N.A.: Comienzo random, que raro yo (?) Esto salió de la nada un día que pensaba en samuráis, traiciones, yokais, conjuros, sacerdotes, y bueno, cosas normales que salen de leer un poco de la mitología japonesa. Me encantan los yokais y todo lo que salgan de ellos. La gran mayoría de las cosas con las que tomo guía, o para medio hacer interesante la trama fueron de Inuyasha y una que otra serie sobre las miles que hay de samuráis. Pero eso NO significa que la trama sea igual, sólo necesitaba algo de guía para untar este fic. Los capis serán de este largo, ya que… no sé, me salen así y ya :v y otra cosa es que será Aokaga, o futuramente habrá Aokaga, las tramas lentas son mi debilidad, sorry :'T
Otra cosa es que no poseo un amplio conocimiento de todo, así que me inventaré unas cuantas —muchas— cosas para ir desarrollando el fic. No me maten :v
RESUMEN: Daiki es un poderoso monje que se vuelve cazador de Yokais. Siendo asediado por viejos recuerdos del pasado, se coloca en la encrucijada de eliminar a cualquier ser del mundo espiritual con quien se encuentre, sin contemplaciones. O eso pensó hasta toparse con un personaje que se encuentra en medio de la barrera de los dos mundos, haciéndolo tambalear en una encrucijada…
Los sentimientos no son algo que creyó que se vieran en vueltos luego de una extraña cacería.
Pero aquel hanyou podrá hacerle saber que no todo en el mundo puede ser tan malo.
PAREJAS: Aokaga, I love Aoka (pero no saldrá aún) —se tira al búnker antes que la linchen— La demás se las enseñaré a medida que vaya la trama.
ADVERTENCIA: AU del Japón fantástico (?). Escenas violentas. Palabras obscenas. Comentarios ofensivos e hirientes. Algunos personajes un poco salidos de contexto (nunca se está seguro). Trama lenta. Algunas palabras raras serán descritas al final. Muerte de personaje.
Disfruten.
Ninguno de los personajes me pertenecen, yo solo les empleo para mis mezquinos usos.
Capítulo 1: El Monje.
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Inhaló y exhaló con fuerza, comprimiendo sus pulmones al instante, mientras tensaba los músculos del cuerpo.
— ¡¿Cuándo piensas salir, bastardo?! — gritó con furia.
— No soy idiota como para correr hacia ti como un loco suicida— escuchó decir desde alguna parte de aquel tupido bosque.
Daiki frunció aún más el ceño. Aquella situación le cabreaba, llevaba más de media hora persiguiendo a ese maldito demonio desde las afueras de la villa, inclusive, adentrándose en el bosque que bordeaba a la misma para poder darle caza ¿Cuándo sería el día en que podría terminar un trabajo de manera simple? Pensó con resignación, ya sabiendo muy bien la respuesta.
—Bien, si esta tenemos, me obligas a tomar medidas drásticas, monstruo. — gruño en voz alta para que éste le escuchara.
La misma voz vibrante y sobrenatural se carcajeó eufóricamente, Daiki alzó una ceja con escepticismo, mientras guardaba su espada en la funda, y sacaba una ballesta completamente negra con kanjis color rojo. El aire del ambiente se tornó pesado, y en algún momento de la noche… el silencio se hizo perpetuo.
— ¿Qué podrías hacer tu, humano, atrapado en el bosque?
La voz era un siseo desagradable, Daiki acercó la ballesta a su rostro, casi rozando sus labios con ella y empezó a rezar un conjuro en voz baja, sin dejar de buscar de dónde provenía aquella voz.
— ¿Qué podrías hacer tu, humano… en mis dominios…?
Daiki giró su cuerpo con violencia al oír esa última frase susurrada en su oído, apuntó con su ballesta y disparó sin importarle nada. El sonido de un ave revoloteando asustada fue lo único que recibió. Observó con seriedad la flecha clavada en la corteza de un árbol, aquella última frase había sonado peligrosamente cerca, maldijo en voz baja por ello. La risita del Yokai volvió a oírse.
—Así que éstos son tus dominios… —dijo Daiki, girando un par de veces sobre su eje, observando los árboles a su alrededor con ojo crítico. — ¿Acá es donde atraes a los niños de la aldea y los devoras? Bonita cena a la luz de la luna— comentó irónico.
