Hola a todos!!!! Bueno, se que no he terminado mi fic "Mi amigo secreto", me queda un capítulo, pero les participo que quería comenzar este proyecto ahora que tengo inspiración para hacerlo, les ruego no duden en hacerme ningún comentario sobre el y, bueno, espero sinceramente les guste. Este fic tiene varias dedicatorias y se las quiero dar a medida de que avancen los capítulos.

Nota: YuGiOh no me pertenece.

Advertencia: este fic contiene Yaoi Lemon, pareja principal: SetoxJoey

Detrás de las apariencias

Capítulo 1: Oro en polvo.

La arena del desierto formaba grandes montículos que tomaban esa figura singular que remontaba a su antiguo pasado, en tiempos, donde sus ancestros las olas, se veían grandes e imponentes incluso en tempestades.

Muchos siglos más tarde, el polvo que antes fundaba los grandes suelos oceánicos, se convierte en la ahora arena, tostada luego de siglos bajo el sol tornándose de un color dorado, y, en las enigmáticas tierras de Egipto adquieren un color muy singular, un tornasol brillante, dándole un toque especial, a estas tierras de grandes hombres, y poderosas deidades.

Esta misma arena, formaba bellas figuras en el viento, en una danza que hacía vibrar el corazón de los primeros poetas soñadores, recorría las dunas, y llegaba hasta cada rincón de ciudad, cada uno, desde el más humilde hasta, los más intrincados pasadizos y rincones que conformaban el Palacio real, hogar, de el que sin duda, era el más importante ser en Egipto, el gran Faraón y su hijo, el joven Atemu.

Y es precisamente, cuando Atemu, observaba de manera silenciosa, los paisajes de lo que algún día sería suyo por completo, cuando la brisa de thot lo llenó de algunos granos de arena, a los que el ya estaba acostumbrado.

Su padre, el faraón, solía llamar a esos pequeños y molestos granos, que decoraban toda su ciudad granos de oro, y que por esos pequeños granos, su ciudad era una ciudad dorada, bendecida entre todas las demás porque el reino de Hator, los cielos, eran siempre azules, de ese color nítido que todos los ciudadanos del pueblo siempre disfrutaban, Horus siempre se levantaba a cada amanecer con un brillo, que según podía afirmar su padre por sus numerosas visitas alrededor de otras ciudades, jamás tenía la misma intensidad, y Ra, se despedía, con un homenaje a su belleza que dejaba absortos a todos los demás soberanos extranjeros.

Si, Egipto era una tierra bendecida por los dioses, desde las cordilleras del poblado de Tebas hasta los limites de la hermosa Ptah, Egipto era el reinado más hermoso e imponente del mundo, y todo eso, algún día, sería suyo…

???: ¿Atemu? ¡Discúlpeme señor pero debemos regresar a sus lecciones!

Yami: ¿Para que Sekhmet? ¿Por qué debo seguir preparándome hora tras hora sin descanso?

El niño de aspecto rígido, seguramente dado a su falta de calidez, puesto que a un hijo de Faraón era tratado, como un cristal a punto de romperse, y los tactos calidos eran inexistentes. De mirada rigurosa y labios fruncidos, pero, imagen de un niño adaptada a su corta existencia.

El hombre, de aspecto cansado era de apariencia calmada, serena, muy joven, a pesar de las canas que ya se presentaban en su rostro, y de cabellos revueltos de un color castaño oscuro, y ojos, curiosamente brillantes, como el cristal, resplandecían ante el brillo de su sabiduría e inteligencia, este era su único indicio de escribano, porque, su aspecto, dejaba muchos murmullos, principalmente en los sirvientes del palacio.

Sekhmet: Mi señor Atemu, usted será Faraón, y debe estar preparado para asumir el cargo que le corresponde en cualquier momento…

En un tono que más parecía de costumbre, luego de repetir la misma frase incontables veces durante aquella semana le dio unas cuantas palmadas a las ropas de su aprendiz, tratando, más por su seguridad que por la del objeto, de no dañar los encajes pertenecientes a la manga del niño.

