Los siguientes personajes pertenecen a Kubo-sensei.

Advertencia: Historia out-canon|| boy's love|| fantasía


For you I'd wait 'til kingdom come,

until my day, my day is done.

-Coldplay - Till Kingdom Come-


...

Existen pequeñas criaturas que velan tus sueños. Eso escuché de aquella mujer que arropaba al pequeño niño de cabellos negros, tan hermoso que creí había salido de un cuento de hadas que solía leer a escondidas de ellos. En ése entonces yo también era un niño, aunque papá una y otra vez me regañara por mi imprudencia y correr el riesgo de ser descubierto, nunca me perdía de ese largo ritual que ella hacía para que Yuuri durmiera sin temor a que un monstruo apareciera debajo de su cama, a mí me causaba mucha gracia, lo único oculto ahí era yo cuando las luces estaban apagadas, así podía explorar su cuarto y en ocasiones con mucha suerte su casa.

A pesar de mi tamaño siempre fui valiente, no le temo a los humanos y menos a alguien tan precioso e inocente como Yuuri, hasta quisiera ser su amigo, pero mamá dice que si me expongo sería el final para nosotros, un poco exagerado pero acepté respetarlo. Odio las reglas, me siento muy solo y aunque a veces tenemos visitas, somos los únicos que viven en esa casa. Los diminutos no podemos salir ya que corremos muchos riesgos, desde animales salvajes hasta humanos que se aprovechen de nosotros, eso lo leí en una historia, Sala era un hada muy hermosa y al ser capturada por un hombre fue expuesta por él en un museo, al final murió de tristeza. Yuuri no dejó de llorar durante una semana, yo también estaba triste. Sin embargo sabía que él era diferente, que si nos conocíamos, nunca me delataría. Era confiar a ciegas pero no podría dudar de él.

Esa noche creí sería como cualquier otra, fingí estar dormido en mi cuarto hasta que mis padres se fueron a la cama. Ya tenía práctica en el arte de escaparme; me puse mis botas color marrón —Ya estaba vestido para ahorrar tiempo— amarre mi largo cabello en una coleta para que no estorbara y por último tomé mi espada —un alfiler— y mi morral -que cosió mi mamá con un pedazo de calcetín que pedimos prestado- Ahí guardaba cosas que encontraba y nos podían servir.

Con sigilo abrí la puerta. Nuestro hogar se encuentra entre las paredes, mis padres la construyeron con mucho esfuerzo antes de que yo naciera, es pequeña pero suficiente para tres diminutos. A un metro estaba un pequeño hueco similar a los de los ratones en las caricaturas —suelo verlas con Yuuri, bueno, detrás del sofá cuando esta despistado— Da a su habitación y por ahí solemos salir.

Asomé la cabeza para asegurarme de que no hubiera monos a la costa, o algo así dicen los hombres. La única luz que iluminaba el cuarto del pequeño es una con forma de luna, su mamá la pone porque le da miedo la oscuridad. Desenvaine mi "espada" como medida de protección por si estaba la mascota de Yuuri, un enorme y peludo cachorro que solía frustrar mis planes cuando ladraba, una vez estuvo tan cerca que tuve que picarle la nariz, él chillo y retrocedió, dándome tiempo para huir. Estaba vez sólo estaba Yuuri. Ahora que me asegure de estar a salvo, salí corriendo y disfrutando de la libertad.

Lo que más me gustaba además de recolectar objetos era leer libros, la hermana de Yuuri que es mayor tiene muchos, ella va a un lugar llamado "escuela" y ahí aprende cosas, hace amigos y tiene un delicioso almuerzo a cierta hora donde puede jugar. Yo quisiera ir a la escuela, pero los diminutos sólo aprendemos a escondernos y no caer en trampas, muy aburrido.

Me acerqué al buro del azabache, solía guardar pequeños juguetes que eran útiles para mí, antes de ir al cuarto de Mari le echaba un vistazo. Saqué de mi morral una agujeta amarrada a un pequeño clip amoldado para ser un gancho. Lo lancé y este se atoro al tablero, uno gana experiencia. Trepe lo más rápido que pude mirando de reojo de vez en cuando la cama del menor, ni un movimiento hacía.

Cuando llegué a la cima observé a mi alrededor, no había nada fuera de lo común, excepto un gran espejo muy bonito con bordes de plata. Me acerqué a él, podía ver mi reflejo; ya había hurtado otros más pequeños, pero este era similar al de la Bella y la Bestia, una de las películas que a Yuuri y a mí más nos gustaban, él quería un príncipe y con gusto me ofrecía, si fuera más alto que él.

