Cayendo al cielo
Que sucede cuando el tiempo te toma desprevenido, no sabes por qué ni cómo cambió, sólo sabes que sucedió de un momento a otro sin previo aviso, ese es el tiempo, el que avanza inexorablemente y cambia todo a su alrededor, no se puede combatir con él, o lo aceptas o simplemente lo ignoras y te encierras a vivir un mundo falso, en un sueño mítico en el cual eres el único participante. Eso le sucedió a él, por un tiempo se negó a sí mismo a ver como todo cambiaba, engañándose, creyendo que era amo y señor de todo lo que ocurría a su alrededor, con el poder para decidir y controlar, pero más que eso, controlarse a sí mismo. El ya no era el mismo, él había cambiado, lo odiaba, si era cierto él se odiaba; todos sus pensamientos e ideologías fueron derrumbadas, sus creencias que las llevaba arraigadas por las de doscientos años, todo se esfumó, sólo por una sonrisa, sonrisa que encerraba miles de sentimientos puros todos emanados de un pequeño ser, indefenso y frágil, una humana… Una Humana, se decía una y otra vez, caí por una humana, yo un demonio puro, dueño y señor de las tierras del norte caí por la inocente sonrisa; se sentía indefenso ante ella, cómo era eso posible, qué tenía esa criatura para hacerlo sentir tan desvalido, quién sabría, lo cierto era que no era cualquier criatura, al menos de eso se intentaba convencer el demonio, quién jamás podría caer por una insignificante humana, un hechizo tal vez, si eso debía ser, el había caído bajo el poder de un hechizo, por eso la amaba, la cuidaba, le daba todo, aunque ella no lo pidiera, lo quería todo para ella, que podía hacer si estaba bajo un hechizo, ¿no es así?.
Pero él era un ser peligroso, dentro de su ser corría la sangre de un guerrero, su lugar era donde hubiese una batalla, y su sueño formar un gran imperio, pero jamás lo lograría si su mente no estaba un cien por ciento enfocada a eso, su mente era constantemente arrasada por una joven humana; el miedo de que algo pudiese sucederle se hacía cada día más poderoso des valiéndolo en las batallas, haciéndolo torpe y hasta a veces inútil, él no podía permitir eso, su nombre estaba en juego, y la vida de esa niña, su tesoro más apreciado lo estaba más. Es así como decidió dejarla en ese pueblo, donde viviría con personas que seguro se harían cargo de ella, la cuidarían y hasta la amarían, no había duda pues hasta el demonio más poderoso se había rendido a sus pies. Sabía además que estaría protegida por su hermano, quien a pesar de no tener una buena relación le mantenía confianza, aunque jamás lo aceptaría delante de él.
Fue terrible él día que la dejó en ese pueblo, lloró, pataleó, se negaba a aceptar que su amo la dejara, tenía miedo, miedo de no volverlo a ver, miedo de que no la quisieran, miedo a estar sola, miedo a tantas cosas, pero más miedo a no estar con él nunca más, lo amaba más que a nada en este mundo, era su protector, era su mundo entero. Cómo podría vivir sin aquel ser, él único que fue capaz de darle cobijo y protección después de tan terrible suceso, si por él había vuelto a ser la niña tan feliz que era-¿PORQUE? ¿PORQUE?- Le cuestionaba una y otra vez llorando a mares y con sus manitos agarradas a su traje, impidiendo inútilmente que pudiera moverse, y él sólo la miraba, tampoco quería hacerlo, no quería dejarla, y cómo hacerlo si era la luz de su vida, pero la decisión ya estaba tomada y no serían unas lágrimas la que la derrocarían. El prometió ir a verla de vez en cuando, una promesa necesaria más para él que para ella, pues sabía perfectamente que no podría mantenerse muy alejado de aquella pequeña por mucho tiempo, sólo necesitaba el tiempo necesario para reconstituir todo y poder tenerla de nuevo con él, pero esta vez de una manera segura, donde ella pudiera estar protegida, sólo unos años, se dijo a sí mismo, sólo eso necesitaría.-Rin, aprende a vivir con los tuyos conviértete en alguien fuerte y sólo cuando seas mayor decidirás si volver con nosotros…. adiós- Sólo eso le dijo con su rostro inmutable, y sin más se dio la vuelta y regresó por donde habían llegado con su dragón de dos cabezas y su fiel sirviente Yaken. Escuchaba que lo llamaba, que gritaba su nombre a llantos, mas no regresaría aunque se le partiera el alma en mil partes, veía el rostro de sus sirvientes, tristes hasta llorosos, sabía que él no era el único que amaba a la chiquilla, pero no daría pies atrás, era la única forma de que ella estaría segura, y así como se lo prometió lo cumplió retirándose del lugar pero justo antes de desaparecer escucha nuevamente las palabras de la pequeña. –¡ Le prometo que me volveré muy fuerte!-.