Yami lanzó un suspiro ahogado, se despidió con una señal casi imperceptible de su futuro imperio y se internó nuevamente, a la oscuridad de sus escrituras.

Pero, a diferencia de la vida monótona y llena de conocimientos del joven Atemu, el resto de los chicos de su edad gozaban de el placer de poder rondar por las calles del pueblo, aprendiendo nuevos oficios que seguramente traerían el pan a la mesa en un futuro, o haciendo, lo que los adultos miraban con envidia, jugar con esa alegría propia de un niño…

Cuatro de estos niños, no jugaban precisamente, estos jóvenes de aspecto alegre e inocente estaban reunidos en uno de los ya mencionados montículos de arena, disfrutando, de su último día juntos, pues esa noche, por haber cumplido los 8 años de edad y estar preparados para enfrentar a la vida como esclavos, serían vendidos a la mejor oferta.

Ahhhh pero, estos jóvenes niños no estaban triste, de hecho, podría decirse, que las sonrisas que adornaban sus rostros eran más alegres y radiantes que las de cualquier otro niño en Egipto, porque a diferencia de sus demás compañeros, ellos tendrían la suerte de ser vendidos a los más famosos lideres y guerreros del imperio, los guardias y trabajadores más cercanos al Faraón.

Uno, particularmente, imaginaba ilusionado la escena, era un niño, de aspecto, más bien afeminado, de rostro lleno de gracia y vida y piel, a diferencia de la mayoría de los adultos de egipcio, que gracias a sus duros trabajos eran de cutis curtido y manos ásperas, increíblemente sedosa, tensa gracias a su juventud, y blanca, lo que lo hacía resaltar de la mayoría de sus compañeros, pero, si algo realmente hacía emanar la belleza de este niño, era, sin duda, sus cabellos, ahora, esparcidos sobre la arena, mimetizándose en ella con eficacia, soñando, conocer, al que seria su futuro dueño.

Bueno, a todos, o realmente a la mayoría de los civilizados, debería parecer terrible, la idea de ser vendidos como esclavo, la verdad, para estos niños la situación era diferente, su actual dueño, un tirano de modales necios, era, sencillamente una pesadilla, y la idea de ser vendidos a hombres que merecían la admiración de Egipto no se tornaba tan devastadora, sin importar, los oficios que tuviesen que ejercer, la simple idea de ver su mesa, con al menos más de las miserias que se les ofrecía día a día, exaltaba sus aun jóvenes corazones.

Nuestro rubio, de nombre exótico Jounouchi, gracias a sus ancestros de tierras lejanas era llamado, para la facilidad de sus compañeros, simplemente Joey, haciendo mostrar, aun más la originalidad de su grupo.

Este chico, en particular, había mantenido su emoción, expuesta durante ya varias horas, su pasado, más tortuoso que alegre, había sido devastador, huérfano desde sus recuerdos, y de conocimientos pobres, su padre, vendido como esclavo de un pueblo vecino que hacia ya años fue atacado, lo dejó en el seno de su madre, donde disfrutó de su calidez maternal escasos años, hasta el nacimiento de su hermana, Serenity, llamada así por mitologías provenientes de tierras solo conocidas por algunos intrépidos aventureros y por la imaginación alimentada de muchos rumores día, en el que su maltratado cuerpo, se vio dedicándole sus últimos suspiros de vida al nacimiento de la que sería, el último miembro de la nueva generación.

Su hermana, hacía aproximadamente dos años había sido vendida como esclava, ya que, las jóvenes podían ser vendidas mucho antes, el escribano, que la compró resultó ser un amo humilde y de gran corazón, de mente abierta, y a pesar de ser receloso con el hecho de sus diferentes vidas sociales, la había tratado con enorme respeto e igualdad.

Y ahora, era su turno de definir el resto de su existencia. Posiblemente, junto a algún escribano, con el que seguramente, tuviese la oportunidad de saciar su inmensa curiosidad de la vida.