Pero eso no me entusiasmó tanto, me quité mis botas quedando en calcetines y deslice sobre el vidrio.

Una vez mientras Minako visitaba a Yuuri —su maestra de ballet— Pusieron la televisión a unos sujetos que bailaban y daban brincos sobre un extraño suelo conocido como "pista de hielo" y me pareció muy hermoso, a Yuuri también y decidió aprender a patinar, aunque nunca lo he visto. Ojalá algún día pueda.

Esto era similar, estaba resbaladizo y suave, al principio me movía con torpeza, pero al final logré hacerlo bastante bien. Cuando Yurio me visite le mostraré y haremos competencias. Pegué un salto mientras rotaba, pero fallé y caí. Era muy divertido, ya no quería irme a otro lado, y seguí intentando.

Todo iba bien hasta que descubrí que estaba siendo observado. Ni siquiera me percaté que Yuuri se había incorporado y sentado sobre sus rodillas con su cobija sobre su cuerpo. Sus ojos chocolatosos —amo esa palabra y amo el chocolate que papá consigue de la almacén de los Katsuki— estaban asombrados, curiosos y confundidos. Me detuve de golpe, papá nunca me dijo qué hacer en estas situaciones.

—¿Vienes a cuidar mis sueños? —Yo no era esa clase de criatura, ni tenía magia, pero su carita ilusionaba conmovió mi corazón y bueno, tal vez eso me salvaría del lío en el que me metí.

Hice una elegante reverencia—Así es, yo me encargaré de que tengas sueños hermosos. —Lo miré guiñándole el ojo y él sonrió—Pero es nuestro secreto, ¿De acuerdo?

Asintió frenéticamente, inclinando su cuerpo hacia mí con cautela- Eres muy bonito, más bonito que un hada. —Susurró— ¿Cómo te llamas?

Tomé la punta de un mechón de mi cabello, jugando con el y enredándolo entre mis dedos. No creía ser tan bello—tenía mis encantos, pero no como un hada— Me deslice hasta la orilla del espejo— Soy Viktor.

—Me gusta. —Estiró su mano, era pequeña y de mi tamaño. Incline la cabeza hacia un lado, no entendí qué significó—Tómala, así seremos amigos.

Vacile al principio, pero la idea me entusiasmó. Sólo pude estrecharla con su meñique, pero fue suficiente para sellar nuestra amistad.

Durante un año fuimos inseparables, nadie de nuestra familia logró enterarse y nos veíamos a escondidas, se aseguró de guardar muy bien el secreto. En las noches jugábamos, contábamos historias y cada uno hablaba de su mundo. Yuuri quería conocer mi casa, pero eso sería imposible. Y a mí me sacaba a escondidas al patio para recolectar flores. Fueron sin duda los mejores días de mi vida. Tenía 10 años cuando sucedió, yo sólo era un niño ingenuo que creyó podía tener a Yuuri a su lado el resto de su vida, pero cuando cumplió seis años el destino decidió separarnos.

El azabache me llevó al patio trasero oculto en el bolsillo de su camisa color azul, no hablaba tanto como solía, yo le pregunté qué sucedía pero no me respondió. Tan sólo se sentó en el pasto y mirando hacia los lados, me sacó de su bolsillo con cuidado, dejándome sobre el suelo.—Tengo que… —Sus ojos se cristalizaron. En otras ocasiones lo vi llorar, cuando se caía o su mamá lo regañaba, pero esta vez era diferente. No encontré una excusa para que él estuviera triste. Posé mis manos sobre su dedo índice, cualquier problema que tuviera me aseguraría de ayudarlo. Tomó aire, intentando continuar— V-Viktor, tengo que irme.

—¿De vacaciones? —No creí que fuera algo malo, estaba acostumbrado a que saliera en vacaciones.

Sus lágrimas comenzaron a derramarse en sus mejillas coloradas.—¿Recuerdas que soy de Japón? Bueno, mis papás quieren regresar a… Hase… —Balbuceó. Algunas palabras le costaba trabajo pronunciar— Hasets… ¡Hasetsu! Ya no viviré más en Detroit.

Mi pecho dolía, dolía mucho. A eso se le llama tener un corazón roto. Quería llorar, gritar, pedirle que se quedara y que esperara, que yo encontraría la forma de crecer y ser parte de su mundo; pero sólo pude mostrar una sonrisa falsa—Tranquilo Yuuri, no llores. Nos volveremos a ver.

