Hola!

Este es mi segunda historia de Justice League, y la verdad que estoy muy emocionada por subirla. Antes que nada les aclaro que los personajes no me pertenecen son propiedad de DC Comics.

Y para comenzar a leerla y tener un poco en claro los tanto (?) Esta basada más que nada en el comic, pero tiene o va a tener, cosas de la serie animada, en este capitulo dudo que se den cuenta de eso, pero en los próximos se va a notar más.

Ahora no me queda más que decir que lo lean, y espero que lo disfruten ^^


Vulnerable

Capítulo Uno: Entre el poder y el querer.

Puente Robert H. Kane - Gotham City - 2:00 A.M.

Era una oscura y típica noche de primavera, quizás no era común para aquellos visitantes acostumbrados a sus ciudades que les brindaban calidez y brillo lunar en esa época del año, pero sí para los habitantes de esa siniestra y fría urbe. Las nubes oscuras se habían tragado prácticamente, como siempre, el cielo azul estrellado, que posiblemente en otro sitio se podría apreciar; y las ráfagas de viento, que aún transmitían algo de frío a pesar de la estación, removían las aguas poco calmas del río que corría debajo de ese imponente puente.

Durante las horas anteriores habían pasado un escaso número de autos, y dos o tres camiones, todos en dirección al centro de Gotham. Nadie solía usar el camino, las personas que solían llegar a ese lugar lo hacían en auto, nadie estaba tan loco como para caminar tanto. Él hombre que se acercaba por aquel sendero vanamente construido, no era precisamente un loco, era más bien un borracho. Un sujeto cincuentón, casi sin pelo, vestido con un traje arrugado, desalineado y hasta sucio, que caminaba tambaleándose con dos botellas en mano, una de vodka, la otra de whisky. Estaba cantando, pero sería imposible decir que, su lengua se anudaba cada vez que intentaba entonar alguna palabra que no hubiera sido creada por él en ese instante. Era un pobre hombre, si, si cualquiera en ese momento lo veía sentiría lástima por él, se quedaría espantado por sus ojeras prácticamente negras, por su esquelética delgadez, por su olor a agua de zanjón, atrapado en su único vicio, que de seguro era lo que lo había mantenido vivo durante el tiempo que transitaba y lo haría, hasta llevarlo con lentitud a la tumba. Pero en verdad no lo era. Había asesinado a un joven recién salido de la secundaria, que trabajaba en una tienda de noche, para ayudar a su familia, solo por esas dos botellas de alcohol. Y no era lo único malo que había hecho. En un momento de su vida le había ido bien, muy bien, había tenido una familia amorosa, un empleo exitoso, amigos envidiables, pero la avaricia destruye la vida de los hombres, y cuando tocó su puerta, lo destrozó.

Roger Barrett, tenía un buen puesto manejando parte de las finanzas de las Empresas Wayne; su superior, Christian Levine estaba muy contento con su desempeño y con lo leal que le había resultado ser su querido asistente, por lo que lo invitó a formar parte de su pequeño grupo de estafadores, un grupo de hombres que no hacían más que subestimar las habilidades empresariales de aquel poderoso multimillonario dueño de la gran corporación. Robarse plata destinada a las fundaciones que tenía en todo el mundo, era un juego de niños, Bruce nunca se percataría y todos de a poco serían casi tan ricos como él. Pero la partida les salió mal, más que mal, pésima, y debían echar la culpa a alguien. Nunca había sido la intención de Levine darle parte de la plata de esas estafas, lo había invitado más bien para utilizarlo de escudo y cuando todo aquello salió a la luz, Roger cayó. Nunca tuvieron pruebas suficientes como para encarcelarlo, pero de todas formas perdió su trabajo y a pesar de las veces que intentó advertir al señor Wayne de su secretario de finanzas, este prefirió creerle a su amigo "Levine". Luego de eso su vida se volvió un verdadero infierno, no encontraba trabajo por ningún lado, su esposa, quien también trabajaba y cuidaba de sus hijos comenzó a exigirle, él se quedaba todas las tardes en su casa, deprimido, mirando televisión; agregó a su hábito el alcohol y pronto se le hizo costumbre golpear a su mujer y quizás también a sus niños. Su familia terminó rápidamente por abandonarlo, dejándolo solo con su enfermedad, y ese maldito de Levine y ese idiota de Wayne seguían saliendo en primeras planas de los periódicos como los mejores amigos, hasta que finalmente, de un día a otro, Levine fue arrestado, por robar una gran suma a las empresas en donde trabajaba. Ese día insulto de todas las maneras que se le ocurrió a Bruce Wayne y se río de lo estúpido que había sido, todo por no escucharlo. Siempre había soñado con asesinarlos a ambos, a ese embustero de Levine y a ese idiota de Wayne, por arruinarle su vida, por transformarlo en lo que era, y seguiría siendo un sueño. Porque ese día, mejor dicho esa noche, sería la última de su vida.

