Disclaimer: Frozen no me pertenece, Disney es el dueño de los personajes que aquí se describen y no hago esto con ánimo de lucro.

ATENCIÓN: Es un fic dónde Elsa es mujer pero tiene órganos reproductivos masculinos, si no te gusta, no leas. No quiero ver lloros. Advertidos estáis.

Espero que disfrutéis de esto tanto como yo lo hice escribiéndolo.


Hola, soy Anna summers, bueno no, mejor dicho Frost, dado que me hace un año me casé con la mujer más hermosa que había conocido hasta la fecha. Eran nuestras primeras navidades juntas y Elsa tuvo que irse a última hora de misión.

Ella es teniente coronel de la división de tropas terrestres en el ejército. aunque yo no entiendo nada de eso ella es feliz explicándomelo, yo la veía tan emocionada por ello que no me veía con corazón de interrumpirla, al fin y al cabo ella escucha mis batallitas con los niños.

Soy profesora de preescolar en una guardería común, aunque bastante conocida por la gente de Arendelle.

Nos conocimos en un bar, de hecho, la única vez que salía a tomar algo fue ese día. Un chico intentó sobrepasarse conmigo y, por suerte, mi amada princesa azul, que por aquél entonces no tenía ni idea de que iba a convertirse en el amor de mi vida, me rescató de las garras del tirano pervertido. Yo estaba asustada y se ofreció a llevarme a casa. Cuando vi su auto se me cayó la mandíbula a mis pies, había venido con un Mercedes-Benz s600 Guard. ¡Ese bicho tenía protección antibalas y puede resistir una puta granada! Y yo me preguntaba: ¿quién diablos era esta chica? No nos preguntamos nada, le indiqué la calle a la que debía llevarme y la introdujo en un GPS de pantalla bastante grande.

La voz de una chica amable le iba indicando el camino mientras yo miraba maravillada el interior del coche. Los asientos estaban enfundados en ropa de color gris, en algunos bordes del salpicadero, justo por la línea de debajo, había luz fosforescente azul violeta. La parte en la que estaba la consola central hasta el asiento trasero también tenía una luz del mismo color.

Observé la parte trasera de los asientos y en medio había una parte para poner los vasos y la comida, también con luces del mismo color. En los asientos delanteros había pegada una pantalla para ver películas. Joder, ¡incluso las puertas tenían fluorescentes azul violeta en algunas partes!

- Deja de moverte, me distraes.

- Perdón. - Le dije toda sonrojada por mi comportamiento, aunque tuviera veintiún años, a veces me comportaba como una cría pequeña

Para mi desgracia, el coche se detuvo delante de mi casa y dejé de estar feliz. Miré a la chica y hasta ahora no me había fijado lo hermosa que era.

El flequillo le caía sobre su ojo izquierdo, casi tapándole por completo el ojo. El resto del cabello era tirado hacia atrás, escalando poco a poco hacia abajo, terminando en una perfecta trenza francesa descansando sobre su hombro derecho. Me mordí el labio al observar esos perfectos pechos que se delineaban con el jersey ajustado de ella.

Nos miramos a los ojos y me perdí en ellos. Era como mirar al cielo en un día sin nubes, no podía apartar la vista de ellos, ninguna de las dos se dio cuenta del tiempo hasta que alguien golpeó la ventanilla del coche, cortando nuestro lazo visual. Ella bajó la ventanilla y vi que era mi madre, la cual estaba estupefacta. Me disculpé con la rubia y me sonrió ligeramente. Me bajé del coche sin decir adiós.

Escuché cómo el motor arrancaba enseguida y se perdía en la lejanía. De alguna manera, el encuentro con esa mujer me había acelerado el corazón. Mi madre salió de su ensimismamiento y me dirigió una mirada de curiosidad mas yo no tenía ganas de darle explicaciones. Me dirigí a mi habitación y me dormí enseguida.

- Hey, Anna Banana. Te has quedado embobada.