Si, ese era su gran sueño, conocer, Joey, desde muy pequeño, había sido limitado de conocimiento, lo escaso que no aprendía por sus propios medios y curiosidad nata, lo hacía por mera coincidencia, perspicacia y de vez en cuando, ayuda de sus amigos.

En cuanto al resto del grupo, bien, el joven Bakura, era adorado por el reino entero, conocido por sus travesuras y pícaro sentido del humor, una valentía propia de un héroe y una belleza digna de llamarse joya de Egipto. Era, conocido por mucho y temido por más, su reputación de pillo, sin embargo, solo se igualaba su belleza, sus cabellos albinos, se mecían con el viento, impregnándose de los granos de oro haciéndolo brillar bajo la calidez de aquel sol inclemente que se hacía llamar Horus y en ocasiones Ra.

Su piel, sonrosada, contrastaba de manera espléndida con sus cabellos, voluminosos de nacimiento, también, con cierta gracia y belleza no muy propias de un hombre, pero con una mirada y una voz, orgullosas de su virilidad.

Nuestro muchacho esperaba deseoso ser adoptado por un mercader, del que pudiese aprender los trucos, quien sabe si habría que llamar estafas, sobre aquel mundo del comercio basado en el truque, veía a la vida como a una travesura, una que estaba dispuesta a realizar dejando la mayor de las carcajadas.

Su compañero desde nacimiento, el joven Marik un moreno de aspecto no menos atractivo, era, desde siempre, su compañero de travesuras, este, quizás un poco más calmado e inocente que su amigo, esperaba la oportunidad de convertirse en un soldado, defender a Egipto más que a su propia vida, y ser recordado con orgullo por sus compañeros de armas, sus cabellos claros hacían un contraste exquisito con su tez oscura, y sus ojos de color brillante y exótico eran, más admirados que las gemas persas más costosas y elegantes.

Pero, del grupo, un niño, de rostro puro cual viento, y alegre cual canto de fénix se mostraba formidablemente impaciente, Yugi, lo hacían llamar, su figura, un tanto más afeminada y frágil incluso que la de sus amigos, tenía aun ese porte de niño joven y poco desarrollado, sus cabellos, de un tricolor extrañamente particular, eran siempre motivo de admiración o burla y sus ojos, similares a los de su compañero Marik eran a diferencia de la forma elegante de su amigo, grandes y brillantes, llenos siempre de alegría incluso, en los momentos de llanto. Este niño, de extraño aspecto, era quien no guardaba ningún sueño, puesto que su única esperanza, era encontrar el amor de una familia, aquel del que si mal no lograba recordar, le hablaron un día.

Nuestros jóvenes acostumbrados ya al calor de la arena, y a las quemaduras que esta le proporcionaba a aquel que cometiese tal acto de algarabía como bañarse en ellas disfrutaban, rodando, haciendo enormes montículos, dando saltos e incuso jugando algo que los antiguos egipcios hacían llamar escondidillas, el juego consistía en esconderse todo en el mismo montículo de arena, el primero en ser encontrado perdía y el último tenía la suerte de ganar y ser el próximo en buscar, tenias un plazo para buscar, si no completaba su búsqueda al finalizar este plazo, repetiría ves tras ves hasta lograr el reto.

Para ellos, el buscar era toda una recompensa, recordando, las antiguas escrituras que hablaban sobre la búsqueda de una tierra perfecta y de la felicidad plena, los buscadores de toda clase eran conocidos por todos.

Y bueno, así caía la tarde, Horus dejaba paso a su hermano Amón, para que poseyera las tinieblas y las convirtiera en noche, transformando la luz en oscuridad en un espectáculo que los mortales se sentían honrados de vivir para poder disfrutar.

Sin embargo los 4 chicos antes nombrados no parecían darle tanta importancia, no hasta que…

Tristán: ¡Joey! ¡Bakura! ¡Se les ha hecho tarde, vamos corran o no llegarán, Khonsu está hecho una fiera!