Se detuvo casi en el medio del camino y miró el río. Respiro hondo y comenzó a beber el contenido de sus botellas de manera intercalada, una y otra, una y otra. Había participado en una gran estafa, había golpeado a su esposa, a sus hijos, había asesinado por simple alcohol, pero no se arrepentía de eso, lo único que le molestaba y debería guardarlo para siempre consigo, era no haberse podido vengar de Bruce Wayne. Dejó caer las botellas y se sentó sobre la baranda de seguridad, movió sus pies con libertad, dejando caer sus zapatos al agua. Vio maravillado como se perdían en el río. Apoyó sus manos en el barandal, estaba decidido a saltar, pero antes deseó que alguien se vengara por él. Cerró los ojos y se tiró. Esperó por segundos, que le parecieron una eternidad escuchar el ruido de su cuerpo golpeando contra el agua, pero eso nunca llegó. Un poderoso brazo sostenía el suyo. Alguien lo estaba salvando, alguien le estaba impidiendo quitarse la vida.

-¿En verdad desea morir?- Preguntó su salvador con un tono semi amargo, aún sosteniendo su brazo, sin intenciones de subirlo.

Roger abrió sus ojos y no pudo hacer otra cosa más que mirar para abajo. Vio la distancia que había entre donde se encontraba y el río, esta vez con conciencia. Se asustó, se espantó bastante y comenzó a patalear y gritar continuamente al hombre que lo sostenía que lo suba, que por el amor de dios, lo suba.

El sujeto volvió a preguntar -¿En verdad desea morir?

-No… ¡No! ¡Por el amor de dios, ayúdeme! ¡Ayúdeme!- rogó con desespero el cincuentón, casi calvo.

El extraño hombre dibujó una sonrisa –Entonces… dígame ¿Por qué se lanzó?- la mueca de su rostro se iba deformando y cada vez se volvía más y más perturbadora. Un aura de maldad cubría todo su cuerpo – ¿Es que acaso no tiene nada por lo que vivir?- Con suavidad su mano iba soltándose del brazo de Roger –Yo puedo sentir en su corazón odio, venganza… ¿Pensaba marcharse al otro mundo sin satisfacer sus caprichos? ¿Quería morir sin haberse vengado?

-No, no, es simplemente que no puedo…- sollozó el borracho, sintiendo como el agarre de su salvador era cada vez más débil, desesperando a cada segundo.

-¿Quiere usted vengarse, señor?- Quiso saber dejando correr aire envenenado entre palabras, casi terminando por soltar el brazo de Barrett.

-¡No puedo!- Gritó con angustia, presintiendo su futura muerte, dándose cuenta que ese hombre que lo sujetaba estaba próximo a soltarlo -¡Por el amor de dios, no me suelte… levánteme!

-No es cuestión de poder… ¿Quiere usted vengarse, señor?- Cuestionó una vez más, pero esta vez cuando concluyó la frase efectivamente lo soltó. Escuchó un gritó por parte de Roger, y entre las vocales que emitía, se escapó un si, suficiente respuesta como para volver a tomarlo y está vez, ponerlo de pie en el suelo –No era algo tan difícil de responder.

Observaba lo asustado que estaba el hombre a través del vidrio de sus gafas oscuras, y sonreía con arrogancia. Lo hacía sentir particularmente bien el miedo que emanaba el sujeto que tenía enfrente.

Roger no salía de su asombro, de su sorpresa. Su corazón le latía como nunca lo había hecho antes. Ese sujeto le estaba dando una nueva vida, pero no era precisamente lo que él buscaba. Él quería terminar con su sufrimiento, pero era muy cobarde, a penas tomó conciencia de lo que estaba por hacer quiso volver todo atrás, suerte para él que esa persona había llegado a socorrerlo. Le llamó la atención lo interesado que estaba en su venganza, pero de todas formas, no podía hacer más que agradecerle y ofrecerle ayuda en lo que sea como muestra de su gratitud. O más bien podía irse sin decir nada, porque él no le había pedido que lo ayude, no en primera instancia. Siempre tan egoísta Roger, siempre pensando en su beneficio, pero por esa capacidad suya fue que decidió ese sujeto ayudarlo.

