Nota de la autora: Había pasado ya un tiempo con esta idea rondándome la cabeza. Por favor, es muy importante que me den su opinión, sobre todo porque pienso publicar primero los capítulos en español, cambiando el sistema que tengo para publicar historias, ya que usualmente actualizo primero aquellas que publico en inglés. La razón es que puedo explayarme más y con mayor fluidez, por tanto escribo más rápido y esto conviene a todos mis lectores (independientemente del idioma en el que publique, pues la traducción es lo de menos). En conclusión, usted, el lector hispanohablante es pieza fundamental en esta historia y sus actualizaciones. Mil gracias por su atención y sin más, pueden comenzar a leer.
Prólogo
No hay muchas cosas interesantes que puedan decirse de la vida de Brittany S. Puckerman. Es el tipo de mujer que a pesar de su porte sencillo y apacible, atrae las miradas de las personas que cruzan por el mismo camino que ella: con su mirada noble y gentil, destilada de esos hermosos ojos azules, uno puede imaginarse que la vida con esta mujer debe ser un paraíso meramente idílico.
La joven inicia su día como cualquier otro: es un sábado y su día de descanso y por tanto decide encargarse de las tareas del hogar cuanto antes, para así poder disfrutar del domingo sin mayor preocupación. Uno pensaría que esto es algo aburrido para pasar el fin de semana, sin embargo, Brittany ama este tipo de ocupación: son tan sencillas que incluso ella puede llevarlas a cabo a la perfección.
No debe malinterpretarse, por supuesto, la inteligencia de Brittany. No es que sea idiota o retrasada, simplemente es una mujer… distinta, con un modo de pensar distinto y un problema para comprender las convencionalidades del pensamiento ajeno. No es extraño en ella, decir espontáneamente frases incoherentes que arrancan risas a todos aquellas personas a su alrededor, cosa que causa gracia excepto a ella, que no puede entender cómo se toman a broma lo que tiene que decir, pues para la muchacha es algo muy serio.
Además de sus bellos ojos de aspecto felino, la mujer posee otros atributos: de extremidades largas y bien formadas, tiene una esbelta figura y una gracia natural incluso para las tareas más simples como la que lleva a cabo ahora. Verla caminar, correr, bailar, dar saltos y tontear como una chiquilla es una verdadera delicia para los ojos ajenos, sin importar su sexo ni edad. Su cara es preciosa: facciones que parecen salidas de algún cuadro de un talentoso pintor inspirado por la más bella de las musas. Su cabellera es dorada e inmediatamente hace pensar en el sol, por los destellos que desprende.
Tiene, además, una dulce voz de suave timbre, que suena como un arrullo, cosa que es bien recibida por sus pequeños alumnos, pues es educadora en un jardín de infancia, en donde goza de popularidad entre los demás docentes y los padres de familia, quienes están convencidos de que algún día la encantadora mujercita será una excelente madre.
La maternidad es un pensamiento que de vez en cuando asalta su mente. La perspectiva de tener a un pequeño o pequeña iluminando sus días la embarga de emoción. Sin embargo, suele guardarse esos pensamientos para sí, pues no quiere apresurar nada, pues quiere esperar a que su esposo esté igual de dispuesto que ella.
Su esposo.
Noah Puckerman.
¿Cómo describir a este hombre? Otro como cualquiera, pero igualmente destaca entre las demás personas, más por su buen aspecto que por sus logros profesionales o personales. Alto, de cuerpo bien formado y piel bronceada. Tiene un rostro que delata que tuvo tal vez excesiva malicia en algún punto de su vida, pero ahora muestran a un hombre con defectos pero que ha sentado cabeza y está dispuesto a cumplir con sus obligaciones.
Noah, o Puck, como le conocen todos, tiene un taller mecánico. No fue fácil poner su propio negocio, pues tuvo un excelente maestro, pero teniendo que empezar desde cero, fue una lucha constante.
No siempre fue Puck así, y a decir verdad sus conocidos pensarían que está loco quien fuese que contara esto, pues cuando el hombre era aún adolescente, era un delincuentillo de poca monta que se dedicaba a complicarle la vida a los demás. En aquellos días conservaba su cabello al estilo Mohawk, lo cual lo hacía imponente entre otros muchachos de su ciudad natal.
Oh, la ciudad natal. Lima, Ohio.
Las personas que están a su alrededor actualmente, no creerían que en algún momento fuera un bribón… sabían que era un pillo, pero nada importante.
Las personas que algún día estuvieron a su alrededor, no creerían que se ha convertido en un "hombre de provecho", pues incluso en el reformatorio estuvo, lo cual probablemente fue lo que hizo cambiar de dirección en su vida.
Puck había vivido casi toda su vida en Ohio, hasta que una compañía le propuso iniciar un nuevo taller en otro estado y así ser proveedor de servicios, lo cual le traería una cuantiosa suma de dinero.
