Inner Demon

-Jinki Asgra-

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De nuevo en prisión, de nuevo encerrada, de nuevo limitada. Ya sabía que sucedería, lo que no sabía es que fuera tan pronto.

Al menos esta vez su prisión era más espaciosa, donde podía estirar sus alas aunque fuese un poco, para no sentirse tan deprimida en su miseria. Era un alivio

Lamentablemente, no duraba lo suficiente para siquiera disfrutarlo.

Cada par de horas, esos pasos pesados y toscos comenzaban a escucharse por los pasillos, haciéndose más sonoros conforme se acercaba, hasta que paraban, justo enfrente de su celda. Las luces siempre estaban tenues, pero era imposible no reconocer la figura.

Esa bestia siempre hacía lo mismo en cada encuentro, solo se para frente a ella a observarla con esos ojos dorados tan penetrantes. Al principio la ignoraba, le daba la espalda y esperaba a que se fuera, pero desde hace unos días, por alguna razón, algo la impulsaba a mirarla también, directo a los ojos, el impulso era tan grande que intentaba parpadear lo menos posible para no romper el contacto. Llegó un punto en el que le aterraba el momento en que dejaba de mirarla.

Esta vez, durante ese duelo de miradas estaba en pie, la bestia hizo algo diferente: se acercó lo más posible que le permitió el portal luminoso de la celda y le sonrió. Torcido, insano y lascivo.

Lapis Lazuli retrocedió en el momento, tropezando con su vestido, arrastrándose por el frio suelo hasta topar con la pared, al fondo de la celda; un chillido salió de su garganta en cuanto esa sonrisa se alargó. En su pecho comenzó a sentir un fuerte golpeteo, aumentando su nerviosismo.

"Bestia… así me llamas, no?" Ésta se arrodillo, tomando la altura más cercana a ella. "Tiene algún significado terrestre, no es así? Y a juzgar tu cara, no es algo positivo." Con una de sus enormes manos hizo contacto con el portón luminoso de la celda, ignorando por completo el daño que éste le hacía. "Me gusta."

La prisionera tragó saliva, sus ojos plantados en como esa mano se dañaba más, conforme el tiempo pasaba, el olor a quemado la inundaba, incluso, fluidos comenzaban a caer al suelo, manchándolo y formado un charco. Lapis tomó fuerza de donde pudo…

"Ya basta!" A gatas se le acercó lo más que pudo, poniéndose de pie, sus dedos a centímetros del manchón que aun había en la luz, parpadeante mientras resbalaba. "A—acaso estás loca?"

Una sonora risa retumbó por los pasillos, la dueña de la risa se balanceó de un lado a otro por equilibrio y puso las manos en su vientre, tratando de controlarse.

"Te preocupa, en serio?" De nuevo comenzó a reír, esta vez poniendo ambas manos sobre la luz, presionando fuerte para que el daño sea mayor. Lapis Lazuli cubrió su boca, viendo como el piso se manchaba, como esas gotas rebotaban y caían a varios metros de distancia. El ruido eléctrico era cada mas fuerte e insoportable que Lapis tuvo que cambiar las manos de su boca a sus oídos.

"Jasper! Basta!" Gritó lo más alto que pudo.

Así fue. Se detuvo. Para cuando Lapis abrió los ojos, Jasper estaba de pie, como si nada hubiese pasado, como si sus manos no estuviesen perdiendo fluido, tranquila. De nuevo la estaba mirando.

Una risilla leve se filtró por los labios estirados de la mayor. "Por qué no me llamas por lo que piensas que soy? Soy la bestia. Soy la Bestia!"

De un segundo a otro, el portón de luz desapareció. De un segundo a otro, el peso descomunal cayó casi de lleno sobre el cuerpo diminuto. El impacto se escuchó seco, junto con él, un ligero gruñido, asustado, sin saber qué hacer.

El rostro temeroso de Lapis fue tocado y manchado por dedos gordos, duros, y rasposos en el viaje de su mejilla hasta su mentón. Al negarse con un jalón de cuello, una cascada blanca de cabellos la bañó por completo, cambiando el olor a carne quemada, por uno fresco, identificable solo en su planeta. Lapis aspiró hondo, tomándose su tiempo antes de soltarlo, aspirando de nuevo, deseando, gimiendo.

