El compositor
(Edward P.O.V)
Como en todos los institutos del mundo, el de Forks también contaba con una gran biodiversidad de especies, estaba la loca por las compras, la chica más guapa que pudieras haber visto en tu vida, su novio el tonto musculoso que en el fondo era tan tierno como un oso de peluche, el chico emo que parecía saber que sentías con solo mirarte los ojos, la chismosa a la hora del almuerzo, la sabelotodo simpática y su novio del club de ajedrez, el típico idiota que se cree Brad Pitt, la zorra que se le abalanza a todos los chicos y ella, la chica sencilla que con una sonrisa parece iluminar el colegio entero, ella, Isabella Swan.
Antes de que ella llegara a Forks todo era muy distinto, Rosalie y mi hermano se la pasaban encerrados en el armario de limpieza llevando una relación meramente superficial y física, Jasper enamorado de mi hermana y mi hermana enamorada de Jasper sin que ninguno se diera cuenta de los sentimientos del otro, Tanya abalanzándoseme siempre y cuando era rechazada recurría Mike Newton, Jessica Stanley inventado rumores en el baño y Ángela con Ben estudiando en la biblioteca; y yo como mero espectador de cada una de las historias que se tejían en aquel instituto.
Mi única diversión era unas hojas para escribir partituras y un lápiz, a veces después del almuerzo me iba a la sala de música a componer un poco con el piano, mis canciones carecían siempre de sentido a la hora de ponerles una letra, por eso las dejaba así, solo melodías al aire.
Todo era así hasta que al pueblo arribó la hija del jefe de policía, Isabella Swan.
Como en este pueblo todo era demasiado monótono ella de inmediato se convirtió en el centro de atención, todas las chicas querían ser su mejor amiga, todos los chicos querían ser su novio, todos salvo Emmett quien estaba deslumbrado con Rosalie y Jasper que estaba embobado con Alice.
Como todos los días observaba el curso que tomaban las historias de mi instituto desde que la chica nueva había llegado y me sorprendía ver como una simple persona había cambiado la vida de todos. Ella tenía su propia filosofía de vida, la cual había afectado a Jasper dándole la valentía necesaria para declarársele a Alice, los sueños de un cuento de hadas para Rosalie, la cual en vez de un simple revolcón ahora quería una casa, un esposo y muchos hijos para cuidar y amar, en fin, ella les hizo ver a todos las cosas simples de la vida sin proponérselo, ella cambio mi manera de sentir sin haberme hablado siquiera.
A media que pasaba el tiempo mi inspiración para componer había mejorado lo suficiente como para lograr ponerle letra a mis melodías y eso se debía en gran parte a Isabella y el ambiente agradable que había creado en el instituto, su musical risa dentro del comedor y su naciente sonrojo adorable me habían deslumbrado sin proponérmelo, solo quería beber mi refresco y salirme lo antes posible de allí para ocupar el piano, pero la vi como no debí haberla visto.
Ahí estaba ella jugando con un mechón de sus cabellos y riendo alegremente junto a mi hermana y su novio, un idiota había tropezado con su almuerzo en el comedor y sus ojos castaños chocolate habían viajado desde el accidentado hasta mi, ella me había mirado como nunca nadie lo había hecho, ella no había mirado al "niño bonito del instituto", ella había mirado a Edward Cullen, al verdadero Edward, pude sentir como sus ojos atravesaban mi cuerpo dejando mi alma expuesta y como cuando se dio cuenta de que yo también la estaba mirando los apartaba de mi y dejaba una cortina de cabello castaño ocultando su rostro de princesa.
Desde ese entonces supe que nada volvería a ser igual.
Me había obsesionado con esa chica, cada noche soñaba que ella se levantaba de su asiento para venir a mi mesa, me preguntaba que estaba haciendo y yo le mostraba mi partitura que tenía una nana para ella, luego ella sonreía y depositaba un beso en mi mejilla, y su piel se sentía suave y cálida en mi rostro.
Pero no todo era una historia feliz como en mi sueño, con el pasar de los días me había enterado en una de mis excursiones a la playa con mi cuaderno de partituras que ella no solo era buena amiga de los chicos del instituto, sino que también conocía a los de La Push, en especial a uno, Jacob Black.