-¿De quién te quieres vengar?- Rompió el silencio el extraño individuo.

Roger suspiró y por fin pudo apreciarlo bien. Definitivamente era un tipo extraño. Vestía lentes de sol, a pesar de estar en el medio de la madrugada, ropas oscuras, su camisa abierta, como si poco le importara el frío de esa noche primaveral, pero lo que más captaba su atención eran sus labios perversamente curvados, mostrando cuan calculado tenía todo lo que estaba sucediendo.

-Me gustaría ver sufrir a ese idiota de Bruce Wayne, pero es algo imposible…- Le comentó a su salvador poniéndose de pie.

-Es un simple mortal… ¿Qué tan difícil puede ser torturarlo, asesinarlo?- Preguntó incrédulo, no viendo casi dificultad en obtener dicho objetivo.

-Está rodeado de seguridad, y con la novia que ahora tiene no la necesita- comenzó a explicarle, pero a cada palabra que emitía se iba encerrando en su relato –Wonder Woman, nadie entiende como cayó en las redes de ese idiota, y todo el mundo pensaba que su relación iba a durar poco, pero hace mucho tiempo que están… y ella se mudó con él, desde hace un tiempo.

Ahora el extraño sujeto sonreía más, se veía más interesado en la historia de ese pobre borracho y todo por incluir a aquella campeona de los dioses en el cuento.

-Tu venganza no es imposible, solo tienes que tener paciencia y esperar el momento justo para atacar...- Explicó el rubio tocando el hombro del semi calvo que tenía enfrente.

-¡Es Wonder Woman! - Exclamó Roger.

-Lo se, y por eso voy a ayudarte. Paciencia mi querido, todo saldrá bien…

Roger sonrío. Por primera vez en mucho tiempo sonreía de satisfacción, de felicidad por lo que haría. Le agradaba pensar que no todo estaba perdido, que por lo menos podría tener su tan deseada venganza, con ayuda de su salvador, de aquel extraño ser que de manera desinteresada le brindaba su ayuda. Era muy sospechoso lo que le ocurría, pero no importaba, mientras pudiera realizar sus deseos, todo lo demás carecía de valor.

Comenzaron a caminar, en silencio uno al lado del otro, por el mismo camino por el que había llegado Roger, en ese estado nefasto. Recordó vagamente como había llegado hasta allí y se río con una carcajada. Se río de si mismo. Que iluso, pensar que quería quitarse la vida, pero había valido la pena todo ese circo, ahora tenía hasta ayuda extra para vengarse como era debido.

Tranquilidad. Tranquilidad era lo que más hacía falta en las madrugadas de Gotham, pero no estaba mal denominar a esa noche aun inconclusa, tranquila. Porque todos sabían que una verdadera noche con acción, con movimiento, era una noche que implicaba que el guardián de la ciudad, aquel sujeto considerado por algunos hasta un mito, se enfrentara con villanos, verdaderos encarnadores del mal, como el Joker, Bane, Poison Ivy, por nombrar algunos, y no con simples asesinos o ladrones.

Aún así, sin tener alguna alerta especifica que lo obligara a investigar, como todas las noches salió a patrullar. Y todo iba bien, estaba de hecho barajando la posibilidad de regresar a su casa cuando los vio, desde la cornisa de un edificio. Dos hombres, uno calvo, el otro obseso, con apariencia siniestra, descendiendo de un auto viejo, destartalado, en la entrada de un callejón, una escena bastante común a cualquier hora del día en su ciudad. Ambos sonreían con malicia y caminaban con ansias hacia el baúl del coche. Uno de ellos, el calvo abrió la cajuela y juntos admiraron con sed y emoción aquello que escondían. Una chica, una pobre adolescente que ni siquiera había terminado la escuela, atada, amordazada, acomodada en posición fetal dentro de ese oscuro y pequeño lugar. La niña los miró con sus ojos llenos de lágrimas, con terror, con desesperanza; el obeso la sujeto por sus enmarañados cabellos rubios y la lanzó con furia, sin contenerse, adentrándola al callejón. La adolescente gritó de dolor, comenzó a sollozar e intentar pedir por ayuda, pero la mordaza hacía sus vanos intentos aún más inútiles.