- Oh, Rapunzel. Estaba recordando cómo Elsa y yo nos conocimos.

- La echas de menos, ¿verdad? - Todavía recuerdo la última vez que he estado en sus brazos, hace casi ocho meses ya. Seguramente mi estado de ánimo ha ayudado a mi loca prima a entender que me cuesta hablar del tema. Mi prima me abraza y yo lloro en su hombro, la extraño demasiado.

Ectaño su sonrisa, sus abrazos, su voz, sus caricias, sentir su cuerpo caliente junto al mío y despertarme con ella cada mañana. Sentir su perfume inundar mis fosas nasales y ese beso que siempre me da en la frente, junto a sus "nos dis" que me dice cuando se levanta todavía adormilada y yo le contesto con un beso. Cierro los ojos y me la imagino ahí, sonriéndome y diciéndome que va a volver a casa pronto.

A la mañana siguiente, me despertó mi madre toda emocionada y gritando como si fuera una adolescente de quince años.

- ¡Anna, el coche pomposo que te trajo ayer está aparcado en la entrada!

- Mmmh, ¿y?

- Cómo que, ¿y? ¡Quiere algo! Anda, vístete que esa chica está en mi cocina, bebiéndose el chocolate hecho por mí. ¡Date prisa o te la voy a robar yo!

Eso me despertó cómo si me hubieran tirado agua congelada encima. Desde que mi madre se divorció de mi padre, apareció otra persona. Al principio pensé que me la habían cambiado pero eso era como imposible. Mi padre en realidad era un obsesivo con el orden, le diagnosticaron trastorno obsesivo-compulsivo hace cinco años. Se volvió estricto con la comida, la ropa de vestir, los productos de limpieza que se usaban y sobretodo, con la gente.

Siempre que venía alguna amiga a casa, mi señor padre ya le estaba atosigando con que se limpiara las manos con jabón desinfectante y que si iba a entrar en casa, se pusiera unas bolsas de plástico en los zapatos para no ensuciar el suelo. Eventualmente, dejé de invitar a mis amigas a casa para evitarles el momento bochornoso que les hacía pasar su padre.

Él no podía ir solo, ni salir a la calle sin la compañía de mi madre. En el coche siempre había limpiador desinfectante para la tapicería y todo olía a hospital. Hasta que mi madre se cansó y le lanzó un ultimátum. La verdad es que ese señor se aprovechaba de su enfermedad para esclavizarnos a ambas. Decidió marcharse con otra mujer con su mismo trastorno un par de meses después y no volví a saber nada de él.

Ni siquiera me duché esa mañana, tan sólo me vestí con un jersey verde con un reno estampado, el cual era dos veces más ancho que yo y unos shorts que revelaban más de l oque debería. ¡Pero era verano y hacía demasiada calor! Bajé medio somnolienta y al entrar a la cocina me encontré con una persona distinta a la de ayer.

Esta vez tenía casi todo el pelo estirado hacia atrás recogido en una cola baja que le llegaba por lo menos hasta la cintura, usaba un leve maquillaje de ojos morado y un pintalabios rojo. Su ropa provocativa ahora era sustituida por un esmoquin de color gris oscuro, adornado con una corbata azul oscuro con rayas verticales en un tono más claro. La camisa era blanca y llevaba pantalones acorde al traje, junto a unos zapatos negros lustrados perfectamente. Su rostro parecía serio, antes de hacerme notar la miré de arriba a abajo, admirándola.

- Se te olvidó el teléfono ayer en mi coche. - Me dijo mientras sacaba un móvil de su bolsillo.

Dios, ¡me había dado un susto de muerte!

- Espera, qué? Yo tengo mi telé...fono. - Pero no lo tenía en el bolso.

- Ha estado sonando toda la mañana con el tono de "Call me maybe", es molesto.

Me acerqué lentamente a ella, cogiendo el objeto y leyendo viente llamadas perdidas de mi hermano Sven. Rodé los ojos.

