Disclaimer: Kuroko no Basuke es propiedad de Tadatoshi Fujimaki, por ende ninguno de sus personajes me pertenece. Este escrito ha sido creado sin fines de lucro, su único propósito es el de entretener a otras fujoshis y fundashis igual de pervertid s que yo.
Resumen: Un pequeño suceso puede cambiar todo. La llegada de una latina a la preparatoria Shutoku no es la excepción. Un limón abobado, un halcón enamorado y la miel que sale sobrando. Yaoi.
Advertencias: Lemon, pero más adelante, no comáis ansias.
Notas de la autora: Ah~ por favor, no pregunten que acabo de hacer, tenía pensado hacer muy serio este fic pero… Las cosas terminaron saliendo de esta manera, y soy incapaz de cambiarlo porque me encanta. Denle una oportunidad a la historia del pobre halcón que no quería a la miel con su limón.
"El halcón que no quería a la miel con su limón"
Capítulo 1: La llegada de la miel
¿Por qué nunca sucedía nada interesante? No sé ¿Por qué el amuleto de la suerte de Midorima no era un condón o algo así para que pudiera molestarlo? Imaginar la cara de vergüenza de Shin-chan… ¿O por qué Oha-Asa no presagiaba algo que fuera digno de su atención?
Bueno… Sí, había un algo que tal vez merezca su atención, el simple hecho de que la suerte de Escorpio era la peor de ese día. Aun cuando Takao en tales supersticiones se tomó la molestia de conseguir "Una historia de amor" (que era su amuleto de la suerte), el cual sacó de la estantería de su casa, el clásico de Romeo y Julieta, por lo que, si es que esas benditas supersticiones tenían un poco de verdad, no había de que preocuparse.
Meh, cuando menos Midorima tenía la mejor suerte del día, así que de seguro, todo iba a ir de maravilla para el de cabellos verdes, como siempre. No obstante, cada que Escorpio quedaba de último lugar, el cáncer lo evitaba. "No permitiré que me pegues tu mala suerte, nanodayo".
Cuando menos durante esos días, Takao podía ir a su escuela sin tener que pedalear el molesto Rickshaw… Aunque bueno, no es como si la idea lo emocionara tanto. Le gustaba comenzar sus días con la compañía del peliverde…
Y para su desgracia, ese día, como siempre, no prometía mucho. Todo indicaba que iba a ser otra de esas mañanas en las que se la pasaba molestando a Shin-chan en busca de un poco de diversión, o para conseguir las respuestas de alguna tarea.
Como siempre. Nada interesante.
Sin embargo, caminando por los pasillos de su escuela para llegar a su salón se percató de algo. Todos sus compañeros parecían estar excitados por un motivo que por el momento, el desconocía, mas no tardó en averiguar de qué se trataba.
—Oye, Aoi —tocó a una compañera del hombro con suavidad, en cuanto ésta volteó le dedicó una gran sonrisa a la Takao—, tiempo sin verte.
La chica, un tanto apenada y al parecer emocionada le correspondió, agachando la mirada.
—Takao… S-sí… ¿Cómo estás? ¿Sucede algo? —cuestionó curiosa y expectante, cruzando los dedos detrás de su espalda, parecía que estaba esperando porque algo sucediera.
Ignoró su peculiar comportamiento y prosiguió con su trabajo. Al parecer, un suceso extraño estaba resonando por toda la preparatoria Shutoku. Había una chica nueva, y no cualquier chica, una extranjera. El rumor se extendió por toda la escuela en un dos por tres. Ya no había persona que no estuviera al tanto del nuevo chisme, aun cuando solo dos estudiantes la habían visto, todos sabían de la llegada de la nueva estudiante, al parecer, una latina, cosa que emocionaba a Takao, y no solo a él, sino que a todos los miembros masculinos de la preparatoria, "debe estar bien buena", "de seguro tiene un cuerpazo…" y ese tipo de cosas ya estaban divagando por las sucias mentes de los machos. Y ahora, gracias al simple avistamiento de dos jóvenes se estaba rumoreando que la latina era una estrella, que tenía un cuerpazo, que era una genio, que era problemática, que era esto y lo otro, todo ese tipo de cosas que se creaban en un instante, pero que casi siempre terminaban siendo mentira.