-Me gusta que griten por ayuda, me excita más- Se burló deslizando las palabras por sus grasientos labios, aquel sujeto calvo acercándose a la pobre niña, con una expresión sedienta y asquerosa.

El obeso río e imitó los pasos de su compañero.

Los ojos de la joven se abrieron gigantes esperando lo peor, pero algo detuvo el paso del último de sus captores. Un objeto oscuro que se incrustó a la pared, un objeto con forma de murciélago. Inmediatamente sus ojos brillaron con un haz de esperanza.

Batman saltó hacía el calvo planeando desde el cielo, y con una hábil y poderosa patada lo estampó contra la pared. El otro algo asustado, intentó sacar el arma de su pantalón, pero no llegó a tiempo, el guardián de su ciudad, con solo dos golpes en su rostro, logró dejarlo en el piso. Ambos inconscientes, demasiado fácil había sido. Se dirigió a donde estaba la chica, y con ayuda de uno de sus filosos batarangs corto la soga que ataba sus manos y piernas. Llevó sus manos a la mordaza, observó por un instante los ojos de la joven y pudo ver que el miedo aparecía una vez más. Sin tiempo a darse vuelta, decidió cubrirla con su cuerpo, recibiendo un roce de bala en su brazo izquierdo. La chica gritó espantada. Batman observó de reojo su herida y se volvió contra el calvo, quien continuaba apuntándolo. Estaba nervioso, un paso en falso y jalaría el gatillo, pero no podría contra él. Lanzó otro batarang a sus manos haciendo que la pistola se resbalara y cayera en el suelo. Con agilidad lo atrapo por el cuello de su camisa, lo acomodo contra la pared y hundió reiteradas veces el puño en su estomago. Metió la mano en uno de los bolsillos del calvo, y saco un celular; lo tiró en dirección a la joven.

-Rápido. Llama a la policía- ordenó.

La chica obedeció. Se puso de pie y mientras corría hacía fuera del callejón apretaba con nerviosismo las teclas del teléfono.

El sujeto obeso se levantó aturdido y vio justo como su presa intentaba escapar, sin importarle la paliza que su compañero estaba recibiendo salió tras ella. Pero el pesado cuerpo del calvo, lanzado sobre él por Batman, impidió su avance, dejándolo una vez más en el suelo.

El sonido de las sirenas se hizo presente. El primer patrullero estaba llegando a la escena del crimen, impedido por Batman, quien escuchaba y veía como la chica hacía señas con las manos, como gritaba, marcando que ese era el lugar en donde debían detenerse. Se acercó a los dos malhechores, y los ató. A rastras los sacó del lugar, llevándolos cerca de la chica aún asustada y de los dos corruptos policías que bajaban de su vehículo.

El protector de la ciudad los miro con asco, podía sentir su aroma putrefacto a kilómetros, por suerte, para él y los habitantes, no todos eran como ellos, quizás la mayoría, pero no todos. Un nuevo vehículo policial arribo y de ahí descendió Gordon. Genial, verlo lo dejaba más tranquilo, no quería dejar a esa chica con los otros dos oficiales. El jefe de policía le dedicó una sonrisa de gratitud a Batman, justo antes que desaparezca entra las sombras del callejón. El oficial recién llegado se tornó en dirección a la joven victima, y puso una mano en su hombro, intentando transmitirle tranquilidad junto a una sonrisa, pero la pobre niña no pudo más con el terror y la angustia que la agobiaban y sin pensarlo se tiro llorando sobre el pecho del oficial. Había estado desde las ocho de la noche dentro del baúl del auto de esos malditos y ahora estaban transitando la madrugada. Jim la abrazó de manera protectora e intentó explicarle que todo iba a estar bien, y eso quería creer él también. Por el momento agradecía que Batman existiera en la vida de todos, pero en verdad esperaba con ansias el instante en que su ciudad sea como las demás, que abandonase la oscuridad y no tuviese que precisar un guardián nocturno.

Arribó por fin a su cueva, luego de ese último rescate. Su brazo estaba mojado con sangre, por la rozadura de la bala que le había disparado aquel hombre calvo en un acto desesperado por deshacerse de él. Revoleo los ojos, no podía creer que todavía algunos de esos ladronzuelos pensaran que tenían posibilidades contra él.