Él tenía cinco años más que yo y, a pesar de que yo era capaz de cuidarme sola, él seguía protegiéndome y cuidando de mí. Era pesado pero su sobre-protección me pareció adorable y tierna, sonreí involuntariamente al pensar en él. Observé movimiento delante mío y vi que se levantaba y se preparaba para irse pero antes, se detuvo delante mío, demasiado cerca para mis neuronas revoloteadas, podía aspirar su aroma y su cuello estaba a escasos centímetros de mí, tentándome a besarlo.

- Me fascinas, chica.

Y dicho esto, se fue por la puerta dándole las gracias a mi madre por la taza de chocolate mientras que yo me quedé roja como un tomate, plantada en el mismo sitio desde hacía diez minutos según mi querida madre. Ésta rió por lo bajo y me abrazó diciéndome que me gustaba esa chica, y yo diciéndole que estaba desvariando. Me soltó la charla sobre el "amor a primera vista" y todo ese rollo del amor verdadero. Lo cierto es que yo pensé que lo encontré una vez, era un chico llamado Kristoff Bjorgman.

Era amable, atento y cariñoso conmigo, al principio se acercaba mucho a mí y preguntaba por mi hermano, no me pareció raro por aquél entonces. Estuvimos unos seis meses saliendo y decidí besarlo un día antes de bajarme de su coche. En aquél momento me confesó que era gay y que le atraía mi hermano pero nunca me usó para acercarse a él. De hecho no sabia que Sven caminaba en la otra acera y yo le di un pequeño empujoncito. Ahora mismo llevan dos años de novios, y mi hermano me había confesado un poco pasado de copas que un día no muy lejano le pediría matrimonio.

No volví a ver a la rubia durante mucho tiempo, hasta que por razones ajenas a mí, me la encontré de casualidad en el centro comercial. Una vez que me vio, se acercó a mí y eché a correr. No sabía por qué lo hacía ni por qué la evitaba pero cada vez que pensaba en ella mi corazón se desbocaba.

Desde aquél día que la encontré en mi cocina no había parado de fantasear con ella. Cómo besaba, cómo me recorrería todo el cuerpo con esos labios rojizos, esas manos perfectas y nuestros cuerpos rozándose al compás de nuestros gemidos de placer. Tan sólo pensar en ello ahora mismo me hacía sonrojar hasta colores demasiado subidos de tono. Llegué a salir a la calle, miré a mi alrededor y sonreí victoriosa mientras recuperaba el aliento: la había despistado.

- Hola pequeña. - Grité con terror, me alejé de esa voz y me di la vuelta. Esos malditos ojos azules me miraban con el ceño fruncido. -¿Es qué a caso no te alegras de verme? Te he buscado por todas partes pero eres una mujer muy difícil de encontrar, Anna Summers.

Vale, ¿quién era esta tipa y por qué parecía saberlo todo de mí con tan sólo dos encuentros demasiado breves para mi gusto? Comencé a tragar saliva. ¿Y si era una acosadora, una psicópata o algo peor, una asesina en serie que quería matarla? Quería gritar pero tenía miedo de ella, así que hice lo que creí correcto: volví a correr pero no duré mucho ya que unos brazos me bloquearon el paso.

Hasta ahora no me había dado cuenta pero sus brazos eran demasiado fuertes, cómo si los hubieran entrenado en el gimnasio. Cuando me estrechó contra su cuerpo noté algo duro en mi espalda, al principio pensé que era el teléfono pero parecía más hacia el medio. El miedo que recorría mi cuerpo pasó a ser de sorpresa y mi cerebro comenzó a hacer funcionar las pocas neuronas que podía usar en aquel momento. Estaba segura de lo que había en la parte de arriba de su espalda eran unos pechos, pero en su parte lumbar notaba una dureza que sólo se podía atribuir a un pene.

