Este fanfic está protegido legalmente por Safecreative. Está prohibida su publicación y adaptación. No apoyes el plagio.
Los personajes le pertenecen a S.M. La historia es mía.
Summary; Isabella Swan, tenía dinero, un buen trabajo y posesiones materiales, con eso le bastaba. No creía en el amor romántico, menos en sus clichés, como los apasionados besos bajo la lluvia. Una sorpresiva invitación, la llevará a derribar sus muros. Su mundo cambiará gracias a un encuentro inesperado. «!Oh, por dios! ¿Esta soy yo, besándome bajo la lluvia?»
Capítulo Uno; Invitación.
«Jodida lluvia», es lo único que pienso al notar las gotas chocar contra la ventana de mi casa. Pongo los ojos en blanco, como si existiera la posibilidad de que en enero, en el estado de Washington, específicamente en la ciudad de Seattle, pueda haber un atardecer digno de película, donde el sol se esconde y las parejas se meten lengua hasta el estómago.
Quiero llorar de frustración al ver mi ropa poco apta para salir. Camino a mi habitación, me calzo unas botas y una chaqueta para protegerme del frío. Ando cuatro cuadras hacia la cafetería más cercana. El aire helado, congela mi pequeña nariz llena de pecas.
«¡Mierda!, debí venir en automóvil», me recrimino mentalmente, pero es que estar sentada todo el santo día detrás de un estúpido escritorio, me pone de los nervios. Cuando alcance los treinta y cinco años, acabaré llena de várices, y no es que me quede mucho para llegar a esa edad. Sólo tengo treinta, muy bien vividos, por cierto.
Entro a la cafetería, las campanillas tintinean anunciando mi llegada. El joven que suele atender me mira y me sonríe ampliamente. Tuve que devolverle la sonrisa.
—Un café sin azúcar.
Obvio, en estos tiempos, hay que conservar la figura.
—Hola, Isabella ―me saluda con la sonrisa boba aun instalada en sus labios, y yo, no quiero que me salude.
Vengo aquí cada tarde después del trabajo, supongo que tiene que conocerme, pero lamentablemente a mí, se me olvidó su nombre.
—Hola.
—Te llevaré el café a la mesa —dice alzando las cejas subjetivamente—. Hoy, te ves hermosa.
Abro mis ojos.
El tipo está bueno, ¿para qué les voy a mentir?, pero creo que simplemente, no somos el uno para el otro y todas esas mierdas de cuentos de hadas, que te hacen creer en el amor cuando tienes cinco años.
—Ya.
Puedo ser antipática, lo sé.
¿La verdad?
Me encanta.
Quizá, pude sonrojarme, ¡pero vamos!, ¿quién se sonroja a los treinta años? No es como si mi rostro fuese un semáforo en rojo. Creo que solo una vez me ruboricé y fue cuando mamá, miraba las manos de mi primer novio para ver que tan grande tenía su..., bueno ya saben, el glorioso aparato reproductor masculino, que por lo demás, de «glorioso», no tiene absolutamente nada.
El joven me mira buscando alguna otra respuesta de mi parte, pero todo lo que obtiene, es mi culo moviéndose hacia la mesa junto a la ventana.
Miro hacia la calle. Todas las personas corren, seguramente a sus hogares o las mujeres, a atender a sus maridos que exigirán comida caliente.
Mis ojos se posan en una pareja de adolescentes hormonales besándose en mitad de la calle, mojándose en la lluvia. Suelto una risita, ¡qué bestias! ¿Quién desea besarse bajo la lluvia? Es estúpido empaparse sólo por besar a alguien, no le veo lo romántico.
Tengo una teoría al respecto: Todo aquel teatro del beso bajo la lluvia, es para luego ir a casa a cambiarse ropa y acabar teniendo sexo como conejos descarriados. Jamás he podido experimentar tal teoría, supongo que buscaré ponerla en práctica, claro que yo hace años dejé de ser adolescente, espero pasar desapercibida o mejor aún, besar a un hombre en un callejón oscuro y corrernos mano bajo la lluvia. Sería interesante.
—El café.
