasta llegar a su destino, donde comienza a sentir menos el aturdimiento. Al arribo de la enfermería, la cual estaba abarrotada por la tripulación superviviente de la U.S.S Keppler, el caitán mira a los oficiales quienes se niegan a dar una respuesta −. ¿Y bien? −insiste− ¿Dónde está? −esta vez el aturdimiento desparece por completo.

−Roy…−el aludido presta su completa atención en el oficial médico que se acerca desde el fondo con aires decaídos y hombros bajos. El capitán Roy Cordova siente un singular frío estremecedor recorrer su cuerpo. Las manos le sudaban y siente el corazón saltar en cualquier momento−, Lo siento. – dice el médico.

Roy se maldice mil veces. Y con ello, maldice a todos los vulcanianos también.


En carrera por los pasillos evacuados de la cubierta inferior, T'Lar corre saltando con maestría de gimnasta los restos y escombros que se riegan por el piso del lugar. Haciendo gala de su poderosa herencia y perfecto estado físico no le toma más de unos cuantos minutos llegar al destino premeditado. La cubierta de motores.

−¡Scott! −llama desde la entrada al hombre frente a la consola del motor.

El susodicho gira la vista rápidamente al lugar donde proviene la voz completamente sorprendido por la inesperada colaboración. La ve, con la sobria y romántica trenza latera y el uniforme impoluto dirigiéndose a la consola de control manual del motor.

El hombre simplemente se dedica a retomar su trabajo no sin disimular ni un poco el descontento que la visita representa. De un momento a otro se encuentra maldiciendo en varios idiomas terranos y un poco más en estándar.

−¿Qué rayos haces aquí? –dice sin el más mínimo deje de simpatía−.El trato era que todos estuviesen en la enfermería. Incluso tú.

−Un plan premeditado entre los altos mandos de la Keppler no es un trato. Y estoy aquí porque así lo deseo.

Con aquello, la vulcaniana se gana una furtiva mirada por parte del ingeniero −. Pues estás más loca de lo que creí, niña malcriada.

Dilatándose a las controlas secundarias. T'Lar comienza la ignición de los cascos superiores. Donde la enfermería fingiría de mando puesto que el puente quedó arruinado durante los ataques.

−Debes irte −le dice Scott sin dejar su consola, con una seriedad que durante los años de servicio juntos ella jamás le había visto−. Tienes tiempo antes de que las salidas sellen y quedes aquí abajo.

Sintiendo una pesadez inusual sobre la nuca, T'Lar da la media vuelta, quedando frente a frente con el ingeniero que le mira profundamente. Bañados con a luz roja de la alerta, la joven cae el detalle de que los ojos de su compañero no pierden aquel brillo azulino que admira. Los encuentra pequeños y quizá no tan azules como los de ella misma, o los de su padre, te lejano ahora mismo. Pensar en su progenitor le hace retirar la mirada. Desea irse a casa tanto como desea permanecer en la sala.

Azorada por las repentinas oleadas de sentimientos, siente arder tanto las mejillas como las orejas, agradeciendo la luz roja que le ayuda a disimular.

−La máquina del motor posee dos consolas –comienza con su cotidiano aire monótono−. Era lógico que viniera. −dice como único recurso pues ni ella sabe que más puede agregar. Scott resopla desde el otro lado y las sacudidas que da la nave al desprender los cascos, hace que ambos deban aferrarse para no caer.

−¿No te arrepientes? −pregunta Scott con un aire ahogado, cuando la cubierta queda desprendida por completo−, pues yo si…de las 250 personas en la nave debiste aparecer tú para ayudar. Nadie peor. −Es T'Lar ahora quien mira a su compañero con desaprobación. Una nueva sacudida manda al ingeniero al suelo− pero no viviremos tanto, por lo que no me debo preocupar. La frecuente turbulencia es el presagio de que los motores deben ser vaciados en breve.

Encontrando equilibrio en la vulcaniana que le tiende la mano desde arriba, Scott llega a la consola y teclea con gran maestría los códigos. La alerta roja resuena opacada por el crujir de l cubierta. Con un último control, el ingeniero deja abrir las compuertas de la cubierta y el conteo comienza en la mente de ambos como un desconsuelo de lo que proseguirá una vez los motores alcancen su objetivo y exploten.

T'Lar se aferra a la ropa de Scott en un último arrebato egoísta, pero piensa que está bien, pues les quedaban segundos. Scott habla desesperadamente sobre algo, pero los oídos de ella están sordos a cualquier ruido externo. Solamente es consciente del ruido interno que la acompaña desde sus más tiernos años. Es el soplido del viento lo que suena en sus adentros. Ve a Scott gritado algo más cuando las maquinas comienzan a sacar chispas, las luces fallan y la cubierta comienza a romperse.

La joven sigue absorta en el sonido de la furiosa tormenta que se desarrolla en su conciencia. No se da cuenta cuando Scott la abraza, ni cuando ella corresponde el gesto.

Sólo está consiente cuando la cuenta regresiva llega a su fin. Y cuando el gran rugido de la explosión retumbar en aquel desierto y frío espacio.


N/A: Deberán disculpar si cometo errores con los términos técnicos puesto que no me son familiares.

Ese es un nuevo proyecto después de basto tiempo sin escribir. Son tiempos difíciles pero uno siempre encuentra consuelo de alguna forma. Gradualmente esto es un Slash. Tomando como referencia el universo reinicio sin embargo se harán referencia a las novelas y a la serie original. Nada que le haga imposible de leer. Saludos y gracias.