Chapter 1

ASESINO

Todo comenzó en Port Ángeles, Carlisle nos envió a Emmett y a mí a recoger unos medicamentos para la clínica que Esme creó para atender a los indigentes.

Sucedió tan rápido, después de meter las cajas en el portaequipajes del Volvo; Emmett me pidió que lo acompañase a buscar un obsequio para Rose. Pero al caminar por el parque, a lo lejos se cruzó en nuestro camino un niño de escasos 6 años. Hacía varias semanas que no cazábamos y la "sed" hizo presa de nosotros.

Sentí el veneno quemar mi garganta, pero contuve la respiración para tranquilizarme; sin embargo Emmett no pudo contenerse a tiempo. Sus ojos se encendieron en un color rojo brillante, las manos se le tensaron y crispó los puños; sus labios esbozaban una sonrisa tan macabra, que hasta yo tuve miedo.

-¡Cálmate! – Le dije - ¡No cometas una estupidez!... ¡Emmett… es un niño!

Pero ya estaba en ese trance al que nos conduce nuestro instinto animal. Leí su mente… no había nada más que el deseo de beber la sangre tibia del pequeño.

Sabía que me superaba en fuerza, pero yo lo hacía en velocidad; así que me arrojé sobre él derribándolo, sus ojos me miraron con furia pero no luchó. No supe como me lo eché encima y corrí con él a cuestas lo más rápido que pude alejándonos de aquel lugar y por supuesto del niño.

Llegamos a la orilla de la ciudad y me interné con él entre los árboles y cuando creí que ya estábamos "a salvo", lo arrojé al suelo.

-¿Acaso estás loco Emmett?... ¿Sabes lo que estuviste a punto de hacer?... ¡Era un niño Emmett… un niño!

-¡No te hagas el santo Edward! ¡Tú también lo deseaste… no lo niegues! - La voz iracunda de Emmett me tenía perplejo.

-¡No lo niego, sin embargo me detuve… me detuve….!

-¡Si claro Edward el perfecto!

No había terminado de decirme cuando de pronto una mole enorme se me vino encima. Nos enfrascamos en un combate épico. Era tal la fuerza con que nos golpeábamos que cada golpe resonaba a lo lejos. Pero antes de que nos "lastimáramos" llegaron los demás, seguro Alice "vio" lo que iba a pasar y alertó a la familia.

Justo cuando Emmett me lanzaba un puñetazo, los brazos de Jasper lo sujetaron por la espalda deteniéndolo. Esme y Alice detuvieron a Rosalie que también estaba furiosa y me lanzaba miradas envenenadas, Carlisle se puso frente a mi pero sin tocarme.

-¡Te voy a matar! –me gritaba Rosalie que se retorcía entre los brazos de Alice.

-¿Qué fue lo que pasó Edward? –Me cuestionó Carlisle- ¿Porqué siempre tienen que estar peleando?

-¡Yo no hice nada Carlisle… él me atacó!

-¡Mentira! – Chilló Rosalie- ¡Tú lo atacaste primero, Alice lo vio!

-¡Porqué iba a atacar al niño!... dile Alice… dile que evité que lo matara.

Alice me miró fijamente con una mirada contrariada y me dijo: - Edward… yo no vi ningún niño.

-¡Pero estaba ahí Alice… se cruzó frente a nosotros y…

-¡Eres un mentiroso! – Rosalie volvió a interferir- ¡Alice no es tu tapadera deja de usarla… tu atacaste a Emmett porque siempre lo has odiado.

-¡Cállate Rose… eso no es cierto! ¿Carlisle?...

-¡Basta Edward! - Me gritó mientras le pedía a Jasper que se llevara a Emmett a otro lugar, estaba desesperado y rugía como oso herido. -¡No quiero saber nada más… me decepcionas!

-¡Pero Carlisle… yo…!

-¡No!... cuando no peleas con él es con Rosalie, ya estoy cansado de ser el mediador entre ustedes; por favor, somos una familia y ya no son unos niños… tiene casi cien años ¡Por Dios…! De Emmett espero cualquier cosa por su temperamento, pero tú… tú Edward eres en quien más confío porque yo te convertí para que fueras mi hijo más que mi compañero… Me has decepcionado tanto…

No podía creer lo que estaba escuchando. Carlisle me culpaba de todo y no me dejaba explicarle. Retrocedí lentamente mientras veía la mirada acusadora de Rosalie y la contrariedad en la de Alice. Y puedo jurar que Esme estaba llorando… de haber podido. Esperé que Carlisle me mirara pero no lo hizo, se quedó dándome la espalda. Me adentre en su mente buscando algo que me hiciera recobrar la esperanza pero me detuvo su pensamiento "No lo hagas Edward no te gustará lo que encontrarás…eras mi orgullo".

Me di la vuelta sin voltear atrás. Crucé Port Ángeles siendo solo un borrón en la noche. No supe por donde corrí pero al amanecer estaba el Seattle. Me oculté en los alrededores por un par de días. Me sentía frustrado y lleno de dolor por las palabras de Carlisle… mi padre. Se puede decir que estaba enfermo aunque solo fuera mental. Estaba débil, mareado, enfebrecido. A la tercer noche me interné en la ciudad… fue mi gran error… en mi mente no se registraba nada y caminé sin saber que buscaba ni que hacer. ¿Podría volver? Talvez Carlisle ya estaba más tranquilo y me escucharía. Pero con Rosalie y Emmett en ese estado y sin Alice que me ayudará a probar lo que decía…

Entonces apareció… ante mi se presentaba un ser con un aroma desquiciante, me sentía tan débil… no me pude contener… me lancé sin pensar sobre ella… y me perdí en aquel frenesí. Sangre humana…

No reaccioné hasta que escuche como su corazón dejaba de latir lentamente, su sangre me quemo la garganta y sólo entonces comprendí que estaba tomando su vida… la estaba asesinando. Enloquecido solté su cuerpo inerte dejándolo sobre el pavimento.

-¡Qué he hecho! ¡Soy un maldito asesino! –

Caminé alrededor del cuerpo indefenso de la mujer lleno de culpa y sin saber que hacer.

- ¡Carlisle…Padre… te he fallado!... Me arrodille ante la mujer y la tomé en mis brazos. Su corazón latía débilmente… agonizaba. Le pedí perdón llorando con el alma… si es que la tenía… ya que de mis ojos no brotaba ninguna lágrima. En un milagro talvez, ella abrió los suyos y me miró. -¡Perdóname por favor!- volví a decirle.- Ella parpadeó una ves… quiero creer que asintiendo. Lanzó un último suspiro y su cuerpo se desmadejo en mis brazos al momento que escuché su corazón quedarse en silencio.

La levanté y la llevé en brazos hasta un lugar donde pudiera dejarla para que la encontraran pronto y la sepultaran decentemente. A lo lejos escuche el repiquetear de unas campanas "una iglesia". La deposité suavemente en los escalones del altar. Arreglé su cabello, su ropa y nuevamente le pedí perdón. Me alejé implorándole a Dios que la llevara al cielo que Carlisle decía que existía.