—¿Cómo estás tan seguro? —Gimoteó, limpiando con su manga sus lágrimas.

No lo estaba, de hecho, creía más en que no lo volvería a ver.— Porque el príncipe siempre encuentra a su princesa, sin importar dónde esté. Y algún día nos volveremos a ver.

—V-voy a volver Viktor, lo prometo. Te compraré una bonita casa de muñecas y seremos una familia.

Ojalá la vida fuera un cuento de hadas.

.

.

.

Seguimos viviendo en esa casa, Yuuri me dijo que sus padres no la venderían por si algún día regresaban —en serio quería creerlo— Fue habitada por varias familias que la rentaron, pero al final siempre se iban y yo no volví a hablar con otro humano. Seguía escabulléndome entre sus vidas para leer y robar sus pequeñas pertenencias, pero la mayor parte del tiempo la pasaba en el sótano donde Yuuri escondió el espejo como un regalo para que yo pudiera "patinar." Era lo único que tenía de él y lo apreciaba demasiado. Al principio tenía la esperanza de que Yuuri cumpliría su promesa, pero fue muriendo mientras pasaron los años. Ahora ya tenía veintidós, pronto me mudaría en busca de una familia y un nuevo hogar. Mi padre sugirió en presentarme a Mila, la hija de uno de sus viejos amigos, pero la idea no me convencía. Yo sólo quería formar un hogar con Yuuri, y eso era imposible. Por eso lo estuve esperando, pero mis padres no lo sabían y me presionaban.

El invierno llegó junto con Yakov, Lilia y su "hijo" Yurio —así le decía para no confundirlo con mi Yuuri— Ellos pasarían un tiempo viviendo con nosotros ya que habían demolido la casa donde habitaban cuando sus dueños la vendieron. Después de que el abuelo de Yurio —y su único pariente— falleció, Yakov lo recibió en su casa y lo cuidó junto con su ex mujer, al final gracias a eso se reconciliaron. A mí no me molestaba, él era muy malhumorado y a mí me gustaba provocarlo, a veces me acompañaba a mis excursiones en busca de algo que tuviera animal print. A pesar de que el rubio era un diminuto parecía más un hada, sólo que nunca lo mencione o terminaría matándome.

Como cualquier otro día salí de mi hogar junto con el gatito enojón, ahora no había inquilinos y tenía la casa para mí. Sólo los viernes y lunes una mujer venía a limpiar, así que estaba a salvo. Salimos del cuarto de Yuuri y nos dirigimos a la sala, debíamos cruzarla para ir al sótano. Después de insistir tanto lo convencí de conocer mi pista de hielo —o mas bien vidrio—, aparentaba no estar interesado, pero yo sabía que llamé su atención. Si pudiera verlo en la televisión sería más eficiente.

—Tsk… ¿Cuánto falta?

—Me detuve de golpe, sosteniendo del brazo a Yurio para que no avanzara un paso más. Había unas cajas sobre la mesa, otras en el suelo. Ambos nos escondimos detrás de la pared cuando escuchamos pasos. No había a donde ir sin pasar desapercibidos.

¿Ya es todo? —Era una voz muy gruesa, esta persona dejó caer algo contra el suelo. Con cuidado me asomé, era alguien con un rostro muy serio y de cejas gruesas. Su vestimenta era extraña, parecía uno de esos sujetos que andan en moto y son delincuentes; pero la familia Katsuki no le rentaría su casa a un delincuente—. Hey, responde.

—Sí, es todo.

Conocía esa voz; no era tan dulce ni suave como cuando era niño, pero podía identificarla sin cometer error alguno. Mi corazón se aceleró, tanto que temí escapara de mi pecho. ¿Podría ser? Tallé mis ojos, no quería que fuera un sueño. Yurio dio un tirón a mi camisa, susurrando que debíamos escapar, pero no pude moverme. Creció tanto. Su cara seguía siendo la de un niño inocente y tierno, pero su cuerpo todo lo contario, era delgado pero atlético —seguro siguió patinando— Su ropa era ceñida por lo que pudo tener una mejor vista de todo. Era tan atractivo, ahora parecía un príncipe y yo bueno, con ese tamaño sólo podía ser la princesa que espera ser rescatada —en qué momento cambiaron de papeles, era raro— Al menos ya no traía el cabello largo, sería peor.