Se despidió de su compañera, no sin antes agradecerle la información, y continuó caminando a su salón saludando a la mayoría de los estudiantes. Takao era una persona con la que se hacía amistad de forma sencilla y rápida, no había quien se resistiera a él y sus chistes, casi toda la escuela lo conocía, tanto por el equipo de baloncesto como por su divertida persona. Simple y sencillamente, la sonrisa de Takao era algo que lo caracterizaba por ser como es. Esa sonrisa que jamás se desvanecía era la puerta a decenas de contactos de los que en un futuro sacaría provecho… Ah…. Y todo gracias a esa sonrisa.
Entró a su salón de clases como de costumbre correspondiendo los gestos de bienvenida por parte de sus compañeros, mas no mostró interés profundo en ninguno de ellos… No hasta que se sentó. En frente suyo estaba Midorima, ese joven de cabellos verdes que no hacía otra cosa más que ser él mismo, un chico raro, serio y prodigio. Nadie de la escuela comprendía cómo es que Takao se podía llevar tan bien con ese empollón y egocéntrico de primera, pero no era como si a Takao le importara lo que los demás pensaran. Saludó efusivamente al jugador número seis del equipo de baloncesto de Shutoku y le quitó un yoyo azul que estaba encima de su mesa. Había sido ignorando olímpicamente hasta que realizó la última acción. Takao siempre tan jodelón.
—Shin-chan ¿Este es tu amuleto de la suerte? Que cutre… —canturreó mientras que se lo arrebataba para empezar a jugar con él de arriba abajo, de arriba abajo.
Lo ignoró.
—Shin-chan, no me ignores… Shin-chan… —tocó su hombre y le jaló un poco el cabello—, tsk, que pesado…
Se acomodó en su asiento pensando en que preguntarle o que hacer, sí, con el simple hecho de que Midorima no le hablara era suficiente para que diera por seguro que tenía una suerte de mierda.
—Neee, Shin-chan —llamó la atención del peliverde por tercera vez, inclinándose sobre el asiento hasta quedar cerca del cuatro ojos para proseguir a susurrar con obscenidad nada disimulada—, ¿Crees que la nueva chica tenga pechos grandes como esa chica que iba contigo en la secundaria?
—No estoy interesado en una chica que no aprecie la importancia y belleza de los horóscopos, ni mucho menos que tenga pechos grandes. Tampoco deseo continuar hablando contigo, nanodayo—dijo.
—¡Mooo! ¡Shin-chan! ¡Qué pesado! —exclamó haciendo un pequeño puchero que se desvaneció en unos segundos, viéndose remplazada por una inmensa sonrisa, característica del moreno— ¿Y si fuera una chica linda que este igual de interesada que tú en Oha Asa? —canturreó, sería divertido ver a su compañero tratando de coquetear con otra chica, porque para buena suerte del cuatro ojos, feo no era, lo único malo era que cuando Midorima intentaba interactuar con otras personas casi siempre era un fracaso.
—Takao —su tono de voz sonaba amenazador, todo gracias a la insistencia del de ojos de halcón—, no estoy en busca de una relación en estos momentos, no la necesito. Mientras tenga mi objeto de la suerte todos los días, no dependeré de nadie más.
—Ah —suspiró de forma dramática—, que excusa más pobre para un pobre solterón como tú, tampoco tienes que excusarte tanto, Shin-chan, algún día llegará la chica indicada para ti, no te preocupes —susurró con sorna, notándose las innegables ganas de molestarlo aun más.
A Midorima no le dio tiempo de responder.
El profesor había entrado, seguido de una hermosa chica.
Se comenzaron a oír murmuros por toda el aula.
"Si que está buena" pensó Takao para sus adentros con una sonrisita juguetona, observándola expectante.
—Buenos días alumnos. El día de hoy se ha integrado una nueva compañera a la clase. Viene de América y esperamos que le den una cordial bienvenida.
La morena conversó un par de segundos con el profesor, aun estaba dando un poco la espalda, por lo que nadie del salón era capaz de apreciarla bien, pero con ver la silueta de su figura, Takao aseguraba que estaba "bastante bien".
