Abrí lentamente mis ojos, volviendo a cerrarlos de inmediato ante la claridad que entraba por la ventana, cegándome. De pronto recordé, hoy no es un día como cualquier otro. Solté una risita tonta de felicidad al recordar la fecha.

-Feliz cumpleaños a mi- susurré, saboreando el momento, girando mi cabeza para observar mi varita, que reposaba sobre mi mesa de noche. Al fin, mi mayoría de edad mágica. Diecisiete años. Y un año antes de lo esperado, gracias al uso del giratiempo en tercer año. Una nueva risa escapó de mí, al recordar esos días que parecían tan lejanos.

Me incorporé un poco, llevando instintivamente las manos a mi salvaje cabellera, para evitar que cayera sobre mi rostro…pero no estaba ahí. Mis dedos encontraron suave y lacio cabello donde mis desordenados bucles solían estar; observé mis manos, finos mechones de cabello negro, con un extraño reflejo verde a contra luz, se enredaban en mis dedos, mucho mas pálidos que de costumbre.

Un grito traspasó la tranquilidad del pequeño barrio muggle, y solo al oír los pasos apresurados de mis padres escaleras arriba supe que ese atemorizado sonido era yo.

La puerta se abrió al instante, y John y Jean Granger, mis padres, las personas que me criaron y cuidaron de mí por 17 años, se detuvieron en el marco de la puerta. Mi madre se llevó la mano a los labios, como deteniendo un sollozo; pero ninguno de los dos se veían sorprendidos, solo resignados y tristes, mientras repasaban mis facciones.

-Oh, John, ya ha sucedido- sollozó mi madre- debimos haberle dicho antes- se acercó a mi rápidamente, dándome uno de sus cálidos y maternales abrazos, que siempre tenían un efecto calmante en mi- mi pobre niña- mi padre suspiró, restregándose los ojos con sus dedos, antes de sentarse en la cama junto a nosotras. Nunca lo había visto así, se veía derrotado.

-Sabes tan bien como yo que eso era imposible, Jean. Hicimos un juramento, hasta que cumpliera la mayoría de edad- la mano de mi padre acarició mi cabello, ahora tan distinto del suyo, y me miró con la misma paciente dulzura con la que lo hacía cuando era apenas una chiquilla en la edad de los "¿Por qué…?"- sé que tienes muchas preguntas, princesa. Pero primero déjame contártelo todo desde el comienzo-