Viktor… por favor vámonos. —De no ser porque Yurio otra vez habló no me hubiera percatado del peligro que corríamos. Sí, hablaba del otro sujeto. Lo miré por encima del hombro, tenía mucho miedo. No podía culparlo, apenas tenía quince. Después hablaría con mi Yuuri.

Como pudimos logramos escapar. No le contamos a nadie de lo ocurrido o tendríamos problemas, mamá preparó la cena pero yo no tenía apetito, me fui a mi cuarto para buscar algo decente para vestir y visitarlo en la noche. Hace unos años una niña vivió aquí, tenía muchas muñecas y ropa, algunas más grandes, otras me quedaban. Así pude tener un armario con toda clase de prendas.

Al final, sí cumplió su promesa.

La noche llegó, nunca estuve más feliz. El saber que Yuuri estaba afuera en su cuarto me entusiasmaba, podía escuchar su voz a través de la pared. Cuando todos dormían decidí salir, no estaba muy seguro de qué decir pero, sólo pensaba en abrazarlo —a mi manera— y ver la casa de muñecas que sería mi nuevo hogar, seguramente él escogió la más hermosa de todas. Yuuri llegó justo a tiempo, un poco más y ya no estaría aquí.

Cuando todos dormían tuve la oportunidad. Ni siquiera fue necesario llevar mi arma, Yuuri nunca me lastimaría. Salí no sin antes asegurarme de que no estuviera el tipo de antes, pero sólo lo vi a él sentado en su cama hablando por teléfono. Sin duda es precioso. Corrí hasta esconderme detrás de la pata de su tocador, me daba nervios aparecerme. Como un tonto enamorado tenía el deseo de decirle lo mucho que lo amaba, ahora ambos éramos grandes, él tenía dieciocho y podíamos tomar nuestras propias decisiones.

—Sí mamá, lo entiendo. No te preocupes… ya lo sé. Entiende, era mejor que viniera a entrenar a Detroit, pronto será… Estaré bien, sé cuidarme solo. Yo también te amo, adiós.

¿Entrenar? ¿Acaso él era patinador? ¡No podía esperar más, debía saberlo! Y antes de que pudiera avanzar alguien rodeó mi cintura con ambos brazos.

—¿Qué demonios haces? —Murmuró.

Yurio, ¿Qué haces tú aquí? —Respondí.

¿Acaso eres idiota? Está prohibido andar aquí cuando hay humanos. —Si no fuera porque estaba Yuuri, probablemente me gritaría como un histérico.

Tú no lo entiendes. —Él me liberó— Yuuri me conoce.

—¡¿Huh?!

Me giré hacia él, no quedaba de otra o no me dejaría ir— Nos conocimos cuando éramos niños, él me prometió que regresaría y lo hizo.

Se cruzó de brazos mirándome incrédulo. Era difícil de creer, pero mis ojos no mentían.— De niños, ah. Ya veo, tú siempre rompes las reglas pero no es el punto. ¿Crees que te recuerda? ¡Hola, eran niños! —Alzó un poco la voz, pero de inmediato se cubrió la boca, dirigiendo la vista al azabache que no se inmutó.

Es obvio que me recuerda. —Rodé los ojos, él no entendería el lazo que nos unía.

—¿Y si no te recuerda? Piensa en todas las posibilidades.

—¿Qué sugieres que haga?

Yurio se quedó callado por unos segundos. Él también sabía que no lograría convencerme, así que lo meditó— Bueno… si él te recuerda te llamará o algo, ¿No? Espera a que muestre señales de que te está buscando. Por favor, se precavido.

Incluso para alguien que siempre me insultaba, él suponía que corría peligro. Claro, no conoce a Yuuri, pero intenté ser comprensivo. Asentí con la cabeza, no importaba quién daba el primer paso, nuestro destino era estar juntos. Así que volví a casa, convencido de que al día siguiente o esa misma misma noche Yuuri haría algo para llamar mi atención y vernos. Eso esperaba.

.

.

.

Primero fue un día, luego dos, luego tres, luego la semana. Yuuri casi nunca estaba en casa y cuando llegaba se tiraba a la cama agotado. Creí que a causa de su cansancio era por eso que no me buscaba, pero comencé a tener mis dudas. Odiaba dudar de él, pero los comentarios de Yurio no ayudaban para nada. "Recuerda que era un niño" "tal vez al final creyó que todo lo imaginó." ¿Y si era cierto? Sacudí la cabeza, no, no podía ser verdad, no era esa clase de persona.