Se quitó su mascara con la mano derecha y se disgustó al ver a Alfred sentado frente a su gran computadora. Sorprenderlo, no lo haría, no por lo menos estando ahí cuando volvía de patrullar. Ese anciano siempre haciendo lo que quería. Habían quedado horarios, si pasaba las tres de la mañana y no aparecía, él debía irse a dormir. Pero no, nunca respetar los acuerdos que sellaban, siempre quedándose hasta que regresara de cualquiera de sus actividades. Alfred no entendía cuantos años tenía, no quería entender que debía cuidar su salud y lo importante que era para Bruce que se mantuviera sano y salvo.

El mayordomo le dedicó una sonrisa de bienvenida.

-Alfred…-dijo con un tonó de reproche –Creí que teníamos un trato.

Pero eso no parecía importarle al anciano, quien ya se había percatado de la herida de su amo, por lo que se había puesto de pie, para ir a buscar el botiquín y poder atenderlo como era debido. Por cosas como esa no respetaba esas ordenes infundadas de su amo, que lo quería obligar a irse a dormir temprano ¿Quién iba a curarle las heridas?

-Nunca accedí a eso, señor…- Le respondió sonriendo –Quítese la remera y siéntese que quiero ver esa herida.

Batman bufó. Sí, cuando estaba con Alfred no podía sentirse más que como un niño, cuyo padre protector le decía que hacer y el obedientemente hacía lo decía. Ese viejo era una de las personas más importantes en su vida, había dedicado cada segundo, cada instante de su vida a cuidarlo, a protegerlo, a ayudarlo, aún cuando sus padres vivían; sin él, estaría verdaderamente perdido.

Se sentó sobre la camilla y extendió su brazo izquierdo en dirección a su mayordomo, quien ya sostenía un algodón bañado en alcohol listo para desinfectar la herida.

-Deberías estar durmiendo…- Insistió Batman.

-Que terco que es, señor Wayne. Pero déjeme decirle algo…- comenzó a explicar mientras tomaba un par de vendas de dentro de su caja de "primeros" auxilios –Si yo no me quedaba, se iba a encontrar con la señorita Diana y permítame decirle que me costo demasiado convencerla de que se vaya a dormir.

-¿Diana?- Preguntó extrañado.

-La encontré aquí abajo pasada la medianoche leyendo unas cartas que le escribieron los niños de uno de los orfanatos que frecuenta- Guardó silencio un momento- ¡Cierto!- Se levantó de su asiento con agilidad habiendo finalizado la curación de su señor, y tomó un papel prolijamente doblado que estaba sobre el teclado de la computadora. Lo extendió hasta a Batman, quien lo miraba intrigado –Quería que lea esta, yo lo hice, con el permiso de su majestad obviamente y debo decir que me divertí mucho, señor.

Bruce tomó la carta, la observó con intriga, aún así decidió leerla en la mañana. Estaba muy cansado y tenía que obligar a Alfred a irse a dormir. La expresión de su rostro cambió sin que se diera cuenta, algo parecía molestarle, y ese algo tenía que ver con Diana.

-¿Cómo estaba ella, Alfred?- Preguntó con un deje de preocupación.

-Bien, contenta… un poco pálida, si es que a eso se refiere…- Contestó el anciano alcanzándole una remera y un pantalón de jogging, para que pueda cambiarlo por su traje. Bruce solía ser un enigma para muchos, para la mayor cantidad de personas que lo conocían, pero no para su fiel sirviente. No. Alfred sabía ya desde antes que preguntara que lo haría, por los sucesos que habían ocurrido en las últimas semanas, y había podido leer la preocupación en su rostro con el primer pequeño cambio gestual que había dibujado. -Si me permite señor, no creo que deba preocuparse mucho.

Bruce suspiró. Habían estado toda la semana peleando sobre si debía o no debía ir a ver a un médico, pero Diana era muy testaruda y estaba totalmente segura de que estaba bien, que tenía como máximo un simple virus de estación, que ya se iría con el tiempo, que no era nada malo y no era necesario ver a un doctor por eso. Usaba de excusa a su poderoso sistema inmunológico; ella era una amazona, bendecida por los dioses, que sanaba sus heridas con mayor velocidad que muchos de sus compañeros, que no se enfermaba. Y era eso lo que más le preocupaba, si todo su cuerpo era tan poderoso, ¿Por que últimamente se estaba sintiendo así? El gran detective tenía una teoría sobre lo que le ocurría, y hasta poder comprobarla, había hecho un par de arreglos con respecto a las actividades como miembro de la Liga de la Justicia de Wonder Woman; mientras le insistía con lo del doctor y la escuchaba decirle las mismas cosas de siempre, ella no podía perder el tiempo, tenía muchas cosas que hacer, asuntos que atender con la embajada, peleas como Wonder Woman, visitar orfanatos, refugios de mujeres, su fundación. No había tiempo de ver a un doctor. Maldijo por lo bajo. Si en un par de día no accedía, tendría que obligarla.