El joven que piensa que soy hermosa, deja el café en la mesa. No puedo evitar mirar sus manos y recordar, a mi loca y solitaria madre; son lindas y grandes..., al menos tiene las uñas limpias y eso se agradece bastante.
—Gracias —Él sonríe y se muerde el labio inferior mirándome a los ojos.
«¡Mierda! ¡Qué excitación!», ¡mentira! ¿Quién se excita con eso? ¡Es una tontería! Creo que este chico, ha leído demasiado o vio mucho porno en su adolescencia, tal vez, aún es virgen.
Desvío la mirada y mis ojos marrones, vuelven a fijarse en la pareja que sigue besándose bajo la lluvia…
¿Cuánto tiempo llevan ahí? Supongo que él debe besar bien, para que a ella no le duela el cuello, no se le acalambre la lengua o... ¡Esperen! ¡Bingo!, ¡se están corriendo mano!, como si una mujer de treinta años no fuese a darse cuenta, ¡por Dios! Ella le susurra algo y se encaminan por la vereda para seguramente, tener sexo salvaje en algún lugar de la ciudad. Solo deseo que sus padres no se enteren o que se protejan con algún método anticonceptivo.
Justo en aquel momento, mi celular comienza a vibrar, lo saco de mi bolsillo con rapidez y miro el identificador.
«Oh.»
—Hola, Bellita.
—Hola, mamá —pongo mis ojos en blanco.
Mi madre, Renée, me llama sagradamente todos los días para preguntarme lo mismo—: ¿Qué cuentas hoy?
—Nada. Estoy tomándome un café, para ir a dormir luego. Hoy, tuve demasiados pacientes.
—Eso es bueno, hija. ¿No te tocó turno?
Niego y quiero golpearme por ser tan idiota, ya que ella no me puede ver.
—No.
—¿Cuándo vendrás a verme?
Mi madre, es una mujer viuda y oficialmente divorciada.
Primero, se casó con mi difunto padre, Charlie. Luego, tuvo la «genial» idea de casarse con un idiota llamado Phil, con el cual tuvo una hija, la que ahora tiene quince años y es un molesto grano en el trasero. Supongo que yo también, fui un grano en el trasero cuando tuve quince años. Recuerdo que en aquella época de instituto, mi madre solía reprenderme por mi ropa fuera de lugar, fumar cannabis y por besar a un chico llamado Jacob Black que, según ella, era muy feo para mí. Creo que tenía razón.
—Mamá, tengo trabajo. Tú, podrías venir.
—¡Tanya, tiene instituto! —se queja.
Suelto el aire de mis pulmones.
—¿Vacaciones de navidad?
—Bueno, eso no cuenta. La tengo estudiando por sus malas calificaciones.
—Como si aquella niña tuviera remedio. Bueno, trataré de ir pronto, lo prometo.
Tanya, aquella adolescente hormonal, que seguramente también se corre mano bajo la lluvia, es un completo caos. La quiero, por supuesto que lo hago, pero jamás hemos sido demasiado unidas, ya que cuando ella tenía tres años, yo me vine a Seattle a estudiar medicina.
—Eso espero. Iré arriba a ver si tu hermana sigue en la habitación. Un beso, te amo hija, nos vemos.
—Yo también, mamá. Saludos a Tanya, bye.
Como se darán cuenta no suelo decir palabrotas en voz alta, al menos no tantas, mucho menos delante de mi santa madrecita. Presumo, que tengo la mente más sucia que la boca.
«Oh, sí. Claro que la tengo», y no es un sarcasmo.
Tomo mi café saboreándolo y leo una vieja revista sobre moda. Quiero comprarme absolutamente todo lo que sale en las páginas.
Tengo dinero. ¡Por supuesto que lo tengo!
Poseo una casa, un automóvil y un trabajo estable como pediatra en el hospital de Seattle. No tengo novio, mucho menos marido —lo que me deja un importante porcentaje de billetes en la billetera— y tampoco tengo mascota. Tuve una vez cinco peces, que terminaron flotando en el agua por falta de consideración. No me mal interpreten, amo los animales, pero siempre he sido descuidada y lloré por mis peces tres días, no fue fácil superar el trauma y de eso, han pasado cinco años.
