Prólogo

-Buenas tardes. Tiene una reservación?

El señor volteó hasta quedar cara a cara con el recepcionista. Frunció el ceño de una manera notable (cosa que molestó al recepcionista bastante) y escupiendo al hablar, mencionó.

-Pues claro que tengo una reservación imbécil. Si no, no estaría aquí.

-Entonces hágame el favor de decirme su nombre para ver si esta registrado.

Buscó su cartera y sacó su pasaporte. Lo abrió y le enseñó al recepcionista sus datos personales.

-Me puede hacer el favor de decirme su nombre?- se notó algo de molestia en la voz del recepcionista.

El señor simplemente le acercó más el pasaporte.

-Es esto acaso un chiste!- El recepcionista ya se había puesto de pies, golpeando la mesa con sus puños.

-Se supone que este hotel es de lujo! Ahora me comenzaras a tratar con el trato que me merezco o no se la perdonare! Me entiende!

Ambos hombres levantaron los puños, pero antes de que ningún daño fuera hecho, alguien se les interpuso.

-Acaso hay algún problema, caballeros?

Ambos voltearon a ver a quien se encontraba enfrente de ellos, sosteniendo un libro con una mano, mientras la otra se encontraba en el bolsillo del pantalón de su traje fino.

-Porque fácilmente se puede arreglar en mi oficina, si lo desean. Pues, como se puede notar…han asustado a los otros invitados.

-O…Oasis! Eh…en verdad lo siento mucho…nunca quise…- Titubeó el recepcionista, mientras que el señor que había comenzado todo se sacudió la ropa para asegurarse de estar limpio.

-Yo me encargare de estos invitados, Yoru. Puedes descansar.

Aquel a quien llamaban Oasis dirijo a los huéspedes a su oficina, una sonrisa maligna en sus labios.

-Todo ha sido un gran malentendido…eh…- El señor no sabía que decir para cubrirse ante el dueño del hotel de lujo en el que se encontraba. Volteo a ver a su hijo y su esposa, quienes se habían mantenido callados hasta ahora.

Ambos estaban acostumbrados a ese comportamiento viniendo de el, pero nunca los había metido en tantos problemas. Su esposa, Melinda, se mostraba solamente un poco asustada. Sin embargo, su hijo Hisoka no podía estar más avergonzado en su vida. Su rostro estaba enrojecido del coraje, y sus puños apretados para mantenerse calmado.

-Ahora, que es lo que ha sucedido exactamente allá afuera?- Oasis se sentó en su escritorio y cruzó los brazos, esperando las excusas que pondría el señor Howing para no meterse en problemas.

-Eh…es una larga historia, no creo que le quiera escuchar. Lo principal fue que su empleado se quiso pelear conmigo por tener una actitud demasiado extremosa y peligrosa. Debería despedir a alguien como el.

-Aha…eso es todo?

El señor Howing se mostró furioso al ver que su queja no fue tomada en cuento en lo absoluto, pero antes de poder avergonzar mas a su familia su hijo se interpuso en la conversación.

-Espero que nos disculpe, mi padre es muy incontrolable a veces. Trató mal a su empleado, y simplemente su empleado no toleró que lo trataran de esa forma, que es lo correcto. Si nos quiere cobrar algo, con gusto lo pagare.

Oasis sonrió ante la intervención del muchacho. Parecía tener muchas agallas.

-No me tendrán que pagar nada. Porque creo que tengo una mejor idea. Será mucho más útil que un pago por los daños hechos.

-Espere un momento…usted no tiene ni un solo derecho de cobrarnos ni un centavo por lo que ha pasado aquí! Todo ha sido culpa de su inútil empleado que tiene trabajando.

-Esta usted seguro de eso, señor Howing?- Preguntó Oasis, sonriendo de nuevo.

-Pues claro que estoy seguro! Por quien me esta tomando!

-Solamente quería asegurarme de que me dijera con palabra de honor que eso era lo que sucedió antes de verificar con las cámaras de video.- Le guiñó el ojo y soltó una fuerte carcajada. Desvió su mirada hacia Hisoka, a quien también le guiñó. –Tu trabajo será fácil, chico. No hay de que preocuparse. Solamente sígueme. Serás bienvenido en el Hotel Lyo…