No lo pensó ni dos veces y aceptó. Después de todo era el hombre de la casa y tenía decisiones por tomar.
Brittany no estaba feliz por la noticia. Sí, tendrían una estabilidad económica asegurada pero ¿y ella? ¿No tenía derecho a decidir también? Tuvo que dejar atrás a su familia y amigos, sin mencionar su trabajo en el que no pocos chiquillos estallaron en llanto al saber que Miss Brittany partiría.
Pero no había marcha atrás, después de todo Puck se comprometió y él era el hombre de la casa. Y por supuesto a Brittany no le duró mucho el disgusto, pues sabía que su esposo había obrado con la mejor de las intenciones, pero ni saber esto pudo evitar que la tristeza se apoderara de ella al saber que no tenía con quién salir o con quién charlar. Y que esto permanecería así durante algún tiempo.
Por fortuna, su atractiva personalidad y su encanto natural le ayudaron inmensamente en la tarea de hacer nuevos amigos. Brittany había escuchado historias de lo fría e indiferente que podía llegar a ser la gente de ciudades grandes, pero esto no la había amedrentado y se alegraba mucho de ello, pues ahora había afianzado grandes amistades durante los pocos años que llevaba en su nuevo hogar.
Tal vez, después de todo, no era una "chica de pueblo", como veían los cosmopolitas a las personas de ciudades pequeñas… o al menos siempre le habían dicho eso los mayores de Lima. Lo cierto es que con su personalidad vivaz, se había adaptado muy bien. Para las fiestas, como Navidad, año nuevo y día de acción de gracias, iba a pasar tiempo en Lima, con su familia.
Así pues, llevaba 2 años con una nueva vida a la que se había acoplado. Era feliz, con su trabajo soñado y su maravilloso esposo. Se había casado con él a la corta edad de 22 años. Ahora tenían ya 3 años de casados pero muchos más juntos, pues habían sido amigos desde la infancia y con el paso de los años se hicieron novios.
Como se dijo ya en el primer párrafo: una vida idílica.
Pero hay veces que el sueño de unos no es tal para otros.
Brittany se hallaba enfrascada en su tarea. Cuando escuchó que la puerta se abría volteó para ver a Puck que entraba apresuradamente a la casa. Estaba a punto de decir algo cuando notó el ritmo acelerado que tenía en sus acciones. La curiosidad la invadió.
-¿Saldrás de nuevo? –Preguntó Brittany.
-Uhm… sí. Hay mucho trabajo, ¿sabes? –Dice quitándose apresuradamente la camisa. Se quitó los pantalones también.
-Dámela –Dijo Brittany tendiendo la mano hacia la ropa. La inspeccionó rápidamente y añadió un poco acusadoramente. -¿Desde cuando tienes esta camisa?
Era una camisa que Puck solía usar después del trabajo cuando iba por tragos con sus amigos. Usualmente usaba un overol o una camisa de franela con su nombre bordado y solía mantener la camisa colgada en un perchero del trabajo por si salía en el último momento y necesitaba estar más presentable.
El joven se rascó la cabeza, un poco avergonzado.
-Me la puse un rato el lunes. Pero solo un rato. Por eso volví a usarla hoy.
-¿Tuviste que salir?
-Sí, un inspector de la compañía llegó para ver cómo iba todo, y luego tuve que acompañarle a entregar el reporte… ya sabes.
Puck miró su reloj.
-Parece que aún me queda algo de tiempo, le pedí a Finn que se encargara del taller un rato… Iré a bañarme.
Puck subió las escaleras de dos en dos. Unos minutos después, se escuchó el sonido del agua cayendo de la regadera.
Era poco usual que Puck se apareciera por la casa en horas de trabajo, prefería comer el almuerzo allí incluso aunque la casa estuviese muy cerca. Brittany se preguntó a qué se debía su aparición, pero no le dio mayor importancia. Había empezado a lavar la ropa y tiró la camisa al cesto para seguir con lo que estaba haciendo.
Un rato después bajó Puck, vistiendo el uniforme. Aún le quedaban algunas horas de trabajo.
-Me marcho de nuevo. –Le hizo saber a Brittany.
-Está bien.
-Uhm… Brittany, creo que llegaré tarde de nuevo hoy. –Puck bajó la mirada un segundo, pero volvió a alzarla para sostener el contacto visual con su esposa
Brittany también bajó la mirada. La noticia no la sorprendía, pero no pudo evitar sentirse un poco triste al saberlo.
-Bueno, te dejaré la cena para que la calientes en cuanto llegues. –Le respondió a Puck tratando de esconder su tristeza.
Pero Puck, a pesar de no ser muy brillante, no era tonto y se dio cuenta de que el ánimo de su esposa se había nublado.