Mientras tanto comenzó a escanearla. Era esbelta y con piernas largas. Su cabellera caía en seductoras y juguetonas ondulaciones hasta la altura de su espalda. El uniforme marcaba su delgada y proporcionada figura, pero había algo curiosa en ella, el hecho de que su ropaje cubría su cuerpo. Una sudadera, una falda y unas calcetas largas, todo le impedía a la sombra de Shutoku apreciar la descomunal figura de la latina, cosa que le hizo gruñir con suavidad.
Era común que una mujer dotada presumiera de su cuerpo, no que lo escondiera.
—Buenos días —finalmente oyeron su voz. Suave y femenina, digna de toda una dama—, mi nombre es Norah Ocampo, vengo América, es por eso que pido disculpas si en algún momento les falto al respeto debido a mis costumbres, he tratado con personas del occidente durante toda mi vida, así que espero y comprendan. Me esforzaré por adaptarme lo más rápido a sus costumbres. Un placer conocerlos a todos.
De los rumores, había dos que eran seguros y ya daba por un hecho. Tenía el cuerpazo y las impecables calificaciones ¡Hablaba muy fluido el japonés! Casi como si fuera nativa, el único detalle es que tenía un acento curioso (y tierno) debido a su procedencia americana, Pero... ¡Woooow! ¡Ni siquiera él podía hablar de una manera tan respetuosa en su idioma natal! Era toda una cerebrito.
Sin embargo, Takao sentía "algo" extraño con aquella dulce voz... Era como si le engañara. Estaba llena de seguridad. No se mostraba débil o temerosa, no era como él había imaginado. Nada de sonrisas lindas o coqueteos instantáneos, ella era diferente a muchas chicas que conocía. Madurez, así era como se le llamaba a esa cualidad.
¿Qué la había arrinconado a ser así?
—Puedes tomar el asiento al final, el pupitre que está detrás de tu compañero Takao —indicó el profesor.
—Entendido, profesor —dijo. Takao levantó la mano con una sonrisa para que le viera, era una persona amigable y no le gustaba establecer malas relaciones con los demás. No obstante, la extranjera desvió la mirada, casi como si lo ignorara y avanzó a su lugar.
Pero en medio camino la chica llamó aun más la atención de lo que hubiera deseado, para su desgracia su rodilla derecha le tembló al igual que su brazo, sintiendo un agudo dolor recorrerle por toda la zona. Trató de disimular, mas al siguiente paso su cuerpo fue incapaz de mantener el equilibrio necesario para continuar de pie, provocando que cayera al suelo…
O casi.
Midorima, estando a lado de ella la tomó del brazo con fuerza mientras que su otra mano se encargaba de tomarla por la cintura, impidiendo que Norah cayera al suelo. La levantó con la misma y la miró, los ojos de ambos su cruzaron. Una fría mirada verdosa enfrentándose contra las desconocidas orbes de miel de lo occidental. Norah tenía una fría mirada que hasta miedo daba. Era ese tipo de miradas que demostraban todo el dolor por el que la persona ha pasado. Una mirada con historia.
Sin embargo, Midorima ni siquiera se inmutó. Cosas como esas pasaban cuando alguien no llevaba su amuleto de la suerte, o mínimo no el indicado.
Una peluca cayó al suelo cuando su propietaria se distrajo.
Shintaro la levantó, no sin antes mirar a la joven una vez más.
—Capricornio.
El amuleto de la suerte de Capricornio ese día era una peluca.
Aquello no podía ser una casualidad.
Takao tuvo un mal presentimiento. Tomó su peluca y dignamente levantó la mirada, con la barbilla en alto se sentó, mas la miel de sus ojos se topó con el cielo del halcón, y este, sin remedio alguno, se estremeció, sorprendido por la apatía que la chica era capaz de demostrar con una simple mirada.
Aun consternado, Takao miró fijamente a su compañero durante unos segundos... ¿Era su idea o es que había volteado a ver a la latina cuando él se encontraba desprevenido?... ¿Acaso Shintaro se... Había interesado por la nueva chica?
Una chica linda, inteligente e interesada en los horóscopos, específicamente en Oha Asa. Solo faltaba que Norah fuera mayor que él y listo, habría un Midorima flechado.
A Takao le molestaba la idea. No quería a esa chica con Shin-chan.
No quería.
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