—Se hace lo que se puede, joven cazador. —le contestaron de forma risueña —Aunque es difícil alimentarse en estos tiempos y uno debe conformarse con lo que encuentre. Los habitantes de la villa ya no dejan salir a pasear a sus retoños de manera más seguida. — escuchó decir con falsa decepción.
— ¿Así que es por eso que los secuestras de sus hogares?
—Como ya dije, se hace lo que se puede. — contestaron de manera seca.
Daiki frunció el ceño por la respuesta tan tajante. Sabía que el ambiente se había vuelto extraño por el aura maligna que destilaba aquel espíritu. No había brisa, y los insectos no se escuchaban en ningún lugar, sin duda alguna era algo inquietante. Tomó un respiro y se sentó en el corto césped, esto no iba hacia ningún lado.
— ¿Ya te has cansado? —Preguntaron a Daiki de manera burlona —No pensé que los cazadores fueran tan débiles.
Ignorando eso, Daiki tomó una posición de loto y replegó en el suelo unos sellos a su alrededor. Él no acostumbraba a esos medios tan sosos, pero no pensaba quedarse a charlar con aquel espíritu toda la noche.
— ¿No me escuchas? ¡Te estoy hablando!— gritaron con enojo — ¡No puedes pasar de mí, humano insolente!— Daiki ignoró toda queja del espectro. Y eso pareció enervarle — ¡Tch, que insolencia! Te enseñaré a tomarme enserio.
Daiki sonrió arrogante cuando de la nada, la figura de un hombre salió de las sombras.
Parecía humana a simple vista, pero su piel se teñía de un color grisáceo con variaciones más oscuras al final de las extremidades. Sus manos poseían dedos largos y huesudos, casi esqueléticos, pero lo preocupante eran las filosas y fuertes garras de color azabache, que brillaban por la escasa luz. El cabello del Yokai era largo y de color azabache, y de su frente sobresalían dos grandes cuernos de un color plomo. Estaba ataviado con un traje completo de piel de animales grandes, como osos, sobre su Kimono blanco y hakama negro. Pero Daiki sintió la furia quemarle la garganta al ver que en su cinto de piel animal también guindaban un par de pieles desolladas de algunos niños.
El monstruo sonrió torcidamente por aquel gesto, sacando una lengua anormalmente larga de su boca, relamiendo sus labios.
— ¿Te gustan? —Preguntó risueño, acariciándolas con suavidad, sus ojos brillaban como un animal peligroso —Estas fueron de las víctimas que más me gustaron. Su carne era realmente dulce.
—No creo tener tus morbosos gustos…— comentó en voz baja — Pero considerando que eres un Oni comprendo que sean tan malos.
Aquel comentario hizo que la filosa y desinteresada mirada del demonio se tornara peligrosa. Daiki comprendió que debajo de aquella fachada desinteresada había un mal genio y eso podría usarlo a favor.
—Los humanos solo sirven de alimento y entretenimiento, joven cazador— bisbiseó con voz gutural aquella criatura. —No puedes culparme de hacerlos cumplir su misión.
Aomine sintió vértigo cuando el aura maligna del Oni comenzó a ser más densa. La acumulación de energía maligna tenía la gran facilidad de matar a cualquier ser vivo si se le expone lo suficiente, incluso llegando a matar humanos en el acto. Pero Aomine no era cualquier humano, sonrió de medio lado cuando el Yokai frunció el ceño al ver que nada sucedía con el moreno, pero luego soltó una carcajada despectiva al saber el motivo.
— ¿Acaso crees que esa barrera te ayudará por siempre? — comentó irritado el demonio. Sus amarillos y brillantes ojos se afilaron. —Te partiré los huesos.
Aomine alzó su ballesta justo en el instante que una larga mano con uñas afiladas iba por su cabeza. La flecha dio de lleno en la palma, y solo se escuchó un alarido antes que el Oni desapareciera de su campo visual y reapareciera flotando sobre él. Observó sin interés aparente la rudeza empleada para sacar la flecha de su palma, haciendo que gotas de sangre de estamparan el suelo que Daiki pisaba, vio como el suelo y césped moría por la sangre contaminada. Aomine sonrió, cosa que cabreó a la criatura.
— ¡Quita esa patética expresión de tu cara! —Ladró fuera de sí — ¡No me humillarás! ¡Te voy a desollar vivo, maldita escoria!