Me separé de ella y sin querer, le miré el paquete y me sonrojé al confirmar mis sospechas. Abría mi boca y la cerraba como un pez, intentando articular algo que no me dejara como una idiota pero no pude.

- No he parado de pensar en ti desde aquella noche, Anna. ¿Y tú, has pensado en mí?

No. A quién quiero engañar.

- Todas las noches. - dije sin pensar en las consecuencias de esas palabras.

Eso le bastó para acercarse a mi y darme un beso en los labios. Joder, había fantaseado tanto con esto y ahora lo estaba viviendo en carne propia. Mi cerebro intentaba razonar con mi corazón pero era una batalla que ya sabía quién era el ganador, me dejé guiar por mi corazón y le permití entrar en mi boca. Sabía dulce cómo la mermelada, gemí en su boca y eso pareció gustarle porque me apretujó más hacia ella y volví a notar su paquete contra mi estómago. Se me había olvidado decir que era una cabeza más alta que yo, he, qué tonta soy.

Me cogió de la mano y me dejé guiar hasta la zona de estacionamiento, dónde aquél mercedes que me enamoró a primera vista estaba perfectamente limpio y sin un rasguño, cómo si fuera nuevo. Me abrió el asiento del copiloto y me introducí en él, ella lo hizo en el asiento del conductor y salimos un poco demasiado deprisa del centro comercial. Ella parecía ansiosa por seguir lo que dejamos hace unos segundos atrás, ¿o eran minutos? Perdí la noción del tiempo, intentaba mirar por la ventana pero mi cabeza se giraba para verla a ella, con el rostro un poco sonrojado. En mis encuentros anteriores no la había visto llevar gafas, eran cuadradas típicas de los hipsters, pero le quedaban estúpidamente perfectas y parecían muy caras ya que llevaban el logotipo de Dolce & Gabanna impresas en lo que parecían diamantes en ellas.

Al igual que el día que la tuve en mi casa, llevaba un traje de color azul oscuro y una corbata amarillo oscuro. Dejé de observarla cuando nos detuvimos en lo que parecía una jodida mansión igual o más grande que el colegio dónde yo estaba haciendo las prácticas para ser profesora. El colegio de élite Arendelle se quedaba un poco pequeño en comparación con aquella casa. Con un mando a distancia abrió la reja que nos acercaba más y más a aquella enorme mansión. Aparcó delante de la mismísima puerta, bajó del coche y me abrió la puerta cómo si fuera un caballero y me tendió la mano, gesto que yo aprecié enormemente porque mis piernas temblaban de la emoción. ¡Iba a entrar en la casa de esa diosa!

Una señora ya entrada en bastante edad salió por la puerta y envolvió a la rubia en un fuerte abrazo y vi cómo la despeinaba, ella hizo una mueca de enfado y vi cómo se sonrojaba.

- Señorita Elsa, avíseme la próxima vez que sale de casa. Su padre casi me mata por no saber dónde estabas.

-Perdona Gerda, debía de ocuparme de un asunto muy importante y tuve que salir apresurada.

- Ya veo, ¿y la chica tan mona que ha venido contigo quién es?

Me sonrojé ante el cumplido de esa mujer.

- Es Anna Summers, la chica que no me deja dormir por las noches.

Oh, eso era totalmente innecesario de escuchar. En vez de sonrojarme por vergüenza, el saber que aquella mujer de ojos azules pensaba en mí cada noche me ponía un poco cachonda.

- Vaya, de modo que eres tú la chica que tiene a nuestra Cabo soñando despierta. Interesante.

- Gerda, ¡basta de avergonzarla! Nos vamos a mi habitación, y no quiero que nadie nos moleste.

Me cogió otra vez de la muñeca y me hiszo entrar a toda prisa en la casa, intentando alejar los gritos de enfado de aquella mujer. Y vaya que la casa era gigante.