El joven, cuyo nombre no puedo recordar, se acerca a mí cuando pido la cuenta, sus ojos grises me inspeccionan con descaro, dirigiendo su vista a mi mano izquierda. ¡Oh, que cruel! ¡Por supuesto que no soy casada! Quizás, solo quizás, debería comprarme un anillo de compromiso, para salir corriendo en estos casos de urgencia. Un anillo en mi dedo, me traería muchos beneficios, sería un perfecto escudo protector contra los hombres con lengua larga, que andan por ahí, queriendo devorar bocas inocentes ―y no tan inocentes― como la mía.
—¿Se te ha perdido algo? —pregunto al ver que no se iba.
Suelo ser directa para hablar, no me gustan los rodeos, supongo que en eso salí a mi padre.
—Isabella... —El muy descarado se sienta junto a mí y me mira fijamente con sus ojos grises—. Sé que es algo estúpido, pero me gustaría invitarte a tomar algo.
—Pues, me acabo de tomar un café ―Él sonríe.
¿Cuál es el chiste?, creo que me lo perdí.
—Podría ser otro día.
Mentira a la vista...
—Tengo novio y a él, no le gustará saber que salgo contigo.
El joven frunce el ceño y yo me aclaro la garganta lista para salir de aquí, pero su mano, va directo a la mía. Lo fulmino con la mirada, advirtiéndole que me suelte o lo golpearé en el acto por atreverse a tocarme.
—Lo siento —se disculpa con un semblante triste—. Nos vemos.
Oh, pobre chico, se incomodó. De seguro, no está acostumbrado al rechazo porque, como dije antes, es bastante guapo, pero no somos el uno para el otro. Además, creo que debe andar por los veinticinco años, demasiado baby para mí.
Le dejo una buena propina, por el posible daño psicológico que le haya producido mi rechazo. Espero que pronto se recupere, porque aquí, el café realmente es exquisito.
Cuando llego a casa, empapada de los pies a la cabeza y sin beso bajo la lluvia, camino hacia mi habitación y me desnudo. Me meto a la ducha —ya que no quiero resfriarme—, enjabono cada parte de mi delgado cuerpo y lavo mi largo cabello marrón. Salgo con rapidez hacia mi habitación, para ponerme un horrible pijama de franela con arcoíris estampados. Bien, sé que a los treinta años pensarás que usaré un sexy baby doll, cosas con encaje, tan pequeñas que se vería, incluso, hasta mi conciencia. Hace meses que estoy soltera y no le veo el caso a usar cosas para morir de hipotermia, sola en mi cama.
«Diablos.»
Me acuesto en la cama bruscamente y miro el techo de mi habitación matrimonial. A lo mejor, podría comprar un nuevo pez... Aunque no estoy segura de cuidarlo bien, además, ¿qué hace un pez? Sólo nada y nada..., y nada. ¡Maldición!, los animales deberían conversar. Al menos un perro, mueve la cola y un gato..., bueno, un gato se la pasa echado como si hiciera mucho en la vida.
Alzo mi celular, tan solo son las nueve de la noche y estoy mortalmente aburrida. Quizás, debería jugar a los Sims o Candy Crush. Pensarán que soy algo inmadura y probablemente tengan razón, pero amo mi personalidad, creo que estoy algo cagada de la cabeza y lo admito, de seguro esa es la razón por la que aún estoy soltera.
Opto por abrir mi netbook rosado.
En el fondo de pantalla no hay fotos mías, tampoco de mi pequeña familia, hay una jodida foto de un actor malditamente caliente, que sale en un bóxer rojo y un glorioso bulto entre las piernas. Necesito recrear la vista cuando mi vida es tan tediosa.
¿Creen que en el hospital hay médicos jóvenes, guapos, amables y sensibles a quien mirar?, ¿por los cuales podría babear un buen rato? ¡Mentira! La gran mayoría son médicos gordos, con problemas en su delantal blanco, ya que los botones apenas resisten toda esa masa de grasa. También están los delgados y altos, de unos cuarenta o cincuenta años, que usan anteojos en la mitad de la nariz y solo te preguntan los síntomas que sientes, para luego recetarte una montaña de medicamentos y por último, están los médicos canosos, que se creen los más simpáticos y son una completa mierda.