Y así pasaron 7 años…
-¿Rin cómo vas con esas yerbas?-
-Sólo me faltan algunas cuantas, pero terminaré pronto-
-Sí, es mejor darnos prisa, ya está oscureciendo y sabes que la anciana Kaede se preocupa mucho por ti-
-Sí, me daré prisa, gracias señora Kahome- A pesar de que se aproximaba el anochecer, los vestigios de haber sido un día caluroso aún estaban plasmados en el cuerpo de la joven, quién ahora era una hermosa joven de 15 años; se quitaba el sudor de su frente mientras trataba de enderezar su espada adolorida después de horas de trabajo bajo el intenso sol. Era usual que para las horas de trabajo o entrenamiento mantuviera su cabello trenzado, pero siempre se soltaban cabellos rebeldes marcando su fino rostro que la hacía lucir hermosa aún después de agotadoras horas de trabajo. Aún así con el arduo trabajo se sentía feliz en aquel lugar, se sentía amada y protegida, tenía grandes amigos, que más que amigos eran su familia pero no evitaba añorar tiempos de antaño cuando viajaba con su protector por lugares recónditos y hermosos, ella amaba moverse, siempre en movimiento, pero ahora no era así, a pesar de que insistía a Kirara, la gata felina de dos colas que la llevara a distintos lugares no era lo mismo, porque no estaba él. Pero era cierto, él si había mantenido su promesa de ir a visitarla de vez en cuando, aunque últimamente no lo había hecho, y sólo venía Yaken y Ah-Uh trayéndole regalos de su parte tal como kimonos, o joyería, pero para ella eso no era nada si no estaba él.
-ya terminé,¡ me daré un rico baño!-
-Sí yo también, no quiero que Inuyasha sienta mi olor, siempre me ha puesto nerviosa su gran olfato- Ambas se miraron y no pudieron retener la risa, era cierto Inuyasha siempre se quejaba de los malos olores y se tapaba la nariz haciendo mucho escándalo. Cuando terminaron ambas fueron al rio que usualmente acostumbraban para tomar una ducha y gracias a los poderes de la sacerdotisa no eran asechadas por los demonios pues se protegían bajo un campo de fuerza bastante eficaz para esos momentos.
-Sango me ha dicho que te has fortalecido bastante-
-Si, mmm dice que en poco tiempo la superaré, pero no lo creo, ella es muy fuerte y ágil- Decía tímidamente mientras Kagome le mostraba una gran sonrisa.
-Ahhh pero tranquila, yo también me he dado cuenta de que tienes un gran manejo con el arco, eres bastante hábil Rin-
-¿Usted realmente lo cree?-
-¡Rin cuántas veces te he dicho que no me trates de usted, me haces sentir vieja!-
-Lo lamento… Kagome, es que me cuesta acostumbrarme-
-Mmm vale vale, será mejor que regresemos Inuyasha debe estar esperándome, y de seguro que no estará de buen humor, ahhh este hombre lo amo aunque a veces ….-
-ahahahha, Regrese ud. Se…. Kagome, yo me mantendré aquí por un rato más, me duele un poco la espalda –
-¿Estás segura? Rin sabes que sin mi…-
-Sí, si eso ya lo sé, no se preocupe llevo mi naginata siempre con migo, estaré bien… kagome-
-¡Ahh así me gusta! Está bien, pero si necesitas ayuda sólo grita-
-Si no se preocupe lo haré- Así fue como Kagome se retiró un tanto preocupada, pero confiando en las habilidades de la joven Rin. Rin por su parte se sentía completamente relajada, sólo estaba el chipoteo del agua y su respiración, lo que la dejaba tranquila, pues sabía que cualquier suceso extraño interrumpiría con la armoniosidad del lugar. Pero no contaba con que hubiera un ser lo suficientemente silencioso para no perturbar la quietud del sector, tan apacible y discreto que lograba pasar desapercibido hasta por el más hábil. Había intentado dar con ella antes pero se encontraba con esa molesta humana, esperaría a que ella desapareciera, pero no esperaba que tomaran un baño juntas, pensó en retirarse pero de repente se sintió embelesado por un aroma, dulce, inocente, fresco pero aún así sensual para sus finos sentidos, se sintió mareado, era intoxicante, y por más que la humana de su hermano intentara con su inútil campo de energía borrar aquella esencia se le hizo imposible, y peor fue cuando ésta se retiro, dejó expuesto en su totalidad aquel aroma, quiso acercarse por un impulso masculino, pero su mente pudo más, y se alejó de aquel lugar, no sin antes deleitarse una última vez con el cuerpo de su protegida, ya estaba decidido, aquella sería única y exclusivamente para él.