Esos ojos dorados no pararon de inspeccionarla, la observaban desde las puntas de su cabello, hasta donde sus propias piernas y pelvis dejaron ver. Atenta veía como ese pequeño pecho subía y bajaba con frenesí, no lo resistió y se incorporó sobre sus rodillas, lo más lejos posible para tener vista plena de la prisionera. Estaba comenzando a embelesarse, su respiración cortada era interrumpida por gemidos, sus ojos azul profundo estaban dilatados, perdidos. La Bestia no comprendió, pero lo disfrutó de igual manera.

Lapis aspiró hondo, esta vez con la boca, para probar a lo que sabía ese aire tan atrayente. La frescura se transformó en dulzor, recordándole como relámpago el día que tuvo la desgracia (o fortuna) de toparse con ella, por primera vez.

Su mente viajó al instante en el que sus pies habían hecho contacto real con su mundo, después de quien sabe cuántos miles de años, recordando lo cambiado y avanzado que estaba todo. Del cómo las cosas eran tan nuevas, pero a la vez, tan familiares. El momento justo en que sus ojos habían hecho contacto, mientras había sido escoltada por guardias fuertemente armados y enmascarados. El momento en el que Lapis había caído de rodillas frente a—los que parecían—ser los nuevos gobernantes. El segundo exacto, en el que con susurros y ademanes, habían ordenado a la Bestia caminar y ponerse frente a ella, a acercársele y preguntarle con voz fuerte y autoritaria quien era y por qué estaba aquí, de dónde venía y cuáles eran sus intenciones. Lapis recordó el terror que la Bestia le había causado, pero también el inesperado asombro y la extraña oleada que se había encendido en su pecho, al escuchar su tono agresivo y dominante. Repasó mentalmente lo fascinada que había estado, al notarse elevada del suelo con tanta facilidad y con una sola mano. Lapis recordó los jadeos que había soltado al ser sacudida en busca de respuestas, y sobre todas las cosas, recordó lo embrujada que se había encontrado al haber sido acercada a aquel rostro, haciendo contacto con la gema que formaba aquella peculiar nariz.

Desde ese justo instante a Lapis Lazuli no le había importado que le cortaran las alas y le encerraran de nuevo, mientras fuera la corpulenta Jasper la carcelera. Y vaya lo sorprendente y asombroso que era lo que los humanos llamaban Destino, para haberle cumplido ese capricho tan rápidamente, porque justo como había arribado, ahora se encontraba de regreso a la Tierra.

Odiaba la Tierra con toda su existencia, le enfermaba la idea de volver a respirar su aire. Odiaba ser arrastrada de nuevo ahí, pero no odiaba a quien se encargaba de llevarla, le causaba un terror inmenso, pero a la vez la encantaba. Claramente eso podía notarse con cada visita a su celda.

Al inicio, asustada por tan potentes sensaciones, Lapis la rechazaba, la miraba mal o ni siquiera la miraba. Después, simplemente la ignoraba, le hacía saber que sabía de su presencia, mas no iba a molestarse en hacerle contacto, actuando cual niña caprichosa a quien le ofrecían caramelos y los rechazaba únicamente por que no le gustaba la mano del remitente. Para cuando el tiempo se dejó de contar, los pasos en los pasillos le despertaban deseo y el contacto visual con sus ojos la quemaba por dentro.

Lapis Lazuli era un desastre después de eso, un desastre jadeante e incapaz de esbozar palabra, que lo único que pudo hacer para comunicarse fue levantar uno de sus brazos, estirándolo hacia el rostro de Jasper.

Ésta fue tomada con una delicadeza difícil de creer, sujetada con ambas manos y jalada para levantar su cuerpo del suelo, quedando ambos rostros a centímetros, respirando sus alientos.

"Si? Dime, qué deseas?"

La respuesta no fue inmediata, susurros y balbuceos eran lo único que salía de su boca. Jasper tuvo que literalmente, pegar la oreja contra sus labios para poder entenderla, ahí fue cuando sus labios formaron una mueca. Lapis la había mordido al contacto, formando un camino de marcas por todo el cuello, llegando a la otra oreja, la cual también mordió y lamio. Todo había ocurrido en un parpadeo, Jasper había dejado de respirar, para procesar lo que acababa de pasar. En cuanto se separó para verla, Lapis fue la que se encargó de unirlas de nuevo, besándola mientras la jalaba de los mechones de su salvaje cabellera.