En fin, ahora se hacen una idea, del porqué estoy soltera.
La última vez que salí con alguien, fue con Eric…
«¡Oh, sí!»
Imaginen un hombre alto, metro noventa como mínimo, ojos azules, pestañas largas y oscuras, cabello castaño y su piel tostada. Ahora, imagínenselo con una diablilla, digo, niña de cinco años. «Ojo», que estaba separado, así que no fui su amante ni mucho menos. Yo era la pediatra de su hija y movía mis pestañas, cada vez que él llegaba a mi consulta. Salimos un par de semanas, semanas que se convirtieron en meses y meses que se convirtieron en años…
¿Qué pasó?, se preguntarán.
La respuesta es sencilla: Su maldita ex y su «adorada» niña, me odiaban e hicieron mi vida imposible. Amo los niños, pero aquella niña era aún peor que Tanya. Pobre Eric, realmente le compadezco de soportar a una niña tan malcriada.
Pues sí, cuento viejo y aburrido que terminó por romperme el corazón. Cinco malditos años desperdiciados y Eric, obviamente eligió a su familia. ¿Quién no?, supongo que es lo correcto. Yo lo haría si tuviese una. En fin.
Abro Google Chrome, específicamente Facebook, escribo mi clave y entro. Más de lo mismo, estados depresivos, estados contando toda la vida en Facebook, estados sobre canciones o comentando sobre alguna pena de amor, etcétera.
Frunzo el ceño al ver que un tal Mike Newton, me ha invitado a un evento llamado: «Los años no pasan en vano».
«¡¿Qué mierda es esto?! ¿Qué estúpido título es ese?»
Hay más de treinta invitados al evento y yo, me dispongo a leer…
Hola ex compañeros/as:
Ha pasado más de una década, de la última vez que todos estuvimos reunidos y tengo nostalgia por verlos. Sé que seguramente muchos de ustedes, ya no me recuerdan o no recuerdan la mayor parte, de los que éramos en el viejo instituto de Forks. Mi amada esposa, me ha incentivado para poder hacer una pequeña reunión en mi casa y saber que ha sido de sus vidas y, por supuesto, pasar una noche agradable.
Los invito el día sábado veintitrés de enero, a las veintiún horas en mi antigua casa. ¿La recuerdan? Justo al lado del (antes) único restaurante de Forks.
Espero tener la oportunidad de verlos a todos, ¡anímense!, será una experiencia inolvidable.
Adiós.
Okey…, creo que estoy en shock.
Trato de recordar quién era, el famoso Mike Newton…
En mi memoria está su nombre, pero su rostro, se me confunde con miles de rostros que vi en el viejo instituto. ¡Oh, por Dios! Mike era un hombre alto, muy delgado, piel pálida y cabello rubio. Recuerdo su cabello, porque no me gustan los rubios.
Rasco mi cabeza confundida. Hasta el momento, hay quince confirmados, la mitad. Posibles asistentes, hay uno y los restantes como yo, no han hecho acto de presencia.
Miro los comentarios y veo algunas palabras de agradecimiento, otros alabando la idea. Tengo que soltar una carcajada. «¡Qué tontos! ¿Quién se emociona por esto?»,seguramente, todo el mundo está casado.
Si hasta me parece que los veo…
Las mujeres se reunirán en un lado de la sala y los hombres en el otro. Las mujeres hablaran sobre biberones, pañales, gases, popó de bebé y picadura de encías, mientras los hombres, hablarán de automóviles, mujeres, amantes, trabajo…
¿Y yo…?
Yo estaré bebiendo, escuchando las estupideces que todos tienen que decir, monumentalmente aburrida.
Pienso en rechazar automáticamente, pero tengo curiosidad. ¿Quién no la tiene? Quiero ser detective por una noche y así, divertirme un poco, pero primero voy a la cocina por un buen vino blanco y papas fritas Lays para picar.