Un escalofrío general recorrió el cuerpo de los niños, miraron al cielo, Asiut dejaba lucir su manto de luces brillantes, ubicada ahí, según muchos, como regalo de los dioses a su dinastía de Faraones, su familia en la tierra, cuando Asiut caía Egipto sacaba a relucir lo peor de si, y la viveza, se acogía en ojos de mucho, la lujuria de los más crueles y la vileza de los que asesinaban desobedeciendo las leyes naturales de Anubis y Uepuauet tan solo, por pocas piezas de oro.

Pero también era la hora en la que los esclavos se vendían a los hombres más ricos, y era necesario, que su apariencia, estuviese impecable.

Joey: ¡Yugi! ¡Busca a Marik, debemos irnos!

El pueblo se veía con un resplandor no muy usual en otras tierras pertenecientes a monarcas menos gloriosos, las antorchas adornaban las vías a todos sus transeúntes, siempre gozando del privilegio de llevar a sus eternas compañeras, las luciérnagas, revoloteando a su alrededor exaltadas con su brillo y calidez, las calles ahora concurridas, se hallaban plagadas de movimiento.

Las noches en Egipto eran particularmente agradables, sobretodo en aquella época de verano. Cuando la temperatura disminuía obligando a los más sensibles a cambiar sus ropajes por unos un tanto más abrigados, y sin embargo la brisa se mantenía limpia y cálida,, la baja de temperatura hacía vibrar los cuerpos más enérgicos y motivaba a los agotados trabajadores luego de terminar sus arduas faenas diarias, brindando placidez al adormecido y fuerza al más débil.

Y las miradas curiosas se agazapaban para presenciar la venta de esclavos más costosa y popular de entre las que se solían realizar, los esclavos más bellos de Egipto serían vendidos a algunos de los más importantes del mismo, hombres que raras veces le mostraban su rostro al pueblo, dignos de temor y elogios.

Los cuatro jóvenes corrían, flaqueando ante el cansancio y colándose entre la multitud ¿Cómo pudieron retrasarse al evento que definiría el resto de sus vidas? Se encaminaron tropezando hasta llegar a la tarima, se detuvieron emocionados, las voces del pueblo que volvían cada vez más notorias, los murmullos más obvios y los aromas y presencias más cerrados, las celebridades comenzaron a llegar, montados en caballos nunca antes vistos.

Eran animales grandes y hermosos, nunca visto en las áreas pobres del pueblo, de pelaje brillante cuya crin se mecía al compás del viento, de grandes ojos negros y curvas armónicas, la viva imagen de la agilidad y la fuerza.

La voz de Khonsu hizo su aparición abrumando a sus fantasías, ese inconfundible chillido que desgarraba las cuerdas vocales de quien intentase imitarlo, se dirigieron obedientes, al lugar donde provenía la voz, en la que la imagen de su vendedor se hallaba ya con expresión de enojo y brazos cruzados.

Su aspecto era bastante apropiado a su actitud, desaliñado y de barba prominente, de aspecto sucio y demacrado, mirada vaga y sonrisa maligna y amarillenta.

Cabellos revueltos y ojos negros, si, ese era su querido dueño

Khonsu: ¡Apresúrense a cambiarse inútiles!

Les proporcionó un golpe a cada uno al pasar a su lado, frunciendo el seño al observar sus cuerpos llenos de arena y sus manos sucias

Khonsu: Y lávense un poco al menos

Justificaron su enojo y avanzaron con prontitud, se enjuagaron torpemente y se colocaron la ropa indicada, riendo y temblando emocionados, dedicándose ultimas palabras de amistad, la ropa, si bien no era lujosa estaba limpia y presentable, la tela era resistente y se adhería al cuerpo de manera, un tanto provocadora dejando bien su buena contextura física.

Salieron emocionados, se juntaron de manos, se dieron sus últimos abrazos de despedida e hicieron una fila esperando avanzar a la tarima de madera impuesta para el evento.