Tan sólo el recibidor era más grande que la mía, en el lado derecho había un gran comedor con varias mesas, sillas y sofás de cuero negro que hacían juego con las luces de las paredes en color verde lima, iluminando la sala y dándole un toque tétrico y de bar. A mi izquierda había una pequeña librería con sofá de cuero marrón y una mesa que parecía más vieja que su abuela. Me tiró de lbrazo y subimos las escaleras de mármol y giramos a la derecha. Pasamos por varias puertas hasta que nos paramos delante de una más grande, adornada con unos copos de nieve blancos. Me abrió la puerta y entró tras de mí, cerrándola con un portazo.

¡La puta habitación parecía un salón de recreo! Había tres máquinas arcade en la pared derecha, en el lado contrario había una pantalla gigante colgada en la pared junto a un mueble dónde había una PlayStation 4, una Xbox 360 y todas las consolas retro que habían o estuvieron en el mercado junto a una mesa gigante y un sofá que era casi igual de grande que la televisión. En la pared de enfrente una estantería cubría lo ancho de la pared. Me acerqué a ella y había muchísimos juegos de los cuales no sabía ni que existían, ¡algunos estaban en idiomas que ni siquiera conocía! En la estantería de al lado, había muchísimas películas de las cuales muchas eran muy viejas, en la parte de abajo había cientos y cientos de CDs de música de varios tipos pero me di cuenta de que el rock predominaba sobre los demás.

- Ven, Anna. Vamos a mi habitación real.

Embelesada, me dejé llevar sin saber qué había dicho realmente. ¿Esta no era su habitación? Bueno, la verdad es que no había visto ninguna cama en aquél lugar, abrió otra puerta y me encontré con una cama gigante dónde al menos cabían cinco personas o más, estaba bastante iluminada ya que una de las paredes era una ventana gigante de cristal.

- No te preocupes, está tintada del otro lado y nadie puede vernos.

- Oh.

La seguí con la mirada y se tumbó en la cama mientras se quitaba la americana y se deshacía la corbata. Se desabrochó varios botones permitiéndome observar su hermoso escote desde dónde yo me hallaba.

- Anna, ¡vuelve conmigo!

No me he dado cuenta de que he cerrado los ojos hasta que la voz de mi pesada prima me ha sacado de mis cavilaciones.

- Te has vuelto a perder. ¿Quieres que me vaya?

Estaba tan tentada a decirle que se fuera y que me dejara recordar tranquilamente, pero sé que Rapunzel se estaba esforzando para darme soporte. Cosa que yo agradezco enormemente, Sin ella mi vida sería una porquería y seguramente estaría llorando, viendo películas pastelosas y consumiendo helado de chocolate por montones.

- No Punzie, es sólo que...

- Vale, vale. Me queda claro que la echas de menos. Pero tienes que comenzar a volver a ser tú misma. No puedo llegar a saber qué sientes pero todos queremos ayudarte.

Es cierto, nadie entiende el temor de que cada vez que tocan el timbre o dejaran correo, siento que me traen noticias malas de mi esposa. Nos llamamos por Skype pero no más de cinco minutos porque ella está demasiado ocupada incluso para mí. Nadie me ha advertido de lo que es vivir con una persona que pasa la mayoría del tiempo fuera de casa, luchando por su vida y la de los demás pero he aprendido a vivir con ello, tan sólo son nuestras primeras navidades en tres años de casadas dónde no estamos las dos para celebrarlo juntas.

-Creo que voy a acostarme un rato. Os espero mañana en la noche para cenar.

Ella asiente y yo me voy a encerrar en la habitación que comparto con ella. Me tumbo en la cama y cierro mis ojos, esperando a quedarme dormida pero los recuerdos vuelven a mí para recordarme lo sola que estoy.


El Mercedes que conduce Elsa no me lo he inventado, va a salir el 2015 y al ver las fotos no pude hacer nada más que enamorarme de él, además, siendo Elsa militar es el objetivo de mucho odio, así que un coche blindado no suena mal :D