Todos los sábados yo iba a la playa y dejaba que los colores del crepúsculo y la brisa de mar me dieran la inspiración necesaria para componer, a lo lejos el chico Quileute encendía una fogata, alrededor de ella se sentaba Isabella en la arena y Jacob tomaba una guitarra y le cantaba las típicas canciones que sonaban en la radio, ella le aplaudía, sus ojos brillaban y una suave brisa mezclaba el aroma del mar con el aroma de su cabello, fresas y océano, que linda combinación.
Luego en la semana escuchaba sus platicas con mi hermana Alice sobre ese muchacho de La Push, sobre lo mucho que le gustaban sus canciones y aquellas fogatas al atardecer, por primera vez en mi vida me sentí desolado, estaba perdiendo lentamente lo que más quería y lo que nunca podría tener, me había enamorado de su aroma, su forma de pensar, su sencillez, su sonrisa, el brillo de sus ojos y el sonrojo de su cara, estaba enamorado de la chica de Arizona, de Isabella, mi preciosa Isabella.
Como cada sábado la veía desde lejos reír con Jacob en la playa mientras mi corazón se oprimía y solo canciones para ella salían de mi lápiz, ella se veía realmente feliz, la noche amenazaba con caer y ella se retiró dejando a Black apagando la fogata solo. Por dentro me sentí mucho mejor al saber que ellos ya no estarían juntos hasta el otro sábado, pero sabía que ese era consuelo de perdedores.
-Disculpa, ¿tu eres Edward Cullen cierto?- preguntó Jacob a la distancia mientras se acercaba a mí con su guitarra, yo solo asentí con la cabeza.
-He oído en el pueblo que eres muy bueno tocando piano- dijo el muchacho sentándose en la arena junto a mí.
Yo no le respondí nada, seguí enfrascado en mi composición.
-¿Has visto a la chica que estaba junto a mi?, Bella Swan, una chica hermosa, me tiene loco- había dicho el gusano riéndose bobamente.
-Al grano chico, que quieres- le exigí perdiendo la paciencia.
-Quiero que compongas algo para ella- dijo el idiota, -Veras, yo no soy muy bueno componiendo y me gustaría cantarle algo diferente en nuestra próxima fogata y la chica parece que está interesada en mi- completó el imbécil haciendo que mi corazón se quebrara en mil pedazos.
Miré al horizonte, la luz del crepúsculo me recordó a la luz que irradiaba su persona, ella lo amaba a él, no a mí, yo la amaba a ella, quería verla feliz y seguir deleitándome con su musical risa, no lo pensé dos veces y con el dolor de mi alma le entregué a Jacob Black lo que había estado componiendo, una canción totalmente dedicada a ella.
Pasé toda la semana viéndola como si fuera la última vez que la vería, con el dolor de sentir que ella seria de otro y la profundidad de su mirada no seria para mí.
Llegué como siempre a la playa y a la misma hora para sentarme en la arena y contemplar la inmensidad del mar, a lo lejos estaba el idiota de Jacob Black haciéndose el lindo con Isabella frente a la fogata, cantando mi canción y luego diciéndole a ella que él la había escrito pensando en su belleza. ¡Maldito!, ahora era su Isabella, ella le había besado su mejilla y había corrido a su vieja camioneta como todos los sábados al caer la noche mientras el tarado sonreía con el triunfo grabado en su cara.
Ya no quería sufrir más, ella estaba feliz y era suficiente para mí, me aparté lo mas que pude de su proximidad, pasé semanas incluso sin ir a la playa, mi inspiración había acabado, ahora solo era un chico que componía notas al azar carentes de melodía y sentimiento.
Pero como buen idiota que soy, fui a la playa después de un mes sin ir y la encontré a ella, a la hora del crepúsculo caminando descalza por la orilla de la playa y sin su perro guardián, llevaba sus zapatilla en una mano y sus jeans arremangados hasta la rodilla, disfruté viéndola correr de aquellas olas traicioneras que querían mojar sus pantalones, el agua debía estar heladísima pero ella aun así jugaba desafiando al mar; de nuevo esa combinación de fresas y océano llegó hasta mi nariz y la tristeza se apoderó de mi alma, ya no tenía inspiración para nada, solo escribía garabatos sin sentido sobre las hojas.