-Señor…creo que debería irse a descansar. Es algo tarde- le propuso Alfred al verlo inmóvil, absorto en sus pensamientos. De inmediato le dedico una sonrisa burlona, al ver el rostro que le regalaba su hijo del alma, al oírlo hablar sobre descanso y la hora que era –Que descanse, señor.

-Buenas Noches, Alfred- respondió Bruce viéndolo partir sin apuro de su lado, directo a las escaleras.

Luego de haberse puesto aquella ropa más cómoda que le había alcanzado su fiel mayordomo, de haber apagado todas las luces de la cueva, de haber vuelto a bajar porque se había olvidado sobre la camilla, la carta que Diana quería que lea, de pasar por la cocina para beber un poco de agua y comer un par de galletas, llegó a su habitación. Un cuarto particularmente grande, donde dominaba el color bordo, tanto en la alfombra, como las paredes, las cortinas y hasta en el cubre camas, solo que en diferentes intensidades. Un lugar que tenía un gran escritorio, un armario enorme, mesas de luz, una mesa de tocador y aún así sobraba espacio.

Ingresó sin encender la luz, lo último que quería era despertar a Diana, quien parecía dormir con mucha tranquilidad, con su cuerpo mirando de lleno a la ventana, de todas formas conocía su cuarto de memoria, no necesitaba iluminación para transitarlo. Aún así había una luz, y se percató de que la puerta de su baño privado estaba entre abierta. Entró con sigilo, el olor a lavanda era excesivo, pero se extraño al notar que todo estaba en su lugar correcto, hasta que cuando se dispuso a salir nuevamente, los vio. Un trapo de piso y un secador contra la pared de adentro. Observó con el ceño fruncido a su amante durmiente, cerró la puerta y se acercó a la cama.

Diana abrió los ojos al sentirlo correr las sabanas, y giró su cuerpo en dirección a él. Lo observó con una expresión cansada, con sus cabellos negros enmarañados casi cubriendo todo su rostro. Acomodó una de las finas tiras de su camisón y le sonrío, le dedicó una de sus típicas sonrisas, aquellas que lo hacían olvidar de todo por un instante y lo llenaban de paz.

-Lamento haberte despertado…- Se excusó sentándose, e inmediatamente acostándose junto a ella. Sabía que no la había despertado, pero de todas formas era una manera de comenzar a entablar una conversación, porque no importaba la hora que fueran, tenían que hablar.

-¿Qué hora es?- preguntó sentándose en la cama y llevando su mirada a la mesa de luz que tenía a sus espaldas.

-Pasadas las cuatro….- respondió con algo de sequedad, justo antes de que ella pudiera ver el reloj.

Diana pareció sorprenderse ante la respuesta.

-¿Cómo estuvo la noche?- investigó mientras prendía la luz de su velador.

-Tranquila, hasta último momento. Pero nada de que preocuparse- contestó sacándole peligrosidad al asunto, pero en cuanto vio que la expresión de su acompañante se preocupaba porque había divisado la venda en su brazo, explicó –Me distraje desatando a una niña secuestrada, nada más.

Wonder Woman lo miró desconfiada. Él no solía cometer esa clase de errores, estaba raro, desde la semana pasada que lo estaba, y en verdad necesitaba descifrar que era lo que le sucedía para poder ayudarlo.

-¿Y tú? ¿Algo para contar?- Era muy obvio que quería que le cuente algo, pero tenía que intentarlo así, sino obtenía resultado pues optaría por ser más directo.

-Leí muchas cartas de los niños, deje una para que leas- Bruce miró su mesa de luz donde reposaba aquella nota, Diana siguió su mirada y luego le sonrío. –Es tarde ahora, descansemos, mañana la leerás.

Volvió a dedicarle otra sonrisa y esta vez se dispuso a retomar su posición inicial, previamente girando su cuerpo para apagar la luz. Sin embargo Bruce se incorporó y la observó con seriedad fijo a los ojos. Iba a tener que ser directo, así funcionaba Diana.