"Mmm…"

Jasper saltó de la sorpresa, incorporándose, con Lapis aferrada a ella. Cuando esa unión culminó, Lapis rió ligeramente.

"Esa cara jamás la había visto en ti."

El dorado en sus ojos se endureció, incluso un gruñido se escapó de su garganta.

"Qué acabas de hacer?" La tomó de las muñecas, devolviéndola al suelo.

"No lo sabes? Vaya y dices que estuviste en la Tierra hace milenios. Se llama beso, acabo de besarte. Y quiero hacerlo de nuevo." Con jalones y forcejeos volvió a besarla, esta vez, usando toda la fuerza de su cuerpo para empujarla, para intentar invertir los papeles, para rodear el enorme pecho con las piernas.

Jasper no supo cuánto tiempo pasó exactamente, se había perdido en las risas y el insistente jugueteo de Lapis con su cuerpo, sólo volvió en si al identificar dolor en sus manos. Cuando sus ojos pudieron enfocar, Lapis Lazuli se introducía uno de sus dedos dañados en la boca, la jaló cuando volvió a sentir la punzada. Los labios y mentón de la Bruja de agua estaban coloreados de naranja, disfrutando del sabor, sonriente.

"No puedo esperar para probar el sabor del resto de tus fluidos."

Jasper entrecerró los ojos, interesada ante el extraño comportamiento de su prisionera. Con cautela, le acercó la mano a los labios, fascinada viendo como devoraba los pliegues abiertos en su piel, como la movía a su antojo. Nudillos, dedos, palma, muñeca, todo fue marcado. Sólo un movimiento destacó entre los demás, Lapiz Lazuli se concentró en lamer dos dedos: medio y anular, lubricando en exceso, después, con sus pequeñas manos, comenzó a subir su propio vestido, mostrando muslos, hasta descubrirse por completo. Jasper se dejó guiar, conteniendo la respiración cuando vio sus dedos desaparecer dentro del cuerpo de Lapis Lazuli.

Respiración agitada, jadeos y resoplidos de gozo comenzaron a rebotar por las paredes. Lapis, usando los dedos de sus pies como palanca, comenzó con un vaivén firme contra la mano de Jasper. Descontrolada.

"Qué sucede? Te quedaste sin palabras, acaso?" El rebote en su voz, su risa y su enorme sonrisa no pudo más que reflejar un comportamiento que Jasper un pudo identificar hasta varios segundos de proceso después.

"No es eso." Respondió al fin. "Es solo que encuentro tu comportamiento bastante… primitivo—sí, ésa es la mejor palabra para describirte." Con su mano libre la tomó del mentón, acercándola a su rostro. "Parece que el estar tanto atorada en ese sucio Planeta te afectó." Susurró, tratando de retomar el control de la situación.

Se sonrisa disminuyó al encontrar que no hizo efecto alguno.

"Primitiva? En serio me dirás que esto es tan antiguo, que lo desconoces? Oh, vaya, Generala, es usted tan apretada y mojigata a tal punto?" Se empujó de nuevo, esta vez, pasando las manos por sus propios pechos, rebotando y riendo.

"Oh, niña, no confundas las cosas; soy mucho más longeva que tú, el hecho de que tenga tiempo sin practicarlo, no significa que nunca lo haya hecho. Hace más de un milenio que no escuchaba siquiera mencionarlo, es sumamente interesante." Con tacto suave, los Dedos de Jasper viajaron por uno de los brazos de Lapis, acariciando su hombro, su espalda, omóplatos, hasta al fin hacer contacto con la gota que tenía por gema. Lapis cerró los ojos y dejó escapar un gemido casi inaudible, al tiempo que mordía sus labios. "Si no mal recuerdo, aquí es un lugar importante."

"Tienes buena memoria, para ser tan vieja."

"Vieja? Niña, de nuevo confundes todo—"

"—Hace falta desempolvarte!" Se detuvo en seco, usando la fuerza de su peso para recostarla en el suelo. La tomó del rostro y, muy lentamente se acercó a ella, Jasper tuvo un ligero jalón en los labios, provocados por otro posible beso que se acercaba, pero en lugar de eso, sintió calor en su mejilla, después un cosquilleo en su oreja y dolor. "En la Tierra, yo solía ser más que una Gema. Los humanos caían de rodillas con solo verme pasar. Yo era una Deidad, Jasper, yo era todo para ellos! Comparada conmigo, Yellow Diamond era solo un peón." La Generala carraspeó. "Quieres saber lo que era? Quieres ver lo que esos insignificantes seres hacían por mí? Quieres… presenciar lo divino que era antes de ser una maldita herramienta?"