Me siento cruzando mis piernas, con un cojín en ellas y ubico el netbook sobre el. Froto mis manos impaciente y me pongo mis gafas. Okey, lo sé..., las gafas no son para ser cool o porque están de moda, mi vista está cada vez peor, por lo que tengo que usar gafas de descanso para estas ocasiones, donde requiero de toda mi concentración.
Primero, voy a la lista de los participantes del evento. Varios nombres, hicieron eco en mis pensamientos…
Alice Brandon.
Rosalie Cullen.
Angela Weber.
Jacob Black.
«¡Oh!», mi antiguo novio de secundaria y que mamá creía que era feo.
Voy abriendo cada perfil en una nueva ventana, para echar un vistazo más tarde.
Lauren Mallory.
Embry Call.
Emmett Cullen.
Jasper Hale.
Jessica Stanley.
Entre los que puedo recordar.
Los demás, de seguro eran como unas patéticas plantas, pasaron sin pena ni gloria por el instituto, he ahí el porqué, ni siquiera su nombre pude vislumbrar.
Primero, entro al perfil de Alice Brandon.
No ha cambiado mucho, salvo que se cortó el cabello. Su foto de perfil sale con una niña en sus brazos y en la portada sale con quien supongo, es su esposo, amante, amigo, novio o amigo sexual. Al parecer, estudió periodismo y oh..., está comprometida. Nada que no hiciera una mujer realizada de treinta años. Cierro su ventana para seguir con mi investigación, Alice, es demasiado normal.
Seguramente, mis ex compañeros son todos gordos y feos, acabados y estresados. «¡Uy, Dios me libre de aquella pesadilla de hombres!».
Sigo con uno que me llamaba la atención... Jacob Black.
Se preguntarán por qué no lo tengo de amigo, la respuesta es sencilla: El muy idiota me borró de Facebook, cuando íbamos a la universidad y jamás supe el porqué. Supongo, que es un lunático. Me meto en su foto de perfil y tengo que poner la copa de vino en la mesita de noche, para rodar como un gusano sobre la cama, muriendo de la risa.
«¡Qué feo está!», pienso, mientras las lágrimas corren por mis mejillas al no poder parar de reír.
En este momento, mirando su horrible panza, su nariz ancha y roja, le encontraba toda la razón a Renée. No sé como alguna vez pude besar esa boca partida o... ¡su cabello! Del cabello negro y brillante que solía llevar cuando éramos jóvenes, ahora solo quedaban tristes restos, su pelo se estaba cayendo de su cabeza y comenzaba a ponerse canoso. ¿Quién llega así a los treinta años? ¿Qué sería de él cuando tuviera cincuenta? ¡Mierda, si tiene más bubbis que yo!
Cuando paro de rodar en la cama, me vuelvo a sentar y tomo un buen sorbo de vino, para poder tranquilizarme.
Emmett Cullen, le sigue.
Bien, el hombre estaba bueno..., no es de mis gustos, pero el tipo se mantenía en forma. Al menos, aun tiene el cabello en su cabeza y sale de pie abrazando a una rubia embarazada, conocida ahora como Rosalie Cullen, una completa perra en la secundaria. Al parecer, se casaron hace un par de años. En hora buena.
Jessica Stanley, continúa en mi lista de investigaciones virtuales.
Ella era la más zorra del instituto, lo digo porque cada vez que la veía, estaba encerrada en algún salón, posicionada en cuatro, teniendo sexo con algún condenado. Ella pervirtió mi mente, okey no, pero la mujer era toda una profesional. Recuerdo que era linda, no podía negarlo, de estas mujeres que suelen llevar maquillaje a donde quiera que vayan, retocándose los labios hasta en el autobús. No puedo culparla, yo también me retoco los labios de vez en cuando.
De la mujer gloriosa que mi mente recuerda, solo queda una mujer gordita con tres niños en su foto de perfil. Bien..., no me rio de ella. Si llego a tener hijos en algún momento, también subiré de peso y no me gustará que se burlen. Aunque debería hace el esfuerzo de no salir con aquel rostro de «soy infeliz», en su foto.
Los demás personajes, pasan desapercibidos para mí y es un poco aburrido verlos. Hombres gordos, mujeres con hijos… ¡Que terrible! Al parecer, soy la única que no ha llamado a la cigüeña en estos años.