-¿Vomitaste?- Contempló el rostro de Wonder Woman que parecía maldecirlo por lo bajo, por haberla descubierto. Se creó un silencio entre los dos. Bruce insistió –Diana…

-Un par de veces…- Confesó corriendo su vista de la de él –Y te prometo que mañana cuando vaya a la Watchtower, le diré a J'onn que me revise…

Por fin. Era tan terca. Le costaba tanto aceptar que otro tenía razón. Revoleó los ojos y permaneció un instante viendo la expresión preocupada de la heroína. Estaba asustada, pocas veces la había visto así, porque si algo odiaba Diana era mostrar su vulnerabilidad a los otros, pero había decidido ir a ver a J'onn porque estaba asustada. Le regalo una sonrisa de costado, la abrazo y beso su frente.

-Me parece una excelente idea, princesa.

Diana estiró su mano hacía la perilla del velador y apago la luz. Beso con pasión a Bruce; se recostaron, ella acurrucó su cuerpo contra el de él, dejando descansar su cabeza en su gran e imponente pecho, mientras él la sujetaba por la cintura y tras un fugaz buenas noches se entregaron a los brazos de Morfeo.

Su relación había pasado por una innumerable cantidad de cambios, pasos gigantes dados con una lentitud sorprendente. Si algo había costado, era que Bruce finalmente hubiese podido dejar sus miedos atrás, miedos que también ocupaban la mente de Diana. Se habían conocido, y al principio de su relación como colegas nadie hubiese apostado porque terminarían juntos. En aquellos momentos se sentía una presión muy grande cuando se veían, una incomodidad que sentía a leguas, no compartían las mismas ideas en absoluto. Pero el tiempo fue pasando y cada vez se volvieron más y más unidos. Artemis tomó su lugar como Wonder Woman en el mundo, pero él nunca le permitió ocupar su lugar en la liga, él seguía esperando por el regreso de Diana. Luego Nerón la asesinó, y nuevamente volvía a sentirse molesto, sintió un poderoso vacio en su alma, y se lo adjudicó a que simplemente pensaba que la única que podía cumplir sus sueños realidad, traer la verdadera paz, llevar a cabo la limpieza que su mundo necesitaba, era ella. Al poco tiempo regresó a la vida, la tensión entre ambos se transformó en una diferente, ya no eran roces y miradas de despreció, sino más bien de deseo. Batallando en la Era obsidiana habían muerto juntos, sujetándose las manos, se habían regalado un beso de despedida. Las cartas estaban echadas, pero luego de una cita frustrada la princesa amazona se enfrentó a la maquina de J'onn, una maquina que le mostraba sus diferentes futuro, por la que se atemorizó y prefirió dejar su relación en una simple amistad. Excelente para Bruce también, no tenía que poner una excusa, ella se la estaba dando y su miedo por envolverse en una relación, su miedo a perderla y sufrir por ello, hicieron que no batallara por sus sentimientos. Aún así seguía estando para ella, aún cuando luego de asesinar a Maxwell Lord desapareció del mundo durante un año, dejando que Donna tomase su lugar, aún cuando decidió probar suerte con Némesis, aún así cuando él murió.

La muerte de Bruce fue un golpe que nunca pensó que debía afrontar, pero llegó sin previó aviso, arrasando con su felicidad. Y en aquella noche oscura, necesito de su amor, necesito afrontar cuanto lo amaba, aceptar que dejarlo ir había sido una tontería, porque el cariño que le tenía superaba aún al que le tenía a su madre o a sus hermanas, y admitiendo su verdad pudo recibir el anillo de las Star Sapphire representando el amor de la tierra. Tiempo paso de eso, tuvo que enfrentar sus propias batallas, hasta que Batman, el primero, regresó a su tiempo. Casi al mismo momento Themyscira fue restituida como una nación, las amazonas volvieron a su hogar, y Wonder Woman dejó de tener doble personalidad para regresar a tomar su papel como Embajadora.