Cuando él salió me atreví a explorar la casa, parecía que vivía solo y no tenía muchas pertenencias. De lo poco que descubrí fueron sus fotos sobre la chimenea, era él en la pista con medallas y una gran sonrisa en su rostro. Me sentí muy feliz, pero en el fondo, decepcionado. No quería admitirlo pero Yuuri me olvidó. En sus recuerdos acaso fui un cuento de hadas.

Esa tarde llegó más temprano, comió algo y se fue a la cama. Mi familia aprovechó para saquear su cocina, pero yo preferí ir a mi lugar secreto y patinar mientras lloraba. Parecía que Yuuri siempre me hacía llorar, no lo había hecho desde que se fue, me mantenía positivo pero ahora otra vez rompió mi corazón que tardó tanto en sanar solo para estar listo y ser de él cuando regresara. Si esto seguía así mi mundo se desmoronaría poco a poco. Antes de volver a casa me detuve para trepar hasta la ventana de Yuuri, era pequeña pero podía ver el mundo a través de ella. Observé el cielo estrellado y con todo mi corazón deseé poder ser como él; ojalá la realidad no se interpusiera.

—¡Espera Phichit! Deja me conecto. —Me tomó por sorpresa, causando que del susto trastabillara. Por suerte Yuuri nunca miró hacia la ventana y pude esconderme detrás de la cortina. Podía ver que escribía en un aparato mientras reía, era como una computadora pero más pequeño y portátil, no conocía su nombre pero entendía que servía para ver películas. Yuuri siempre las veía mientras comía palomitas. También podía escribir notas.

Entonces se me ocurrió. ¡Era una gran idea! Tuve que esperar a que todos sin excepción estuvieran en los brazos de Morfeo, esta vez me aseguré de que Yurio no me espiara. Era simple pero tal vez le haría recordar. Yuuri siempre deja su aparato con la tapa abierta en su escritorio y encendida. De esta forma podría declarar mis sentimientos sin ser descubierto.

Tuve que trasladarme de tecla a tecla, fue bastante laborioso y me llevó un buen rato, pero logré terminar antes de que despertara. Estaba cansado, pero orgulloso de mi trabajo. Retrocedí y releí la carta, me enamoraría hasta a mí. En eso escuché un quejido, me di la media vuelta. Yuuri se había levantado y no me di cuenta —ya van dos veces— tallaba sus ojos y bostezaba. Estábamos frente a frente, seguro me descubriría. Ahora no tenía muchas opciones, sólo una. Salté al cajón que estaba semi abierto. Ahí guardaba materiales como lápices, papel, sacapuntas, etc. Se acercó al escritorio, yo retrocedí todo lo que pude hasta tocar pared. Nunca creí que sentiría miedo de Yuuri.

Lo escuché balbucear unas palabras, pero no entendí muy bien qué decía. Hasta que me percaté que sus lentes estaban en ese cajón. Genial, no era mi día de suerte. Metió su mano y tanteando los buscaba, yo me arrastré hasta la esquina. No ahora, no ahora. Él sujetó sus lentes. Volví a respirar, eso fue mortal. Su teléfono sonó, Yuuri cerró el cajón y yo me quedé atrapado. ¿Qué más podía salir mal?

Me asegure de que abandonara la habitación, hubo completo silencio después de un rato. Con toda mi fuerza intenté empujar, pero no logré abrirlo. Era muy pesado, estaba en problemas. Cuando mis padres descubrieran que no estaba en casa se preocuparían y Yurio no tendría de otra que confesar mi historia con Katsuki.

—¡Viktor! —Ya estaba resignado a ser descubierto hasta que escuché una voz— ¡Eres un idiota!

¡Yurio! —Grité. Estaba salvado. — ¿Cómo… cómo sabías que estaba aquí?

—Vi cuando te capturó, por suerte no se dio cuenta. Te sacaré de aquí.

No podía ver qué hacía, sólo lo escuchaba quejarse y gruñir, yo también intenté empujar de nuevo, pero nuestros esfuerzos fueron en vano.

—Tendré que avisarle a papá y Yakov.

¡NO! —Di un golpe a la madera—Si les dices tendremos que irnos y no volveré a ver a Yuuri. Por favor, no les digas.

—¿Y qué sugieres?

—Yo pensaré en algo, tú inventa una excusa.

—No seas idiota, no podrás salir de aquí. Y a mí no se me ocurre nada.

Dame una oportunidad. —Mis piernas temblaban. Ya no me sentía tan valiente— De aquí hasta que llegue la noche, si no logro salir entonces les dices.