Khonsu: ¡Queridos hermanos de Egipto! Me complace presentarles, especialmente a nuestros admirables hombres aquí presentes, a los 4 mejores esclavos de mi casa, famosa desde siempre por la vitalidad de mis esclavos.

Khonsu le dirigió al publico una sonrisa falsa dejando relucir los espacios sin dientes y un murmullo general recorrió a la multitud, varios hombres de aspecto importante se hallaban juntos sin inmutarse, mirando con severidad al adulador que tenían en frente.

Khonsu: muy bien, comenzaremos por el primero, el joven Marik.

Marik avanzó con prontitud, recibiendo unas ultimas palmadas de su amigo bakura y un guiño por parte de Yugi.

Se paró en medio de la tarima observando meticuloso a los hombres que se hallaban frente a el, los cuales lo miraban con una de esas miradas que el no podría describir un brillo extraño recorrió los ojos de todos y las ofertas comenzaron a emanar.

Un hombres de piel tatuada y mirada rígida terminó dando la mejor oferta, mirando a Marik, su nuevo esclavo con un deleite absoluto, una mirada, que sencillamente no comprendía.

Khonsu: Muy bien, disfrútelo señor, le aseguro que es un perfecto trabajador.

El hombre asintió y empujó al joven en dirección a una cuerda, le ató las muñecas y se fue, en su hermoso animal. Los demás compañeros lo miraban aun estupefactos y con la nostalgia ya cruzándoles por la mente ¿Y quien era ese?

Khonsu: Muy bien, el próximo es el señor Bakura, les juro, tiene una energía y belleza muy peculiares.

Bakura se despidió al igual de Marik de sus amigos y subió con arrogancia, casi instantáneamente las ofertas comenzaron a llover, los ojos de Khonsu se llenaron de dicha y terminó vendiéndolo a un hombre de porte avejentado y mirada rigurosa, una mirada, que Bakura, interpretó, como disciplina, lo cual le desbordó sus últimos ánimos, este corriendo con la misma suerte que su amigo, fue atado y arrastrado, lo montaron en el caballo y partieron en la espesura de la noche.

Joey y Yugi se dedicaron últimas miradas.

Khonsu: El próximo es sin duda un espectáculo se los digo, me gustaría incluso para mi, pero es sencillamente magnifico señores, Yugi sube.

Yugi y Joey se dieron un último abrazo y subió las escalinatas, un murmullo de sorpresa que Khonsu no entendía recorrió la garganta de todos, y esta vez, las ofertas llegaron mucho más bruscas. Yugi sintió un sonrojo acudir a sus mejillas ante tantas peticiones lo cual, aumentó aun más las ofertas, y fue vendido a un viejecillo de aspecto cariñoso y sonrisa serena, este lo sujetó con fuerza, sin ninguna atadura y se lo llevó a cualquier dirección.

Joey por último, subió las escalinatas Khonsu lo miró de reojo y dio su típico discurso de vendedor, las ofertas, no eran tan impresionantes como la del resto de sus compañeros, lo cual, le decayó un poco, hasta que, de la nada una suma exuberante fue gritada de entre la multitud, muy lejana incluso al precio de venta de Yugi, todos recorrieron los rostros hasta ver a un hombre de tez clara y profundos ojos negros.

Joey fue vendido sin demora y el hombre sencillamente le dio señas de que el mismo montase tras de el, Joey no entendía ¿Qué quería ese hombre de el para una suma tan exuberante?.

Miró por ultima vez al que fue su dueño por toda su niñez Khonsu, estaba extasiado con tanto las monedas que había ganado, los espectadores se iban dispersando, los murmullos alejando y las risas opacando ¿Cuándo volvería a ver a sus amigos?

Le dirigió nuevamente una mirada a su nuevo dueño que ni se esforzaba en verlo y miró nuevamente a las estrellas, que Ra y sus hermanos lo apararan.