La gema en su espalda comenzó a brillar, así como los ojos de Jasper, que se abrieron de par en par al poder ver tantas imágenes, mejor dicho, recuerdos. Memorias donde, desnuda y sobre un trono dorado y siendo bañada por un líquido rojizo ambarino, la Gema era adorada por montones de humanos, en su mayoría, masculinos. Los veía hacer fila impacientes, desesperados por besar sus pies, por lamerlos cual animales y hundir la cabeza entre las piernas azules de su Diosa. Los veía intentar saciarse embelesados, y si sus manos hacían un movimiento erróneo, grandes y gruesas cadenas de agua los atrapaba y lanzaba, cual prenda usada. "Desechos inútiles", la escuchó decir, despertando una sensación fuerte y extraña en su pecho. Jasper viajó entre luces de colores, hasta encontrar de Nuevo a su Guía, recostada sobre una superficie mullida cual nubes, atrayendo a jalones a un humano macho encadenado de gran tamaño, invitándolo con amenazas a hacer lo mejor que su poca estamina pudiese hacer, condenándolo a su muerte si llegaba a fallar.

Jasper, más que sorprendida, estaba disfrutando ver aquel espectáculo, deseando poder acercarse más para tener mejor vista del rostro de Lapis Lazuli. Quería verlo todo, sin perderse de nada. Fue cuando su mente regresó al presente. Sus ojos se aclararon, topándose con los de Lapis, estaban tan dilatados que pensó poder zambullirse en ellos. Parpadeó y sacudió su cabeza para terminar de llegar, procesando la información obtenida, formando en su cabeza una idea de lo que se avecinaba. Ahora lo comprendió todo, las piezas encajaron al recordar la sonrisa que la pequeña gema esbozó en su primer encuentro.

"Los humanos son tan insignificantes, tan indignos e incapaces." Le susurró Lapis a Jasper.

"No sé qué demonios hacías buscando algo como eso en los humanos. Ustedes las gemas jóvenes, les encanta perder el tiempo en estupideces."

Lapis fue elevada, movida con una facilidad casi sorprendente hasta que el frente de su cuerpo chocó contra una de las paredes de la celda, sus brazos fueron levantados sobre su cabeza, mientras sus manos eran contenidas por el puño de Jasper.

"Oh…" La acción la encendió, juntando las piernas para controlarse. Su voz no salió de inmediato, a pesar de tener la boca abierta desde hace segundos. "Debes comprender, encontrar Gemas dispuestas era tan difícil y no iba a ensuciarme las manos con una de las Gemas inútiles del Kinder Garden. Los humanos sabían lo que hacían, pero debía escoger un buen puñado de ellos para hacer las cosas, sino no era suficiente… nunca lo fue…"

"Pobre niña insatisfecha y caprichuda, nunca obtuviste lo que quisiste? Qué te hace pensar que lo obtendrás conmigo?

Lapis calló por unos segundos, viendo fijamente la pared, hasta que sonrió y como pudo, enfocó en los ojos de Jasper. "Porque si no lo desearas, no hubieses venido cada día." Empujó el trasero fuertemente, chocando contra la pelvis de Jasper, usando una pierna para profundizar el choque. "Porque si no fuese así, tus manos no estarían tocando mi piel, Generala."

Los blancos dientes de Jasper se dejaron ver, alargando su sonrisa de oreja a oreja, macabra de nuevo. "Eres tan lista."

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Primer capítulo de un TwoShot.

Me sorprende lo poco popular que es este shipping de éste lado de la frontera, a pesar de lo exprimible que es. Aunque supongo que es porque en fandom apenas comienza.

En fin, espero sea de su agrado, al igual que espero el feedback de su parte, siendo creador de contenido ayuda de sobre manera el continuar con este tipo de cosas, así también inspira para abrirse a mas parejas o más situaciones.

(NOTA: No sé cuándo pueda actualizar, pero será lo más pronto posibles si los factores están a mi favor.)

Jinki Asgra