Daiki rodó por el piso cuando una fuerza vino directo a él. El impacto alzó tierra y escombros, haciendo que Aomine tosiera. En medio del caos, la criatura gritaba injurias en su nombre, buscándolo con la mirada. Daiki cerró los ojos para concentrarse, y disparó hacia la cortina de polvo otra flecha con su ballesta, recibiendo un alarido como respuesta. Se quitó de inmediato cuando el Oni impacto su puño contra el suelo donde estaba, y poco le costó el brazo cuando este se giró sobre su eje y rozó su costado izquierdo con sus garras.
— ¡Vaya, parece que alguien anda de mal humor! —se mofó.
El Yokai lo observó con rencor y se lanzó a atacarlo, y Aomine volvió a esquivarlo, esa y un montón de veces, mientras disparaba con su ballesta, haciendo que el demonio se enfureciera cada vez más.
— ¡Quédate quieto, bastardo!
Aomine así obedeció, haciendo que le Oni sonriera fuera de sí y se lanzara contra él, para luego quedar estancado en la tierra, sin poder moverse.
— ¿Q-qué…? ¡¿Qué has hecho?!
El Oni vio como el moreno señalaba su ballesta como si esta pudiera darle la explicación.
—La ballesta al igual que las flechas tienen un conjuro. — Explicó —Y estos se activan con un sello. — Señaló a los pies del Yokai —Lugar donde éstas ahora mismo.
El demonio abrió los ojos con horror al ver que había caído en una trampa, y ahora no podía moverse, quedando a merced del cazador.
— ¿C-cómo… tú…?
—No era una barrera protectora lo que hacía. Era tu tumba. —dijo como si nada sacando su espada. — Tú activaste el círculo al dejar caer sangre en él, y sólo debía conectar tantas flechas contigo hasta que te afectara. Ser inhume a las simples armas humanas fue lo que cavó tu lecho. —Aomine sonrió de lado antes de tomar posición, sujetando el mango de su katana.
El Yokai miró con odio puro al moreno, antes de que este, con tres simples movimientos, destazara su cuerpo en pedazos. Fuen una muerte rápida para los problemas que le había ocasionado el demonio.
Antes de guardar su arma, limpió ésta con un trozo de tela del haori del demonio y luego la guardó en su funda.
—Es algo que nunca aprenderán ustedes… ¿No, Hanamiya?
_[o]_
— ¡Miren, ha regresado!
— ¡Por los dioses, está vivo!
Fue después del alba que tuvo la oportunidad de volver a la villa que era atormentada por Hanamiya. Luego de haber descuartizado el cuerpo del Yokai, tuvo que cremar los restos y hacer un conjuro de purificación. Aomine odiaba toparse con Onis; de los Yokai, estos eran los que más energía maligna tenía en acumulación. Observó de reojo a los habitantes del lugar quienes lo veían con ojos de aprecio y adoración, eso hizo que chasqueara la lengua con fastidio; estaba decidió, un pueblo más y se iría a despilfarrar el dinero en la capital en alcohol y mujeres.
— ¡Aomine-san! — escuchó que le llaman.
Aomine vio como un sujeto alto se acercaba a él, con una sonrisa en la cara, éste iba cubierto de vendas y apenas y podía moverse bien sin hacer una mueca de dolor. Daiki frunció el ceño al verle levantado. Era la primera persona que había logrado salvar en uno de los ataques de Hanamiya después de que llegase a la villa, unos días atrás.
— ¡Kiyoshi, idiota, te dije que no podías andar así! —vinieron quejándose un par de personas atrás de él. Aomine reconoció a la hija del jefe de la villa, Aida Riko, y al encargado de resguardar a los civiles, Hyuuga Junpei. Kiyoshi Teppei era el subalterno de Hyuuga, quien había acudido a los gritos de auxilio de unos chiquillos que apenas y pudieron salvarse, incluido Kiyoshi, si Aomine no hubiera llegado. Al llegar a su lado, Kiyoshi sonrió con cansancio.
—Puedo ver que te ha ido bien. — fue lo único que comentó el castaño. Aomine solo asintió sin mucho interés.
—Aida Riko. —la chica, quien había llegado al lado de Kiyoshi, y le sujetaba del torso al igual que Hyuuga para mantenerlo estable, miró con atención y desconfianza al moreno— He terminado mi trabajo, dile a tu padre que iré por mi paga y me retiraré después del mediodía.
—De acuerdo.