Para sorpresa de Diana todo lo que había vivido en la ficción creada por Afrodita en aquella noche oscura, no era tan ficcional. El Bruce que vio, el Bruce que le prohibió asesinar a su madre, el que la había besado para que regresara a ser ella, era el original. La diosa lo había tomado del tiempo en el que estaba perdido, le había retornado sus memorias por ese instante para que la ayudase y en cuanto lo logró, lo envió nuevamente a donde estaba. Luego de esa revelación, decidieron tener pequeñas citas, tranquilas, pero no podían destruir lo que sentían el uno por el otro, y así se volvía todo más fuerte. Wonder Woman no estaba dispuesta a perderlo una vez más, y con mucho esfuerzo logró hacerle entender que no debían pensar en que podría pasar, sino en lo que harían en ese instante, en vivir el ahora. Finalmente el caballero oscuro accedió. Cada día que pasaba se alegraba más y más de tenerla con él, hasta que decidieron hacer publica su relación, Bruce Wayne y Wonder Woman juntos, y cuando comenzaron a convivir, destrozaron a aquellos incrédulos que no tenían fe en su relación.

Los rayos del sol matutino golpearon sus ojos con intención de impedir que siga sumergida en su mundo de fantasía, ya era hora de levantarse, aunque cuando lo hizo sintió que era demasiado temprano. Quiso saber específicamente que hora era y se sorprendió. Diez y media de la mañana, no era temprano, era bastante tarde. Bruce no estaba a su lado, de seguro había dormido dos o tres horas y se había levantado para ir a la oficina, a trabajar. Revoleó los ojos y suspiro, para el hombre que había elegido nunca había tiempo para descansar, aún sin importar haberse lastimado durante sus vigilias nocturnas.

Diana se incorporó con lentitud, con tranquilidad, se sentó en la cama, sacando y apoyando sus pies sobre la alfombra que cubría el suelo, subió las tiras de su camisón rojo, ambas caídas bajo sus hombros y corrió el cabello que tenía sobre el rostro, acomodándolo sobre el lado izquierdo de su cuerpo. Se dispuso a pararse, y una vez que lo hizo todo el cuarto pareció girar por un instante. Sostuvo la pared con una de sus manos, para evitar perder el equilibrio y caer en el piso. Respiró hondo. Tocó su frente y levantó la mirada que tenía atrapada en el suelo. Pasó su mano libre por su frente y luego sus mejillas. Maldijo. Se estaba sintiendo mal de nuevo, no desaparecía su malestar, y dioses, ella no se enfermaba. El color de su rostro se aclaraba con rapidez y a pesar de haberla abandonado la sensación mareante, ahora la invadía un ardor amargo en su garganta, un pinchazo en la panza. Vómitos. No otra vez, se quejó.

Volvió a respirar hondo. Dio un paso, ya con más confianza y luego otro. La sensación nauseabunda la obligaba a llegar a un lugar donde pudiera desechar todo aquellos que no tenía en su estomago, porque aún no había ingerido nada. Abrió la puerta del baño con rapidez, pero se apoyó contra el marco. Respiró profundo una vez más. ¿Debería llamar a alguien? Porque no estaba pudiendo mantenerse en pie sola por mucho tiempo ¿Debía llamar a Alfred? ¿O quizás a Bruce, que podría aún permanecer en la mansión? Vio su rostro de lejos en el espejo y se espantó. Parecía un fantasma, estaba blanca, estaba pálida. Apuró su paso hasta llegar a la mesa de la canilla, abrió el grifo y mojo su cara con un poco de agua fría. Se miró molesta, porque no le agradaba en absoluto estar así. Durante toda la semana pasada y el comienzo de esa había tenido esas sensaciones, pero no se había visto de esa forma, tan enferma. Debería haberle hecho caso a Bruce, debería haber ido a ver a un médico, a J'onn. Pero no, ella tan terca, ella que todo lo sabía, ella que nunca se enfermaba, había hecho lo que quería como de costumbre, y ahí tenía las consecuencias. Se volvió a mirar al espejo y notó que estaba un poco mejor. No llamaría a ninguno, ni a Bruce ni a Alfred, estaba decidido. Bajaría como si nada, les dedicaría su mejor sonrisa. Nada de preocupar a nadie. Se regaló una última mirada en el espejo, una mirada de pesadez.

-¡Oh Hera! ¿Qué demonios me sucede?


Les agradezco mucho, porque si están leyendo esto, es que lo terminaron de leer (?)

Prometo no tardar mucho con el próximo capitulo, pasa que también estoy haciendo un fic de Bleach, y tengo que ponerme las pilas xD

Muchas Gracias a mis amigos Xelloss y Maru, que me re bancaron con la historia ^^. Los quiero!

Beso..

Espero sus reviews!