Visita Inesperada

Hogwarts por la tarde. Nuestro trío dorado hace ya tiempo que dejó el colegio, y han hecho ya sus planes de vida como adultos jóvenes. Pero para Myrtle la Llorona era un día más, viéndose igual de jovencita que cuando murió. A la par de su voluntaria soledad, eso era motivo de una profunda tristeza en la temperamental fantasma.

Tratando de consolarse un poco, Myrtle se asomaba a la ventana de vez en cuando, para ver a los otros estudiantes en su ir y venir diario. De repente, sobre el prado de los jardines ella ve pasar una sombra, lo que la hace mirar hacia el cielo. Por algún reflejo inconsciente, se hace a un lado, justo a tiempo para que el objeto que producía la sombra entre aparatosamente por la ventana, rompiéndola y yendo a caer dentro de un retrete, haciendo bastante ruido de chapoteo y esfuerzos por desatorarse.

Myrtle se acercó flotando lentamente, demostrando que aún los fantasmas son cautelosos en su proceder. La fantasma se asoma al gabinete y se lleva una sorpresa, al ver a un personaje alado, vestido como adolescente, con la cabeza atorada dentro del retrete luchando con fuerza por liberarse.

— ¡AYUUDAAGRLGRLGRLGRLGRLGRL! — decía la criatura con voz femenina entre gárgaras.

— ¿Te atoraste? — preguntó Myrtle por decir algo.

— ¡NOOOGRLGRLGRL! — gritó la caída con sarcasmo — ¡Assígrl segrl practicagrl buceogrl allágrl degrl dondegrl vengogrl! ¡AYÚDAMEGRLGRL!

Myrtle recordó que como fantasma podía mover cosas sólidas si lo deseaba, y tomando a la criatura por la cadera, como pudo la haló fuertemente, mientras la otra aleteaba hacia atrás. En un momento dado, la cabeza salió como un tapón, arrojando a ambas al suelo del baño.

— ¡Wow, wow, vaya… gracias! — dijo la extraña — ¡Perdona, nunca me había pasado esto! Disculpa, voy a secarme.

Myrtle la veía ahora con curiosidad, pues nunca había visto algo parecido. Se trataba de una chica alada, cuyas alas tenían plumas grises y algunas negras y blancas. Vestía pantalones vaqueros azules, zapatos tenis, una blusa verde debajo de un jersey morado. Su cabello alborotado recordaba al de Hermione, pero éste era color negro. De un bolsillo sacó una bandana con la que sujetó su cabello mojado, y después se dio una gran sacudida que salpicó todo. Myrtle evitó quedar empapada, al permitir que el agua la atravesara.

— ¿Estás bien? — preguntó la chica fantasma.

— ¡Puff! Ya, creo que sí, gracias — contestó la chica alada.

— Ah, qué bien... Entonces, ¡YA TE PUEDES IR POR DONDE VINISTE! — gritó Myrtle, con su acostumbrado ataque de histeria.

— ¡NO ME GRITES, NO SOY SORDA! — contestó la visitante en el mismo tono, cosa que dejó a Myrtle callada — ¡Y NO ME IRÉ HASTA COMPLETAR MI MISIÓN!

— ¿Eh, misión? — dijo la fantasma calmándose — ¿Cuál misión, y quién eres tú?

— Hey chica, con calma, una pregunta a la vez — dijo la otra, acicalándose las alas —. Primero, me presento; me llamo Heather, pero puedes decirme Hed. Así me decían cuando... eh, cuando estaba por aquí.

— Yo soy Myrtle Morseferth— dijo la fantasma —. Me dicen La Llorona, pero puedes decirme Myrtle.

— ¡Myrtle, tú eres Myrtle! — dijo Hed de repente, asustando a la fantasma — ¡Qué bien, precisamente mi misión tiene que ver contigo!

— ¡¿EEEEHHHH?! — exclamó Myrtle sorprendida — ¿Conmigo? No entiendo nada.

— Déjame explicarte. Mira, como verás soy un ángel.

— Naaaa, ¿de verdad? Ni cuenta me había dado.

— No seas sarcástica por favor. Bueno, pues resulta que estoy aquí para que cumplas con el mayor deseo que tienen los espíritus que se han quedado aquí, en la tierra.

— ¿En serio, esa es tu misión?

— Sí. Estoy encomendada a eso, para poder llegar al grado de ángel guardián.

— ¿Tú, un ángel guardián?

— Así es. Debo guiarte para que ese deseo se cumpla, y para que yo llegue a ser un ángel guardián. Es como un examen, pero la diferencia es que sólo hay una oportunidad.

— ¿Y qué pasa si fallas el examen?

Hed desvió la mirada y su cara se ensombreció antes de contestar.

— Mira mis alas, por favor. ¿Notas algo raro?

Myrtle las miró con atención, descubriendo que estaban rotas. Meditó por un minuto, y llegó a una terrible conclusión.

— ¿Tú... no podrás... volver a-allá...arriba?

— Sí, así es Myrtle. — confirmó Hed —. Si fallo, seré un ángel caído... eternamente.