Aomine emprendió marcha hacia el lugar donde había estado durmiendo esos escasos 3 días en la villa. Al llegar a la posada, la cual a penas y habían abierto, se adentró —luego de quitarse su calzado— hasta uno de los cuartos traseros y deslizó la puerta para entrar al lugar, la cual volvió a cerrar.
Con cansancio dejó sus cosas en una esquina. Una pequeña bolsa de viaje, donde guardaba provisiones y otros artilugios, la funda con la katana, la ballesta y un estuche que colgaba en su cinto el cual albergaba sellos y conjuros en papel. Se despojó de la parte superior de su túnica, y haori. Y se tiró en un futón que había en medio de la estancia.
Lanzó un largo suspiro antes de quedarse viendo con ojos entrecerrados el techo del lugar. Rememoró en su pelea con Hanamiya, justo cuando éste acariciaba las pieles desolladas de los niños, y no pudo evitar apretar los dientes con rabia. No pudo darles un entierro apropiado luego de los horrores que pasaron en vida. Al momento de quemar el cuerpo de Hanamiya, pudo percibir gritos de dolor y miedo antes de que se volvieran ceniza y carbón. Pero Aomine sabía que esos fantasmas solo estaban en su cabeza.
"Los humanos solo sirven de alimento y entretenimiento, joven cazador"
Mataría a cada uno de esos monstruos que se cruzasen en su camino. Por aquellos a quienes no pudo salvar y no dudaron en dar la vida por él.
"… No puedes culparme de hacerlos cumplir su misión."
No tendría compasión, así como aquellas criaturas nunca lo sintieron por su familia.
_[o]_
—Daiki, recuerda correr, no te separes de los chicos ¿De acuerdo?— la voz que le hablaba era temblorosa. La mujer susurraba de momentos cuando hablaba con los otros adultos.
Los chicos que venían tras él asintieron, Aomine solo tragó saliva. Todos los jóvenes estaban en pijama.
—De acuerdo, muévanse.
Uno de los monjes del templo abrió el pasadizo secreto que quedaba tras una de las estatuas internas de templo. Los chicos que les acompañaban fueron pasando hasta que él quedó de último.
— ¡Oba-san! ¿No vendrá?— le preguntó con miedo a aquella mujer.
—Desde acá nuestros destinos se separan Daiki— le escuchó decir con una sonrisa triste —Debo quedarme, es mi obligación, pero ustedes pueden irse.
— ¡Pero…!
Un fuerte impacto derribó la puerta de la entrada, la cual habían reforzado con barreras mágicas y conjuros. Aomine observó con horror como algunos monjes y sacerdotes fueron atacados sin contemplaciones por aquellos seres.
— ¡CORRE! —de un súbito empujón, Daiki cayó por el pasadizo, teniendo como un último vistazo el rostro manchado de sangre de aquella mujer, y los gritos de fondo.
—Cuídate, Daiki.
— ¡NO!
_[o]_
Sus ojos se abrieron con pesadez; escuchó que alguien le llamaba desde afuera y supo que ya debía estar cerca del mediodía. Se recargó con pesar sobre sus codos, restregando su rostro con su mano libre, ya que la otra, inconscientemente, apretaba con fuerza el mango de su katana. Emitió un bostezo que hizo saber a la otra persona que acababa de despertar.
— ¡Ah, lo siento, Aomine-san! —fue lo que tomó como introductorio. —Vine por órdenes de Kagetora—dono, éste le atenderá en la casa grande. Quería saber si ya se encuentra disponible para servirle de escolta.
Aomine terminó de sentarse en el futón para quitarse de encima el cobertor y soltar la espada.
—Estaré listo en unos segundos. — respondió con voz ronca.
—B-bien, de acuerdo.
Se alistó rápidamente, asegurándose de tener todo en su lugar, por último, aseguró su espada en el cinto de su ropa, la cual apretó unos segundos para darse calma. Para cuando salió de su habitación, se encontró con un bajo sujeto con cara de gato que lo miraba con nerviosismo e incertidumbre.
—S-sígame, por favor. — dijo el chico, señalando cordialmente hacia la salida con su palma.
El camino duró por unos cuantos minutos; Aomine se encontró con algunos habitantes del lugar quienes daban una reverencia de respeto y agradecimiento por su ayuda con el Oni. Kouki, el nombre de su guía, lo llevó hasta el corazón de Seirin, lugar donde se toparon con un gran templo rodeado de una muralla de piedras y estatuas sagradas.