-Hey… -Le dijo, acercándose a ella y tomándole la barbilla para encontrarse con su mirada. –Sabes que lo siento ¿verdad?
Ella asintió.
-Te lo compensaré. –Le dijo y le dio un pequeño beso en los labios.
La rubia sonrió.
-Debo irme. Tal vez llegue hasta después de medianoche.
Le dio un beso en la mejilla y salió.
Al escuchar la puerta cerrarse, Brittany soltó un suspiro que no sabía que estaba conteniendo.
Desde hacía unos meses, Puck se había estado quedando hasta tarde en el trabajo. Empezó casualmente, nada que llamara la atención, pero se fue volviendo más y más frecuente. Después, empezó a salir muy seguido con sus amigos. A veces quedaba de verse con ellos en algún bar (según le decía él), otras, Finn, su mejor amigo y segundo al mando en el taller, pasaba a buscarlo.
La joven no decía nada, pues su matrimonio con Puck era estable y parte de esa estabilidad se debía a que no había desconfianza por ninguno de los dos. Ella nunca cuestionaba lo que Puck le decía: si afirmaba haber estado viendo un partido, pues así había sido. Si le decía que había tomado un poco de más y por eso había llegado tan tarde, pues así había sido. No era indiferencia, era más bien plena confianza por parte de ella. Después de todo, siempre había estado convencida de que el matrimonio era sagrado y, sorprendentemente Puck también parecía saberlo, pues si bien ambos habían estado con muchas personas antes de casarse, ahora era todo distinto, pues habían prometido estar juntos hasta que la muerte los separara.
Pero en las últimas semanas Brittany no pudo evitar sentirse algo desplazada. Noah ya no le daba la misma atención de antes, ya no pasaba mucho tiempo con ella y ya no le hacía el amor como solía hacerlo. Todo lo que la muchacha se podía preguntar, era que había hecho para hacer enfadarlo y tratarla así.
Porque uno no empieza a tratar con indiferencia a su esposa de la noche a la mañana y sin razón alguna, ¿verdad?
Brittany vuelve a concentrarse en la tarea que tiene enfrente. Porque hace un hermoso día y pocas cosas hay que le gusten más que el aroma de la ropa tendida al sol. Tiene una lavadora, por supuesto, pero piensa que no hay nada como lavar la ropa de manera "tradicional". Lo que sea que quiera decir eso.
No tiene caso que siga estrujándose los sesos, pensando en algo que a lo mejor no es más que el producto de su exacerbada imaginación.
De cualquier forma, si había algo que debiera saber, eventualmente se enteraría.
Tal vez Noah simplemente está muy cansado, muy estresado o algo por el estilo. En alguna parte había leído que la enfermedad del siglo XXI era el estrés. Uno de los niños que estaban a cargo de Brittany, le había comentado que su padre sufría de "estrés en el trabajo". Que se había tomado un respiro y que ahora estaba mucho mejor. Entonces, el niño le preguntó a Brittany.
-¿Usted sabe cuál es la enfermedad del "2+1"?
Brittany sospechaba que era una pregunta que terminaría con un chiste. Kyle era un niño muy inteligente, algo más aventajado que sus compañeros. Adoraba los chistes así y sospechaba que sería buenísimo así que se encogió de hombros con una sonrisa anticipada y le respondió.
-No lo sé, Kyle, ¿Cuál es?
-"¡Es-trés!"
A Brittany el chiste le pareció hilarante y rió un buen rato hasta que le dolió el estómago y lágrimas brotaban de sus ojos de tanta risa que le causó.
-Es buenísimo. –Dijo la rubia enjugándose una lágrima.
-La verdad es que no sé qué es el estrés. –Confesó el pequeño encogiéndose de hombros.
Eso provocó un nuevo ataque de risa en Brittany, que se volvió contagioso para todos los demás niños. Era una razón por la cual amaba su trabajo: tenía en común con los niños, la excesiva energía y alegría.
Había pasado ya un rato perdida en sus pensamientos y apenas había notado que la ropa estaba limpia ya casi en su mayoría. Lo único que quedaba en el cesto era la camisa que le había entregado hacía un rato su esposo. Estaba a punto de sumergirla cuando el extenderla un poco notó algo extraño un poco más abajo del cuello. La acercó a su cara, frunciendo ligeramente la nariz como cuando estaba concentrada en algo (lo cual era poco frecuente dada su personalidad despreocupada) y observó detenidamente. Era una mancha no muy grande de algo de un color claro. La rubia la observó unos momentos y abrió los ojos de golpe al darse cuenta.
Era maquillaje. Tal vez base, tal vez polvo, tal vez corrector, tal vez labial, ¿por qué no? No podía distinguir el color con total claridad, pero estaba segura de lo que era.
Si había algo que saber, eventualmente se enteraría… y parecía que ya iba a enterarse.