-De quererte así hasta enloquecer- dijo una suave voz femenina seguida de aquel olor a fresas aun más cerca de mi nariz.
-De rogar por ti, de llorar por ti- volvió a decir y yo levanté la vista. Era una visión tenerla tan cerca, sentada frente a mí con sus pálidas piernas llenas de arena y parte de sus jeans mojados por el agua de mar, su piel se veía más suave de cerca y sus ojos más profundos a tan corta distancia.
-Sin poder dormir sin poder comer, que me quedara de quererte así- siguió hablando dejándome atónito, aquellas palabras eran las que yo había puesto en mi canción, la que compuse pensando en ella y que le di a Jacob Black.
Sus ojos estaban a punto de soltar lagrimas y su rostro estaba claramente sonrojado, solo pude quedarme viéndola como un idiota rogando que esto no fuera un sueño.
-Hola Isabella- logre mascullar.
-Tu la escribiste- dijo ella sonriendo sutilmente.
-¿Cómo sabes eso?- le pregunté nervioso.
-Lo sé porque suena mucho mejor en la voz de su compositor- confesó ella.
Al verme tan callado ella tomó una gran cantidad de aire para volver a hablar.
-Jacob olvidó la partitura en la arena y vi que no era su letra, además días antes caminando por los pasillos del instituto te escuché tocándola en el piano e intentando agregarle una letra- dijo ella.
Me quedé petrificado en mi lugar, ella seguía frente a mí, parecía que iba a llorar en cualquier momento y yo no sabía qué hacer para aliviarla.
-Siempre supe que habías sido tu y créeme que me alegró bastante el saber que un ángel como tu había escrito una canción para una simple chica como yo- expresó soltando unas lagrimas.
-Tu no eres una simple chica Isabella- le dije secando sus lagrimas con mis pulgares.
-Quise hablarte, te busqué en la playa pero nunca apareciste y en el instituto siempre estabas ocupado- confesó.
La tomé entre mis brazos y la dejé llorar en mi pecho mientras la brisa del mar acariciaba su cabello llevándome esa esencia embriagadora que solo ella poseía, era demasiado dulce, demasiado floral.
Y sin más música que las olas del mar golpeando en la orilla le canté mi composición a la diosa que la había inspirado.
"De quererte así hasta enloquecer
de rogar por ti de llorar por ti
sin poder dormir sin poder comer
que me quedara de quererte así
De quererte así con mi alma y mi voz
hasta olvidar el nombre de Dios
para no nombrar más que el de mi amor
que me quedara de quererte así.
Tan solo mi voz que se apagara
tan solo mi amor triste y sin color
tan solo mi piel sin sabor a miel
y mi gran temor
de quererte aun más y más
al morir.
De quererte así con un gran dolor
hasta destrozar este corazón
sin poder gritar, sin tener razón
que me quedara de quererte así
tan solo un amor que sufre por ti
que muere por ti."
Ella me miró sonriente y frente al océano como único testigo le dije que la amaba y me juré no perder la oportunidad de ser yo quien besara sus labios todos los días.
-¿Isabella?- pregunté con la chica acostada en la arena sobre mi pecho.
-Dime- respondió ella incorporándose para verme a la cara.
-Me preguntaba si ¿algún día te gustaría ser mi novia?- solté inocentemente
-Todos los días de todos los años- dijo ella y se inclinó hacia mí para darme el más dulce beso que me pudieran dar.
-Yo también te amo Edward Cullen- me dijo haciendo que mi corazón se hinchara de alegría.
Desde ese momento que le tenía a aquella mujer una canción diferente cada sábado y sin fogatas ni guitarras se las cantaba a la orilla del mar con el agua mojando nuestros pies, porque ella era mi inspiración mi hermosa Isabella, mi Bella, la mía cantante.
N/A: primero las típicas aclaraciones, la canción se llama "de quererte así" y la interpreta Luis Miguel, los personajes son de Stephenie Meyer, solo la trama les pertenece.
Ahora sí, que deje un review la que quisiera un compositor como Edward!!!!!
Ojala les haya gustado!
Bye!