Sabía por conocimiento general que la mansión de los Aida había sido construida a partir de un templo en ruinas. Los primeros en pisar esas tierras tuvieron grandes problemas por el simple hecho de encontrarse rodeados de una zona donde la presencia de seres sobrenaturales era lo habitual; pero eso dio pasos a una gran línea de sacerdotes y sacerdotisas poderosos, capaces de calmar las aguas del mundo espiritual.
El chico lo guio dentro del portal de los terrenos Aida, saludando de paso a algunos guardias. Luego, lo llevó hasta las habitaciones interiores de la mansión, cruzando por un jardín central y deteniéndose en una amplia estancia que bien podría ser una sala secundaria. Aomine vio que allí se encontraba Riko Aida, sentada en uno de los cojines de la habitación, esperando por la presencia de su invitado.
—Puedes retírate, Furihata-kun. —el joven sólo obedeció.
Riko ofreció asiento a Aomine con una seña, el cual este acató por mera cortesía.
—Mi padre estará con usted en breve, — le comunicó. —por favor, sea paciente en esperar.
Aomine sólo asintió, siendo acribillado por la mirada recelosa de Riko, quien vigilaba con ojo crítico cada movimiento que hacía.
Al cabo de unos minutos, un sirviente dejó una bandeja con té verde sobre una mesa enana en medio de ambos chicos, para luego marcharse con una reverencia. Aomine tomó confiadamente una taza para luego servirse, cosa que a Riko le molestó.
—No confío en ti— dijo con soberbia. —Sé que lo sabes.
Aomine paro de beber el té para observar desinteresadamente a la chica.
—No es como si aquello me importara. — dijo escueto.
La chica frunció el ceño.
— ¿Cómo puedes estar tan tranquilo sabiendo lo que eres…?— siseó en voz baja. —Eres una ofensa para aquellos quienes creen en los dioses, no mereces ser un monje. — bufó ofendida. —No eres más que un corrupto mercenario.
Riko sabía que sus palabras destilaban gran cantidad de veneno, y a pesar de que típicamente no era de juzgar, la situación de Aomine, quien prestaba sus habilidades para usos como aquel, le hacían enervar. No era que le dinero fuera un problema, y no se jactaba de aquello, pero sentía su propio orgullo herido, como futura sacerdotisa, que el moreno hubiera dejado las enseñanzas divinas para ser un vulgar cazador.
Aomine hizo oídos sordos a las palabras de Riko, por ello, prefirió dejar la taza —ya vacía— sobre la bandeja y echarse sobre su espalda, con los brazos flexionados tras su cabeza, ignorando por completo a la chica. Riko apretó los dientes, ya sabiendo que la conversación no seguiría de ninguna de las dos maneras. Por eso, con gran indignación, decidió irse de allí, considerando evitar cualquier contacto con el moreno mientras estuviera en la mansión.
Antes de cruzar por el pasillo, una mano la retuvo por el hombro, obligándola a alzar la vista de manera airada, antes de encontrarse con la mirada seria de Kagetora.
— ¿P-padre?
—Hija mía…— empezó este, soltando un suspiro resignado. — ¿Qué te he dicho sobre juzgar a las personas? El tener una vista aguda de las cosas no nos hace sabios. —reprendió. La castaña bajó la vista. —Quiero que comprendas eso. No dejes que tus principios te cieguen.
—Lo lamento padre. — musitó. —Lo entiendo.
—De acuerdo, puedes retirarte, iré a hablar con Daiki.
_[o]_
Aomine no se percató cuando Kagetora había entrado en la estancia, por eso, cuando el sujeto de acercó a clavarle el tobillo en las costilla, sólo le dio tiempo para quejarse del dolor.
—M-me cago en…
—Anda. Arriba holgazán. — animó el hombre, sentándose en el cojín en antes ocupaba Riko, justo en frente de Aomine.
El moreno se levantó con pesar, sin dejar de sobarse su costado magullado, viendo al hombre de mediana edad con ansias asesinas.
—Deja de quejarte como una niña. —reprendió. —Ahora, dame detalles de cómo te fue con lo encomendado.
Aomine masculló un "maldito viejo" por lo bajo, antes de hacer el reporte verbal de todo lo acontecido durante el bosque. Mientras hablaba, fue bastante escueto con los detalles, no era la primera vez que tenía una conversación con Kagetora, años atrás éste había ido de paso por el templo donde se instruía Aomine, y el choque de personalidades había sido inmediato, eso, sin mencionar que no era la primera vez que visitaba Seirin.
