Rated: Teen and Up Audiences
Pareja: Sherlock Holmes/John Watson
Género: Romance.
Palabras: 3000 aprox.
Aclaratoria: Compendio de drabbles con relación entre sí y en orden cronológico, escritos porque mi musa es así de trol y hace lo que le da la gana conmigo.
Disclaimer: Los personajes del canon holmesiano pertenecen a Sir Arthur Conan Doyle. La versión moderna de los personajes pertenece a la BBC, Mark Gatiss y Steven Moffat. La historia es de mi completa autoría e invención, tomo responsabilidad por ella y no gano ni medio centavo por publicarla (y que mundo tan lindo sería si yo ganara dinero por estas cosas).
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No soy gay
Maye Malfter
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Uno
John suspiró profundo y cerró los ojos, dejando que el aire llenara sus pulmones al inhalar e intentando soltar su frustración al exhalar. No estaba siendo un buen día.
Tres niños habían vomitado cerca de él y un adulto casi le atina, un quinceañero le estampó una puerta en la cara y el chico del delivery olvidó su almuerzo de entre todos los pedidos de la clínica. Decir que esa guardia doble estaba resultando interminable era quedarse cortos, y las dos horas que aún faltaban para terminarla le parecían al doctor como algo imposible de franquear. Que alguien llamara a su abogado y a un párroco, pues John Watson no salía de esa con vida.
—¡Watson!
Una voz de mujer le llamó desde el escritorio de información, ubicado entre la sala de espera y la emergencia. John se giró de inmediato, evitando por los pelos tropezarse con alguien que iba pasando, y pudo ver la cabeza de la jovencísima secretaria asomando por encima del mostrador, junto con la mano en la que sostenía el teléfono de línea directa a la emergencia.
—Te llama tu novio —anunció en su dirección—, está más antipático que de costumbre y dice que es de vida o muerte.
Al instante, una oleada de vítores llegó a sus oídos, pues tal parecía que con todo y la emergencia a reventar, sus compañeros de trabajo no tenían nada mejor que hacer que amargarle la existencia. Como pudo, John sorteó camillas, pacientes y colegas para llegar al teléfono, recibiendo palmadas en la espalda y muchos más silbidos de distintas naturalezas.
—¿Hola? —dijo hacia el auricular.
—John, necesito tu ayuda. ¿Puedes traer leche y algo de polvo de hornear de la tienda? —John volvió a respirar profundo, pasándose una mano por el cabello.
—Estoy de guardia en la clínica. ¿Que no puedes ir tú a comprar eso?
—Te tengo en altavoz y estoy manipulando muestras mientras hablamos. Difícilmente puedo ir al Tesco en estas condiciones.
—¿Y la señora Hudson?
—Probablemente muerta, o en una de sus noches de canasta. —John se sujetó el puente de la nariz.
—Todavía me quedan dos horas de turno, Sherlock.
—Lo sé —declaró el otro, y John podía jurar que escuchaba una sonrisa insolente en su voz—, pero no tengo apuro. Puedo esperar.
Y eso fue todo lo que John pudo hacer para contenerse de cortar la llamada, lo que hizo que la secretaria le mirara de forma extraña.
—Parejas así te hacen desear no ser gay, ¿cierto? —comentó hacia él, con una sonrisa burlona—. Así era mi primera novia, siempre queriendo llamarme al trabajo, como si de un momento a otro se me fuera a olvidar su existencia. Me parece que tu novio está cortado por la misma tijera.
—No es mi novio —respondió John, cansado de tener que dar explicaciones de su relación con Sherlock cada tres por dos—, y yo no soy gay.
—Lo que digas, Watson —sentenció la chica, guiñándole un ojo. Acto seguido, volvió su atención hacia una pila de carpetas numeradas que seguramente estaba organizando.
John se enjugó el rostro y se obligó a caminar de nuevo hacia su paciente a medio suturar, odiando admitir que la llamada de su compañero de habitación le había alegrado un poco la horrible faena.