Hubo un silencio.

—Está bien.

Se quedó otro rato intentando sacarme, pero tuvo que irse a las horas para dar una excusa convincente de mi ausencia, espero no fuera nada ridículo. Lo mejor que se me ocurrió fue que cuando Yuuri abriera el cajón —si por una fuerza divina— estaba distraído, podría salir.

Mientras lanzaba una pequeña goma hacia la pared, Yuuri por fin llegó. Se había sentado frente a su escritorio, yo tomé una hoja de papel para esconderme tras de ella. Ahora que lo recordaba, posiblemente leería mi carta. Él no sabría que su amado estaba atrapado como una damisela en apuros.

.

.

.

¡¿Eh?! ¿Quién escribió esto? —Su voz sonaba alterada. No esperaba esa reacción, imaginé un suspiro soñador o un grito mencionando mi nombre.— ¿Alguien habrá entrado a mi casa? —La silla cayó al suelo. Tenía que saber qué sucedía.

—Policía.

¿Por qué Yuuri le llamaba a la policía?

—Hola, alguien entró a mi casa.

Cerró la puerta de su recámara. Yo estaba a punto de colapsar, ¿Ni eso le hizo recordarme? Estaba tan enojado, quería golpear su perfecto rostro. Me puse de pie y corrí hasta chocar con la pared, no logré moverla ni un centímetro. Era un fiasco y seguro Yurio ya les avisaría a mis padres.

Fue en cuestión de segundos. Yuuri abrió el cajón con desesperación y todo salió volando, hasta yo. Aterricé en la cama así que no sufrí mucho daño, sólo el emocional. Intenté ponerme de pie, pero estaba mareado y agitado. Ahora había un silencio, uno muy aterrador.

—¡¿Qué… qué eres tú? —Él me señalaba con gran temor, como si yo fuera un monstruo. Vaya, pensar que cuando era niño dijo que era hermoso.

Me puse de pie, esta vez no iba a huir —ni podía— Apreté los puños, no me iba a dejar intimidar por alguien que podía aplastarme— ¡Soy Viktor! El que te escribió la carta, idiota.

No quería llamarlo así pero era la verdad. Yurio estaría orgulloso de mí.

Abrió los ojos como platos. Aún no podía creerlo— Disculpe, falsa alarma. Era un amigo. —Colgó el teléfono. Se acercó a mí, yo retrocedí— Es imposible—Mustió. Eso sólo me hizo enojar más.

—¡No decías eso cuando eras niño! —Di un golpe con el pie a la cama. Siempre fui muy calmado, pero comenzaba a sacarme de mis casillas.

¿No fue un sueño? —Susurró para sí mismo, pero alcancé a oír. Se sentó de rodillas sobre el suelo, recargando sus brazos sobre la cama. Me analizaba, sus ojos podían atravesarme y por alguna razón me sentía desnudo, figurativamente— Cuando era niño… recuerdo tener un amigo.

¡Soy yo! —Me señalé— Tú tenías cinco años cuando nos conocimos. Yo estaba patinando en tu espejo.

Se mordió el labio inferior. Un flechazo a mi corazón, bien jugado Katsuki.

—¿Puedo tocarte?

¡¿Ah?! —Me rodeé con los brazos— ¡Es demasiado pronto! Yuuri pervertido.

¡N-no me refiero a eso! —Negó con las manos, colorándose del rostro— Es que no creo que seas real, lo siento.

Solté un suspiro. ¿Cuándo se volvió tan escéptico? Estiré mi brazo hacia él, Yuuri me imitó con su dedo índice con la timidez que le caracterizaba. Una vez más con un simple roce volví a pertenecerle, pero esta vez sentí pánico, ahora que era un adulto y tenía un futuro por delante tal vez yo ya no podría formar parte de su historia. La diferencia entre nosotros parecía un abismo, uno que podría jamás cruzar.

And say you'll come and set me free,

just say you'll wait, you'll wait for me.

...


Estoy muy entusiasmada con esta historia. Será corta, aunque también depende cómo la desarrolle. Calculo tres o cuatro capítulos largos, pero no estoy segura. Es tan lindo imaginar un Viktor pequeño y ni se diga Yurio bebé. Mide aproximadamente 10 centímetros.

Cualquier duda, error, aclaración, sugerencia, estaré muy agradecida por sus reviews.

Saludos y besitos.

we were born to ship Viktuuri. -Ya hasta parece firma-