—Considero que ningún habitante de la zona se adentre en el bosque por un par de semanas. —añadió una vez finalizado el relato. Aomine se había tomado una posición de loto con la espalda recta, y brazos cruzados. —Pude haber exorcizado el área de cremación, pero no puedo prometer que la energía maligna aún no afluya. Tomará unos días hasta que desaparezca por completo.
Kagetora tenía una posición similar a la de Aomine, pero ahora una de sus manos masajeaba su barbilla, considerando su idea.
—Opino lo mismo. Hanamiya era un demonio fuerte, posiblemente los residuos de su presencia atraigan a monstruos de baja categoría. —El mayor frunció el ceño, mientras cerraba los ojos, pensando con profundidad. —Debo mandar a reforzar los límites de Seirin, esto se está volviendo complicado. — gruñó.
Aomine observó como Kagetora dejaba de hablar consigo mismo, para luego sacar dentro de sus ropajes un saco del tamaño de la cabeza de un bebé. El sonido que hizo al chocar con la superficie de la mesa le aseguró el contenido que ya sospechaba.
—Toma tu paga… —dijo Kagetora arrimando con la punta de los dedos el contenido. —Nosotros resolveremos el problema de plagas menores. — informó, viendo que el moreno tomaba el saco al igual que sus cosas, y se preparaba para irse. —La paga está completa, 80 monedas de oro, puedes contarlas si deseas. — ofreció, queriendo internamente que el joven se quedara a charlar un rato más.
—Confiaré en tu criterio, anciano. — dijo mientras guardaba el saco en su bolsa de viaje. —Pero debo marcharme enseguida.
Kagetora se encogió de hombros con dramático pesar.
—Lo imaginaba, bueno… — comentó mientras se servía un poco de té, y alzaba la taza en dirección de Aomine, como si brindara con él. —Espero verte por acá de nuevo, holgazán.
Aomine sonrió divertido por eso.
—La próxima vez que venga, será para bendecir tu tumba, anciano. — dijo risueño, mientras se iba por la puerta y desaparecía por el pasillo.
Kagetora se echó a reír por eso, para luego bajar la taza hasta sus labios, y dar un sorbo con aire ausente y melancólico.
—Veamos quien lo hace primero, Aomine Daiki.
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[Insertesonidodesuspenso]
Y ustedes se preguntarán "¿Qué wea es esto?" y yo les diré… " Ñe"
Ya, listo lo que se daba (?) No sé cuántos capítulos tendrá esta cosa, pero tengo muchas ideas. ¡Y no juzguen a Riko! Sólo fue víctima de mis deseos egoístas, además, ella en el fondo admira a Daiki ;v
Me gustan los personajes adultos como lo Kagetora, y a pesar de que no salió mucho en el manga, es divertido usarlo en fics. Sí, soy la loca a la que le gustan los pj mayores. Y que haya matado a Hanamiya no signifique que lo odie, simplemente le sirvió el papel 3 por cierto, por los momentos he abierto un nuevo Twitter, el cual no uso mucho, pero iré subiendo algunas cosas de los fics que vaya subiendo, como dibujos y próximos proyectos o actualizaciones: y ese es ( Genbo _ 74) unan espacios, amores, FFnet en ocasiones se pone chistoso já já já —risa fome—
¡En el próximo capítulo se vendrán más personajes estelares y una gran sorpresa!
Para quienes leyeron Scattered, no temáis, que la trama sigue en pie, eso sólo que tengo encontronazos con la segunda parte (y última) y tuve problemas con mi portátil para escribir, el teclado a veces parece darle dislexia. Luego de la Parte II, que es la que está en proceso, sólo faltará el prólogo.
—Cosas que recalcar: (Las cuales probablemente conozcan.)
Kanjis: Son los sinogramas utilizados en la escritura de la lengua japonesa del proceso de consolidación del lenguaje japonés.
Yokai: Son seres mitológicos pertenecientes al imaginario cultural japonés. Se puede traducir como demonio, espectros o apariciones, como también monstruos.
Oni: Demonios, en su mayoría, con aspecto de coloridos ogros.
Haori: Chaqueta que suele llevarse sobre los kimonos, pueden ser con mangas o sin ellas.
Hakama: Pantalón holgado. Principalmente, formaba parte de la indumentaria tradicional de los samuráis.
Puertas Shoji: Puertas corredizas tradicional de la arquitectura japonesa.