Me meto en la lista de los posibles asistentes y hay un solo nombre en la lista:
Edward Masen
A quien, no recuerdo con claridad.
Mis neuronas funcionan a mil por hora, trato de buscar algún recuerdo o alguna característica de él. Solo viene a mi memoria lo alto que era y sus ojos claros..., pero jamás hablé con él; de su rostro, solo tengo pequeños destellos.
¡Vamos, han pasado más de doce años!
Mi curiosidad nuevamente pica, me meto en su perfil y casi escupo el vino que tengo en la boca.
La foto…, es maravillosa…
Me roba el aliento…
Me deja sin habla…
Sin duda, la mejor foto de una puesta de sol, que he visto en mi puta vida. Suelto otra sonora carcajada.
¡¿Qué hombre tiene como foto de perfil, un paisaje?! Seguramente es gay o es tan feo y asqueroso, que no es capaz de poner una foto de su rostro acabado lleno de arrugas. Siento pena por él y quiero consolarlo, donde quiera que esté.
Quizás, tiene una panza tan grande que toca el volante cuando maneja su automóvil o una aún más grande que cuando hace pipí, no se alcanza ver el pene. O se está quedando calvo, como Jacob Black.
Mi padre si me viera riéndome de las personas me diría: «¿No te has visto en un espejo últimamente?»
Pero querido padre, claro que me veo en el espejo y veo a una mujer radiante y llena de vida, y no es un sarcasmo.
Seguramente, si no trabajara tanto estaría rellenita, porque ¡amo la comida! Ustedes entienden... ¿A qué mujer no le gusta una rica pizza con coca cola? ¿O tomar helado de chocolate sentada frente al televisor mirando «Un amor para recordar» o «Titanic»? Delirar cuando Leonardo DiCaprio tiembla del pasión sobre Kate Winslet en el maldito automóvil, pero vamos, a él también se le vinieron los años encima y ahora está horrible, a mi parecer.
¿Qué opinan, ustedes? Todos los hombres se ponen feos al envejecer, lo digo enserio.
Cuando miro la hora, es casi media noche. Me voy a lavar los dientes, luego, apago todas las luces quedándome sólo con la luz de mi netbook.
Miro el evento…
Asistir, me parece una locura.
Mis probabilidades de ir y aburrirme, son de un noventa y nueve coma a nueve por ciento, contra un uno por ciento de ir y pasarlo relativamente bien. Además, si voy a Forks, que por cierto es parecido al pueblo de Macondo, ya saben..., un pueblo arruinado y en quiebra, tendré que quedarme en casa de mi madre, no me gusta conducir de noche, muchos menos si voy a tomar unos tragos.
Consejo para ustedes: Jamás conduzcan ebrias. Habla la voz de la experiencia.
Para darle un poco de apoyo moral al querido «Don Paisaje», como decido llamar al tal Edward Masen, hago clic en: «tal vez asista». Así, nadie me jode la vida si voy o no.
Apagó a mi compañero de investigaciones y me acomodo para dormir, cierro los ojos y a mi mente viene la cabeza casi calva de Jacob. Renée, pagaría por ver esa foto…
Creo que la voy a imprimir y se la mandaré, o aún mejor, le tomaré una foto y se la enviaré por Whatsapp para reírme un rato con ella, pero es tarde y mañana trabajo, así que solo pasan unos minutos y me quedo dormida.
Hola. Aquí estoy después de casi dos meses *—*.
¡Ay! Sé que no muchas leen las notas del autor ajja pero las extrañaba. La idea principal de este fic era un OS, pero al pasar las 60 hojas (No iba ni en la mitad) dije ok, no sirvo para escribir OS y decidí hacerlo fanfic. No sé cuantos capítulos tendrá, porque no lo he terminado, espero que no sean muchos.
Espero que les haya caído bien mi nueva Bella..., es algo directa jaja y me encanta su personalidad, creo que se parece mucho a mí y a mis pensamientos ocultos ajaj.
Bien, ojala les haya gustado la trama
. "Don paisaje" (Edward) aparecerá pronto *—*
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Un beso y abrazo desde Chile.
Ani.
